Bajo
banderas ni la negra
Camino del occidente al oriente. Enfrente, los
cerros bogotanos muestran el esplendor de todos los verdes y también las
oscuras sombras de las nubes que el sol
proyecta sobre ellos. Es fuerte la luminosidad de esta ciudad de las sombras, pensé
Eran más
o menos las once de la mañana cuando desde La Soledad caminábamos hacia
la multitud. 20 grados centígrados.
Había sido un amanecer helado. Cargo en
mi memoria la imagen del primer hecho violento que viví, no tenia mas de cinco
años: era una noche de agosto de 1956, escuché un fuerte estallido. Cerca
habían explotado no sé cuántos camiones de dinamita. Habían volado no se
cuantas cuadras a la redonda y matado unas 4000 personas. Estaba en Cali, vivía
en el barrio Centenario y todavía no había caído el dictador gurropin, el
abuelo de los Moreno. Se abrieron todas las puertas y ventanas de una casa
vieja en donde vivíamos y Emilio, un ayudante que tenía mi mama salió gritando:
san Emilio, san Emilio el fin del mundo.
Al día siguiente decían que se encontraban dedos y pedazos de cuerpos humanos a
muchas cuadras de distancia. Ese es el primer recuerdo cierto que tengo de la
violencia en este país y siempre aparece como un fantasma en mi mente
A la altura de la carrera 18 con avenida 39 se veían las primeras camisetas blancas que anunciaban que la marcha había creado un primer
efecto: un gran despliegue de venta callejera, pitos blancos, banderas
tricolores, blancas y alguna negra, bajo banderas ni la negra, decían los anarquistas
españoles que intentaron subir la cima
imposible de la libertad. Camisetas con todo tipo de consignas mostraban que la
cosa seria amplia, diversa, plural. Esa fue mi primera sensación. Luisa, Jasón y Ámbar me acompañaban.
Mientras nos organizamos pienso en los debates que tuve los días anteriores. En
las preguntas que se hicieron. En las respuestas que se encontraron: ¿quien
esta detrás de la marcha? ¿Es cierto que es una confabulación orientada desde
el estado? ¿Dígame porque no se marcha contra los paramilitares? ¿Nos están
manipulando? ¡Los medios manipulan a la gente y ellos están en alianza con el
poder! ¡Se esta dejando manipular, si va a la marcha usted es cómplice! ¡Los
que la convocan son títeres del gobierno!, ¡Yo no marcho al lado de Uribe! ¡Los
Estados Unidos están detrás de la marcha!
Todo el despliegue mediático dado a la
convocatoria nos hacia tener prudencia. Colombia pasa por una etapa de su historia en la que lo
más peligroso es el silencio. O el ruido nacido de los extremismos. La
condescendencia con cualquier violencia abre las puertas giratorias de la
muerte. Es seguro que SOHO sacara alguna
de sus crónicas de cómo vio la marcha un cojo, o un ciego, o un pobre o un
rico. Abro la cartera y anoto: los
pacifistas deben caminar nunca marchar. Guardo el papel.
Escucho a lo lejos la mejor versión de I Will Survive cantada por Calamaro. Algunos
de mis cercanos intelectuales dirán que la vida esta hecha de estos ritornelos
que refrescan la memoria y animan la vida.
Avanzo en medio de gritos y de diálogos ocultos,
de opiniones susurradas. La imagen de la guerra de Bosnia me llega y encandila
mi tranquilidad: el corazón de un niño esta atravesado por una bayoneta y es
alzado como trofeo de guerra. Esa imagen me lleva a la conversación que tuve
con un joven del Sur de Bolívar hace unos años, me contó, en medio de lagrimas
que una tarde iban en grupo a jugar al fútbol, se acercaron y en distintos
puntos del potrero vieron unos palitos clavados que les llamaron la atención,
corrieron para llegar todos de primeros, removieron los palitos y enterradas, a
pocos centímetros, había unos pequeños
paquetes de plástico, los abrieron, eran diminutos trozos de carne humana.
