jueves, 14 de septiembre de 2023

Abajo las armas: La rebelión soñada por el Bien Común

 

Abajo las armas: La rebelión soñada por el Bien Común  

Guillermo Solarte Lindo

Director

Pacifistas sin Fronteras

  Abajo las armas es un libro publicado por la Editorial Alvarelllos y la Fundación Cultura de paz.  Es la suma de 32 miradas distintas sobre una pregunta orientadora: ¿Dónde está el pacifismo?

Una cuestión provocadora, en donde las  respuestas de los 32 expertos, militantes, investigadores, líderes pacifistas y analistas de la geopolítica de la guerra, constituyen un texto de gran valor pedagógico, en tanto que,  es análisis y síntesis de las distintas corrientes del pacifismo, de su corta historia, de sus intervenciones más significativas y de algunas de las tesis que fundamentan el movimiento  por la paz como acción directa y el pacifismo como una forma de pensar o paradigma para enfrentar  la guerra.

En el trasfondo de algunos de los 32 textos subyacen las ideas que han sido bandera del pacifismo a lo largo de su historia, que se alimentan de las ideas de grandes líderes y mártires pacifistas: Gandhi y Luther King y muchos de los ganadores del Premio Nobel de paz, algunos bien merecidos, otros no tanto. 

El título del libro:  Abajo las armas, al tiempo que es un grito de alerta, es un homenaje a quien fuera la primera mujer en ganar el Premio Nobel de la paz, Bertha von Suttner. Abajo las armas es el título de su novela en donde el personaje central es una mujer que lucha por ideales pacifistas al tiempo que vincula valores que promueven la igualdad de derechos de las mujeres. Podría encontrarse en Martha, el personaje central de la novela, lazos con la autora y puentes con el feminismo, con los valores bandera de la lucha de la mujer por la igualdad.

Tres grandes enunciados sintéticos   podrían destacarse a manera de hipótesis   de lo que subyace en este valioso libro y que es   la suma de todas:  Las perspectivas, las expectativas, las iniciativas, las singularidades.

 El primero de esos enunciados no podía ser otro que la Vigencia del Pacifismo:  de sus ideales, sus banderas, sus valores y   del deseo profundo que nutría, lo que en el Foro Social Mundial de Portoalegre se expresó como: “Otro Mundo es posible”. Un ideal que todos los pacifistas, en sus distintas corrientes, compartirían y aceptarían como un horizonte de lucha, de resistencia, de movilización.   Pero, ¿cuál sería el aporte del pacifismo a ese “otro mundo posible”?

Indudablemente, la persistencia en la lucha contra la guerra y la radicalidad o, si se prefiere, la rebelión contra la guerra como mecanismo de solución de conflictos y el armamentismo como soporte de la guerra misma. Guerra siempre presente en la historia, muchas veces justificada por los estados llamados democráticos que han sido promotores de una intensa narrativa de guerra acogida por los medios masivos.

 Diría en palabras de Ana Barrero, en su texto incluido en el libro, que: “Se están imponiendo narrativas militaristas, narrativas que contribuyen a la espectacularizacion y normalización de la guerra. Y, a la vez, se está estigmatizando, criticando y atacando a las personas que defienden que la paz solo puede conseguirse por medios pacíficos”.

 El punto clave para la comprensión de esta tensión o conflicto entre aquellos que abogan por la lucha pacifista en contra de la guerra y los que la favorecen, es que estos últimos   tienen el poder: económico, mediático, militar, un poder hegemónico total.   

La persistencia en la lucha contra la violencia, contra las guerras, ha sido un valor sin igual que alimentó a los pacifistas cuando más cruda se hacía la confrontación, y más débil la política como medio para la solución de los conflictos. El siglo XX, cien años de confrontaciones bélicas, cien años de desarrollos tecnológicos para matar, cien años de una carrera armamentista sin precedentes de la que emergió con fuerza el pacifismo y se construyó la oposición más humana que podría construirse: la oposición a la guerra como espacio en donde se legitima el asesinato, el genocidio, el desplazamiento de millones de personas de su lugar de vida. El siglo XX fue el siglo de la militarización de la política.

