jueves, 22 de septiembre de 2016

Cronica del hastío, razones para el sí




 Bajo banderas ni la negra

Camino del occidente al oriente. Enfrente, los cerros bogotanos muestran el esplendor de todos los verdes y también las oscuras sombras  de las nubes que el sol proyecta sobre ellos. Es fuerte la luminosidad de esta ciudad de las sombras, pensé

 Eran más o menos las once de la mañana cuando desde La Soledad caminábamos hacia la multitud.  20 grados centígrados. Había sido un amanecer helado.  Cargo en mi memoria la imagen del primer hecho violento que viví, no tenia mas de cinco años: era una noche de agosto de 1956, escuché un fuerte estallido. Cerca habían explotado no sé cuántos camiones de dinamita. Habían volado no se cuantas cuadras a la redonda y matado unas 4000 personas. Estaba en Cali, vivía en el barrio Centenario y todavía no había caído el dictador gurropin, el abuelo de los Moreno. Se abrieron todas las puertas y ventanas de una casa vieja en donde vivíamos y Emilio, un ayudante que tenía mi mama salió gritando: san Emilio, san Emilio el fin del mundo. Al día siguiente decían que se encontraban dedos y pedazos de cuerpos humanos a muchas cuadras de distancia. Ese es el primer recuerdo cierto que tengo de la violencia en este país y siempre aparece como un fantasma en mi mente

A la altura de la carrera 18 con avenida 39  se veían  las primeras camisetas blancas que anunciaban que la marcha había creado un primer efecto: un gran despliegue de venta callejera, pitos blancos, banderas tricolores,  blancas y alguna negra, bajo banderas ni la negra, decían los anarquistas españoles que intentaron  subir la cima imposible de la libertad. Camisetas con todo tipo de consignas mostraban que la cosa seria amplia, diversa, plural. Esa fue mi primera sensación. Luisa, Jasón  y Ámbar me acompañaban.

Mientras nos organizamos pienso  en los debates que tuve los días anteriores. En las preguntas que se hicieron. En las respuestas que se encontraron: ¿quien esta detrás de la marcha? ¿Es cierto que es una confabulación orientada desde el estado? ¿Dígame porque no se marcha contra los paramilitares? ¿Nos están manipulando? ¡Los medios manipulan a la gente y ellos están en alianza con el poder! ¡Se esta dejando manipular, si va a la marcha usted es cómplice! ¡Los que la convocan son títeres del gobierno!, ¡Yo no marcho al lado de Uribe! ¡Los Estados Unidos están detrás de la marcha!  

Todo el despliegue mediático dado a la convocatoria nos hacia tener prudencia. Colombia  pasa por una etapa de su historia en la que lo más peligroso es el silencio. O el ruido nacido de los extremismos. La condescendencia con cualquier violencia abre las puertas giratorias de la muerte.  Es seguro que SOHO sacara alguna de sus crónicas de cómo vio la marcha un cojo, o un ciego, o un pobre o un rico.  Abro la cartera y anoto: los pacifistas deben caminar nunca marchar. Guardo el papel.
Escucho a lo lejos la mejor versión de  I Will Survive cantada por Calamaro. Algunos de mis cercanos intelectuales dirán que la vida esta hecha de estos ritornelos que refrescan la memoria y animan la vida.

Avanzo en medio de gritos y de diálogos ocultos, de opiniones susurradas. La imagen de la guerra de Bosnia me llega y encandila mi tranquilidad: el corazón de un niño esta atravesado por una bayoneta y es alzado como trofeo de guerra. Esa imagen me lleva a la conversación que tuve con un joven del Sur de Bolívar hace unos años, me contó, en medio de lagrimas que una tarde iban en grupo a jugar al fútbol, se acercaron y en distintos puntos del potrero vieron unos palitos clavados que les llamaron la atención, corrieron para llegar todos de primeros, removieron los palitos y enterradas, a pocos centímetros,  había unos pequeños paquetes de plástico, los abrieron, eran diminutos trozos de carne humana. Trozos de seres que habían sido mutilados para no ser reconocidos.  Sus lágrimas no habían parado de correr desde ese entonces. Su dolor no lo dejaba libre.