Trozos de seres que habían sido mutilados para no ser reconocidos. Sus lágrimas no habían parado de correr desde
ese entonces. Su dolor no lo dejaba libre.
Subía por la calle 40 La gente de Mockus que vestía de negro cerca de su sede. La vida es sagrada estaba estampada en
sus pancartas y camisetas. Pensé que, en un mar de blancos, el negro elegido por
el ex alcalde creaba visibilidad. Otra estrategia. Tambien pensé que lo sagrado
era la muerte.
Un poco mas adelante un guardaespaldas me empuja
ligeramente, lo miré: me dijo viene el
presidente, pensé que era Uribe pero no, era Gaviria, el cesar que vestía
de blanco, recorde la Catedral de Pablo Escobar. estaba rodeado de algunos miembros de su partido, dejaba ver una sonrisa amplia. En ese instante tuve la primera
aparición de Jaime Garzón: imitaba el sonido chillón y agudo de su risa. El
guardaespaldas creaba con su brazo una distancia grosera, Me alejé. Estábamos
haciendo un documental sobre la marcha. Esa era nuestra misión.
Hombres, mujeres, niños muestran la alegría de un carnaval y la seriedad de un
gran sepelio: No se puede olvidar lo inolvidable ni perdonar lo imperdonable.
Mi mente vagó por la injusticia y el recuerdo. Mi memoria fue ocupada por un
pueblo lejano y tantas veces olvidado: San José de Apartado, la muerte de gente
inocente y pacifista, de mujeres obligadas a huir con los niños en brazos. De ese
Sur de Bolívar azotado por la violencia y olvidado por la urbe. Del dolor que
se siembra en el campo y llena la ciudad de desterrados, de especialistas en
violencia, de noticias de países lejanos que están al lado nuestro. De medios
que viven de la sangre, del hambre, del destierro.
De los debates sobre el número de desplazados:
que son tres millones, dicen unos, que
son cuatro millones, que son siete, dicen otros, como
si se hubiesen perdido un millón de personas. Una ciudad del tamaño de Medellín
desterrada, buscando patria en tierra ajena.
Otras 4 millones de razones para marchar, cuatro millones de personas
con cedula pero sin ciudadanía.
Las bombas narcos de ochentas y noventas
estallaban a lo lejos. La del Centro 93, la del barrio Quirigua, el edificio del
DAS eran anuncios de esa perversa y cruel alianza entre dinero ilegal y
política que se fue tejiendo lenta pero segura y que, como las redes de trafico,
cubrió cada rincón de la política, cada rincón de la economía, cada rincón de
la vida. Ya se sentía y sabía que el camino de la guerra seria cruel y
sanguinario. Pero hubo silencio.
Tan solo un lustro hace que pusieron la bomba en el Club el
Nogal, han pasado cinco años y las cosas siguen igual. Un asesinato pensado con
toda la sevicia inhumana posible. Paso a paso. Lentamente para no ser atrapados.
Entrenado el asesino para no fallar y el argumento in humano, torpe y brutal
desplegado por algunos para justificar esa crueldad que ningún animal tiene y
que no alcanza a desarrollar ni aun en su mas extrema situación de hambre o de
acoso o de peligro.
Aeiou
al conflicto no me metas tu gritaba la pancarta de unos marchantes que
recordaba la tragedia de millares de niños militarizados a la fuerza y de forma
prematura metidos a soldados, a jugar a una guerra cruel y sin sentido. Pensé
en Sibius el poeta asesinado, siete tiros en la espalda, en Granada, Meta, otro
poeta, de los grandes, había sido asesinado por los fascistas de franco, en una
Granada distante, lejana, García Lorca, de
Sibius recuerdo, los niños tristes de las frutas. La poesía peligrosa, la palabra
arma letal para los violentos.