Millones de muertos, decenas de millones de muertos civiles llenaron los campos de Europa y vincularon otros territorios en lo que se dio en llamar la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Es una historia reciente de la que los pacifistas aprendieron que era necesario abrir la lucha en contra de la guerra hasta encontrar los argumentos para enlazar el pacifismo a las razones últimas de los conflictos que la humanidad no había podido solucionar:   La desigualdad, la miseria de millones, el hambre, el odio, la depredación de la naturaleza, la discriminación, el racismo.

Los problemas abruman, pero, podría afirmar de la mano de Ingerbor Brenes, en su texto incluido en nuestro libro con el sugestivo título de ¿Armas para construir la paz?  Qué ingenuidad. “Ceder al pesimismo y a la apatía no nos llevará a ninguna parte.  No podemos permitir la destrucción de la humanidad y nuestro hermoso planeta… Parece obvio que no podemos seguir abusando de los recursos del mundo… el excesivo gasto militar no puede proporcionarnos la seguridad que deseamos…”  

Sí, es evidente que la paradoja militarista es, además de una ingenuidad, la peor de las muestras de la irracionalidad del poder: armarnos hasta los dientes para defender la democracia, los derechos, la libertad.  El pacifismo está vigente porque sobre sus espaldas pesa la idea de que la lucha por el Bien Común es la más humana de las luchas. Una carrera armamentista avalada desde norte como una idea fracasada de la persuasión en donde en palabras de Garry Jacobs: “El gasto militar anual asciende a dos billones de dólares, pero las armas no pueden impedir las sequías, las inundaciones o detener la subida del nivel del mar” tampoco podrán reducir los niveles de desigualdad, la explotación desmesurada de los recursos no renovable, o disminuir el hambre o detener un virus como el covid-19. Pero, ¿Si el armamentismo no es útil para la solución de los problemas que agobian a la humanidad para que son útiles? El argumento de que así se garantiza la seguridad es quizá la paradoja humana más grande: aumentan las muertes violentas, el desplazamiento y el hambre.

Muchos de los autores presentes en Abajo las armas coinciden que el pacifismo es una movilización planetaria, internacional, que tiene un horizonte político incluyente y unos principios radicales que se abre a otros movimientos fecundados por múltiples razones y valores.

Podría surgir de la lectura que hago de los distintos textos un segundo enunciado hipotético: El pacifismo es una movilización cultural diversa, plural, que se revitaliza en el análisis crítico de la realidad dominada por el militarismo, la desigualdad, y un sistema de valores contrario al Bien Común y al respeto por la naturaleza. Algo queda de las propuestas de Immanuel Kant en su texto de la Paz Perpetua, al que hacen referencia algunos de los 32 autores. Destacaría de ellos tres que se han perdido en la maraña burocrática internacional y en la fuerza indeseable del Consejo de Seguridad de ONU:  la cooperación internacional, la abolición de la guerra y el desarrollo de un orden mundial basado en principios ético-políticos obligantes para todos los Estados. Un fracaso a la luz de lo que sucede, pero asimismo un desafío para los pacifistas.  

Creo que estaríamos de acuerdo todas las personas que hemos hecho parte de la oportuna convocatoria de Manuel Dios, y la Fundación Cultura de Paz, en que la educación es una de las claves de transformación de nosotros como individuos, y de la democracia como sistema político que garantiza la convivencia pacífica, el diálogo, los acuerdos como ejes de esa convivencia.

Pero la política que alimenta la democracia debe ser la acción. Las movilizaciones como estrategia cooperada de incidencia frente a los gobiernos, a los conglomerados económicos, a los organismos internacionales, garantes de los derechos de todas, pero  que se han ido burocratizando,  y en los que, muchas veces, la ciudadanía no encuentra el respaldo necesario para erradicar la torpe necesidad del uso de la fuerza para lograr lo que la política no alcanza: la paz continua, la paz permanente, la paz total, la paz perpetua, la paz humana  como horizontes de vida hacia los que hay que transitar.

El tercer enunciado hipotético que nace de mi lectura es que el pacifismo es una ecuación en proceso de complementación. Una ecuación que, en el momento actual, tiene como soporte transversal la Comunicación y en donde el Pacifismo, el Feminismo y el Ecologismo dan potencia y energía crítica a la diversidad de movimientos sociales que lo componen. Fuerza para enfrentar los distintos monstruos, enemigos de la vida y la democracia en el planeta: la corrupción, el armamentismo, las guerras, la depredación, el extractivismo, la desigualdad, el patriarcalismo.

