viernes, 18 de noviembre de 2016

El Tiempo de la Tierra - Documental



Dir. Guillermo Solarte

El Tiempo de la Tierra es un documental que trata el conflicto de la tierra en Colombia, desde una mirada histórica hasta una mirada actual. A través de las voces de afrodescendientes, indígenas, campesinos e investigadores del tema, se reconstruyen los distintos elementos y procesos que configuran el escenario de un país inmerso en un conflicto armado durante varias décadas. El documental propone una mirada profunda de la ruralidad, de las personas que la habitan y de los actores que se disputan el territorio. También introduce nuevas categorías como las de territorialidades ilegales y dictaduras locales para entender las dinámicas de la violencia que se expresan en el campo colombiano y su estrecha relación con el apoderamiento de la tierra. La narrativa del documental se entreteje entre cifras que dan cuenta de la dimensión del conflicto, testimonios de los habitantes rurales que manifiestan el impacto de la guerra, y una voz en off que hila el pasado y el presente de este país, y que propone una mirada a futuro.


lunes, 14 de noviembre de 2016

Narco Netflix: Conversación en la catedral

Conversación  en la catedral

De Vargas Llosa tomo el título de uno de sus libros, por cierto, escrito mucho antes de que sucedieran las cosas en la catedral de Pablo pero, no pude encontrar mejor metáfora para referirme a esos diálogos entre el poder  legal y el  ilegal de aquella época, o de todas,  en este país llamado del Sagrado Corazón.

Lo mejor  de la serie Narcos es que  no es ficción. Lo peor es que esa realidad continúa como una serie de ficción. Esto, que podría ser una boutade, es  más bien, algo que confirma una de las sospechas que me persigue hace ya un tiempo: la historia será escrita con una cámara. Una cámara que ronda la violencia y que la transforma en espectáculo.
Podría afirmar, en este caso,  y en muchos más, que si la realidad no se parece a la ficción, peor para la realidad. Esa realidad que, al ser mostrada en televisión, nos confronta, nos habla al oído de lo que es el poder en Colombia y nos confunde cuando algún que otro despistado asume que, lo que es el poder, somos todos. Aquellos que amplían el megáfono para decir que los colombianos somos de una manera u otra: corruptos, violentos, amantes de lo ilegal y  esta claro que eso,  son las elites del poder, pero  no lo somos todos.
 La  serie muestra con toda contundencia la tensión siempre presente entre lo legal y lo ilegal o, para ser más precisos, entre el poder legal, es decir el Estado y la mafia y de esa relación entre ambos nace el todo vale, el todo es posible si es útil para lograr lo que deseas. La relación de Pablo con Cesar es una copia calcada de la relación de Vito Corleone con el poder en USA y la serie Narcos me confirmó, una vez más, que en ese tipo de asuntos somos poco originales: dos frases de la película de Coppola dan señales del punto de partida. Una:" le hare una oferta a la que no podrá negarse" y dos: "la vida y la historia muestran que es posible matar a cualquier persona" dichas por el Padrino han sido el faro que guía a la mafia colombiana y en no pocas ocasiones al Estado.

Narcos no es el  rigor pretendido de historiadores, la historia adornada con tanto rigor suele militarizarse o estatizarse, que para los efectos es lo mismo. Quiero decir, la historia oficial, que suele ser la historia de los héroes casi todos uniformados, o, de aquellos que, vestidos de civil, mintieron para hacerse  héroes de ese drama colombiano de la patria tonta, bobalicona y aferrada a una camándula. Esa misma patria  que ahora ha sido  seducida por las iglesias cristianas, lavaderos de dolores y acumuladoras de diezmos pobres; verdadero banco de los pobres, estafadores del verbo, allí el verbo no se hizo carne, se convirtió en pesos.
Narcos  tiene todo las claves de la realidad y  narra parte, no sólo, de nuestra vida provinciana sino también de nuestra historia. Los narcos y sus formas de vida son una pieza de ese inmenso rompecabezas que es   nuestra cultura y nuestro relato, de la misma forma que lo hacen las historias y mitos que nos rondan desde siempre. Cuentos  de miedo de los que los tíos nos contaban a oscuras en una finca de Pance, cuando, aún no habían nacido ni Pablo, ni Miguel, ni Gilberto, ni Gustavo ni Carlos, ni Pacho los héroes de esta aventura que cuestionó no sólo los principios morales de una sociedad enclaustrada en la catolicidad sino que también derribó  lo pilares de esa democracia que nunca alcanzamos a edificar. El tiempo pasará y cada uno de estos personajes ya convertidos en fantasmas y mitos serán narrados  para diversión de todos, ya lo esta haciendo la tele comercial sin criterio ni calidad.
Ellos, los narcos, construyen desde esa misma catolicidad una inmensa paradoja: matar no es pecado y si lo hacen por la sagrada familia, mucho menos, en este caso es la familia de Pablo y no la de Cristo, la que está detrás de esa guerra nacida en las entrañas mismas del poder.

La conversación, en la catedral de Pablo, es, ni más ni menos que, el diálogo de esos  dos poderes: el legal  en cabeza de Cesar  y el ilegal en  cabeza de Pablo, relación siempre perversa y siempre  presente en esta Colombia de las impunidades infinitas. Siempre, la búsqueda de la impunidad se convierte en el je de todas las negociaciones. La impunidad de los poderes legales y de los ilegales. No es torpe pensar que la ley es una telaraña en donde sólo quedan atrapados los que no tienen el poder para escapar, los que no tienen el dinero para pagar los dos tres o cuatro abogados expertos en legitimar el crimen. 



Lo que me persiguió  durante toda la serie no fue si esa historia era verdad o mentira. Es, como la vida misma lo ha demostrado: verdad y mentira y esta última ha ganado tantos espacios en la vida política que parece ser realidad: triunfa una vez más la mentada ley de la comunicación de la época de Hitler, si la mentira la repites de forma insistente se convertirá en verdad. Los medios de comunicación son la caja de resonancia perfecta para el drama colombiano, la prensa escrita reseña la noticia, la televisión la vuelve espectáculo y el formato dominante en la radio, hace que todos hablen sin importar mucho lo que se diga de lo que ahora se conoce en radio como: el tema del día.

Pero viendo Narcos una pregunta que cuestiona el mundo de la cultura católica en que hemos sido formados, es la que aun nadie quiere hacerse, y, que creo es la única que no tiene todavía  respuesta: ¿Qué de bueno dejó el narcotráfico  a la sociedad colombiana?
Es difícil decirlo y también que sea aceptado: no todos los malos eran narcotraficantes ni todos los que se oponían e hicieron parte de esta miseria de guerra eran los buenos. Sabemos  de la euforia de esos momentos de riqueza ilegal. Sabemos que el país se convirtió  en una bacanal en donde, lo que se conoció como dinero fácil, financió todo lo que no se  podía comprar con créditos bancarios, sobre todo, que abrió las puertas del consumo imposible a las clases mas bajas de ese mapa de la injusticia que es la estructura social colombiana. No era entonces aquello de los de izquierda y los de derecha sino los de arriba y los de abajo. Una imagen rotunda: el narcotráfico mostró que era posible ser rico sin ser de la elite. También que esa elite quería parte de la torta.