Subía por la calle 40 La gente de Mockus que  vestía de negro cerca de su sede. La vida es sagrada estaba estampada en sus pancartas y camisetas. Pensé que, en un mar de blancos, el negro elegido por el ex alcalde creaba visibilidad. Otra estrategia. Tambien pensé que lo sagrado era la muerte.

Un poco mas adelante un guardaespaldas me empuja ligeramente, lo miré: me dijo viene el presidente, pensé que era Uribe pero no, era Gaviria, el cesar que vestía de blanco, recorde la Catedral de Pablo Escobar. estaba rodeado de algunos miembros de su partido, dejaba ver  una sonrisa amplia. En ese instante tuve la primera aparición de Jaime Garzón: imitaba el sonido chillón y agudo de su risa. El guardaespaldas creaba con su brazo una distancia grosera, Me alejé. Estábamos haciendo un documental sobre la marcha. Esa era nuestra misión.

Hombres, mujeres, niños muestran  la alegría de un carnaval y la seriedad de un gran sepelio: No se puede olvidar lo inolvidable ni perdonar lo imperdonable. Mi mente vagó por la injusticia y el recuerdo. Mi memoria fue ocupada por un pueblo lejano y tantas veces olvidado: San José de Apartado, la muerte de gente inocente y pacifista, de mujeres obligadas a huir con los niños en brazos. De ese Sur de Bolívar azotado por la violencia y olvidado por la urbe. Del dolor que se siembra en el campo y llena la ciudad de desterrados, de especialistas en violencia, de noticias de países lejanos que están al lado nuestro. De medios que viven de la sangre, del hambre, del destierro.

De los debates sobre el número de desplazados: que son tres millones, dicen unos,  que son cuatro millones, que son siete, dicen otros,  como si se hubiesen perdido un millón de personas. Una ciudad del tamaño de Medellín desterrada, buscando patria en tierra ajena.  Otras 4 millones de razones para marchar, cuatro millones de personas con cedula pero sin ciudadanía.

Las bombas narcos de ochentas y noventas estallaban a lo lejos. La del Centro 93, la del barrio Quirigua, el edificio del DAS eran anuncios de esa perversa y cruel alianza entre dinero ilegal y política que se fue tejiendo lenta pero segura y que, como las redes de trafico, cubrió cada rincón de la política, cada rincón de la economía, cada rincón de la vida. Ya se sentía y sabía que el camino de la guerra seria cruel y sanguinario. Pero hubo silencio.

Tan solo un lustro  hace que pusieron la bomba en el Club el Nogal, han pasado cinco años y las cosas siguen igual. Un asesinato pensado con toda la sevicia inhumana posible. Paso a paso. Lentamente para no ser atrapados. Entrenado el asesino para no fallar y el argumento in humano, torpe y brutal desplegado por algunos para justificar esa crueldad que ningún animal tiene y que no alcanza a desarrollar ni aun en su mas extrema situación de hambre o de acoso o de peligro.

Aeiou al conflicto no me metas tu  gritaba la pancarta de unos marchantes que recordaba la tragedia de millares de niños militarizados a la fuerza y de forma prematura metidos a soldados, a jugar a una guerra cruel y sin sentido. Pensé en Sibius el poeta asesinado, siete tiros en la espalda, en Granada, Meta, otro poeta, de los grandes, había sido asesinado por los fascistas de franco, en una Granada distante, lejana, García Lorca,  de Sibius recuerdo,  los niños tristes de las frutas. La poesía peligrosa, la palabra arma letal para los violentos.