La urbe asaltada por la ciudadanía adquiría
sentido. La calle vacía, mil veces vacía es dramática, silenciosa esconde todas
las complicidades necesarias para la guerra. Los teóricos de la guerra nuestra la suelen caracterizar para decir si es o no
una guerra. Otros la viven como tal: Su casa se convirtió hace rato en
trinchera o fosa. Su sabana en un gigantesco pañuelo. Sus pequeños hijos en
soldados.
El calor
me confunde y por instantes, mí mente lucha contra la política: la guerrilla es
una anacronìa política, delincuencial y los paramilitares la peor de las
soluciones. La sangre corre como río en medio del desierto de acciones
claramente pacifistas. Los amigos, algunos de lo que llaman izquierda se
atrincheran en argumentos en contra de lo que llaman derecha mientras los
amigos de derecha les disparan balas de salva, palabras que les permiten estar
vivos. Son casi todos intelectuales. El
taxista de la noche anterior me había dicho: que tal que pongan un bombazo. Se me encogió el corazón de solo
oírlo.
Avanzamos por la séptima, caminamos rápido unas
cuadras, el sol sabanero cada vez mas fuerte reseca la piel de la cara, le
gente se va cerrando en una embudo que hace mas difícil caminar; el teatro Jorge Eliécer Gaitán obliga a la
memoria, empuja los recuerdos al asesinato del caudillo liberal sucedido diez calles al sur, "El pueblo es superior a sus dirigentes". Solía decir y los
tiempos han cambiado, la ciudadanía es también superior a sus intelectuales, a
sus periodistas, a sus medios, a sus partidos. Un hombre pequeño y de tez oscura
me trae su imagen al presente y con ella la necesitada Oración por la Paz aparece como un murmullo
que quisiera que todos entonaran. Pocos la conocen, es vertiginosa la carrera
hacia el olvido de lo que sucedió hace nada. El centro Gaitan abandonado unas
cuadras abajo, en la calle 42 es una exacta medida del olvido y de la torpeza
de quienes han encontrado argumentos para no culminar su edificación. Los
políticos de izquierda, que gobernaron la ciudad y que sin Gaitán hubieran sido
nada, pasan por el edificio en ruinas y miran para otro lado, cumplen su deber
moral diciéndote: hay que tener memoria.
Mi voz salía de un altavoz imaginario que tenia
en mi mano derecha y repetía, a los caminantes que iban hacia la Plaza de Bolívar las palabras de Gaitán: …si
esta manifestación sucede es porque hay algo grave y no por triviales razones que el decía
al referirse a otra de las tantas manifestaciones del pueblo, en esa época en
que dicen se partió la historia de este país en dos.
Gente de todos los rincones camina con pequeñas
banderitas blancas en sus manos, gente mamada, agotada de la barbarie y crueldad de la FARC, de la crueldad del
secuestro, de la barbarie paramilitar, de la infinidad de masacres que no son
muestra de lo que somos sino de lo que son quienes tienen algún poder sea legal
o ilegal. No somos todos, son ellos. Existe un uso manipulador del plural, ese
plural que nos condena a todos por unos pocos. Los dilemas falsos construidos para crear
bandos y bandas criminales. La insulsa verborrea del si no estas conmigo estas
contra mi.
Los teóricos de la política y los políticos
profesionales suelen diferenciar el dolor de unos y otros haciendo de cada
victima una bandera y ondeándola a favor de sus votos, de su imagen. El dolor
de familiares convertido en bandera por oportunistas.
La gente que sube por la calle 19 avanza, los
miro detenidamente, trato de entender y pienso que no están buscando un líder o
Mesías que los aglutine o les mienta, buscan la paz de un país que se mamó de
todo lo que tenga que ver con esa guerra soterrada, con esa guerra oscura que
ha matado a tantos. Con esa guerra alimentada por intereses ilegales y
económicos y camuflada con banderas de patriotismo y bolivarianismos
hipócritas.