 La ecuación P+F+E/ C = Paz   se presenta como una suma de esos tres ejes fundamentales de la lucha ciudadana, soportadas por la comunicación. La ecuación podría ser entendida como el mejor dispositivo para dinamizar la democracia como sistema político y el calentamiento social, entendido como una fuerza de energías múltiples que no están dispuestas al silencio y que combaten otro de los monstruos que alientan las guerras: La mentira, el mundo de la posverdad al que se refiere Karen Marón y para el que en su texto da claves de comprensión.

El lector del libro Abajo las Armas lo puede enfrentar como un dispositivo en donde encontrará palabras, conceptos para elaborar su propia resistencia lingüística. Diversidad de mantras pacifistas que animen la movilización y la acción como medios de incidencia política y la participación con sentido vinculante para cambiar.   Se puede entender y asumir como un manifiesto pacifista que debe llegar en primer lugar a las escuelas, a los organismos internacionales, a los medios de comunicación.

 

No quiero terminar este escrito sin hacer referencia a una de las guerras, quizá la más sucia de todas las guerras y que ha sufrido mi país, Colombia. La guerra contra las drogas. Una confrontación declarada en los años 70 en la que convergen todos los monstruos a los que hacía referencia: Violencia, corrupción, militarismo, armamentismo, depredación, mentira.  Una guerra en donde el campo de batalla, de confrontación militar, se trasladó a los países productores de marihuana, cocaína y heroína y, en donde, las acciones militares se dirigieron en un altísimo porcentaje a las pequeñas parcelas, criminalizando a los campesinos y esparciendo glifosato, un veneno químico prohibido en muchos países y restringido en otros. Una guerra irracional que no detuvo el problema y, por el contrario, fortaleció, diversificó y amplió las redes criminales, la alianza de estas con los distintos gobiernos y multiplicó por miles las transacciones financieras de blanqueo y de inversiones con dinero originado en el narcotráfico. No todo sigue igual, todo sigue peor.  

Para los pacifistas, este tipo de guerras han sido opacadas o escondidas y los resultados, muchas veces, han alcanzado niveles de violencia poco mediatizados, o teñidos con la mentira más grande que traslada la responsabilidad a los países productores, también los muertos y la estigmatización, la condena de inocentes ciudadanos que ven restringida la libertad de movilización por el estigma que lleva ser originario de un país productor.

Esta guerra ha supuesto un deterioro de la democracia colombiana, en tanto que:  el dinero del narcotráfico permeó la política, incrementó el armamentismo del país, su militarización y un presupuesto militar desmesurado, al tiempo que sostiene uno de los más grandes ejércitos de América Latina.

El prólogo de Federico Mayor y el epílogo de Manuel Dios, amigos pacifistas españoles que ha caminado juntos por un periodo largo de tiempo, parecen coincidir en algo esencial sobre las guerras que están presentes. El pacifismo ha cambiado y debe seguir haciéndolo, se ha diversificado, se alimenta de otros sentidos. De muchos fracasos emergen otro tipo de acciones, otros tipos de lucha, otro tipo de interacción: una comunicación más rápida, más informada, un diálogo permanente, continuo. El pacifismo también se ha trasladado a la ciberpolítica. Tiene el desafío de ser contundente en las redes.

Recogería la pregunta de Mayor Zaragoza en el prólogo: ¿Cuántos acontecimientos nocivos podrían evitarse si se hubiera hablado a tiempo?

 

sábado, 17 de junio de 2023

La muerte de los medios ¿ un proceso auto destructivo?