La urbe asaltada por la ciudadanía adquiría sentido. La calle vacía, mil veces vacía es dramática, silenciosa esconde todas las complicidades necesarias para la guerra. Los teóricos de la guerra nuestra  la suelen caracterizar para decir si es o no una guerra. Otros la viven como tal: Su casa se convirtió hace rato en trinchera o fosa. Su sabana en un gigantesco pañuelo. Sus pequeños hijos en soldados.
 El calor me confunde y por instantes, mí mente lucha contra la política: la guerrilla es una anacronìa política, delincuencial y los paramilitares la peor de las soluciones. La sangre corre como río en medio del desierto de acciones claramente pacifistas. Los amigos, algunos de lo que llaman izquierda se atrincheran en argumentos en contra de lo que llaman derecha mientras los amigos de derecha les disparan balas de salva, palabras que les permiten estar vivos. Son casi todos intelectuales.  El taxista de la noche anterior me había dicho: que tal que pongan un bombazo. Se me encogió el corazón de solo oírlo.

Avanzamos por la séptima, caminamos rápido unas cuadras, el sol sabanero cada vez mas fuerte reseca la piel de la cara, le gente se va cerrando en una embudo que hace mas difícil caminar;  el teatro Jorge Eliécer Gaitán obliga a la memoria, empuja los recuerdos al asesinato del caudillo liberal sucedido  diez calles al sur, "El pueblo es superior a sus dirigentes". Solía decir y los tiempos han cambiado, la ciudadanía es también superior a sus intelectuales, a sus periodistas, a sus medios, a sus partidos. Un hombre pequeño y de tez oscura me trae su imagen al presente y con ella la necesitada Oración por la Paz aparece como un murmullo que quisiera que todos entonaran. Pocos la conocen, es vertiginosa la carrera hacia el olvido de lo que sucedió hace nada. El centro Gaitan abandonado unas cuadras abajo, en la calle 42 es una exacta medida del olvido y de la torpeza de quienes han encontrado argumentos para no culminar su edificación. Los políticos de izquierda, que gobernaron la ciudad y que sin Gaitán hubieran sido nada, pasan por el edificio en ruinas y miran para otro lado, cumplen su deber moral diciéndote: hay que tener memoria.

Mi voz salía de un altavoz imaginario que tenia en mi mano derecha y repetía, a los caminantes que iban  hacia la Plaza de Bolívar las palabras de Gaitán: …si esta manifestación sucede es porque hay algo grave y no por triviales razones  que el decía al referirse a otra de las tantas manifestaciones del pueblo, en esa época en que dicen se partió la historia de este país en dos.

Gente de todos los rincones camina con pequeñas banderitas blancas en sus manos, gente  mamada, agotada de la barbarie y crueldad de la FARC, de la crueldad del secuestro, de la barbarie paramilitar, de la infinidad de masacres que no son muestra de lo que somos sino de lo que son quienes tienen algún poder sea legal o ilegal. No somos todos, son ellos. Existe un uso manipulador del plural, ese plural que nos condena a todos por unos pocos.  Los dilemas falsos construidos para crear bandos y bandas criminales. La insulsa verborrea del si no estas conmigo estas contra mi.

Los teóricos de la política y los políticos profesionales suelen diferenciar el dolor de unos y otros haciendo de cada victima una bandera y ondeándola a favor de sus votos, de su imagen. El dolor de familiares convertido en bandera por oportunistas.

La gente que sube por la calle 19 avanza, los miro detenidamente, trato de entender y pienso que no están buscando un líder o Mesías que los aglutine o les mienta, buscan la paz de un país que se mamó de todo lo que tenga que ver con esa guerra soterrada, con esa guerra oscura que ha matado a tantos. Con esa guerra alimentada por intereses ilegales y económicos y camuflada con banderas de patriotismo y bolivarianismos hipócritas.