A la altura de la carrera séptima con calle 19 vino a mi mente la marcha por la muerte de
Jaime Garzón, por su asesinato. Aquí uno no se muere, lo matan. Nadie sabe
quien y todos sabemos quienes. Pienso en los medios de comunicación y el supuesto, el uso del supuesto que ha
servido para relativizar las culpas. Los supuestos asesinos de Garzón, los
supuestos asesinos de Antequera, los supuestos asesinos de Jaime Pardo, los
supuestos asesinos de Alvaro Gómez, los supuestos asesinos de Luís Carlos
Galán, los supuestos asesinos de Low Murtra, los supuestos asesinos de Cepeda,
los supuestos asesinos de Lara Bonilla, los supuestos asesinos de tantos . Los
supuestos son inocentes hasta que le prueben lo contrario y todos somos
candidatos a victimas hasta que encuentren los culpables. Ética de una justicia
del supuesto: las victimas silenciadas y condenadas por ser victimas. Los
supuestos desaparecidos, los supuestos desterrados, los supuestos
paramilitares, los supuestos corruptos, los supuestos delincuentes.
Hace
nada, menos de seis meses, estaba en casa de una hermana, reíamos pensando en
celebrar su cumpleaños. Suena el
teléfono de Ana. Ella se queda silenciosa. No, no, no le oigo decir. Me pasa el
teléfono en el otro lado de la línea oigo a su hermana: mataron a Elton. No
puede ser le digo, si me confirma. Esta en la clínica, murió de varios tiros.
Elton era un joven bello de origen ingles que había venido a vivir con su mama
en Bogota. Vivía de restaurar y exportar
viejas rocolas. Le dijo, a un
animal que salía de orinal del lugar donde tomaba una cerveza, con cierto humor
inglés ¿Te lavaste las manos? la gente rió. Pasaron unos minutos el
monstruo volvió con un revolver en la
mano y lo mato. Varios tiros acabaron con un niño que empezaba a entender lo
difícil que es esta tierra. Lo mataron por su incomprendido sentido del
humor. Nadie sabe donde esta el macabro personaje salido
del peor de los infiernos. Nadie da razón de él. Nadie se atreve a decir nada.
Solo el silencio, no cómplice como suelen decir, sino el silencio del terror
que nos carcome el alma. He oído decir que si nadie acusa al asesino nadie
puede meterlo en la cárcel. Así es la ley que nutre la injusticia y la impunidad.
Todavía
mi memoria estaba salpicada de las discusiones que tuve con amigos sobre
el dilema de ir o no ir, marchar o no marchar y las razones para hacerlo. Vivo
mi propia tensión. Mis contradicciones alimentan mi entusiasmo y camino espontáneamente
en medio de bogotanos, el roce con la gente me hace sentir más vivo. El entusiasmo de la gente me hace
decirle a Ámbar: Necesitamos salir a la
calle, rozarnos, cambiar radicalmente a esa democracia metida en una urna por
la expresión directa. Ya estamos listos. Que vengan las marchas que los que
están en el poder legal e ilegal sientan que se acabó el silencio.
La larga frase se pierde en el ruido y ella me
dice después de mirarme: ¡que, que! No lo repito y le respondo. No… nada.
Ella sigue, con su cámara, la espalda de un
grupo grande de caminantes que en su camiseta tienen un extraño: Colombia soy yo ella levanta la cámara y filma dos muñecos
que vestidos de militar representan al Mono Jojoy y a Manuel Marulanda
encadenados. Alcanzo a entender que secuestrados por ellos mismos pero no, me
dicen que están capturados y son paseados como símbolo de su derrota. Hay
optimismo en quien lo dice.
Camina muy cerca de nosotros un personaje disfrazado de guerrillero, con
traje de camuflaje que aprieta en su mano una cadena de la que lleva amarrada
una escuálida mujer. Camina por la séptima. Ella parece no querer hacerlo y él
la arrastra al tiempo que la muestra como un trofeo. La escena toma carácter
carnavalesco y mete al que marcha en el mundo del humor y la ironiza la gente
sonríe. No hay voces de insulto o de aquellos radicalismos que hagan temer que
esto se pueda despelotar.