La historia de los medios en Colombia, también en gran parte del mundo, ha estado siempre en estrecha relación con el poder. Son parte del poder y como tal defienden intereses, promueven ideologías, venden opinión y son elementos claves de la construcción política de la realidad. Como instrumentos políticos se ubican en el espectro que va de derecha a izquierda pasando por el centro. En general se afirman demócratas ya que no serlo sería su muerte económica definitiva. Todos tienen su propia visión de la democracia, algunos abren sus puertas a la opinión radical o contraria a ellos mismos expresada en columnas de periodistas, intelectuales y gente de la farándula que tiene su propia clientela. Clientes que suelen comprar o suscribirse a los medios buscando lo que se ha dado en llamar grandes plumas, intelectuales famosos convertidos en líderes de opinión que, al hacer parte de un medio, ayudan a crear esa ilusión democrática en la que hemos vivido por largos años. Esas grandes plumas son, en muchos casos, otro poder dentro de ese poder mediático. Son columnistas o periodistas de éxito con una gran capacidad de atracción de lectores/ clientes, lo que se convierte en un buen negocio para el empresario y mejora la percepción ciudadana sobre la existencia de la libertad de prensa. Pareciera que la tarea asumida por los medios es legitimar el régimen a través de mejorar esa percepción. En Colombia la prensa escrita y también la Tv y la radio nacieron arropados por el bipartidismo, liberales y conservadores, de la mano de familias, crearon periódicos y sirvieron de soporte ideológico político de los partidos y de su propaganda. Fueron cajas de resonancia de las ideologías políticas dominantes, es decir, del bipartidismo liberal conservador, como ideal democrático. Izaron la bandera de su propio independentismo como adalides de la libertad de opinión, libertad de prensa y la defensa del medio de comunicación como libre empresa. Los llamados diarios o medios independientes fueron en su momento una ilusión democrática. Ahora esa bandera del independentismo mediático ondea en las puertas de las grandes empresas o conglomerados empresariales dueños de los medios. Ya es aceptado, en el establecimiento, en el poder, que la información es un bien de consumo y, en tanto lo es, de lo que se trata es de vender noticias, sean falsas o no, o convertir la opinión en noticia, es decir en verdad. Los periodistas y muchos de los columnistas de opinión sostienen la legitimidad del medio y potencian su credibilidad como empresa. La veracidad de lo que afirman se esconde, muy bien escondida, en la relaciones del medio con el poder, con los poderes. Se sabe que la información bien manejada da un inmenso poder al propietario de medios. De eso hablaba el multimillonario colombiano Julio Mario Santodomingo cuando expresó al comprar El Espectador: “Los medios de comunicación son como un revólver, que cuando uno lo necesita, lo saca y dispara” Pero ¿que disparan los medios para que su fuerza y poder sean tan deseados por el empresariado? Disparan información de todo tipo y son un centro de investigación permanente, en donde, los resultados de esa investigación pueden ser utilizados a favor o en contra de la ciudadanía que se moviliza, pero también de los otros poderes, controlándolos bajo la amenaza del escándalo; disparan mentiras en medio de verdades lo que da a las primeras credibilidad. Crean y recrean escenarios favorables a políticos, productos, empresas y son una indescriptible trama de ilusiones y desilusiones, de odios y amores, de aprecios y desprecios. Han creado los monstruos políticos, los han ensalzado y les han puesto sonrientes máscaras para tapar la corrupción muchas veces ligada a ese empresariado dinámico que compra los medios de comunicación. Los medios empresariales parecieran tener pactos secretos, líneas o territorios vedados, túneles oscuros por donde está prohibido pasar. Es un hecho que no publican la relación de las empresas de su conglomerado con la contratación estatal o con el sector financiero, uno de los mayores beneficiarios de la verdad oculta. En este caso específico, se tapan unos con otros. Promueven miedos y desde allí orientan a la población; son los mediadores del miedo que los distintos enemigos políticos y económicos utilizan para su beneficio. Introducen en la vida del país conceptos, significantes que hacen circular para beneficiar a sus aliados políticos. Hacen rodar los dilemas falsos creados por los políticos en tiempos electorales y promueven con ellos la confrontación, dilemas como: comunismo o libertad o castrochavismo o democracia son potenciadores del fanatismo bipolar que teje, con nada de sutilezas, una