A la altura de la carrera séptima con calle 19  vino a mi mente la marcha por la muerte de Jaime Garzón, por su asesinato. Aquí uno no se muere, lo matan. Nadie sabe quien y todos sabemos quienes. Pienso en los medios de comunicación  y el supuesto, el uso del supuesto que ha servido para relativizar las culpas. Los supuestos asesinos de Garzón, los supuestos asesinos de Antequera, los supuestos asesinos de Jaime Pardo, los supuestos asesinos de Alvaro Gómez, los supuestos asesinos de Luís Carlos Galán, los supuestos asesinos de Low Murtra, los supuestos asesinos de Cepeda, los supuestos asesinos de Lara Bonilla, los supuestos asesinos de tantos . Los supuestos son inocentes hasta que le prueben lo contrario y todos somos candidatos a victimas hasta que encuentren los culpables. Ética de una justicia del supuesto: las victimas silenciadas y condenadas por ser victimas. Los supuestos desaparecidos, los supuestos desterrados, los supuestos paramilitares, los supuestos corruptos, los supuestos delincuentes.  

Hace nada, menos de seis meses, estaba en casa de una hermana, reíamos pensando en celebrar su cumpleaños.  Suena el teléfono de Ana. Ella se queda silenciosa. No, no, no le oigo decir. Me pasa el teléfono en el otro lado de la línea oigo a su hermana: mataron a Elton. No puede ser le digo, si me confirma. Esta en la clínica, murió de varios tiros. Elton era un joven bello de origen ingles que había venido a vivir con su mama en Bogota.  Vivía de restaurar  y exportar  viejas rocolas.  Le dijo, a un animal que salía de orinal del lugar donde tomaba una cerveza, con cierto humor inglés ¿Te lavaste las manos? la gente rió. Pasaron unos minutos el monstruo  volvió con un revolver en la mano y lo mato. Varios tiros acabaron con un niño que empezaba a entender lo difícil que es esta tierra. Lo mataron por su incomprendido sentido del humor.  Nadie  sabe donde esta el macabro personaje salido del peor de los infiernos. Nadie da razón de él. Nadie se atreve a decir nada. Solo el silencio, no cómplice como suelen decir, sino el silencio del terror que nos carcome el alma. He oído decir que si nadie acusa al asesino nadie puede meterlo en la cárcel. Así es la ley que nutre la injusticia y la impunidad.

Todavía  mi memoria estaba salpicada de las discusiones que tuve con amigos sobre el dilema de ir o no ir, marchar o no marchar y las razones para hacerlo. Vivo mi propia tensión. Mis contradicciones alimentan mi entusiasmo y camino espontáneamente en medio de bogotanos, el roce con la gente me hace sentir  más vivo. El entusiasmo de la gente me hace decirle a Ámbar: Necesitamos salir a la calle, rozarnos, cambiar radicalmente a esa democracia metida en una urna por la expresión directa. Ya estamos listos. Que vengan las marchas que los que están en el poder legal e ilegal sientan que se acabó el silencio.
La larga frase se pierde en el ruido y ella me dice después de mirarme: ¡que, que! No lo repito y le respondo. No… nada.  

Ella sigue, con su cámara, la espalda de un grupo grande de caminantes que en su camiseta tienen un extraño: Colombia soy yo  ella levanta la cámara y filma dos muñecos que vestidos de militar representan al Mono Jojoy y a Manuel Marulanda encadenados. Alcanzo a entender que secuestrados por ellos mismos pero no, me dicen que están capturados y son paseados como símbolo de su derrota. Hay optimismo en quien  lo dice.

Camina muy cerca de nosotros  un personaje disfrazado de guerrillero, con traje de camuflaje que aprieta en su mano una cadena de la que lleva amarrada una escuálida mujer. Camina por la séptima. Ella parece no querer hacerlo y él la arrastra al tiempo que la muestra como un trofeo. La escena toma carácter carnavalesco y mete al que marcha en el mundo del humor y la ironiza la gente sonríe. No hay voces de insulto o de aquellos radicalismos que hagan temer que esto se pueda despelotar.

