Si tuviésemos que hacer un
minuto de silencio por los líderes asesinados en el 2017 tendríamos que hacerlo,
al menos, durante 17 minutos, si lo tuviésemos
que hacerlo por los líderes asesinados en el 2016 tendríamos que quedarnos mínimo
120 minutos en silencio, si lo tuviésemos que hacer por los líderes muertos a
lo largo del conflicto, nos tendríamos que quedar callados para toda la vida: eso
es lo que quieren los violentos gsl
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Hace 18 años, más o menos,
trabajábamos en el desarrollo de la Misión
Rural en todo el país. Teníamos grupos de coordinación en las distintas
regiones. Gente del más alto nivel académico, compromiso con el país y toda la
honestidad del mundo. En el caribe la suerte nos acompañó de forma especial.
Allí estaba Alfredo Correa de Andreis y su bacanería, simpatía y conocimiento
nos hizo sentirnos amigos.
La última vez que lo ví
caminaba alegre por la Feria Internacional de Libro de Bogota. Inocente como
muchos de los que han sido asesinados en este país. En ese momento desplegó
sobre mi toda la alegría Caribe, la euforia de un encuentro fortuito me llenó
de entusiasmo en medio de sus abrazos de gigantón que, para mi corta estatura,
eran algo así como la invasión de la fraternidad costeña a esta timidez cachaca-patoja
que no sabe que hacer con tanta calidez y expresividad. Me despedí de él y vi
como desaparecía en medio de libreros, estudiantes de primaria y compradores de
libros. La imagen de aquel día, seria la ultima que tendría de Alfredo.
Un día a través de un amigo
en común supe que estaba preso y como muchos inocentes no sabía porqué. Se había
metido en la boca del monstruo, pensando seguramente que no cerraría sus fauces. Pero, como a muchos,
lo traicionó el optimismo que tantas veces nos hace sentir que las cosas en
este país se pueden cambiar. Eso creo que el creía. Los hombres buenos suelen
equivocarse.
Hablamos desde la cárcel. La
conversación fue corta pero optimista. Me dijo que no tenía nada que ver con
nada de lo que decían. Y yo no dude en creerle. Era imposible pensar algo en
contra de Alfredo. Me dijo que saldría pronto pero que no creía que las cosas
se hubieran resuelto y que había peligro. Me dijo tambien que esperaba que nos
viéramos y que agradecía el libro que le
había enviado: "Palabras de paz" discurso de los premio Nobel al recibir el premio. Tambien me dijo que había enviado una carta al
presidente Uribe.
No recuerdo cuanto tiempo
pasó, estaba en el Hotel Zuana de Santa Marta. Asistía yo a un evento con el
Consejo Noruego en el que ellos ofrecían apoyo para los desplazados y las victimas.
De pronto escuché que nuestro
amigo común, gritaba ¡no puede ser! no puede ser! y al otro lado de la línea
telefónica alguien, que no supe quien era, le decia que acababan de asesinar a
Alfredo en Barranquilla. Era septiembre del 2004. Las dos y media de la tarde
si la memoria no me traiciona. Un fiscal
de Cartagena le había acusado meses antes del delito de rebelión. Un absurdo,
un despropósito, Estoy seguro que el torpe fiscal confundió rebeldía con
rebelión.
Un crimen inaudito. Un
asesinato más de la inocencia. Un crimen más en la impunidad. Pienso en Alfredo, en el último abrazo que me regaló. Estoy seguro que algún imbécil
lo condenó por su alegría, por su capacidad de abrazar, de reír duro, de
alegrar la vida. Por ser caribe, por hablar, por soñar con un país libre: eso
algunos no lo perdonan y tienen montado un paredón en cada esquina, una fosa
común en cada pueblo y todo el terror del mundo en cada rincón.
Duele el miedo que logran
producir los asesinos de inocentes.
Duele, tanto como ese miedo, la frialdad como el poder cuenta cada uno de los
caídos por las balas asesinas. Duele el dolor de la familia de las victimas
como también la inmensa impotencia que, como ciudadanos, tenemos ante la
injusticia. Abruma la ligereza de los medios y las declaraciones de los
distintos poderes frente al crimen diario de líderes inocentes. La vida diaria
transcurre en medio de la seguridad que deja una estela larga de muertes.
El asesinato de Alfredo
Correa fue uno más de los crímenes horribles que cometen los que solo tienen
como argumentos el asesinato. Alfredo nos acompañó 1997 en la Misión Rural como
coordinador de la región del caribe y siempre mostró la más alta preocupación
por su región así como su gran capacidad
de análisis.
Rechazamos, repudio el
asesinato de nuestro amigo y queremos expresar a todo el país nuestro pesar por
haber perdido a un buen hombre, necesario para estos tiempos de barbarie, y
necesario en épocas en donde la aridez de los análisis no deja ver lo que
sucede.
La justicia no solo cojea
sino que nunca llega. Están matando la inteligencia y todo lo que nos queda es
debatir sobre lo que los políticos desean para poder mantenerse en el poder.
Nos conmueve el dolor de su
esposa y su hija. También que no podamos hacer nada. La protesta y el llanto no
son suficientes. Abruma la mentira, la trampa, la sagacidad con la que los más
fanáticos y crueles asesinos están socavando el futuro y presente de nosotros y
los que vienen. No queremos politizar la muerte de un amigo. Tampoco que sea
bandera de ninguna causa. No creo en las banderas y la muerte que produce su
defensa. No deseo que el dolor de una muerte se vuelva bandera de nadie.
Estoy en contra de toda
violencia y pienso que no existe ninguna razón para matar ni para morir por
ella.