domingo, 20 de diciembre de 2015

Tocando a las puertas del cielo,

Otra vez el asunto de la educación irrumpe como objeto de reflexión. Antes se decía que si no cambiabas todo no cambiabas nada. Ese todo, es la educación. Lo sabemos, pero dejarlo en manos de expertos ha sido el drama. Dejarlo en manos de la religion un experimento fallido. En manos de los privados un negocio. En manos del estado un riesgo. 

 

La tecnologia abruma, la television idiotiza, la politica polariza, la droga estupidiza. La educacion libera. Pero una educacion libertaria en donde los seres humanos no se entiendan como competidores, ni como enemigos.

Como metaforas al aire, dejo estos tres colores, que no son una bandera.

Amarillo. Ayer, cuando la luz entraba descuidada y tenue por la ventana de mi habitación, eran las cinco y cuarenta y cinco de la mañana. Dormido no había podido ver el eclipse de luna pero lo soñé. Después lo vi por INTERNET pero, claro, no es lo mismo. De los tres: el real, el virtual y el de los sueños prefiero  este ultimo. Luego entré en esa especie de espacio matutino del dialogo conmigo mismo. Iba y venia en medio de preguntas y respuestas entrecortadas. ¿En que asignatura pondrían los  profesores los dos libros  de Umberto Eco, Historia de la belleza e Historia de la fealdad? Seria un ejercicio de pedagogía docente. Bien, es seguro que en un muy alto porcentaje todos se inclinarían por la asignatura de arte y casi ninguno, pienso que ni siquiera el de historia reclamaría para si, para la cátedra de historia, los dos bellos tomos. Pero ¿que podría suceder si en una aventura de transformación radical la escuela o la universidad decidiera, supongamos que pudiese, hacer de estos dos tomos la base de la cátedra de historia?

Azul ¿En donde quedarían los héroes y las batallas gloriosas? ¿Quien nos podría enseñar las hazañas de nuestros militares? ¿Las largas y pesadas historias de nuestras liberaciones, siempre frustradas? ¿Como hacer realidad la ficción de La Patria? ¿Podría ser cierto que la belleza de la batalla de Boyacá esta en la mezcla del verde intenso del campo boyacense y la sangre de los que allí lucharon? ¿Como percibir la manera en que  la sangre se convierte sobre el pasto en una costra negra? ¿O apreciar el candor de un joven soldado muerto y  abrazado a la bandera de lo que le afirmaron era su patria? ¿Cual seria la discusión entre los intelectuales de los dos bandos sobre la belleza de la sangre de Napoleón o la fealdad de la sangre de Hitler?

Rojo bien ya casi debo salir envuelto en mi propio interrogatorio. Salir a un campo de batalla en donde los soldados no están uniformados. Pero alguien diría con razón, M, el viejo alemán, que nos llevo el  putas, que ganó el hombre unidimensional. Y no se porque pero  estaría seguro de que otros desde esa misma unidimensionalidad jugarían a meterle las jugosas propuestas de los sistémicos: genero, pluralismo, multiculturalidad, vegetarianismos, higienismos y CLARO habríamos creado lo irrefutable: la unidimensionalidad integral y si quieren lo que llaman holístico.

 Delira dirán algunos. Es imbécil dirán otros.

martes, 8 de diciembre de 2015

John Lennon, son ya 35  años de su muerte


Desde 1940, cuando nació en Liverpool a las 6:30 de la tarde, John Lennon había mostrado tener el espíritu del revolucionario y la fragilidad de poeta. El primero lo hacía peligroso, el segundo lo hacía peligrar. Paradojas de la vida, ambos rasgos lo harían morir asesinado 40 años después en New York el lugar que él había elegido para vivir en paz.


Lennon, siempre estuvo consciente de la posibilidad que algo así podría ocurrirle. En 1975 diría:
"Lo que me preocupa es que un día vendrá un estúpido y sabe Dios qué pueda pasarme. Una vez estábamos en Texas durante una gira americana. El avión recibió varios disparos. Puede que fuera un novio celoso u otra cosa. Pero en América nunca se sabe. Siempre con sus pistolas, como una pandilla de cow-boys. Piensan que las pistolas son las extensión de sus brazos".
Y uno de esos cow-boys llamado Mark David Chapman, le dispararía en la espalda 5 balas de calibre 38. Quizá para hacer cumplir a John su último deseo: morir antes que Yoko Ono.