muñida telaraña de fanatismo que alimenta la rabia como sentimiento clave para decidir tu voto. Son lo que Umberto Eco llamó: la máquina del fango. Una muy bien aceitada máquina que funcionaba a la perfección hasta hace muy poco y que, atenta a su futuro, intenta entrar en el territorio virtual con estrategias de digitalización innovadoras pero sin la intención de desprenderse del poder económico. El poder económico enlaza digitalización, información, innovación como estrategia de colonización de la red. Si usted es extranjero y lee los titulares de los medios de Colombia puede llegar a pensar que es un país bien gobernado y que si hay miles o cientos de miles de crímenes, los que gobiernan no son los responsables, que tal responsabilidad es de un pequeño grupo de criminales que no puede ser atrapado, sin decir que no se logra, aun teniendo una de las fuerzas armadas más grandes de América Latina, y uno de los países que más gasto militar/policial tiene del continente. El asunto de la militarización del país, la asignación de un inmenso presupuesto para unas FFMM de cerca de 500.000 hombres, desmesurado para lo que hace, no es nombrado en los medios. Tampoco la forma como poco a poco se ha militarizado la política y de qué manera esa militarización ha significado una alianza de los políticos con el poder militar que ha destrozado la confianza de la población en lo que se llamaba la fuerza pública; ahora convertida en una fuerza militar y policial comprometida en asuntos como los falsos positivos o la muertes de manifestantes, tragedias que nacieron en decisiones políticas, en órdenes dadas por superiores civiles que juegan con el país escondidos en su impunidad. Pero, la neutralidad de los medios viste, con traje de camuflaje, toda la responsabilidad que los distintos poderes tienen en la dura violencia que arrastra el país. Los medios han hecho parte directa en la construcción de una versión distorsionada de la realidad, del conflicto. Sería un aporte para la Comisión de la Verdad que asumieran la responsabilidad y contaran lo que no quisieron contar. Lo que silenciaron para beneficio de sus aliados políticos y económicos. El agujero negro de la corrupción no podrá ser solucionado si, la relación entre poder económico y poder político, no se desteje con la información verdadera sobre lo que acontece en esa fatal correspondencia entre empresariado, contratación pública y políticos. No es despreciable la responsabilidad, que tienen los medios de comunicación, en otros órdenes de la sociedad colombiana para: inducir patrones culturales que van en contra de vida misma, como el odio; promover el consumismo de los productos de las empresas propietarias de los medios, en aras de que, “no importa lo que consumas, mientras sea bueno para la economía”, como los alimentos transgénicos; la promoción del crédito y o la llamada “bancarización” a altas tasas favoreciendo al sector financiero; ellos mismos, los medios, son empresas privadas en donde se fortalece el patriarcalismo, la corrupción y la aceptación de la violencia como una forma de hacer política. Ahora ya han dejado de promoverse como independientes, la mal llamada neutralidad es el banderín tricolor de su autopromoción: compiten recreando polémicas falsas entre contrincantes, fanáticos de algún líder, arduos combates verbales entre políticos o entre intelectuales mediáticos con el solo propósito de vender opinión, generar público a partir de la confrontación entre bandos. Son el territorio de confrontación, de la continua y vulgar mentira electoral. Divulgadores de dilemas falsos elaborados por sagaces halcones de la publicidad, de las encuestas orientadoras de la opinión, de tendencias disfrazadas que promueven miedos que favorecen a unos empresarios y derrumban a otros. Para los medios, si hay más ira, si hay más odio entre líderes habrá más garantía de éxito. Muchos periodistas cumplen con rigor la tarea asignada por el medio, formatos de programas radiales y televisivos para provocar la confrontación, la batalla verbal, la ofensa directa, personal al corazón del otro para que ese otro estalle. Es algo así como extraer el jugo más amargo de las naranjas podridas y obligarnos a beber de ese jugo hasta hacernos pensar que no hay otro. La memoria nos dice que, en Colombia, los Cano crearon el primer periódico, El Espectador; un poco más tarde los Santos deciden crear la caja de resonancia más grande de la historia del país, el Tiempo, Nace después el Siglo de los Gómez, La Prensa de la casa Pastrana que fracasa en medio de su generosidad verbal. Las distintas familias de las regiones no se quieren quedar atrás y surgen, El Colombiano de los Gómez, el País de los Lloreda, la Vanguardia