Dios salve a la vaca
Es bueno partir de una realidad concreta: a ti no te torean,
pero te matan. Te reducen a doméstica y existes en la medida en que sirves al
amo con tu muerte.
Además de animal doméstico, hemos hecho de ti un animal explotado,
como ningún otro. Te usamos para fabricar zapatos, carteras, correas, y
hay gente que adorna el piso de su sala con tapetes de tu piel. No existe en el
reino animal uno que sea más cruel con otro que el ser humano contigo
Contigo todo es permitido, ya no eres un animal, no alcanzas
a serlo. Te hemos convertido en un producto multiuso. Una casa sin ti sería un
espacio de desnutridos: sin tu leche, sin tu queso, sin tu mantequilla. No contentos
con exprimirte, te comemos.
Las cartas de los
llamados mejores restaurantes son más suculentas en la medida que ofrezcan
diversas formas de cocinarte. Hemos llegado a desearte de tan distintas y
diversas maneras que no nos da vergüenza cuando el camarero con una
sonrisa cínica nos pregunta: ¿cómo la desea? Muy asada, medio asada, tres
cuartos o casi cruda.
Si, así, nos referimos a ti convertida en filete, churrasco o
steak. Hecha pedazos. Hemos creados lugares en donde te venden dividida en nombres
extraños para ti, pero que, según eso que llaman cultura, te hace más
apetecible.
En esos almacenes que
llamamos carnicería puedes escuchar diálogos sobre ti hechas trizas: esa parte
es más blandita, esta otra es más jugosa, aquella es buena para asar, aquella está
madurada. Cuando estamos en esos sitios tu imagen de animal bueno se ha
perdido. Hay parte de ti que tiene un precio más alto y tu hija la ternera es
muy apreciada en algunos países. Carne más tierna dicen algunos.
Es tanta la cantidad de vacas que matamos que hemos aceptado
la industrialización de tu muerte. Hemos perfeccionado, con el mayor de los
cinismos, lo que algunos llaman: la muerte sin dolor. Pero lo hemos hecho, no
para evitarte el dolor, sino más bien, para evitarnos la vergüenza de producir
ese dolor a un animal tan bello y así comerlo con tranquilidad.
Pero tú eres vaca y te hemos reducido a lo que queríamos: un
animal cuya única razón de existir es ser comida. Ser el alimento de glotones
que afinan con miles de recetas las formas de cocinarte. Tus inmensos y
bellos ojos dejan ver que eres una inocente condenada. Prohibir asesinarte y
comerte sería más difícil que prohibir las armas.
Eres un ser sin defensores, ni siquiera aquellos que
dicen ser vegetarianos han enfrentado una defensa seria de tu derecho a vivir.
La carne es mala, dicen unos, pero no es una condena radical a los 4 millones
de hermanas tuyas que asesinamos en Colombia cada año en un festín de sangre
macabro, pero oculto y silencioso. Hay una defensa radical del toro convertido
en fiesta en cada fiesta celebramos asándote
La muerte tuya no es un crimen. Ya es parte de la cultura, es
decir de la economía. No alcanzo a imaginar la existencia de un movimiento
radical a favor de tu vida. Un movimiento que te convierta en víctima y te
declare patrimonio animal de la humanidad.
Mientras tanto continuaremos asesinándote legalmente y en las ciudades seguirá
abiertos lugares que llamamos mataderos, ahora con anestesia.
Guillermo Solarte Lindo
Pacifistas sin fronteras