viernes, 21 de octubre de 2016

Crisis política y futuro de la paz.



Este escrito nace del asombro y de la estupefacción. Del asombro por la incertidumbre politica en la que se encuentra el  país y que hace pensar que cualquier paso que demos será hacia el abismo. De la estupefaccion por el exito del mensaje politico pesimista centrado en la idea  de derrotar al enemigo y no de construir un escenario favorable a la vida, discursos politicos en donde la acusacion remplaza las ideas y la beligerancia sustituye la razon. En politica cambiar de actitud no significa cambiar de ideas, pero si no tienes ninguna idea, cambiar de actitud no conviene electoralmente. Si no tienes ideas es muy posible que lo que necesites es armar un ejercito de defensores de la beligerancia y hacer de ella una fuente inagotable de votos.
Aunque es vieja esa intención personal de escribir solo para allanar mi propia incertidumbre debo decir que, en el caso de la política colombiana, nació en el 2001 cuando con el apoyo de Fernando Bernal, sociólogo y en ese entonces director académico de la ESAP, coordine Misión la Política en Colombia, compile el material y edite los dos tomos que publicamos con el apoyo de la Escuela Superior de Administración Publica ESAP.

En parte creo que las hipótesis que intento precisar aquí ya estaban germinando en ese entonces y como todo en mi vida política, se encadena a una idea que allí ya expresaba y que ahora rescato en otras palabras: las elites políticas en Colombia, tanto las de derecha como las de izquierda, están desconectadas de la ciudadanía y su naufragio es el resultado de ese divorcio. Diría, con el propósito de acercarme a la situación actual:  esta crisis  nace allí y  la abstención no muestra una cosa distinta a ese divorcio entre elites políticas y ciudadanía. Otro descubrimiento en ese entonces fue que la política ante todo es comunicación y que esa comunicación es permanente. La expresión última de la política es mediática. Más adelante intentare volver sobre este tema.

No es fácil explicar porque razón la inmensa mayoría no vota y se  abstuvo en el plebiscito por la paz, (que fue un campo de batalla por los votos del 2108) : es decir,  unos pocos han dicho si  18 % y otros pocos han dicho no 18. 3 % y políticamente esto lo que muestra  es que la inmensa mayoría les dijo no a los políticos de la elite que lideraron a codazos la posibilidad de terminar la guerra, pero también les dijo no a los medios de comunicación que buscando, en muchos casos no debilitar su financiación, declararon una neutralidad que en el caso de la paz no tiene fundamento,  y también, la abstención, le dijo no a las encuestas, esa otra forma de gobernar por muestras y sin discurso ni responsabilidad  que se ha impuesto en la política.




Mi segunda  hipótesis para dibujar con tinta borrable  el actual escenario es, que en Colombia existe, aun hoy, una disputa intensa y despiadada entre el poder legal y el poder ilegal en donde este último ha logrado conducir esa relación y ha legitimado sus infinitas formas de actuar. Los lazos que unen narcotráfico, corrupción y política, están allí, son evidentes y alimentan las fuertes dosis de escepticismo de los que  no votan, la estrategia de las elites políticas es aferrarse a las minorías que votan para desde allí legitimar su futuro electoral. Por eso, es común escuchar a los políticos  cuando ganan, que el pueblo se ha expresado, no importa que solo se estén refiriendo a una muy escasa minoría.
La complejidad de esa relación entre poder legal e ilegal no es fácil de cartografiar pero quiero dejar en el aire tres puntos por cuanto creo que se han expresado en este falso dilema del sí y el no.

Esa relación  se expresa de forma clara y evidente en los territorios y en ellos se entrelaza con la violencia  de forma distinta según sea quien domina en el territorio. La ocupación del territorio por parte de actores de la violencia se refleja en la votación o, si quieren escucharlo expresado de otra forma, las minorías armadas y elite política del lugar, ejercen en el territorio la presión necesaria para que su minoría triunfe: esos 18 % de ambas partes
Las elites políticas regionales conservan la minoría intacta para gobernar en medio del miedo. El dilema del sí y el no, muestra que el miedo ha sido repartido democráticamente, a partes iguales. Un miedo repartido territorialmente en donde la masacre, el secuestro, el destierro ha sido fuente permanente de sumisión.
Otro fracaso de esas elites es que mostraron una vez más la incapacidad para crear un puente que las uniera a la ciudadanía y los alejara de la clientela. La abstención no es el silencio de los inocentes sino más bien el triunfo una vez más de los de siempre. Algo que me hace un nostálgico votante del sí, es que, ahora nos encontramos en la incertidumbre de siempre, lo contrario si hubiésemos ganado, estaríamos en una incertidumbre distinta, con otros miedos y otros conflictos pero  estoy seguro que con la posibilidad intacta de construir un escenario político sin las elites del fracaso.

