jueves, 6 de agosto de 2015

TE AMAMOS MARILYN




EL ESCENARIO

Al mirar  por la ventana se veía una panorámica completa de la habitación.  Estaban abiertas las puertas de la entrada y  del baño.  Había unas canastas de mimbre a lo largo de una de las paredes y al fondo, alguna ropa amontonada, una cama sencilla con colchón doble y sobre ella el cuerpo tendido e inmóvil de la más bella rubia del siglo XX.

La habitación, como todos sabemos, olía Channel No 5 y  sobre una mesa de noche, un frasco de pastillas que, en alguna ocasión, estuvo lleno, el teléfono descolgado y el brazo de vellos rubios y de la rubia bella estaba estirado, esperando alcanzar la bocina. Su boca mil veces deseada estaba entreabierta y todavía, insinuante y provocadora, parecía decir al oído del mundo: no quiero morir.

Esto que ustedes acaban de leer no es la escena de una película, ni ella estaba actuando: era su vida real.  O mejor, su muerte real y como siempre, había llegado por sorpresa sin pedir permiso a todos los hombres y mujeres que habíamos querido que ella fuese eterna.

Algunos piensan que se suicidó, otros creen que la asesinaron y otros creemos que como las diosas no ha muerto, que se convirtió en una sirena encantadora y que está presente de alguna forma en todas las mujeres hermosas que algún día quisiéramos amar. No en vano el amor es eterno.

Cuando ella murió, Ernesto Cardenal escribió “Oración por Marilyn”, que entre otras cosas decía:

“Señor, recibe esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe.  Aunque éste no era su verdadero nombre, (Pero tú conoces su verdadero nombre, el de la huérfana violada a los nueve años, y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar).  Y ahora se presenta ante ti sin ningún maquillaje.  Sin su agente de prensa, sin fotografías y sin firmar autógrafos. Sola como un astronauta frente a la noche espacial”.

También el inmenso Passolini escribiría:
"Del mundo antiguo
y del mundo futuro
solo queda la belleza.
Y tú, pobre hermana pequeña,
que eres la que corre detrás
de sus hermanos mayores,
que ríe y llora con ellos
para imitarlos,
tú, la más joven, la más pequeña,
que llevas la belleza con humildad
y tu alma de chica de gente modesta,
nunca sabrás lo que tenías,
porque si no fuera así,
no sabrías lo que es la belleza.”

En agosto 5 de 1962 cuando murió tenía 36 años. Si no hubiese muerto, sería la anciana más hermosa y la más deseada por todos. Y es posible que hubiese inspirado algún calendario erótico para la tercera edad más poderoso que el Viagra. La vida hubiese hecho de su cuerpo el cuerpo perfecto y de las arrugas y protuberancias las virtudes mas admiradas. Abuela de todas las cenicientas, su propia cosmogonía acogería en su Olimpo una fila interminable de Lolitas queriendo ser ella.

Cuando murió era  Presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy que fuè  asesinado un año y tres meses después, como venganza de Cronos, por los secretos nunca declarados del amor que tuvo con Marilyn y la gran cercanía con el lecho de su muerte. Amores imposibles del hombre que fue vendido como el más demócrata de los presidentes, sin serlo, con la diva  hecha a imagen y semejanza del American  Way of Life. 
Los americanos dados al mundo de las frivolidades e historietas murmuraron durante su romance e hicieron de este secreto conocido, lo más cercano a la leyenda sobre la que esta creado el imperio: la historia del príncipe y la cenicienta.

Para la época de su muerte, Sue Lyon triunfaba con Lolita y Stefanía Sandrelli en “Divorcio a la italiana”.  Liz Taylor cobraba la astronómica suma de 50.000 dólares a la semana por la película “Cleopatra”, donde se enamoraría de Richard Burton para siempre, Charlton Heston, Sofía Loren y David Niven hacían la insoportable “55 días en Pekín” y aunque los Beatles no habían aparecido ya se habían iniciado los años 60. 
Marilyn había dado los primeros pasos en búsqueda de otra década, ella, que surgió en los 50, se volvería con el tiempo la reina de la década. El icono más visible y atractivo del mundo de la ficción en el que todos queríamos vivir.

Los 60 se iniciaron a mitad de los 50 y mientras la recordemos, no terminarán.

LA RAZON DE NUESTRO AMOR

Alguien decía que Marilyn Monroe era esa maravillosa actriz de la cual uno no recuerda exactamente si sus ojos eran azules; recuerda sólo su delicioso guiño.  Diría, que tampoco recordamos su hermoso cuerpo, sino la forma como balanceaba la belleza, cómo la dominaba, cómo se burlaba de ella y  lo que provocaba.
Provocadora de millones de miradas. Fue imposible, para todos,  ocultar la lujuria que incitaba su hermoso cuerpo, el más hermoso de los que aparecían en ese entonces en la pantalla del cinematógrafo. No era alta pero parecía gigante. No era delgada pero sus curvas invitaban al abismo. Fuente de inagotables sueños eróticos y masturbaciones continuas.