Un grupo,
a mano izquierda de la calzada, sostiene
otro cartel: los guerrilleros detenidos de las FARC
exigimos: la libertad incondicional para todos los secuestrados. Manos por la
paz me cuesta trabajo entender el mensaje. Vuelo y lo leo.
Las miradas se cruzan en complicidades creadas
por necesidades, razones, luchas distintas. Orígenes distintos. Las banderas marcadas con consignas también
daban muestra de lo que algunos querían: no
mas secuestros, no mas FARC, no mas mentiras una bandera ondeada también
por algunos que desde el poder mienten y que hacen pensar que solo mienten los
otros.
En la carrera séptima un grupo tenia estampada
un ¡adelante presidente! En sus
camisetas negras mostraba beligerancia, gritaban consignas que no tenían eco en
la manifestación, otro grupo liderado por el promotor de la reelección intentaba mostrar que la marcha
les pertenecía. Su voracidad casi caníbal quería tragarse una marcha que no
deseaba tener ese final político. Allí caminaron perdidos, como estaban, en
medio de la indiferencia de muchos y su propio oportunismo. La marcha se tragó
el oportunismo de muchos y el escepticismo de otros.
La mentira, que
ocupa un lugar preciso en esta guerra, esta referenciada en las banderas que alcanzo divisar. La frase: no
mas mentiras esta en el color rojo, ella es la que fabrica los ríos de sangre.
Otra bandera que remplazaba los letreros
era levantada por una mujer: no más amarillismo, en el amarillo, no más
fascismo en el azul y no más dolor en el rojo. ¿Quien miente? ¿Por qué mienten?
Los columnistas de prensa habían llenado los
diarios con opiniones a favor o en contra. La marcha no generó solo movilización
sino tambien opinión. Eso, mas allá de cualquier situación mediática, es sano.
Hablar aunque sea a gritos es mejor que disparar un arma de balines. Las
palabras finales del articulo de Antonio Caballero me insultaban: yo también me uno al
rebaño y les aconsejo a mis lectores: marchen, o no marchen. Da igual. Algo de pasotismo
ibérico. Tantas veces el énfasis haciéndose pasar por libertario
Mucho antes que el fantasma del unanimismo la
contundencia de la unanimidad dominó cada uno de los espacios de la marcha. Las
marchas también son lo que uno lleva en el alma. No entenderlo así me hizo pensar, mirando un
abandera blanca que descendía de un edificio, en la canción de Lennon: vivir es más fácil con los ojos cerrados.
La libertad de ir o quedarse, de caminar o no,
no puede estar limitada por los argumentos o la locuacidad de unos. Tampoco por
la persistencia mediática para meterte en los noticieros, en las columnas. Veo
gente del Polo que camina hacia la
Plaza de Bolívar. Su lugar de encuentro. Escucho como
murmullo las discusiones del Polo sobre la marcha y sobre la marcha siento que
se han diluido en la multitud. No se quiere entender que además del valor de
marchar esta también el valor de no hacerlo. La razón para no hacerlo debe ser
más fuerte que la de quedarse. También la responsabilidad. La gente no puede
dejarse arrinconar ni por el gobierno, ni por los medios, ni por las armas, ni
por el comité central.
La voz de la gente y el murmullo se escuchaba
como un zumbido, como el vuelo del abejorro que llena de advertencia al que va
a ser despertado de su letargo, de su silencio de su quietud. El país
silenciado por las violencias múltiples zumbaba para ser oído. Esto sin lugar a
dudas no es una serpiente grande y blanca manipulada. Tampoco las animas
benditas del purgatorio que empujan a la ignorante plebe a ser juguete de su
propio destino. Y aunque algunos se disgusten: no es el surgimiento de las
milicias nazis camufladas de blanco. Como
tampoco será la marcha del 6 de marzo la del apoyo a la guerrilla o la de la
benevolencia con los secuestros o la aceptación de este.