Deja ver,  así mismo y  de forma rotunda que los norteamericanos no eran  los únicos malos, que nuestras elites  arrastran el gen de la crueldad en sus venas y que es capaz no sólo de vincularse a la masacre de forma directa o  pasiva y  silenciosa sino que también puede venderse  al mejor postor.  La serie da pistas claves para una conclusión: todos eran malos y su arma más eficaz era la crueldad que iba aumentando en la medida que el otro actuaba. La acción violenta y cruel del otro legitimaba la acción del enemigo. Así lo vivimos y así los muestra Netflix.
La vida después de que emergió el narcotráfico hizo transitar,  a esta sociedad provinciana, de la opacidad de la moral católica, a la vitalidad económica de la ilegalidad que ya había dado muestras de fertilidad capitalista con el contrabando, con las esmeraldas y con la corrupción consustancial al poder, desde siempre. No es extraño, emerge en las regiones en donde más espíritu empresarial existía: Valle y Antioquia sociedades elitistas y de camándula, su ampliación como red económica se hizo de la mano de la aceptación por parte de la elite de la creación de esa economía ilegal de la cual todos se beneficiaban: desde los constructores hasta los fabricantes de coches     de lujo, desde los lavadores de dólares hasta la banca. Todo era permitido hasta que se metió en la política un espacio en donde la mentira no puede ser cuestionada.

La serie como historia es buena, como televisión es mejor y como punto de partida  para  recuperar la memoria reciente es,  diría, sensacional, lo es también en tanto espectáculo en donde el protagonista no es la cocaína, es el Estado,  la corrupción y la debilidad de la clase  política para todo, entre otras cosas, para distinguir con precisión lo que es bueno o malo para el país que gobiernan. Pero en esto quiero dejar una de las mejores síntesis, hechas por el humorista Garzón al expresar la forma como se da esa relación entre los poderes legales e ilegales: “no más intermediarios, Miguel Rodríguez a la presidencia”.
Miguel y su hermano metieron una bomba de tiempo en el poder legal. Infiltraron de dólares la campaña de Ernesto y lo hicieron parte de su negocio. Estaba claro que los de Cali, el cartel, elegían  la compra del poder y no su derrota militar o terrorista. Una escena en Narcos: la mujer de Gilberto o Miguel, muestra con orgullo, un florero que le ha sido en enviado por la familia Lloreda, máxima expresión de la elite valluna ¿un símbolo de amistad o de alianza?

Narcos hace visibles algunas situaciones que no pueden pasar por alto los historiadores: la forma como se desarrollan las relaciones con los Estados Unidos en el marco de la guerra contra las drogas, iniciada por Nixon y abrazada de forma ferviente e inútil y a ciegas por Pastrana y Uribe, dos provincianos con ínfulas de estadistas que mucho tienen que ver con la debilidad de esa guerra, o más bien con lo absurdo de la misma para acabar con el problema. ¿Pero eso era lo que deseaba la guerra contra las drogas?  A estas alturas de la historia tanto Uribe como Pastrana llegaron al poder aupados por la ilegalidad nacida en las entrañas de la relación entre poder legal e ilegal. Negociaron ambos con "supuestos" narcotraficantes: paramilitares y guerrilla.
Vuelvo a la serie: En una escena, uno de los agentes de la DEA le pregunta al otro que  si está contra los malos y el otro responde con ironía,  y ¿quiénes son los malos? Ser malo en una serie en donde todos son malos, o todos rompen con tanta facilidad las reglas de la guerra, es parte de la vida: la DEA rompe todos los limites, sencillamente, porque nunca se les puso límites, el gobierno hace lo mismo, la policía es igual, los políticos son lo mismo y así ha sido  esa guerra, una guerra sin ningún tipo de control.

Si en una guerra de este tipo hay vencidos y vencedores en esta se podría afirmar que Pablo perdió pero ganó el narcotráfico, no desapareció,  que el gobierno mata a Pablo pero queda en manos de lo demás Narcos. Los sucesores de Gaviria, bien representado en la serie, fueron elegidos con toda la fuerza de los carteles y sus indelebles alianzas con militares, paramilitares y políticos como  Samper, Pastrana, Uribe. El libreto parece haber sido escrito con los archivos de la DEA y la asesoría de quienes han perdido esta guerra inútil. Malparidos soplones diría Pablo
 Deja la serie un testimonio que no llamaría de ficción: los muertos los pondría Colombia. O una versión más cruel: mátense entre Uds.  Así  pasa en la tele y así pasa en la realidad, allí  surge un interrogante adicional: ¿cuáles son la razones de nuestra sumisión? o ¿será la fuerza del imperio? ¿La perdida de la dignidad como nación? o  ¿la dependencia económica? ¿ Sera acaso que somos algo menos que el poder ilegal detrás de un poder legal que esta lejos muy lejos de los campos de cultivo del sur de Colombia?

Ninguna de las anteriores, el poder se había podrido antes, mucho antes del nacimiento de Pablo y su error fue querer hacer parte de él comprándolo directamente, sin intermediarios. Creería Pablo que iba a triunfar? O, no sabía que  con su muerte se garantizaba su derrota y el triunfo del narcotráfico como aliado incuestionable del poder? Miguel y Gilberto de eso sabían mucho y habían elegido antes que poner bombas meter dinero en las campañas. Pero Pablo fue consecuente: prefería una tumba aquí que la cárcel en la que están los Rodríguez.
Para un amigo con el que conversaba todo parece nacer en la fuerza macabra del imperio y el complot para hundirnos hasta los tuétanos los colmillos, sacarnos la sangre y dejarnos en el fango de la historia o sea, no somos responsables.

Por  mi parte prefiero aferrarme a la idea de  que todo nace en la infinita incapacidad para rebelarnos, para organizar esa rebelión y para dejar claro en el mundo que podemos caminar solos. Bien, la serie deja ver eso con mucha precisión: los únicos que saben jugar el juego son los malos, los otros o no estamos o estamos representados por otros buenos pero sumisos al poder del estado y por la tanto a la forma como este se relaciona con el imperio.  Uso la palabra imperio para acercarme ideológicamente a la versión clásica de la historia: todos estamos en una menor o mayor medida sometidos  a los dictámenes del mismo mientras el monstruo sonríe. La sonrisa de Trump ahora que triunfó está manchada de glifosato y es posible que en algunos de sus trajes haya rastros de la cocaína que usaban en la muchísimas fiestas a las que debió asistir.
Volvamos a la serie y preguntémonos algunas cosas: ¿ porque el coronel Carrillo asesina al niño? es la bala de oro que le envía a Escobar un símbolo de la fuerza o de su debilidad? O es solo una invitación a un duelo más directo? en donde nace la contradicción entre la valentía para enfrentar a Pablo Escobar y la valentía para asesinar a un joven indefenso? ¿Quería la DEA mostrar que la policía colombiana, es decir, el estado, estaba dispuesta a todo y eso para ellos la hacía más débil? ¿Podría uno pensar que la muerte de Carrillo es solo la venganza por el asesinato del niño? Si cogemos este camino nos encontramos con algo que abruma: Para cada uno de los que la enfrentan esta guerra es justa. Y lo era desde el punto de su vista.