O para confirmar al asesino lo que había escrito el propio Lennon en una de sus canciones, que "la felicidad era como un arma caliente, que cuando la tienes en tus manos y sientes el gatillo en tus dedos sabes muy bien que nadie te puede hacer ningún daño”.
O para contradecir al mismo John, que creyéndose protegido por la felicidad que sentía en ese diciembre de 1980 había firmado un autógrafo a su asesino dos horas antes. Tal vez su asesinato era el testimonio final de una de sus últimas composiciones, la que había dedicado a su hijo Sean y en la cual le decía que la vida era lo que ocurría mientras estabas ocupado haciendo otros planes.
Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único.
Siempre lo había dicho, que era un soñador; aquel niño que se creía diferente, aquel joven que no quería ser manipulado o aquel hombre que quería lograr la libertad a toda costa. Su espíritu crítico se manifestaba constantemente, su sentido del humor y su postura irónica y contestataria se reflejaba en su música y en sus actos, muchos de ellos generadores de polémicas mundiales.
En una ocasión la tradicional sociedad inglesa se consternó, cuando en 1963 ante la presencia de la Reina madre, dijo en una de sus presentaciones: "En el próximo número quiero que todos permanezcáis juntos. Que aplaudan los que están en las localidades baratas, los demás pueden hacer sonar sus joyas".
En otra ocasión, el mundo católico se estremeció cuando afirmó que eran más populares que Cristo y  unos años después la conservadora Europa no vio con buenos ojos que en 1969 estableciera en el Hotel Hiltón de Ámsterdam la Cama de la Paz. En aquella ocasión dio junto con Yoko una rueda de prensa en pijama, para frustración de los periodistas que pensaban que iban a verlos hacer el amor en público. Fue un acto de crítica al poder contra el cual siempre había luchado y considerado como el manipulador número uno. "Es un asesino despreocupado y le tiene sin cuidado que los estudiantes o el Black Power sean asesinados. Disfruta con ello. Y si el conejo se aleja unos cuantos kilómetros, no importa, lo cogerán". John tenía claro que el hombre no podría ser libre mientras permanecieran las instituciones impuestas por el sistema.