El pitazo de una niña cargada en hombros por su
madre me despertó a la realidad de un
cántico: Colombia unida jamás será
vencida y al paso de dos muchachos de pelo largo que portaban una bandera
negra cada uno: en una No mas FARC en la otra No mas Uribe. Ninguno creaba
rechazo, ninguno ofendía al otro, ni el cántico ni el letrero, y ambos siguieron su camino a la Plaza de Bolívar en donde
estaba el otro polo de la manifestación. Me llegue a engañar al pensar que
podría haber tensiones entre aquello que llaman la derecha y aquello que llaman
la izquierda. No fue así. Solo algunos
grupos en medio de su propia euforia gritaban consignas contra el Polo, contra
Uribe, contra Chávez.
Ni uno ni otro estaban en la tónica de la
confrontación. Había cierto espíritu pacifista que convertía en salvaje
cualquier agresión. ¡Que ingenuo es
Guillermo!, dirán los amigos ante esta afirmación Algunos pocos, siempre
minorías, gritaban insultos que se perdían en el aire, en el pavimento y que no
fueron acogidos por la ninfa Eco para ser escuchados en esa Colombia que ayer
no existió. La Colombia
violenta que nos vendieron en todas las esquinas los violentos de todas las
tendencias y de todos los cuños. Aquellos que sienten que las armas son el
único camino. No al armamentismo estaba
escrito en un pequeño papel de una joven hermosa cuya sonrisa podría desarmar a
cualquiera. Mi mente confusa rió al recordar la frase de Jaime Garzón: no más intermediarios, Miguel
Rodriguez a la presidencia
La ciudadanía mostraba caminando y con gestos precisos la madurez y tolerancia de
las distintas expresiones que iban llenando las calles. Parecía una advertencia de la multitud: Nadie podría políticamente intentar
apropiarse de los ideales del colectivo a no ser que siguiera a la multitud.
Líder es aquel que sigue a la multitud, fue frase de una época. No el que la
manipula. Nadie podría opacar con discursos lo que la calle decía, como tampoco
podría arriarse una sola bandera, una sola consigna o un solo objetivo. Dominaba
la imagen de rechazo hacia las FARC pero no era lo único: tambien el acuerdo
humanitario, la liberación de todos los secuestrados, el cese a la violencia o
el rechazo a la ingerencia de Chávez en la vida del país fueron objeto de
letreros en camisetas, pancartas y pasacalles, de banderas, de gorros.
La marcha era también expresión de consignas
múltiples y cánticos que daban a la ciudad una imagen locuaz contra la
violencia, contra la guerra, contra le secuestro, contra la barbarie. La voz
andante de una ciudadanía que surgía de la virtualidad de una propuesta nacida
en la madre de todas las redes: Internet.
Todavía algunos discuten el significado de
ciberpolitica y se empantanan al intentar dilucidar la fuerza de la Web. De los encuentros de
la palabra digital, de los espacios de comunicación continuos y sin costo. La comunicación
transformada en política es ejemplo de
lo que es esta última al día de hoy. La marcha es así tambien una hija de la ciberpolitica.
Del ejercicio de la ciudadanía desde la red y de la capacidad y versatilidad de
esta para lograr con poco lo que por otros medios cuesta mucho. Pero para ser
pacifista es necesario tener algo de ingenuo y nada de torpe: todas las marchas
serán objetivo político de los oportunistas. Esta lo fue y a ella se metieron
aquellos que pensaban que ganarían dividendos. Pero eso lo sabemos todos.
Difiero, le decía a Héctor, de aquellos que piensan que el
pueblo es conducido al patíbulo por su ignorancia.