 Un grupo, a mano izquierda de la calzada,  sostiene otro cartel: los guerrilleros detenidos de las FARC exigimos: la libertad incondicional para todos los secuestrados. Manos por la paz me cuesta trabajo entender el mensaje. Vuelo y lo leo.

Las miradas se cruzan en complicidades creadas por necesidades, razones, luchas distintas. Orígenes distintos.  Las banderas marcadas con consignas también daban muestra de lo que algunos querían: no mas secuestros, no mas FARC, no mas mentiras una bandera ondeada también por algunos que desde el poder mienten y que hacen pensar que solo mienten los otros.

En la carrera séptima un grupo tenia estampada un ¡adelante presidente!  En sus camisetas negras mostraba beligerancia, gritaban consignas que no tenían eco en la manifestación, otro grupo liderado por el promotor de la  reelección intentaba mostrar que la marcha les pertenecía. Su voracidad casi caníbal quería tragarse una marcha que no deseaba tener ese final político. Allí caminaron perdidos, como estaban, en medio de la indiferencia de muchos y su propio oportunismo. La marcha se tragó el oportunismo de muchos y el escepticismo de otros.

La mentira, que ocupa un lugar preciso en esta guerra, esta referenciada en  las banderas que alcanzo divisar. La frase: no mas mentiras esta en el color rojo, ella es la que fabrica los ríos de sangre. Otra bandera que  remplazaba los letreros era levantada por una mujer: no más amarillismo, en el amarillo, no más fascismo en el azul y no más dolor en el rojo.  ¿Quien miente? ¿Por qué mienten?

Los columnistas de prensa habían llenado los diarios con opiniones a favor o en contra. La marcha no generó solo movilización sino tambien opinión. Eso, mas allá de cualquier situación mediática, es sano. Hablar aunque sea a gritos es mejor que disparar un arma de balines. Las palabras finales del articulo de Antonio Caballero me insultaban: yo también me uno al rebaño y les aconsejo a mis lectores: marchen, o no marchen. Da igual.  Algo de pasotismo ibérico. Tantas veces el énfasis haciéndose pasar por libertario

Mucho antes que el fantasma del unanimismo la contundencia de la unanimidad dominó cada uno de los espacios de la marcha. Las marchas también son lo que uno lleva en el alma.  No entenderlo así me hizo pensar, mirando un abandera blanca que descendía de un edificio, en la canción de Lennon: vivir es más fácil con los ojos cerrados.

La libertad de ir o quedarse, de caminar o no, no puede estar limitada por los argumentos o la locuacidad de unos. Tampoco por la persistencia mediática para meterte en los noticieros, en las columnas. Veo gente del Polo que camina hacia la Plaza de Bolívar. Su lugar de encuentro. Escucho como murmullo las discusiones del Polo sobre la marcha y sobre la marcha siento que se han diluido en la multitud. No se quiere entender que además del valor de marchar esta también el valor de no hacerlo. La razón para no hacerlo debe ser más fuerte que la de quedarse. También la responsabilidad. La gente no puede dejarse arrinconar ni por el gobierno, ni por los medios, ni por las armas, ni por el comité central.

La voz de la gente y el murmullo se escuchaba como un zumbido, como el vuelo del abejorro que llena de advertencia al que va a ser despertado de su letargo, de su silencio de su quietud. El país silenciado por las violencias múltiples zumbaba para ser oído. Esto sin lugar a dudas no es una serpiente grande y blanca manipulada. Tampoco las animas benditas del purgatorio que empujan a la ignorante plebe a ser juguete de su propio destino. Y aunque algunos se disgusten: no es el surgimiento de las milicias nazis camufladas de blanco.  Como tampoco será la marcha del 6 de marzo la del apoyo a la guerrilla o la de la benevolencia con los secuestros o la aceptación de este.