 La alternativa era, o cambiar radicalmente esas instituciones (la familia, la propiedad, la democracia) o abolirlas, como en el caso de la guerra. La lucha era contra el poder que quería mantenerlas intactas. Para él "la causa de los negros no era diferente de la de los judíos, ni la de del comunismo. Es el mismo juego".
En la concepción de Lennon la historia había mostrado que era un proceso de destrucción y construcción y que la manera de mantener lo que hubiese construido era por la fuerza. Se negaba a aceptar que esa fuera la única forma de sociedad. Al poder -decía- le gusta infiltrar juegos de guerra y quieren hacer pensar que la única vía es la violencia y agregaba "durante dos millones de años hemos tenido violencia de manera que, ¿qué error puede haber en ensayar la paz para cambiar?".
Musicalmente Lennon era consecuente con su forma de pensar. Desde un principio las letras de sus canciones mostraban esas preocupaciones y su crítica era en múltiples sentidos.
En Strawberry Fields Forever (1967) por ejemplo, y a manera de provocación decía "vivir es fácil con los ojos cerrados. Distorsionándolo todo". Así fue como expresó lo que sentía de mucha gente que lo rodeaba. De gente cuya preocupación era el dinero o la fama. Aún después de haber logrado ser millonario en muy poco tiempo y bastante joven sus raíces parecían inamovibles.
En 1969 compone "Give peace a chance" y en 1971 "Imagine", dos canciones en las cuales expresa su principal reto: lucha contra la guerra.
Imaginen que no hay cielos, Es fácil si lo intentan, Que no hay infiernos, abajo Y sobre nosotros sólo el cielo, Imaginen que no hay países, Es muy difícil hacerlo, Que no haya nada por lo que valga, La pena matar o morir Que no hay religiones, Imaginen a todos los pueblos, Viviendo la vida en paz Puedes decir que soy un Soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te nos unas, Y así el mundo será uno. Imaginen que no hay propiedades, Me pregunto si puedes hacerlo. Imaginen a todos los pueblos, Compartiendo el mundo, Espero que algún día te nos unas y así el mundo será uno
Así como la paz fue una de sus obsesiones, su escepticismo lo hacía pensar que ni las ideologías tradicionales, ni los héroes o dioses pasados podían ser una solución. En su canción "God" lo expresaba:
No creo en Cristo No creo en Hitler No creo en Kennedy No creo en Beatles No creo en Yoga No creo en Elvis Solo creo en mí Yoko y yo El sueño se acabó Que puedo decir Ayer yo era un soñador Ahora he vuelto a nacer el sueño se acabó.
Un luchador de grandes causas (las mujeres, los trabajadores, la paz, el medio ambiente), todas ellas fueron objeto de sus canciones. Muchas desconocidas para el gran público de ese entonces y que podrían ser por las cuales John Lennon logró ser uno de esos mitos de la época. The Working Class Hero, Insolation o The Woman is the Nigger of the World, son poemas en el mas bello sentido de la palabra. Ni canción protesta, ni canción panfletaria. Poesía dura y pura contra todo aquello que huela a injusticia, violencia o poder.
Canciones con el sello particular: la estética al servicio de las causas perdidas, la belleza utilizada para seducir al hombre hacia sus compromisos olvidados, la honestidad como una forma de vida, la alucinación como manera de encuentro consigo mismo.
La crítica de Lennon alcanzaba a los Beatles, exponía "Grandes y jodidos bastardos, eso es lo que éramos los Beatles, el hecho es que para hacértelo bien tienes que ser un bastardo y los Beatles en ese entonces éramos los bastardos más grandes de la historia".
Eran sus afirmaciones para destruir un mito que él nunca compartió. Su separación de los Beatles, era una decisión que le permitiría alejarse de ese mundo que ya conocido, no significaba nada. Sobre otro mito, los años sesenta, afirmaba que "habían mostrado las posibilidades y responsabilidades que todos teníamos. No fueron una respuesta. Nos dieron un destello de posibilidades".
Paco Ibáñez, otro juglar, en su último concierto en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán de Bogotá dijo: "La revolución la piensan los locos, la hacen los valientes y la aprovechan los mediocres". 
 
 
 
 

domingo, 6 de diciembre de 2015

Mensaje en la botella





















Guillermo Solarte Lindo*

No eran más de las siete de la mañana. Hacía frío. Caminaba a paso lento y por instantes pensé que no podría subir la ligera inclinación que me llevaría hasta lo que hace cerca de 40 años fue la Ciudad de Hierro del Parque Nacional. Me detuve en el mapa de Colombia y recordé por segundos mi sorpresa infantil cuando lo vi por primera vez, tenía doce años y mirándolo sentí que Colombia existía, que no era una mentira de los libros de historia.
Los puestos de frutas empezaban a abrir. El olor a naranjas me hizo volver de nuevo al pasado. Las cáscaras que estaban tiradas en el piso eran las mismas que los soldados de la preguerra pelaban delante de sus novias. El olor del soldado de aquella época era naranjal. Despejé la mente de recuerdos y caminé hacia el Rio Arzobispo. Lo vi descender lleno de ilusiones, transparente, límpido. Raudo y sin tropiezos arrastraba hacia Teusaquillo algo de los cerros.

En uno de los meandros estaba ella. Recostada sobre  una cuna de hojas humedecidas mostraba la cabeza. Tenía medio cuerpo afuera y el otro sumergido en las frías aguas recién bajadas del páramo. Su cuerpo, siendo pequeño, rompía el río en dos corrientes bien dispares. Eso fue lo que atrajo mi mirada y lo que provocó mi acercamiento y mi curiosidad. Descendí hasta la orilla, despacio, con algún temor que aceleraba los latidos del corazón. Puse el pie derecho en una pequeña piedra que estaba muy cerca de ella y me incliné, estiré la mano derecha y la toqué, estaba fría, helada, no sabía cuántos años podría tener pero la primera sensación fue que tendría unos 20 años.