El monstruo tenía muchas patas que tejían y destejían deslealtades, trampas, promesas, acuerdos no cumplidos, crueldades auto justificadas que terminaron haciendo de esta guerra el mejor espejo de los que eran esos dos poderes, el legal e ilegal. Pablo era paisa y cabeza, en ese entonces una efímera cabeza del mal, en el otro estaba Cesar también de una región paisa el Gran Caldas y el segundo apellido de Pablo era el primero de Cesar. Cesar debía vengar la muerte de Galán capturando o matando a Pablo.  Pablo se había metido en la dinámica de vencer o morir y estaba dispuesto a todo para lograrlo, con una persistencia inaudita y una belicosidad nacida en el mismo odio que sentía por aquellos que siendo tan malos como él no lo aceptaron. Quizá esa era la raíz de su deseo de venganza.
La seria expone, en serio, la forma como  se teje esa relación triangulada por la DEA y mediatizada por los medios del poder. Salta a la vista que el camino elegido por los medios y el establecimiento es la sostenibilidad de status quo, el  paraíso de las mentiras estabilizadoras y las verdades a medias contadas como noticias en donde el malo es perseguido por malos pero la persecución es legitimada a través de la idea de que el narcotráfico está acabando la sociedad colombiana. La elite política ha sabido, con acierto, trasladar la responsabilidad de todo a la cocaína, logrando asimismo camuflar el trasfondo del asunto: la infinita maraña de relaciones del poder legal con el poder ilegal, ahora diversificado con minería, corrupción y armas.

La publicidad impulsada por el poder: "la mata que mata" no es más que la síntesis de lo que el poder ha querido ocultar: lo que mata es la relación entre poder legal e ilegal y la forma como se ha logrado fusionar el voto con la ilegalidad.

  

 

 
 
 

 
 
 
 

domingo, 6 de noviembre de 2016

Los miedos del sí y los miedos del no


El Uy Festival que organizamos este año sobre los miedos del sí y del no,  dejó en el aire algunas reflexiones y muchos interrogantes:

Aceptar los resultados de una elección no quiere decir que aceptes las ideas del que triunfa y mucho menos los principios que orientaron ese triunfo. La democracia exige tolerancia con el que te derrota, pero esa democracia  pierde su valor cuando la tolerancia se convierte en sumisión. La pérdida de crítica es perdida de democracia. No se trata de abrazarnos o diluir en el olvido la esencia y razones por las cuales apostabas y  fuiste derrotado. Se trata de que, aquellos que ganaron, no hagan del triunfo, la derrota de todos, incluidos los que no votaron, o sea la inmensa mayoría.

La democracia entendida sólo como el ejercicio del voto no alcanza a mostrar lo que la sociedad desea. El porcentaje altísimo de abstención es muestra de apatía  pero también lo es de falta de conexión entre las ideas de unos líderes preocupados más por su futuro político (todos quieren la presidencia) que por el bien común. Los acuerdos de paz de La Habana no tuvieron el liderazgo que un bien común como la paz exige. El liderazgo del no fue igualmente débil e interesado sólo en su futuro político.

Ahora pareciera que en muchos hay una coincidencia: está abierta la puerta para construir un acuerdo más amplio. Pero el riesgo es el mismo, la misma clase política, los mismos líderes que llevaron, el primer acuerdo al fracaso intentan llevar este acuerdo al éxito. La historia será la que juzgue, pero los riesgos de ese tipo de acuerdos, tipo frente nacional, o algo así, solo será una legitimación de esa elite política, causa y esencia, de la no solución de la guerra.

No existe, alguien lo expresaba como un interrogante, razón alguna para afirmar que los resultados del no, sean causa de la ignorancia de los que votaron así. Diría que tampoco los que votaron al sí, eran firmes y “fervientes” del acuerdo, mucho menos castrochavistas, herejes y demás. Ahora, unos días después, y durante el festival, pude escuchar  que había muchos interrogantes del sí que no habían sido respondidos en los acuerdos. Insistiría que es necesario mirar con más atención a los que no votaron, en ellos está parte de la incertidumbre pero también toda la indignación.

La élite política va a afinar todas las estrategias, sucias y limpias, para lograr que esa inmensa mayoría vaya hacia ellos  en silencio hacia la elección presidencial y van a plantearlo, si es que se firma el acuerdo, en términos tales como: ¿quiere volver a la guerra? ¿Quiere que la paz sea una realidad?  Campañas publicitarias que ya se están diseñando, es posible que sobre otro tipo de mentiras….

Los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad de lo que sucedió con el plebiscito también la tienen en las elecciones de todos los presidentes, congresistas y demás fauna política. Es necesario entender de qué manera los medios hablan de neutralidad y garantías a todos. Si garantizar que circule todo tipo de información es democracia, el riesgo de que la democracia colombiana se construya desde  la mentira, la calumnia y la desinformación es gigantesco. Creo que en Colombia hay mejores periodistas que medios. La idea de crear un medio para esos mejores periodistas sigue siendo una urgencia.

viernes, 21 de octubre de 2016

Crisis política y futuro de la paz.



Este escrito nace del asombro y de la estupefacción. Del asombro por la incertidumbre politica en la que se encuentra el  país y que hace pensar que cualquier paso que demos será hacia el abismo. De la estupefaccion por el exito del mensaje politico pesimista centrado en la idea  de derrotar al enemigo y no de construir un escenario favorable a la vida, discursos politicos en donde la acusacion remplaza las ideas y la beligerancia sustituye la razon. En politica cambiar de actitud no significa cambiar de ideas, pero si no tienes ninguna idea, cambiar de actitud no conviene electoralmente. Si no tienes ideas es muy posible que lo que necesites es armar un ejercito de defensores de la beligerancia y hacer de ella una fuente inagotable de votos.
Aunque es vieja esa intención personal de escribir solo para allanar mi propia incertidumbre debo decir que, en el caso de la política colombiana, nació en el 2001 cuando con el apoyo de Fernando Bernal, sociólogo y en ese entonces director académico de la ESAP, coordine Misión la Política en Colombia, compile el material y edite los dos tomos que publicamos con el apoyo de la Escuela Superior de Administración Publica ESAP.

En parte creo que las hipótesis que intento precisar aquí ya estaban germinando en ese entonces y como todo en mi vida política, se encadena a una idea que allí ya expresaba y que ahora rescato en otras palabras: las elites políticas en Colombia, tanto las de derecha como las de izquierda, están desconectadas de la ciudadanía y su naufragio es el resultado de ese divorcio. Diría, con el propósito de acercarme a la situación actual:  esta crisis  nace allí y  la abstención no muestra una cosa distinta a ese divorcio entre elites políticas y ciudadanía. Otro descubrimiento en ese entonces fue que la política ante todo es comunicación y que esa comunicación es permanente. La expresión última de la política es mediática. Más adelante intentare volver sobre este tema.