Liberal de los Galvis. La revista Alternativa creada por los alternativos de los medios sucumbe como propuesta social demócrata crítica y cierra por la mala administración. La Voz, que pareciera querer recuperar el sentido de la comunicación de izquierda se embadurnó con el paleo marxismo y quedo reducida como las demás a propaganda. La dinámica actual no cambia demasiado, los medios son de empresarios, o grupos empresariales familiares: Santodomingo, Ardila Lule, Gilinski, Sarmiento Angulo. Se ha producido un, tránsito de familias ligadas a la política a familias ligadas al capital privado. El negocio por encima de la verdad o como afirma Ryszard Kapuscinski “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.” Este proceso o transito ha significado un paso a la autodestrucción de los medios como espacios de garantía del derecho a la información, también como empresas privadas ligadas estrictamente a una ideología política, liberal o conservador, a empresas ligadas a unos intereses económicos y siamesas del neoliberalismo que acoge en su seno al viejo bipartidismo rojo y azul. Desde el origen, los medios, cargaron con banderas rojas y azules la comunicación que se llamó de masas y, en adelante, todos fuimos informados como eso, como masa, no como ciudadanos; como habitantes de un territorio fuimos empujados por estas empresas a ser sumisos de la información que emanaba desde el poder bicolor, con el lenguaje que ellos hablaban y que, por lo general, era lenguaje importado, traducido desde los ideales de una democracia liberal que fue convirtiéndose, de la mano de los medios, en el imaginario demo populista que orienta esa amalgama pegajosa en la que se transformó la política en Colombia, que pasó del bipartidismo a un falso poli partidismo compuesto por 5 derechas, hijas descarriadas de liberales y conservadores y una izquierda enclenque que entra y sale del parlamento como si ese fuera su destinito fatal: ser minoría para siempre. Algunos medios se bambolean de un lado a otro giran a la derecha o a la ultra derecha. Le cantan loas al centro pero con una mano toman al candidato de derechas y con la otra al de la izquierda, apostándole a los dos para garantizar su propio triunfo. Un análisis de las páginas de opinión marca como practica una orientación gobiernista, pro USA, militarista y pro establecimiento. Buscan conciliar con la ciudadanía crítica, protagonista de las movilizaciones, con columnas light de animalismo, feminismos, lgbti, ambientalista o pro derechos sin mostrar nunca el lado radical y contrario al poder que tales movimientos tienen. El comienzo del fin Un fenómeno que se ha producido parece ser el anuncio del comienzo del fin: las redes, INTERNET, han provocado algo cuyo alcance aun no lo sabemos: algunos llamados influencers transitan de la red hacia los medios o de los medios a la red atraídos por la relación inagotable entre ambos: red/medios. Los influencers alcanzan a ganar cifras que están muy por encima de lo que gana un columnista de prensa o periodista de televisión. También son tentados por los políticos para hacer parte de su estrategia de ampliación de fans. La característica principal de una gran mayoría de influencers es golpear las emociones como una estrategia para ampliar seguidores y con esto los ingresos. Algunos parecen ser el triunfo de la estupidez, otros la decadencia de la cultura, o la expresión misma de ese tránsito que se está produciendo de columnista de opinión a influencer o youtuber. Pero también el tránsito de periodista ligado a un medio con intereses con el poder a periodista libre que trabaja fuerte por tener su propio espacio, sus propios suscriptores, sus propios lectores. Hay que destacar una diferencia que la red, en sí, no es propiedad de un solo empresario y todavía hoy existe una cierta libertad que abre las puertas del optimismo y también la de peligros poco conocidos. El optimismo nace de la posibilidad de la acción directa, sin mediaciones y con ello de divulgación de información de cada grupo o movimiento y también de realización de campañas diversas que van desde los animalistas, feministas, veganos o ecologistas que dan la sensación de que la red aun es libre. Se produce una extraña percepción de que lo emitido pueda llegar a tener un alcance mayor que el de un medio impreso como El Espectador, El Tiempo o Semana. Y lo tiene. Siempre estuvo claro que la crítica podría ser amplia, pero nunca dirigida de forma directa contra el propietario, o contra los que pagan la pauta publicitaria. Si alguna diferencia existe entre los medios de hace unos años y los actuales es ese giro radical hacia una derecha absurda emparentada con el trumpismo y la mentira, giro que, en