Pero otro  asunto, no despreciable de nuestra realidad, es haber dejado la Constitución  y al país, en manos de abogados y políticos. Negociantes de futuros ajenos.  Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho más allá de la injusticia social, radica en la capacidad de la elite política, de derecha e izquierda,  para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los políticos es el fracaso de la Constitución, ellos de forma sistemática y egoísta han hecho de la carta su propio salvavidas. La mentira es la forma presente de la demagogia populista que arrastra hacia el abismo a muchos países a través de un lenguaje del miedo. Lenguaje que ha establecido un reino de la mentira que al circular de forma masiva no necesita argumentos ni fuentes, solo necesita circular sin obstáculos y allí, los medios juegan un papel cruel basado en la supuesta neutralidad. Desde un punto estrictamente ético no es lo mismo poner una cámara o un micrófono a un mentiroso que a alguien honesto. El megáfono que le han puesto a Popeye es muestra elocuente de una parte de ese escenario.
La relación de la elite política con la ilegalidad no se limita a su vínculo con el narcotráfico, también se expresa en asuntos como: a. la ilegalidad de la propiedad de la tierra, la apropiación indebida de baldíos, usurpación de la propiedad de desplazados, el altísimo índice de concentración de la tierra y la riqueza, b. la apropiación del presupuesto público y la utilización del mismo como fuente de financiación de la permanentes de re elecciones que se estructuran como forma de ejercer el poder c. la explotación de los recursos naturales desde la ilegalidad que permite el progresivo deterioro de la naturaleza y facilita la financiación de la máquina de la guerra g. La gestión oscura del presupuesto y su vinculación con los votos que ha roto en mil pedazos la alcancía de las regalías.
La elite política, de izquierda y derecha,  se ha convertido en el mayor obstáculo a la convivencia. Son los creadores de escenarios de confrontación nacidos en sus propios desprecios y no en el bien común. Si la política es algo así como la piel de una sociedad,  el poder corrupto, beligerante, idiota carcome esa piel de forma lenta e irreversible. No podemos cambiar sin cambiar esa elite, ese es un  tránsito obligado ahora que intentamos, en medio de la mediocridad política, imaginar otro país.

Ver un país distinto es ver también una política distinta, ver caras distintas en la política. Ver nuevas ideas, nuevos lenguajes, nuevos discursos. No es ver nuevas máscaras, tampoco que las encuestas nos muestren viejas mascaras con mentiras nuevas. Es necesario, urgente imaginar un país sin los políticos que ahora nos proponen nuevas trampas. No se trata de cambiar las minas quiebra patas sembradas por las guerrillas por sogas puestas por las elites políticas  para convertirnos en el ahorcado más hermoso del mundo. Un nuevo pacto de elites podría esconder detrás la legitimación de la relación poder legal, poder ilegal. ¿será eso lo que al final se busca?
La razones para que el 18 % de la población  haya dicho no en un plebiscito para terminar la guerra, que es el principal problema de Colombia y haya triunfado, es el espejo exacto de la democracia que hemos mantenido y hemos fortalecido: la democracia de la abstención, que es la democracia de una inmensa ciudadanía silenciosa que no está enganchada a la idea de la participación.
Las razones son múltiples. La mayoría silenciosa, la que ha triunfado con su negativa a votar, no es una mayoría apática por su ignorancia. Es posible que muchos de ellos hayan sabido leer mejor la realidad o también que la gran mayoría de esa mayoría silenciosa no encuentre en las elites políticas de derecha e izquierda alguien en quien confiar. Rota la confianza cualquier cosa puede pasar. Cualquier acusación puede hacerse o cualquier mentira puede tener éxito.
La crisis creada por el No es la misma crisis en la que el Si estaba parado: la crisis de las elites políticas de todas las tendencias que, a lo largo de su polarización, habían gastado el poco capital político que les quedaba. Esta sería un tercera  hipótesis y explica como la paz, a la cual todos queremos llegar, se ve obstaculizada por el deterioro y decadencia de la elite política y también por su incapacidad de comunicar algo que debe ser entendido como un bien común: la  convivencia pacífica, la paz como bien común no está ligada a interés del poder sino más bien a la ciudadanía activa.
Las relaciones del poder (legal ilegal) siempre se fortalecen con el triunfo de alguno de los partidos conducidos por las elites. Ese triunfo supone la re encarnación permanente de los líderes de esos partidos y con ello la resurrección del régimen. Es una paradoja, pero, de la derrota de uno surge un nuevo aire para ese régimen que naufraga y que recibe siempre un salvavidas electoral. No es aventurado pensar que estamos en un momento en donde la paz, ese bien común, en manos de las elites, está abriendo un pequeño o gran espacio a nuevas ideas, a nuevas organizaciones que parecen dar señales de que la metáfora Izquierda-derecha ya no es suficiente, tampoco que los dilemas que la elite estableció para permanecer en el poder  sean los que muevan el futuro de la ciudadanía.
Tendrán que dar un paso adelante aquellos cuya fuente de inspiración no es el odio o la mentira. Aquellos que no tienen bandera. También aquellas personas que, al mirarse en el espejo cada mañana, no ven la imagen opacada por el miedo y saben que una nueva aventura política está naciendo y que puede culminar en lo mismo si los que toman las decisiones son los mismos. El futuro será construido desde una revolución política pacifista o simplemente será  restaurado por la elite para su beneficio.

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