Es una osadía cultural pensar que el pueblo es ignorante o que los medios de
comunicación son tan poderosos que hacen del pobre un ciego. Las comunidades
colombianas han sido no solo engañadas sino también desterradas, masacradas,
violadas en ese conflicto miserable que dicen no existe. Decía” una cosa es la marcha o las marchas
urbanas y otras la vida rural en algunos territorios en donde existen
dictaduras militares de izquierda y derecha”
Pero también las marchas han sido a lo largo de
la historia de las democracias, no una acción aislada, sino la muestra de
madurez de una sociedad que no se deja relegar por el voto como única expresión
de la ciudadanía. En el trasfondo existe la seguridad de que solo los políticos
que entienden que la democracia no solo es electoral podrían comprender el
significado de salir a la calle, hacerlo de forma pacifica y sin ser
intimidados por nadie. La política inteligente es aquella que abre las puertas
de partidos a la ciudadanía y recoge de ella toda la presión necesaria para
cambiar lo que es urgente cambiar, para producir la reformas necesarias y para
hacer valer por encima de lo estrictamente demagógico la voz del pueblo para
unos, de la patria para otros o de los ciudadanos para los demás.
Llegamos a la plaza de Bolívar después de dar un
rodeo por la carrera sexta. Bajamos por la calle 11. Ya la entrada era difícil.
El embudo se había cerrado completamente. A pequeños empujones nos metimos.
Subimos algunas de las escalinatas de la catedral para tener una panorámica total.
La plaza esta llena. En el centro, justo en el centro alcanzaba a ver un
letrero del Polo Democrático. Allí había sido convocada la concentración por
sus dirigentes. Allí justo en el centro de la Plaza y al pie de Bolívar supuse estarían algunos
de sus dirigentes. No alcance a ver a nadie. No alcanzamos a llegar a al sitio
para hacerles la pregunta que estábamos haciendo para el documental: ¿por qué
marchan? le habíamos estado preguntando a la gente. En este caso la pregunta
hubiera sido ¿porque no marchan? No pudimos. La gente empujaba. Millares
intentado entrar y otros tanto intentando salir. Ámbar, Luisa Y Jasón estaban
perdidos en la multitud.
Inicie mi salida al vaivén de los empujones. La
memoria del Palacio de Justicia me obligó a leer la frase que esta en la parte
superior de la fachada del edificio. Las
armas nos dieron la independencia las leyes nos darán la libertad. La gente
presiona su salida. No nos movemos y la asfixia inicia la producción de
angustia. La alegría y decencia de los
que están allí tranquiliza. Me toca
quedarme inmóvil. La brisa o el aire no corren. El agua que llevo esta
caliente. Resbalo y estoy a punto de caer. La presión de los otros cuerpos lo
impide. No se oyen arengas. Solo el rumor de la multitud. Cierro los ojos y
apoyado en los demás intento descansar. El cielo esta completamente azul.
Salto por encima de los demás y con la mano
izquierda alzada imagino un cartel inmenso que dice que el seis de marzo habrá
otra marcha, la marcha en homenaje a las victimas del paramilitarismo, del
destierro. Brinco y caigo sobre un
letrero escrito en el piso: Gaviria presidente. Polo. Veo los millares de
ladrillos marcados con los nombres de desparecidos, de asesinados. Veo un
ejemplar del libro de Maria Mercedes
Carranza, con poemas nacidos en las masacres de pueblos nuestros. Apenas
conocidos por los ciudadanos. Poemas escritos con el dolor de ella, que sería
después suicida. Una pantalla gigantesca al caer la tarde proyecta la
excavación de fosas comunes. La plaza que hacia nada había estado vestida de
blanco se va vistiendo de negro.
La memoria encuentra imágenes de un performance
que hicimos: morir en la plaza, con
el apoyo del teatro acto latino: en ese entonces, caminamos por la carrera 7 desde
el punto en donde fue asesinado Gaitán, hicimos un circulo en la mitad de la
plaza y caímos muertos y con sangre al estruendo de las bomba de helio que estallamos.
La noche
inmarcesible. Los hijos, hermanos y
padres de las victimas ondean una gran bandera de la tristeza. La madre de
todas las impunidades camina rodeada de guardaespaldas, sale del capitolio
hacia el palacio de justicia. Todavía arde.