EL ESCENARIO
Al
mirar por la ventana se veía una
panorámica completa de la habitación.
Estaban abiertas las puertas de la entrada y del baño. Había unas canastas de mimbre a lo largo de
una de las paredes y al fondo, alguna ropa amontonada, una cama sencilla con
colchón doble y sobre ella el cuerpo tendido e inmóvil de la más bella rubia
del siglo XX.
La
habitación, como todos sabemos, olía Channel No 5 y sobre una mesa de noche, un frasco de
pastillas que, en alguna ocasión, estuvo lleno, el teléfono descolgado y el
brazo de vellos rubios y de la rubia bella estaba estirado, esperando alcanzar
la bocina. Su boca mil veces deseada estaba entreabierta y todavía, insinuante
y provocadora, parecía decir al oído del mundo: no quiero morir.
Esto
que ustedes acaban de leer no es la escena de una película, ni ella estaba
actuando: era su vida real. O mejor, su
muerte real y como siempre, había llegado por sorpresa sin pedir permiso a
todos los hombres y mujeres que habíamos querido que ella fuese eterna.
Algunos
piensan que se suicidó, otros creen que la asesinaron y otros creemos que como
las diosas no ha muerto, que se convirtió en una sirena encantadora y que está
presente de alguna forma en todas las mujeres hermosas que algún día
quisiéramos amar. No en vano el amor es eterno.
Cuando
ella murió, Ernesto Cardenal escribió “Oración por Marilyn”, que entre otras
cosas decía:
“Señor,
recibe esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe. Aunque éste no era su verdadero nombre, (Pero
tú conoces su verdadero nombre, el de la huérfana violada a los nueve años, y
la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar). Y ahora se presenta ante ti sin ningún
maquillaje. Sin su agente de prensa, sin
fotografías y sin firmar autógrafos. Sola como un astronauta frente a la noche
espacial”.
También
el inmenso Passolini escribiría:
"Del
mundo antiguo
y
del mundo futuro
solo
queda la belleza.
Y
tú, pobre hermana pequeña,
que
eres la que corre detrás
de
sus hermanos mayores,
que
ríe y llora con ellos
para
imitarlos,
tú,
la más joven, la más pequeña,
que
llevas la belleza con humildad
y
tu alma de chica de gente modesta,
nunca
sabrás lo que tenías,
porque
si no fuera así,
no
sabrías lo que es la belleza.”
En
agosto 5 de 1962 cuando murió tenía 36 años. Si no hubiese muerto, sería la
anciana más hermosa y la más deseada por todos. Y es posible que hubiese
inspirado algún calendario erótico para la tercera edad más poderoso que el
Viagra. La vida hubiese hecho de su cuerpo el cuerpo perfecto y de las arrugas
y protuberancias las virtudes mas admiradas. Abuela de todas las cenicientas,
su propia cosmogonía acogería en su Olimpo una fila interminable de Lolitas
queriendo ser ella.
Cuando
murió era Presidente de los Estados
Unidos John F. Kennedy que fuè asesinado un año y tres meses después, como
venganza de Cronos, por los secretos nunca declarados del amor que tuvo con
Marilyn y la gran cercanía con el lecho de su muerte. Amores imposibles del
hombre que fue vendido como el más demócrata de los presidentes, sin serlo, con
la diva hecha a imagen y semejanza del
American Way of Life.
Los
americanos dados al mundo de las frivolidades e historietas murmuraron durante
su romance e hicieron de este secreto conocido, lo más cercano a la leyenda
sobre la que esta creado el imperio: la historia del príncipe y la cenicienta.
Para
la época de su muerte, Sue Lyon triunfaba con Lolita y Stefanía Sandrelli en
“Divorcio a la italiana”. Liz Taylor
cobraba la astronómica suma de 50.000 dólares a la semana por la película
“Cleopatra”, donde se enamoraría de Richard Burton para siempre, Charlton
Heston, Sofía Loren y David Niven hacían la insoportable “55 días en Pekín” y
aunque los Beatles no habían aparecido ya se habían iniciado los años 60.
Marilyn
había dado los primeros pasos en búsqueda de otra década, ella, que surgió en
los 50, se volvería con el tiempo la reina de la década. El icono más visible y
atractivo del mundo de la ficción en el que todos queríamos vivir.
Los
60 se iniciaron a mitad de los 50 y mientras la recordemos, no terminarán.
LA RAZON
DE NUESTRO
AMOR
Alguien
decía que Marilyn Monroe era esa maravillosa actriz de la cual uno no recuerda
exactamente si sus ojos eran azules; recuerda sólo su delicioso guiño. Diría, que tampoco recordamos su hermoso
cuerpo, sino la forma como balanceaba la belleza, cómo la dominaba, cómo se
burlaba de ella y lo que provocaba.
Provocadora
de millones de miradas. Fue imposible, para todos, ocultar la lujuria que incitaba
su hermoso cuerpo, el más hermoso de los que aparecían en ese entonces en la
pantalla del cinematógrafo. No era alta pero parecía gigante. No era delgada
pero sus curvas invitaban al abismo. Fuente de inagotables sueños eróticos y masturbaciones
continuas.
Su cuerpo llenó la mente masculina de deseos imposibles.
Y también la mente femenina. Cualquiera de sus movimientos, el más leve de los
pestañeos, el más sutil deslizamiento de su mano, era una riada de
provocaciones. Lava pura que descendía de un volcán en erupción. El balanceo de su cuerpo era seductor, tan
seductor como la misma naturaleza.
En
alguna ocasión le preguntaron sobre su forma de caminar y contestó:
“Nunca
mi forma de caminar ha sido premeditada.