No es fácil explicar porque razón la inmensa mayoría no vota y se  abstuvo en el plebiscito por la paz, (que fue un campo de batalla por los votos del 2108) : es decir,  unos pocos han dicho si  18 % y otros pocos han dicho no 18. 3 % y políticamente esto lo que muestra  es que la inmensa mayoría les dijo no a los políticos de la elite que lideraron a codazos la posibilidad de terminar la guerra, pero también les dijo no a los medios de comunicación que buscando, en muchos casos no debilitar su financiación, declararon una neutralidad que en el caso de la paz no tiene fundamento,  y también, la abstención, le dijo no a las encuestas, esa otra forma de gobernar por muestras y sin discurso ni responsabilidad  que se ha impuesto en la política.




Mi segunda  hipótesis para dibujar con tinta borrable  el actual escenario es, que en Colombia existe, aun hoy, una disputa intensa y despiadada entre el poder legal y el poder ilegal en donde este último ha logrado conducir esa relación y ha legitimado sus infinitas formas de actuar. Los lazos que unen narcotráfico, corrupción y política, están allí, son evidentes y alimentan las fuertes dosis de escepticismo de los que  no votan, la estrategia de las elites políticas es aferrarse a las minorías que votan para desde allí legitimar su futuro electoral. Por eso, es común escuchar a los políticos  cuando ganan, que el pueblo se ha expresado, no importa que solo se estén refiriendo a una muy escasa minoría.
La complejidad de esa relación entre poder legal e ilegal no es fácil de cartografiar pero quiero dejar en el aire tres puntos por cuanto creo que se han expresado en este falso dilema del sí y el no.

Esa relación  se expresa de forma clara y evidente en los territorios y en ellos se entrelaza con la violencia  de forma distinta según sea quien domina en el territorio. La ocupación del territorio por parte de actores de la violencia se refleja en la votación o, si quieren escucharlo expresado de otra forma, las minorías armadas y elite política del lugar, ejercen en el territorio la presión necesaria para que su minoría triunfe: esos 18 % de ambas partes
Las elites políticas regionales conservan la minoría intacta para gobernar en medio del miedo. El dilema del sí y el no, muestra que el miedo ha sido repartido democráticamente, a partes iguales. Un miedo repartido territorialmente en donde la masacre, el secuestro, el destierro ha sido fuente permanente de sumisión.
Otro fracaso de esas elites es que mostraron una vez más la incapacidad para crear un puente que las uniera a la ciudadanía y los alejara de la clientela. La abstención no es el silencio de los inocentes sino más bien el triunfo una vez más de los de siempre. Algo que me hace un nostálgico votante del sí, es que, ahora nos encontramos en la incertidumbre de siempre, lo contrario si hubiésemos ganado, estaríamos en una incertidumbre distinta, con otros miedos y otros conflictos pero  estoy seguro que con la posibilidad intacta de construir un escenario político sin las elites del fracaso.

Pero otro  asunto, no despreciable de nuestra realidad, es haber dejado la Constitución  y al país, en manos de abogados y políticos. Negociantes de futuros ajenos.  Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho más allá de la injusticia social, radica en la capacidad de la elite política, de derecha e izquierda,  para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los políticos es el fracaso de la Constitución, ellos de forma sistemática y egoísta han hecho de la carta su propio salvavidas. La mentira es la forma presente de la demagogia populista que arrastra hacia el abismo a muchos países a través de un lenguaje del miedo. Lenguaje que ha establecido un reino de la mentira que al circular de forma masiva no necesita argumentos ni fuentes, solo necesita circular sin obstáculos y allí, los medios juegan un papel cruel basado en la supuesta neutralidad. Desde un punto estrictamente ético no es lo mismo poner una cámara o un micrófono a un mentiroso que a alguien honesto. El megáfono que le han puesto a Popeye es muestra elocuente de una parte de ese escenario.
La relación de la elite política con la ilegalidad no se limita a su vínculo con el narcotráfico, también se expresa en asuntos como: a. la ilegalidad de la propiedad de la tierra, la apropiación indebida de baldíos, usurpación de la propiedad de desplazados, el altísimo índice de concentración de la tierra y la riqueza, b. la apropiación del presupuesto público y la utilización del mismo como fuente de financiación de la permanentes de re elecciones que se estructuran como forma de ejercer el poder c. la explotación de los recursos naturales desde la ilegalidad que permite el progresivo deterioro de la naturaleza y facilita la financiación de la máquina de la guerra g. La gestión oscura del presupuesto y su vinculación con los votos que ha roto en mil pedazos la alcancía de las regalías.
La elite política, de izquierda y derecha,  se ha convertido en el mayor obstáculo a la convivencia. Son los creadores de escenarios de confrontación nacidos en sus propios desprecios y no en el bien común. Si la política es algo así como la piel de una sociedad,  el poder corrupto, beligerante, idiota carcome esa piel de forma lenta e irreversible. No podemos cambiar sin cambiar esa elite, ese es un  tránsito obligado ahora que intentamos, en medio de la mediocridad política, imaginar otro país.

Ver un país distinto es ver también una política distinta, ver caras distintas en la política. Ver nuevas ideas, nuevos lenguajes, nuevos discursos. No es ver nuevas máscaras, tampoco que las encuestas nos muestren viejas mascaras con mentiras nuevas. Es necesario, urgente imaginar un país sin los políticos que ahora nos proponen nuevas trampas. No se trata de cambiar las minas quiebra patas sembradas por las guerrillas por sogas puestas por las elites políticas  para convertirnos en el ahorcado más hermoso del mundo. Un nuevo pacto de elites podría esconder detrás la legitimación de la relación poder legal, poder ilegal. ¿será eso lo que al final se busca?
La razones para que el 18 % de la población  haya dicho no en un plebiscito para terminar la guerra, que es el principal problema de Colombia y haya triunfado, es el espejo exacto de la democracia que hemos mantenido y hemos fortalecido: la democracia de la abstención, que es la democracia de una inmensa ciudadanía silenciosa que no está enganchada a la idea de la participación.
Las razones son múltiples. La mayoría silenciosa, la que ha triunfado con su negativa a votar, no es una mayoría apática por su ignorancia. Es posible que muchos de ellos hayan sabido leer mejor la realidad o también que la gran mayoría de esa mayoría silenciosa no encuentre en las elites políticas de derecha e izquierda alguien en quien confiar. Rota la confianza cualquier cosa puede pasar. Cualquier acusación puede hacerse o cualquier mentira puede tener éxito.
La crisis creada por el No es la misma crisis en la que el Si estaba parado: la crisis de las elites políticas de todas las tendencias que, a lo largo de su polarización, habían gastado el poco capital político que les quedaba. Esta sería un tercera  hipótesis y explica como la paz, a la cual todos queremos llegar, se ve obstaculizada por el deterioro y decadencia de la elite política y también por su incapacidad de comunicar algo que debe ser entendido como un bien común: la  convivencia pacífica, la paz como bien común no está ligada a interés del poder sino más bien a la ciudadanía activa.
Las relaciones del poder (legal ilegal) siempre se fortalecen con el triunfo de alguno de los partidos conducidos por las elites. Ese triunfo supone la re encarnación permanente de los líderes de esos partidos y con ello la resurrección del régimen. Es una paradoja, pero, de la derrota de uno surge un nuevo aire para ese régimen que naufraga y que recibe siempre un salvavidas electoral. No es aventurado pensar que estamos en un momento en donde la paz, ese bien común, en manos de las elites, está abriendo un pequeño o gran espacio a nuevas ideas, a nuevas organizaciones que parecen dar señales de que la metáfora Izquierda-derecha ya no es suficiente, tampoco que los dilemas que la elite estableció para permanecer en el poder  sean los que muevan el futuro de la ciudadanía.
Tendrán que dar un paso adelante aquellos cuya fuente de inspiración no es el odio o la mentira. Aquellos que no tienen bandera. También aquellas personas que, al mirarse en el espejo cada mañana, no ven la imagen opacada por el miedo y saben que una nueva aventura política está naciendo y que puede culminar en lo mismo si los que toman las decisiones son los mismos. El futuro será construido desde una revolución política pacifista o simplemente será  restaurado por la elite para su beneficio.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Cronica del hastío, razones para el sí




