lunes, 19 de septiembre de 2022

Dios salve a la vaca

 Dios salve a la vaca

Es bueno partir de una realidad concreta: a ti no te torean, pero te matan. Te reducen a doméstica y existes en la medida en que sirves al amo con tu muerte.

Además de animal doméstico, hemos hecho de ti un animal explotado, como ningún otro. Te usamos para fabricar zapatos, carteras, correas, y hay gente que adorna el piso de su sala con tapetes de tu piel. No existe en el reino animal uno que sea más cruel con otro que el ser humano contigo

Contigo todo es permitido, ya no eres un animal, no alcanzas a serlo. Te hemos convertido en un producto multiuso. Una casa sin ti sería un espacio de desnutridos: sin tu leche, sin tu queso, sin tu mantequilla. No contentos con exprimirte, te comemos.

 Las cartas de los llamados mejores restaurantes son más suculentas en la medida que ofrezcan diversas formas de cocinarte. Hemos llegado a desearte de tan  distintas y  diversas maneras que no nos da vergüenza cuando el camarero con una sonrisa cínica nos pregunta: ¿cómo la desea? Muy asada, medio asada, tres cuartos o casi cruda.

Si, así, nos referimos a ti convertida en filete, churrasco o steak. Hecha pedazos. Hemos creados lugares en donde te venden dividida en nombres extraños para ti, pero que, según eso que llaman cultura, te hace más apetecible.

 En esos almacenes que llamamos carnicería puedes escuchar diálogos sobre ti hechas trizas: esa parte es más blandita, esta otra es más jugosa, aquella es buena para asar, aquella está madurada. Cuando estamos en esos sitios tu imagen de animal bueno se ha perdido. Hay parte de ti que tiene un precio más alto y tu hija la ternera es muy apreciada en algunos países. Carne más tierna dicen algunos.

Es tanta la cantidad de vacas que matamos que hemos aceptado la industrialización de tu muerte. Hemos perfeccionado, con el mayor de los cinismos, lo que algunos llaman: la muerte sin dolor. Pero lo hemos hecho, no para evitarte el dolor, sino más bien, para evitarnos la vergüenza de producir ese dolor a un animal tan bello y así comerlo con tranquilidad.

Pero tú eres vaca y te hemos reducido a lo que queríamos: un animal cuya única razón de existir es ser comida. Ser el alimento de glotones que afinan con miles de recetas las formas de cocinarte.  Tus inmensos y bellos ojos dejan ver que eres una inocente condenada. Prohibir asesinarte y comerte sería más difícil que prohibir las armas.

 Eres un ser sin defensores, ni siquiera aquellos que dicen ser vegetarianos han enfrentado una defensa seria de tu derecho a vivir. La carne es mala, dicen unos, pero no es una condena radical a los 4 millones de hermanas tuyas que asesinamos en Colombia cada año en un festín de sangre macabro, pero oculto y silencioso. Hay una defensa radical del toro convertido en fiesta en cada fiesta celebramos asándote  

La muerte tuya no es un crimen. Ya es parte de la cultura, es decir de la economía. No alcanzo a imaginar la existencia de un movimiento radical a favor de tu vida. Un movimiento que te convierta en víctima y te declare patrimonio animal de la humanidad.  Mientras tanto continuaremos asesinándote legalmente y en las ciudades seguirá abiertos lugares que llamamos mataderos, ahora con anestesia.

 

Guillermo Solarte Lindo

Pacifistas sin fronteras