La memoria me acercó a una de las clasificaciones mas simples y por lo tanto mas
precisas para la comprensión de la naturaleza humana: los animales se dividen
en tres: los que comen, los que son comidos y los que comen y son comidos. Esta
clasificación nacida en la Amazonia colombiana, creo, puede ser usada por extensión
a los humanos. Nos comen, comemos y nos
comen y somos comidos. Desde la sexualidad la analogía opera a la perfección.
En la política, el trabajo y en la
educación también. Son escenarios en donde compites por un salario, por una
nota o por un voto, a esto quedó reducido todo. Ni Marx ni menos.
Lo sexual, siempre
mas preciso, hizo que el siglo xix fuera el de los hombres, el xx de las
mujeres y este que se nos vino encima, el de la bisexualidad. Así lo dijo,
creo, Anatole France. Puestos en el lugar del género, hace muy poco podías
comer y que no te comieran. Ahora comes y te comen. O quizás haya mejorado la
disposición a ser comido por alguien o comerte a alguien del mismo sexo, aunque
la moral de nuestra cultura católica de pronto te detenga. Rupturas con la
moral que los políticos parecen haber
aprendido por el camino de aceptar el transfuguismo, que es la ideología
política dominante en la actualidad. Un día eres autoritario, otro liberal,
otro socialista, otro comunista. Eso favorece tu capacidad de defensa y, si eres
tránsfuga, no serás comido con facilidad y podrás comer con bastante más
cinismo del que acostumbrabas antes de que el señor Fukuyama declarara que todo
acabó y se lo creyeran, aun, algunos líderes de eso que llaman izquierda.
En ambos caso, el
de la sexualidad llevada a lo genital y el de la política al transfuguismo, el
problema es la glotonería dicen los cínicos de turno. En el primer caso, el de la sexualidad, la caricia parece cumplir el rol que en el
segundo, la política, cumple la promesa. Una buena promesa abre las piernas, o las urnas en
este caso, de la misma manera que lo
hace una buena caricia. En uno no importa quien te acaricie, en el otro, no
importa quien vote por ti. La glotonería sin protección conduce en el sexo a la
vulnerabilidad del cuerpo, en la segunda a la de la ética o a la corrupcion que sera bandera electoral de los que comen de todo lado.. Ni Marx ni menos.
¿Entonces, el siglo
xix fue el del liberalismo, el xx el de capitalismo y el xxi el del
transfuguismo? Si y el voto será el condón ( el voto legitima al corrupto como lo hace con el imbecil o el fascista) por el que luchan todos los
políticos. ¿Y esto pasa en la izquierda? Claro, existe una glotonería que
empuja a muchos zurdos, no solo a distanciarse de otros que no quieren ser
comidos, sino que también los anima a comer y dejarse comer para obtener el
semen vital del voto y a que se muevan, en la bisexualidad política que no es
otra cosa que el transfuguismo. Es
posible que tengan la concepción de W Allen que, al ser preguntado por su
sexualidad, respondió que el bisexual ismo doblaba las oportunidades de polvo
un fin de semana, o sea, de la misma manera que el transfuguismo dobla las del
voto.
Algunos neo
izquierdistas, quizás muchos, ante la infinidad de carreras electorales que
tienen que afrontar, desde edil a presidente pasando por todas las demás ,
optan por balancearse de un polo a otro cayendo en la trampa ilusoria de comer
sin ser comidos. Las próximas elecciones serán un escenario más en donde la
clasificación inicial puede ser muy útil para saber que muchos serán comidos,
que algunos comerán y que los que triunfaran, casi siempre los mas sagaces, serán aquellos que logren comer y ser comidos
por igual. Ni Marx ni menos.
En Corto: la
política, vacía de sensualidad, saturada de mentiras y abrazada a los medios y a la noticia, se parece cada vez mas al mercado en donde unos
venden y compran o negocian votos con el voraz político que quiere por todos
los medios ser tu representante. La voracidad de los que quieren ser
elegidos es tan grande como la
incapacidad de los que quieren ser mandados. Paradojas de unos líderes de izquierda que se mecen y arrullan así mismos
en la hamaca grande de las elecciones mirando a los ciudadanos sólo como una
multitud votante. El fantasma de la representacion se tragó a la izquierda y, en ese abismo de lo electora, quedó atrapada en la idea de vender promesas comprables, es decir, politicamente correctas. Marx o menos.
Nos podría quedar,
algo de mi ingenuidad dominante me lo dice, un movimiento ciudadano libertario que nutra
de indignación la política y penetre de entusiasmo la ciudadanía ambulante. La
fertilice de dignidad y la lleve al éxtasis u orgasmo politico de una revolución
callejera. Un movimiento ciudadano que incline la balanza hacia la ciudadania y baje del poder a aquellos que con espejos nos conducen a las urnas cada 4 años. Un movimiento ciudadano comprometido consigo mismo, que impida la reeleccion permanente de un sistema perfecto de
reelecciones
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