 Bajo banderas ni la negra

Camino del occidente al oriente. Enfrente, los cerros bogotanos muestran el esplendor de todos los verdes y también las oscuras sombras  de las nubes que el sol proyecta sobre ellos. Es fuerte la luminosidad de esta ciudad de las sombras, pensé

 Eran más o menos las once de la mañana cuando desde La Soledad caminábamos hacia la multitud.  20 grados centígrados. Había sido un amanecer helado.  Cargo en mi memoria la imagen del primer hecho violento que viví, no tenia mas de cinco años: era una noche de agosto de 1956, escuché un fuerte estallido. Cerca habían explotado no sé cuántos camiones de dinamita. Habían volado no se cuantas cuadras a la redonda y matado unas 4000 personas. Estaba en Cali, vivía en el barrio Centenario y todavía no había caído el dictador gurropin, el abuelo de los Moreno. Se abrieron todas las puertas y ventanas de una casa vieja en donde vivíamos y Emilio, un ayudante que tenía mi mama salió gritando: san Emilio, san Emilio el fin del mundo. Al día siguiente decían que se encontraban dedos y pedazos de cuerpos humanos a muchas cuadras de distancia. Ese es el primer recuerdo cierto que tengo de la violencia en este país y siempre aparece como un fantasma en mi mente

A la altura de la carrera 18 con avenida 39  se veían  las primeras camisetas blancas que anunciaban que la marcha había creado un primer efecto: un gran despliegue de venta callejera, pitos blancos, banderas tricolores,  blancas y alguna negra, bajo banderas ni la negra, decían los anarquistas españoles que intentaron  subir la cima imposible de la libertad. Camisetas con todo tipo de consignas mostraban que la cosa seria amplia, diversa, plural. Esa fue mi primera sensación. Luisa, Jasón  y Ámbar me acompañaban.

Mientras nos organizamos pienso  en los debates que tuve los días anteriores. En las preguntas que se hicieron. En las respuestas que se encontraron: ¿quien esta detrás de la marcha? ¿Es cierto que es una confabulación orientada desde el estado? ¿Dígame porque no se marcha contra los paramilitares? ¿Nos están manipulando? ¡Los medios manipulan a la gente y ellos están en alianza con el poder! ¡Se esta dejando manipular, si va a la marcha usted es cómplice! ¡Los que la convocan son títeres del gobierno!, ¡Yo no marcho al lado de Uribe! ¡Los Estados Unidos están detrás de la marcha!  

Todo el despliegue mediático dado a la convocatoria nos hacia tener prudencia. Colombia  pasa por una etapa de su historia en la que lo más peligroso es el silencio. O el ruido nacido de los extremismos. La condescendencia con cualquier violencia abre las puertas giratorias de la muerte.  Es seguro que SOHO sacara alguna de sus crónicas de cómo vio la marcha un cojo, o un ciego, o un pobre o un rico.  Abro la cartera y anoto: los pacifistas deben caminar nunca marchar. Guardo el papel.
Escucho a lo lejos la mejor versión de  I Will Survive cantada por Calamaro. Algunos de mis cercanos intelectuales dirán que la vida esta hecha de estos ritornelos que refrescan la memoria y animan la vida.

Avanzo en medio de gritos y de diálogos ocultos, de opiniones susurradas. La imagen de la guerra de Bosnia me llega y encandila mi tranquilidad: el corazón de un niño esta atravesado por una bayoneta y es alzado como trofeo de guerra. Esa imagen me lleva a la conversación que tuve con un joven del Sur de Bolívar hace unos años, me contó, en medio de lagrimas que una tarde iban en grupo a jugar al fútbol, se acercaron y en distintos puntos del potrero vieron unos palitos clavados que les llamaron la atención, corrieron para llegar todos de primeros, removieron los palitos y enterradas, a pocos centímetros,  había unos pequeños paquetes de plástico, los abrieron, eran diminutos trozos de carne humana. Trozos de seres que habían sido mutilados para no ser reconocidos.  Sus lágrimas no habían parado de correr desde ese entonces. Su dolor no lo dejaba libre.

Subía por la calle 40 La gente de Mockus que  vestía de negro cerca de su sede. La vida es sagrada estaba estampada en sus pancartas y camisetas. Pensé que, en un mar de blancos, el negro elegido por el ex alcalde creaba visibilidad. Otra estrategia. Tambien pensé que lo sagrado era la muerte.

Un poco mas adelante un guardaespaldas me empuja ligeramente, lo miré: me dijo viene el presidente, pensé que era Uribe pero no, era Gaviria, el cesar que vestía de blanco, recorde la Catedral de Pablo Escobar. estaba rodeado de algunos miembros de su partido, dejaba ver  una sonrisa amplia. En ese instante tuve la primera aparición de Jaime Garzón: imitaba el sonido chillón y agudo de su risa. El guardaespaldas creaba con su brazo una distancia grosera, Me alejé. Estábamos haciendo un documental sobre la marcha. Esa era nuestra misión.

Hombres, mujeres, niños muestran  la alegría de un carnaval y la seriedad de un gran sepelio: No se puede olvidar lo inolvidable ni perdonar lo imperdonable. Mi mente vagó por la injusticia y el recuerdo. Mi memoria fue ocupada por un pueblo lejano y tantas veces olvidado: San José de Apartado, la muerte de gente inocente y pacifista, de mujeres obligadas a huir con los niños en brazos. De ese Sur de Bolívar azotado por la violencia y olvidado por la urbe. Del dolor que se siembra en el campo y llena la ciudad de desterrados, de especialistas en violencia, de noticias de países lejanos que están al lado nuestro. De medios que viven de la sangre, del hambre, del destierro.