El corcho con la que había sido taponada estaba roto y la humedad había hecho crecer musgo de un verde intenso en casi todo el cuerpo. Después de varios intentos, que hice con mucho cuidado para que no se rompiera, logré sacarla. La miré detenidamente y fui de nuevo a la orilla del río y la lavé. Le quite  el musgo y alguna hoja que, aferrada a su cuerpo, no permitía ver lo que había en su interior. Había en su interior un papel que a primera vista estaba bien conservado. Empujé el corcho y después de una larga batalla logré que fuera hacia el fondo. La incliné boca abajo y saque el papel que estaba intacto. Lo leí:

Por la ciudad libre de Chapinero
Chapinero 1968
Busquemos hasta encontrarlos nuevos dioses, diosas, musas, ninfas. Creemos nuevos relatos y leyendas sin héroes, sin paraísos perdidos. Sin tierras prometidas, sin discursos. Lleguemos a narraciones propias y sin historiadores oficiales. Desnudando nuestro Eros escondido en los medios de comunicación y los lenguajes publicitarios. Abramos las puertas cerradas por la razón sacralizada. Por la verdad publicada. En contra del lenguaje del viceversa, del esto o todo lo contrario. Del centro político que vende como cierta la idea de que allí cabemos todos. De la trampa política de la ciudadanía. Las letanías de los líderes que ocultan en medio de hipocresías y suaves canciones el debacle del sistema democrático.
Los políticos que usan las campañas como espejos de marras: para atraer incautos hacia ese centro que no existe pero se traga todo. Hasta la ultima de las izquierdas ingenuas. Más pola y menos polo. El centro es agujero negro y glotón de aquellos que pensando en el poder caen como narciso en la fuente engañosa de las realizaciones y los logros. Del éxito electoral. Promovamos la creación de fuerzas contrarias, de pensares al revés y del nado del salmón que mas que una propuesta es un sentido de vida. Evitemos las propuestas. Esa es una tarea que nos imponen los optimistas moderados. Desde el norte.
Deslicémonos en silencio en nuestros propios laberintos. Cabalguemos de la mano de los poetas y pintores por paisajes iluminados por la pasión. Antes que reunirnos unámonos. Antes que hablar cantemos. Antes que hacer soñemos. Antes que soñar vivamos. Antes que dormir despertemos. Sin despertadores, sin horas puntuales, sin darle cuerda al reloj. Volvamos al cantar del gallo. Al mensaje en las botellas. A las teas olorosas de neme. Al sembrado citadino de árboles frutales. Al  trabajo sin salario. La tierra para el que no la trabaje, el cielo para los pecadores. Repartamos varitas mágicas en todas las escuelas públicas, a los niños, no a los profesores. No queremos  ser mascotas del poder. No queremos más canciones de cunas publicadas en los titulares de las prensas.
Montemos salas de cirugía pública a corazón abierto. Creemos sitios sagrados para la complicidad, la mutualidad y la amistad. Camas de agua para los desleales. Los ladrones de confianza y los usurpadores. Máquinas de vapor para todos aquellos que se quieren montar al tren, al barco, a la cama, a la cicla, al zepelín que va en dirección contraria. No queremos mas ciclorrutas ahora queremos ciclas para todos y todas. No queremos mas parques ahora queremos emisoras, salarios de desempleo. No queremos más ejércitos, queremos sillas mecedoras en la puerta de la calle. No queremos mas medios de comunicación queremos más comunicación.
Tampoco queremos más impuestos. Promovemos la insumisión impositiva. Nos declaramos insumisos a todos los guerreros y a todos los imperios. Sobre todo al de las razones de Estado. Por un Estado de izquierdo. Porque las luces de la vida inunden de alegría las caras de los niños y las niñas de la calle. Rompamos las cadenas de la moral y la prudencia. Más valen los cien pájaros volando que uno en la mano. No nos engañan. Usemos la punta de la lengua para decir el secreto que guardamos. La punta de los pies para no despertar la malicia. El dedo meñique para mostrar las ganas. Construyamos una escalera al cielo. Una muy chiquita para no llegar nunca.
Fernando López García.
Nunca había escuchado ese nombre a pesar de lo común. Tenía amigos de nombre Fernando, otros tantos de apellido López y García. No supe nunca si era un seudónimo. Tomé la botella e introduje de nuevo el mensaje y la coloqué, ya sin tapa, en el sitio donde la había encontrado. Me alejé . Subí a paso lento hasta la Ciudad de Hierro y quedé dormido.