La gente dice que ando contoneándome, pero ignoro lo que quieren
decir. Lo único que hago es caminar. Nunca en mi vida me he contoneado
deliberadamente, pero toda la vida he tenido dificultades con personas que
afirmaban que lo hacía. En la escuela
superior, las demás chicas me decían:
“¿Por
qué cruzas el vestíbulo de esa manera?” Creo que los chicos me miraban y eso
las ponía celosas pero les contestaba que aprendí a caminar cuando tenía 10
meses y he caminado así desde entonces”.
Marilyn
Monroe comprendió tempranamente que era necesario aprender a ser bella, que no
era suficiente haber nacido hermosa y que la única forma de ser eterna, era
seduciendo.
Su
encanto radicaba en la capacidad para saber cómo seducir a un presidente en la
vida real o a todo un pueblo en el cinematógrafo. No nos engañemos, tanto Kennedy como nosotros,
recordaremos para siempre el vestido carmesí de Niágara Falls.
Su
actitud ante la vida, ante la fama misma, hacía ver la gran mujer que teníamos
en frente y que tantos hubiésemos querido tener debajo. Con el perdón de algunos, creo que fue el Cronopio
que más fama alcanzó, aquel en el cual la fusión se dio de la mejor forma. Ella
fue cortazariana antes, mucho antes, que el gran Julio y sus rasgos pueden ser
vistos en cada página del gigante argentino. Algunos expertos dirán que no,
pero estoy seguro que el flaco e infinito escritor me habría dado la razón.
También
estoy seguro que, el pobre de Joe Di Maggio, el pelotero Yankee, sucumbió para
siempre cuando ella en alguna noche de Manhattan le susurró al oído: las noches no son solo para dormir. Así mismo el fallecido Manuel Puig no pudo haber
encontrado otra inspiración para el titulo de su novela, que el cuerpo de la
diva: Pubis Angelical; que el gran Mailer quedo atrapado en la
irónica ingenuidad de ella cuando en algún momento le contestó: nadie me dijo que era bella cuando realmente
lo era. O es muy posible que los Kennedy, ambos John y Robert
salieran corriendo a Tiffanis
cuando la impredecible les dijo al tiempo, que el mejor amigo de la mujer era el diamante. No deja de inquietar
que esa sugerencia hubiera podido generar una invasión a Sudáfrica.
Joshua
Logan, quien la dirigió en Bus Stop, hizo la descripción de Marilyn Monroe como
actriz de mayor precisión. El dijo que no tenía reparo en afirmar que era una
actriz con tanta presencia en la pantalla como Greta Garbo y que era una
comediante tan buena como Charles Chaplin.
Decía
Logan que cuando Charlot aparecía en la pantalla estaba en ella por completo,
en carne y hueso y que lo mismo ocurría con Marilyn, quien tenía un humor
melancólico y una melancolía humorística. Ella siempre estaba en su punto
límite. En su esplendor sensual y en su más glamorosa sexualidad. Siempre
camino al orgasmo. Siempre abierta al mundo y dispuesta a saltar de la pantalla
y tocar con la punta de su dedo nuestra pobre realidad.
A
los 90 años de su nacimiento y 54 años
de su muerte, su presencia es incuestionable. Su sentido de la vida lo
expresaba constantemente y en cada ocasión que se le preguntaba algo, su
respuesta estaba en los límites. En alguna ocasión le preguntaba un periodista lo qué pensaba del beso. Ella dijo: un buen beso merece otro.
¿Y
del sexo?
-
El sexo es una parte de la naturaleza: Yo estoy al
lado de la naturaleza.
¿Y
de los hombres?
-
Me han preguntado muchas veces "¿No le aburre
vivir en un mundo hecho por y para el hombre?". Yo siempre he contestado
"Que no me aburre nada mientras pueda ser una mujer".
¿Se
puede acaso ser mas precisa, más poética y más provocadora? ¿Puede haber en estas
respuestas algo más irónicamente inteligente? Es claro que su hermosura estaba en la punta de su
lengua, en su lenguaje, en su exacta compenetración entre cuerpo y lenguaje. A
todo cuerpo le corresponde una forma de expresión y Marilyn había nacido dotada
de lo mejor en ambos casos. Wilde hubiese envidiado su capacidad de síntesis,
su inmejorable indiscreción, su lucidez sexo lingüística. Su derrame permanente de máximas inolvidables
y sarcasmos combativos. Los
perros nunca me han mordido, solo los humanos remató
en algún momento un dialogo con alguien incisivo.
Por
este tipo de respuestas y también seguramente por aquella entrevista en donde
Truman Capote le decía que siempre llegaba tarde y que nunca tenía dinero, que
si se creía la Reina
Isabel, y ella le preguntó asombrada ¿Que quién? el
respondió la Reina Isabel,
la Reina de
Inglaterra. Y ella mirándolo le dijo:
-
¿Qué tiene esa mierda que ver conmigo?
La
menos hipócrita de las ninfas y la más intelectual de las Venus, se sometía a
las preguntas asombrada de que le preguntaran cosas obvias y su espontaneidad,
que nacía de su mente privilegiada, era abrumadora en las respuestas.
Por
todo esto, como decía, Cabrera lnfante, el excelente escritor y crítico de cine
cubano, muerto hace muy poco, y refiriéndose
a la actuación de MM en Bus Stop escribió
en alguna parte:
“... Ella ha logrado lo que pocas glamorosas han
logrado en el cine: Dotar a Cenicienta no sólo de belleza sino también de
inteligencia"'. Antes he rendido homenaje a una belleza, ahora deseo
ofrendarlo a lo que los hombres saben que abulta menos: "su
intelecto".
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