De los debates sobre el número de desplazados: que son tres millones, dicen unos,  que son cuatro millones, que son siete, dicen otros,  como si se hubiesen perdido un millón de personas. Una ciudad del tamaño de Medellín desterrada, buscando patria en tierra ajena.  Otras 4 millones de razones para marchar, cuatro millones de personas con cedula pero sin ciudadanía.

Las bombas narcos de ochentas y noventas estallaban a lo lejos. La del Centro 93, la del barrio Quirigua, el edificio del DAS eran anuncios de esa perversa y cruel alianza entre dinero ilegal y política que se fue tejiendo lenta pero segura y que, como las redes de trafico, cubrió cada rincón de la política, cada rincón de la economía, cada rincón de la vida. Ya se sentía y sabía que el camino de la guerra seria cruel y sanguinario. Pero hubo silencio.

Tan solo un lustro  hace que pusieron la bomba en el Club el Nogal, han pasado cinco años y las cosas siguen igual. Un asesinato pensado con toda la sevicia inhumana posible. Paso a paso. Lentamente para no ser atrapados. Entrenado el asesino para no fallar y el argumento in humano, torpe y brutal desplegado por algunos para justificar esa crueldad que ningún animal tiene y que no alcanza a desarrollar ni aun en su mas extrema situación de hambre o de acoso o de peligro.

Aeiou al conflicto no me metas tu  gritaba la pancarta de unos marchantes que recordaba la tragedia de millares de niños militarizados a la fuerza y de forma prematura metidos a soldados, a jugar a una guerra cruel y sin sentido. Pensé en Sibius el poeta asesinado, siete tiros en la espalda, en Granada, Meta, otro poeta, de los grandes, había sido asesinado por los fascistas de franco, en una Granada distante, lejana, García Lorca,  de Sibius recuerdo,  los niños tristes de las frutas. La poesía peligrosa, la palabra arma letal para los violentos.

La urbe asaltada por la ciudadanía adquiría sentido. La calle vacía, mil veces vacía es dramática, silenciosa esconde todas las complicidades necesarias para la guerra. Los teóricos de la guerra nuestra  la suelen caracterizar para decir si es o no una guerra. Otros la viven como tal: Su casa se convirtió hace rato en trinchera o fosa. Su sabana en un gigantesco pañuelo. Sus pequeños hijos en soldados.
 El calor me confunde y por instantes, mí mente lucha contra la política: la guerrilla es una anacronìa política, delincuencial y los paramilitares la peor de las soluciones. La sangre corre como río en medio del desierto de acciones claramente pacifistas. Los amigos, algunos de lo que llaman izquierda se atrincheran en argumentos en contra de lo que llaman derecha mientras los amigos de derecha les disparan balas de salva, palabras que les permiten estar vivos. Son casi todos intelectuales.  El taxista de la noche anterior me había dicho: que tal que pongan un bombazo. Se me encogió el corazón de solo oírlo.

Avanzamos por la séptima, caminamos rápido unas cuadras, el sol sabanero cada vez mas fuerte reseca la piel de la cara, le gente se va cerrando en una embudo que hace mas difícil caminar;  el teatro Jorge Eliécer Gaitán obliga a la memoria, empuja los recuerdos al asesinato del caudillo liberal sucedido  diez calles al sur, "El pueblo es superior a sus dirigentes". Solía decir y los tiempos han cambiado, la ciudadanía es también superior a sus intelectuales, a sus periodistas, a sus medios, a sus partidos. Un hombre pequeño y de tez oscura me trae su imagen al presente y con ella la necesitada Oración por la Paz aparece como un murmullo que quisiera que todos entonaran. Pocos la conocen, es vertiginosa la carrera hacia el olvido de lo que sucedió hace nada. El centro Gaitan abandonado unas cuadras abajo, en la calle 42 es una exacta medida del olvido y de la torpeza de quienes han encontrado argumentos para no culminar su edificación. Los políticos de izquierda, que gobernaron la ciudad y que sin Gaitán hubieran sido nada, pasan por el edificio en ruinas y miran para otro lado, cumplen su deber moral diciéndote: hay que tener memoria.

Mi voz salía de un altavoz imaginario que tenia en mi mano derecha y repetía, a los caminantes que iban  hacia la Plaza de Bolívar las palabras de Gaitán: …si esta manifestación sucede es porque hay algo grave y no por triviales razones  que el decía al referirse a otra de las tantas manifestaciones del pueblo, en esa época en que dicen se partió la historia de este país en dos.

Gente de todos los rincones camina con pequeñas banderitas blancas en sus manos, gente  mamada, agotada de la barbarie y crueldad de la FARC, de la crueldad del secuestro, de la barbarie paramilitar, de la infinidad de masacres que no son muestra de lo que somos sino de lo que son quienes tienen algún poder sea legal o ilegal. No somos todos, son ellos. Existe un uso manipulador del plural, ese plural que nos condena a todos por unos pocos.  Los dilemas falsos construidos para crear bandos y bandas criminales. La insulsa verborrea del si no estas conmigo estas contra mi.

Los teóricos de la política y los políticos profesionales suelen diferenciar el dolor de unos y otros haciendo de cada victima una bandera y ondeándola a favor de sus votos, de su imagen. El dolor de familiares convertido en bandera por oportunistas.

La gente que sube por la calle 19 avanza, los miro detenidamente, trato de entender y pienso que no están buscando un líder o Mesías que los aglutine o les mienta, buscan la paz de un país que se mamó de todo lo que tenga que ver con esa guerra soterrada, con esa guerra oscura que ha matado a tantos. Con esa guerra alimentada por intereses ilegales y económicos y camuflada con banderas de patriotismo y bolivarianismos hipócritas.

A la altura de la carrera séptima con calle 19  vino a mi mente la marcha por la muerte de Jaime Garzón, por su asesinato. Aquí uno no se muere, lo matan. Nadie sabe quien y todos sabemos quienes. Pienso en los medios de comunicación  y el supuesto, el uso del supuesto que ha servido para relativizar las culpas. Los supuestos asesinos de Garzón, los supuestos asesinos de Antequera, los supuestos asesinos de Jaime Pardo, los supuestos asesinos de Alvaro Gómez, los supuestos asesinos de Luís Carlos Galán, los supuestos asesinos de Low Murtra, los supuestos asesinos de Cepeda, los supuestos asesinos de Lara Bonilla, los supuestos asesinos de tantos . Los supuestos son inocentes hasta que le prueben lo contrario y todos somos candidatos a victimas hasta que encuentren los culpables. Ética de una justicia del supuesto: las victimas silenciadas y condenadas por ser victimas. Los supuestos desaparecidos, los supuestos desterrados, los supuestos paramilitares, los supuestos corruptos, los supuestos delincuentes.  