El pitazo de una niña cargada en hombros por su madre  me despertó a la realidad de un cántico: Colombia unida jamás será vencida y al paso de dos muchachos de pelo largo que portaban una bandera negra cada uno: en una No mas FARC en la otra No mas Uribe. Ninguno creaba rechazo, ninguno ofendía al otro, ni el cántico ni el letrero,  y ambos siguieron su camino a la Plaza de Bolívar en donde estaba el otro polo de la manifestación. Me llegue a engañar al pensar que podría haber tensiones entre aquello que llaman la derecha y aquello que llaman la izquierda. No fue así.  Solo algunos grupos en medio de su propia euforia gritaban consignas contra el Polo, contra Uribe, contra Chávez.

Ni uno ni otro estaban en la tónica de la confrontación. Había cierto espíritu pacifista que convertía en salvaje cualquier agresión. ¡Que ingenuo es Guillermo!, dirán los amigos ante esta afirmación Algunos pocos, siempre minorías, gritaban insultos que se perdían en el aire, en el pavimento y que no fueron acogidos por la ninfa Eco para ser escuchados en esa Colombia que ayer no existió. La Colombia violenta que nos vendieron en todas las esquinas los violentos de todas las tendencias y de todos los cuños. Aquellos que sienten que las armas son el único camino. No al armamentismo estaba escrito en un pequeño papel de una joven hermosa cuya sonrisa podría desarmar a cualquiera. Mi mente confusa rió al recordar la frase de Jaime Garzón: no más intermediarios, Miguel  Rodriguez a la presidencia

La ciudadanía mostraba caminando y  con gestos precisos la madurez y tolerancia de las distintas expresiones que iban llenando las calles.  Parecía una advertencia de la multitud: Nadie podría políticamente intentar apropiarse de los ideales del colectivo a no ser que siguiera a la multitud. Líder es aquel que sigue a la multitud, fue frase de una época. No el que la manipula. Nadie podría opacar con discursos lo que la calle decía, como tampoco podría arriarse una sola bandera, una sola consigna o un solo objetivo. Dominaba la imagen de rechazo hacia las FARC pero no era lo único: tambien el acuerdo humanitario, la liberación de todos los secuestrados, el cese a la violencia o el rechazo a la ingerencia de Chávez en la vida del país fueron objeto de letreros en camisetas, pancartas y pasacalles, de banderas, de gorros.

La marcha era también expresión de consignas múltiples y cánticos que daban a la ciudad una imagen locuaz contra la violencia, contra la guerra, contra le secuestro, contra la barbarie. La voz andante de una ciudadanía que surgía de la virtualidad de una propuesta nacida en la madre de todas las redes: Internet.
Todavía algunos discuten el significado de ciberpolitica y se empantanan al intentar dilucidar la fuerza de la Web. De los encuentros de la palabra digital, de los espacios de comunicación continuos y sin costo. La comunicación  transformada en política es ejemplo de lo que es esta última al día de hoy. La marcha es así tambien una hija de la ciberpolitica. Del ejercicio de la ciudadanía desde la red y de la capacidad y versatilidad de esta para lograr con poco lo que por otros medios cuesta mucho. Pero para ser pacifista es necesario tener algo de ingenuo y nada de torpe: todas las marchas serán objetivo político de los oportunistas. Esta lo fue y a ella se metieron aquellos que pensaban que ganarían dividendos. Pero eso lo sabemos todos.