nuestro caso, se hizo evidente en la Revista Semana de donde salieron en desbandada los columnistas que garantizaban lectores e imagen democrática a ese medio, produciendo un rechazo de gran parte de sus lectores por la nueva orientación. INTERNET cambió la dinámica y plantea un gran dilema al periodismo libre: participan en el proceso de legitimación de los medios del poder o luchan por hacer de la red un territorio de la comunicación libre, de la ciudadanía. Es realidad que algunos, mujeres y hombres, han encontrado en la red la libertad que los medios le negaron. O para ser más preciso, el espacio de trabajo en donde su oficio puede recuperar la legitimidad perdida en las empresas privadas dedicadas a vender información, opinión y ocio. Se está produciendo un fenómeno muy interesante de ocupación de la red por parte de los periodistas que son expulsados de los medios o que renuncian obligados por la derechización solapada de los medios, ahora empresariales. De la revista Semana saltaron a la red los columnistas que daban a esa publicación el carácter de demócrata: Daniel Coronel, María Jimena Duzán, Daniel Samper Ospina entre otros. Lo hicieron mostrando con claridad que ellos tenían sus propios lectores. Su alcance es grande, su fuerza crítica no ha disminuido y podría decirse que su público ha aumentado. Han alcanzado un nivel de interacción con los lectores que antes no tenían. María Jimena Duzán ex Semana tiene ya en su canal de you tube 311.000 suscriptores, Los Danieles 151.000 mil, Tercer canal con 337.000 suscriptores, Canal 2 113.000, Café Picante 141.000 mil, casi todos han logrado superar las 200.000 vistas en su mayor alcance. La Pulla ligada a El Espectador 1.340.000 suscriptores que en algunos de sus videos ha alcanzado más de 2. 500.000, Juanpis González con 2,100.000 de suscriptores y algunos videos con más de 500, 600 mil vistas. Noticias Uno de la Red Independiente que acudió a la financiación con aportes de la ciudadanía alcanza 1,220.000 de suscriptores en su canal de You Tube Pasamos así mismo de tener dos o tres canales de televisión a más de un centenar, De tener dos o tres noticieros de televisión a escoger entre una gran diversidad en el propio idioma y otro tanto en inglés, francés, italiano o alemán. Sucede lo mismo con la prensa escrita, cientos de periódicos están disponibles en la red con sus titulares sobre el acontecimiento de tu interés. El campo de lectura se ha abierto y puedes elegir que leer, o confrontar la manera como los medios internacionales divulgan la noticia, por ejemplo, de las marchas en Colombia, en Chile, en España, en el mundo. You Tube ya se convirtió en una nueva forma de ver televisión. La dinámica digital crece, la interacción periodista ciudadanía aumenta. ¿Aumenta de este modo la libertad? o ¿solo cambian los mecanismos de control? ¿La manera como el poder quiere ocupar la red, poniendo sus propios límites, producirá un estancamiento de ese camino a la libertad de expresión que se construye? ¿Se puede controlar la publicación de todo el material producido en las marchas por los millones de aprendices de periodistas que transitaron por la calle con ese dispositivo que da poder a la ciudadanía para contarlo todo sin filtros? ¿Es libertad de expresión publicar una noticia de una fuente anónima? ¿Son los medios un tribunal pagado por la publicidad que juzga y castiga de forma paralela al sistema de justicia? ¿Es el mejor periodista el que acumula las pruebas, las divulga, emite juicios y condena? La dinámica de medios, comunicación, redes muestra que la tecnología es un soporte mas para que los medios y los periodistas no solamente creen un mercado de información rentable sino también vendan con éxito que ellos tienen la verdad en sus bolsillos. ¿Podría acaso convertirse el celular en un arma para la nueva guerra: la de la comunicación, es decir, la de la mentira contra la verdad o, ¿la del hecho contra la interpretación del mismo? Esa guerra se produce en el territorio virtual y se hace con palabras, con imágenes, con videos. ¿Es esa guerra es una batalla entre medios empresariales y periodistas libres? o será ¿el proceso de construcción de una inmensa red de periodismo libre que lucha por recuperar el oficio y que podría debilitar al cuarto poder en manos del empresariado y sus intereses? El escenario cambió y también los titulares que orientaban la opinión hacia un grupo empresarial u otro, hacia un político u otra, hacia un tipo de democracia u otro. El fin de los medios tradicionales, su ocaso está cerca. Pero con la red podría suceder lo que sobre la televisión dijo en su momento la actriz Bette Davis: “La televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán.”