Hace nada, menos de seis meses, estaba en casa de una hermana, reíamos pensando en celebrar su cumpleaños.  Suena el teléfono de Ana. Ella se queda silenciosa. No, no, no le oigo decir. Me pasa el teléfono en el otro lado de la línea oigo a su hermana: mataron a Elton. No puede ser le digo, si me confirma. Esta en la clínica, murió de varios tiros. Elton era un joven bello de origen ingles que había venido a vivir con su mama en Bogota.  Vivía de restaurar  y exportar  viejas rocolas.  Le dijo, a un animal que salía de orinal del lugar donde tomaba una cerveza, con cierto humor inglés ¿Te lavaste las manos? la gente rió. Pasaron unos minutos el monstruo  volvió con un revolver en la mano y lo mato. Varios tiros acabaron con un niño que empezaba a entender lo difícil que es esta tierra. Lo mataron por su incomprendido sentido del humor.  Nadie  sabe donde esta el macabro personaje salido del peor de los infiernos. Nadie da razón de él. Nadie se atreve a decir nada. Solo el silencio, no cómplice como suelen decir, sino el silencio del terror que nos carcome el alma. He oído decir que si nadie acusa al asesino nadie puede meterlo en la cárcel. Así es la ley que nutre la injusticia y la impunidad.

Todavía  mi memoria estaba salpicada de las discusiones que tuve con amigos sobre el dilema de ir o no ir, marchar o no marchar y las razones para hacerlo. Vivo mi propia tensión. Mis contradicciones alimentan mi entusiasmo y camino espontáneamente en medio de bogotanos, el roce con la gente me hace sentir  más vivo. El entusiasmo de la gente me hace decirle a Ámbar: Necesitamos salir a la calle, rozarnos, cambiar radicalmente a esa democracia metida en una urna por la expresión directa. Ya estamos listos. Que vengan las marchas que los que están en el poder legal e ilegal sientan que se acabó el silencio.
La larga frase se pierde en el ruido y ella me dice después de mirarme: ¡que, que! No lo repito y le respondo. No… nada.  

Ella sigue, con su cámara, la espalda de un grupo grande de caminantes que en su camiseta tienen un extraño: Colombia soy yo  ella levanta la cámara y filma dos muñecos que vestidos de militar representan al Mono Jojoy y a Manuel Marulanda encadenados. Alcanzo a entender que secuestrados por ellos mismos pero no, me dicen que están capturados y son paseados como símbolo de su derrota. Hay optimismo en quien  lo dice.

Camina muy cerca de nosotros  un personaje disfrazado de guerrillero, con traje de camuflaje que aprieta en su mano una cadena de la que lleva amarrada una escuálida mujer. Camina por la séptima. Ella parece no querer hacerlo y él la arrastra al tiempo que la muestra como un trofeo. La escena toma carácter carnavalesco y mete al que marcha en el mundo del humor y la ironiza la gente sonríe. No hay voces de insulto o de aquellos radicalismos que hagan temer que esto se pueda despelotar.

 Un grupo, a mano izquierda de la calzada,  sostiene otro cartel: los guerrilleros detenidos de las FARC exigimos: la libertad incondicional para todos los secuestrados. Manos por la paz me cuesta trabajo entender el mensaje. Vuelo y lo leo.

Las miradas se cruzan en complicidades creadas por necesidades, razones, luchas distintas. Orígenes distintos.  Las banderas marcadas con consignas también daban muestra de lo que algunos querían: no mas secuestros, no mas FARC, no mas mentiras una bandera ondeada también por algunos que desde el poder mienten y que hacen pensar que solo mienten los otros.

En la carrera séptima un grupo tenia estampada un ¡adelante presidente!  En sus camisetas negras mostraba beligerancia, gritaban consignas que no tenían eco en la manifestación, otro grupo liderado por el promotor de la  reelección intentaba mostrar que la marcha les pertenecía. Su voracidad casi caníbal quería tragarse una marcha que no deseaba tener ese final político. Allí caminaron perdidos, como estaban, en medio de la indiferencia de muchos y su propio oportunismo. La marcha se tragó el oportunismo de muchos y el escepticismo de otros.

La mentira, que ocupa un lugar preciso en esta guerra, esta referenciada en  las banderas que alcanzo divisar. La frase: no mas mentiras esta en el color rojo, ella es la que fabrica los ríos de sangre. Otra bandera que  remplazaba los letreros era levantada por una mujer: no más amarillismo, en el amarillo, no más fascismo en el azul y no más dolor en el rojo.  ¿Quien miente? ¿Por qué mienten?

Los columnistas de prensa habían llenado los diarios con opiniones a favor o en contra. La marcha no generó solo movilización sino tambien opinión. Eso, mas allá de cualquier situación mediática, es sano. Hablar aunque sea a gritos es mejor que disparar un arma de balines. Las palabras finales del articulo de Antonio Caballero me insultaban: yo también me uno al rebaño y les aconsejo a mis lectores: marchen, o no marchen. Da igual.  Algo de pasotismo ibérico. Tantas veces el énfasis haciéndose pasar por libertario

Mucho antes que el fantasma del unanimismo la contundencia de la unanimidad dominó cada uno de los espacios de la marcha. Las marchas también son lo que uno lleva en el alma.  No entenderlo así me hizo pensar, mirando un abandera blanca que descendía de un edificio, en la canción de Lennon: vivir es más fácil con los ojos cerrados.

La libertad de ir o quedarse, de caminar o no, no puede estar limitada por los argumentos o la locuacidad de unos. Tampoco por la persistencia mediática para meterte en los noticieros, en las columnas. Veo gente del Polo que camina hacia la Plaza de Bolívar. Su lugar de encuentro. Escucho como murmullo las discusiones del Polo sobre la marcha y sobre la marcha siento que se han diluido en la multitud. No se quiere entender que además del valor de marchar esta también el valor de no hacerlo. La razón para no hacerlo debe ser más fuerte que la de quedarse. También la responsabilidad. La gente no puede dejarse arrinconar ni por el gobierno, ni por los medios, ni por las armas, ni por el comité central.

La voz de la gente y el murmullo se escuchaba como un zumbido, como el vuelo del abejorro que llena de advertencia al que va a ser despertado de su letargo, de su silencio de su quietud. El país silenciado por las violencias múltiples zumbaba para ser oído. Esto sin lugar a dudas no es una serpiente grande y blanca manipulada. Tampoco las animas benditas del purgatorio que empujan a la ignorante plebe a ser juguete de su propio destino. Y aunque algunos se disgusten: no es el surgimiento de las milicias nazis camufladas de blanco.  Como tampoco será la marcha del 6 de marzo la del apoyo a la guerrilla o la de la benevolencia con los secuestros o la aceptación de este.

El pitazo de una niña cargada en hombros por su madre  me despertó a la realidad de un cántico: Colombia unida jamás será vencida y al paso de dos muchachos de pelo largo que portaban una bandera negra cada uno: en una No mas FARC en la otra No mas Uribe. Ninguno creaba rechazo, ninguno ofendía al otro, ni el cántico ni el letrero,  y ambos siguieron su camino a la Plaza de Bolívar en donde estaba el otro polo de la manifestación. Me llegue a engañar al pensar que podría haber tensiones entre aquello que llaman la derecha y aquello que llaman la izquierda. No fue así.  Solo algunos grupos en medio de su propia euforia gritaban consignas contra el Polo, contra Uribe, contra Chávez.