Difiero, le decía  a Héctor, de aquellos que piensan que el pueblo es conducido al patíbulo  por su ignorancia. Es una osadía cultural pensar que el pueblo es ignorante o que los medios de comunicación son tan poderosos que hacen del pobre un ciego. Las comunidades colombianas han sido no solo engañadas sino también desterradas, masacradas, violadas en ese conflicto miserable que dicen no existe.  Decía” una cosa es la marcha o las marchas urbanas y otras la vida rural en algunos territorios en donde existen dictaduras militares de izquierda y derecha”

Pero también las marchas han sido a lo largo de la historia de las democracias, no una acción aislada, sino la muestra de madurez de una sociedad que no se deja relegar por el voto como única expresión de la ciudadanía. En el trasfondo existe la seguridad de que solo los políticos que entienden que la democracia no solo es electoral podrían comprender el significado de salir a la calle, hacerlo de forma pacifica y sin ser intimidados por nadie. La política inteligente es aquella que abre las puertas de partidos a la ciudadanía y recoge de ella toda la presión necesaria para cambiar lo que es urgente cambiar, para producir la reformas necesarias y para hacer valer por encima de lo estrictamente demagógico la voz del pueblo para unos, de la patria para otros o de los ciudadanos para los demás.

Llegamos a la plaza de Bolívar después de dar un rodeo por la carrera sexta. Bajamos por la calle 11. Ya la entrada era difícil. El embudo se había cerrado completamente. A pequeños empujones nos metimos. Subimos algunas de las escalinatas de la catedral para tener una panorámica total. La plaza esta llena. En el centro, justo en el centro alcanzaba a ver un letrero del Polo Democrático. Allí había sido convocada la concentración por sus dirigentes. Allí justo en el centro de la Plaza y al pie de Bolívar supuse estarían algunos de sus dirigentes. No alcance a ver a nadie. No alcanzamos a llegar a al sitio para hacerles la pregunta que estábamos haciendo para el documental: ¿por qué marchan? le habíamos estado preguntando a la gente. En este caso la pregunta hubiera sido ¿porque no marchan? No pudimos. La gente empujaba. Millares intentado entrar y otros tanto intentando salir. Ámbar, Luisa Y Jasón estaban perdidos en la multitud.

Inicie mi salida al vaivén de los empujones. La memoria del Palacio de Justicia me obligó a leer la frase que esta en la parte superior de la fachada del edificio. Las armas nos dieron la independencia las leyes nos darán la libertad. La gente presiona su salida. No nos movemos y la asfixia inicia la producción de angustia.  La alegría y decencia de los que están allí tranquiliza.  Me toca quedarme inmóvil. La brisa o el aire no corren. El agua que llevo esta caliente. Resbalo y estoy a punto de caer. La presión de los otros cuerpos lo impide. No se oyen arengas. Solo el rumor de la multitud. Cierro los ojos y apoyado en los demás intento descansar. El cielo esta completamente azul.

Salto por encima de los demás y con la mano izquierda alzada imagino un cartel inmenso que dice que el seis de marzo habrá otra marcha, la marcha en homenaje a las victimas del paramilitarismo, del destierro.  Brinco y caigo sobre un letrero escrito en el piso: Gaviria presidente. Polo. Veo los millares de ladrillos marcados con los nombres de desparecidos, de asesinados. Veo un ejemplar  del libro de Maria Mercedes Carranza, con poemas nacidos en las masacres de pueblos nuestros. Apenas conocidos por los ciudadanos. Poemas escritos con el dolor de ella, que sería después suicida. Una pantalla gigantesca al caer la tarde proyecta la excavación de fosas comunes. La plaza que hacia nada había estado vestida de blanco se va vistiendo de negro.

La memoria encuentra imágenes de un performance que hicimos: morir en la plaza, con el apoyo del teatro acto latino: en ese entonces, caminamos por la carrera 7 desde el punto en donde fue asesinado Gaitán, hicimos un circulo en la mitad de la plaza y caímos muertos y con sangre al estruendo de las bomba de helio  que estallamos.

 La noche inmarcesible.  Los hijos, hermanos y padres de las victimas ondean una gran bandera de la tristeza. La madre de todas las impunidades camina rodeada de guardaespaldas, sale del capitolio hacia el palacio de justicia. Todavía arde. 

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