Ni uno ni otro estaban en la tónica de la confrontación. Había cierto espíritu pacifista que convertía en salvaje cualquier agresión. ¡Que ingenuo es Guillermo!, dirán los amigos ante esta afirmación Algunos pocos, siempre minorías, gritaban insultos que se perdían en el aire, en el pavimento y que no fueron acogidos por la ninfa Eco para ser escuchados en esa Colombia que ayer no existió. La Colombia violenta que nos vendieron en todas las esquinas los violentos de todas las tendencias y de todos los cuños. Aquellos que sienten que las armas son el único camino. No al armamentismo estaba escrito en un pequeño papel de una joven hermosa cuya sonrisa podría desarmar a cualquiera. Mi mente confusa rió al recordar la frase de Jaime Garzón: no más intermediarios, Miguel  Rodriguez a la presidencia

La ciudadanía mostraba caminando y  con gestos precisos la madurez y tolerancia de las distintas expresiones que iban llenando las calles.  Parecía una advertencia de la multitud: Nadie podría políticamente intentar apropiarse de los ideales del colectivo a no ser que siguiera a la multitud. Líder es aquel que sigue a la multitud, fue frase de una época. No el que la manipula. Nadie podría opacar con discursos lo que la calle decía, como tampoco podría arriarse una sola bandera, una sola consigna o un solo objetivo. Dominaba la imagen de rechazo hacia las FARC pero no era lo único: tambien el acuerdo humanitario, la liberación de todos los secuestrados, el cese a la violencia o el rechazo a la ingerencia de Chávez en la vida del país fueron objeto de letreros en camisetas, pancartas y pasacalles, de banderas, de gorros.

La marcha era también expresión de consignas múltiples y cánticos que daban a la ciudad una imagen locuaz contra la violencia, contra la guerra, contra le secuestro, contra la barbarie. La voz andante de una ciudadanía que surgía de la virtualidad de una propuesta nacida en la madre de todas las redes: Internet.
Todavía algunos discuten el significado de ciberpolitica y se empantanan al intentar dilucidar la fuerza de la Web. De los encuentros de la palabra digital, de los espacios de comunicación continuos y sin costo. La comunicación  transformada en política es ejemplo de lo que es esta última al día de hoy. La marcha es así tambien una hija de la ciberpolitica. Del ejercicio de la ciudadanía desde la red y de la capacidad y versatilidad de esta para lograr con poco lo que por otros medios cuesta mucho. Pero para ser pacifista es necesario tener algo de ingenuo y nada de torpe: todas las marchas serán objetivo político de los oportunistas. Esta lo fue y a ella se metieron aquellos que pensaban que ganarían dividendos. Pero eso lo sabemos todos.

Difiero, le decía  a Héctor, de aquellos que piensan que el pueblo es conducido al patíbulo  por su ignorancia. Es una osadía cultural pensar que el pueblo es ignorante o que los medios de comunicación son tan poderosos que hacen del pobre un ciego. Las comunidades colombianas han sido no solo engañadas sino también desterradas, masacradas, violadas en ese conflicto miserable que dicen no existe.  Decía” una cosa es la marcha o las marchas urbanas y otras la vida rural en algunos territorios en donde existen dictaduras militares de izquierda y derecha”

Pero también las marchas han sido a lo largo de la historia de las democracias, no una acción aislada, sino la muestra de madurez de una sociedad que no se deja relegar por el voto como única expresión de la ciudadanía. En el trasfondo existe la seguridad de que solo los políticos que entienden que la democracia no solo es electoral podrían comprender el significado de salir a la calle, hacerlo de forma pacifica y sin ser intimidados por nadie. La política inteligente es aquella que abre las puertas de partidos a la ciudadanía y recoge de ella toda la presión necesaria para cambiar lo que es urgente cambiar, para producir la reformas necesarias y para hacer valer por encima de lo estrictamente demagógico la voz del pueblo para unos, de la patria para otros o de los ciudadanos para los demás.

Llegamos a la plaza de Bolívar después de dar un rodeo por la carrera sexta. Bajamos por la calle 11. Ya la entrada era difícil. El embudo se había cerrado completamente. A pequeños empujones nos metimos. Subimos algunas de las escalinatas de la catedral para tener una panorámica total. La plaza esta llena. En el centro, justo en el centro alcanzaba a ver un letrero del Polo Democrático. Allí había sido convocada la concentración por sus dirigentes. Allí justo en el centro de la Plaza y al pie de Bolívar supuse estarían algunos de sus dirigentes. No alcance a ver a nadie. No alcanzamos a llegar a al sitio para hacerles la pregunta que estábamos haciendo para el documental: ¿por qué marchan? le habíamos estado preguntando a la gente. En este caso la pregunta hubiera sido ¿porque no marchan? No pudimos. La gente empujaba. Millares intentado entrar y otros tanto intentando salir. Ámbar, Luisa Y Jasón estaban perdidos en la multitud.

Inicie mi salida al vaivén de los empujones. La memoria del Palacio de Justicia me obligó a leer la frase que esta en la parte superior de la fachada del edificio. Las armas nos dieron la independencia las leyes nos darán la libertad. La gente presiona su salida. No nos movemos y la asfixia inicia la producción de angustia.  La alegría y decencia de los que están allí tranquiliza.  Me toca quedarme inmóvil. La brisa o el aire no corren. El agua que llevo esta caliente. Resbalo y estoy a punto de caer. La presión de los otros cuerpos lo impide. No se oyen arengas. Solo el rumor de la multitud. Cierro los ojos y apoyado en los demás intento descansar. El cielo esta completamente azul.

Salto por encima de los demás y con la mano izquierda alzada imagino un cartel inmenso que dice que el seis de marzo habrá otra marcha, la marcha en homenaje a las victimas del paramilitarismo, del destierro.  Brinco y caigo sobre un letrero escrito en el piso: Gaviria presidente. Polo. Veo los millares de ladrillos marcados con los nombres de desparecidos, de asesinados. Veo un ejemplar  del libro de Maria Mercedes Carranza, con poemas nacidos en las masacres de pueblos nuestros. Apenas conocidos por los ciudadanos. Poemas escritos con el dolor de ella, que sería después suicida. Una pantalla gigantesca al caer la tarde proyecta la excavación de fosas comunes. La plaza que hacia nada había estado vestida de blanco se va vistiendo de negro.

La memoria encuentra imágenes de un performance que hicimos: morir en la plaza, con el apoyo del teatro acto latino: en ese entonces, caminamos por la carrera 7 desde el punto en donde fue asesinado Gaitán, hicimos un circulo en la mitad de la plaza y caímos muertos y con sangre al estruendo de las bomba de helio  que estallamos.

 La noche inmarcesible.  Los hijos, hermanos y padres de las victimas ondean una gran bandera de la tristeza. La madre de todas las impunidades camina rodeada de guardaespaldas, sale del capitolio hacia el palacio de justicia. Todavía arde.