 Su cuerpo  llenó la mente masculina de deseos imposibles. Y también la mente femenina. Cualquiera de sus movimientos, el más leve de los pestañeos, el más sutil deslizamiento de su mano, era una riada de provocaciones. Lava pura que descendía de un volcán en erupción.  El balanceo de su cuerpo era seductor, tan seductor como la misma naturaleza.

En alguna ocasión le preguntaron sobre su forma de caminar y contestó:

“Nunca mi forma de caminar ha sido premeditada.  La gente dice que ando contoneándome, pero ignoro lo que quieren decir.  Lo único que hago es caminar.  Nunca en mi vida me he contoneado deliberadamente, pero toda la vida he tenido dificultades con personas que afirmaban que lo hacía.  En la escuela superior, las demás chicas me decían:
“¿Por qué cruzas el vestíbulo de esa manera?” Creo que los chicos me miraban y eso las ponía celosas pero les contestaba que aprendí a caminar cuando tenía 10 meses y he caminado así desde entonces”.

Marilyn Monroe comprendió tempranamente que era necesario aprender a ser bella, que no era suficiente haber nacido hermosa y que la única forma de ser eterna, era seduciendo.

Su encanto radicaba en la capacidad para saber cómo seducir a un presidente en la vida real o a todo un pueblo en el cinematógrafo.  No nos engañemos, tanto Kennedy como nosotros, recordaremos para siempre el vestido carmesí de Niágara Falls. 

Su actitud ante la vida, ante la fama misma, hacía ver la gran mujer que teníamos en frente y que tantos hubiésemos querido tener debajo.  Con el perdón de algunos, creo que fue el Cronopio que más fama alcanzó, aquel en el cual la fusión se dio de la mejor forma. Ella fue cortazariana antes, mucho antes, que el gran Julio y sus rasgos pueden ser vistos en cada página del gigante argentino. Algunos expertos dirán que no, pero estoy seguro que el flaco e infinito escritor me habría dado la razón.

También estoy seguro que, el pobre de Joe Di Maggio, el pelotero Yankee, sucumbió para siempre cuando ella en alguna noche de Manhattan  le susurró al oído: las noches no son solo para dormir. Así mismo  el fallecido Manuel Puig no pudo haber encontrado otra inspiración para el titulo de su novela, que el cuerpo de la diva: Pubis Angelical;  que el gran Mailer quedo atrapado en la irónica ingenuidad de ella cuando en algún momento le contestó: nadie me dijo que era bella cuando realmente lo era. O es muy posible que los Kennedy, ambos John  y Robert  salieran corriendo a  Tiffanis cuando la impredecible les dijo al tiempo, que el mejor amigo de la mujer era el diamante. No deja de inquietar que esa sugerencia hubiera podido generar una invasión a Sudáfrica.

Joshua Logan, quien la dirigió en Bus Stop, hizo la descripción de Marilyn Monroe como actriz de mayor precisión. El dijo que no tenía reparo en afirmar que era una actriz con tanta presencia en la pantalla como Greta Garbo y que era una comediante tan buena como Charles Chaplin.

Decía Logan que cuando Charlot aparecía en la pantalla estaba en ella por completo, en carne y hueso y que lo mismo ocurría con Marilyn, quien tenía un humor melancólico y una melancolía humorística. Ella siempre estaba en su punto límite. En su esplendor sensual y en su más glamorosa sexualidad. Siempre camino al orgasmo. Siempre abierta al mundo y dispuesta a saltar de la pantalla y tocar con la punta de su dedo nuestra pobre realidad.

A los 90  años de su nacimiento y 54 años de su muerte, su presencia es incuestionable. Su sentido de la vida lo expresaba constantemente y en cada ocasión que se le pregunta­ba algo, su respuesta estaba en los límites. En alguna ocasión le preguntaba un  periodista  lo qué pensaba del beso. Ella dijo: un buen beso mere­ce otro. 
¿Y del sexo?
-         El sexo es una parte de la naturaleza: Yo estoy al lado de la naturaleza.
¿Y de los hombres?
-         Me han preguntado muchas veces "¿No le aburre vivir en un mundo hecho por y para el hombre?". Yo siempre he contestado "Que no me aburre nada mientras pueda ser una mujer". 

¿Se puede acaso ser mas precisa, más poética y más provocadora?  ¿Puede haber en estas respuestas algo más irónicamente inteligente? Es claro  que su hermosura estaba en la punta de su lengua, en su lenguaje, en su exacta compenetración entre cuerpo y lenguaje. A todo cuerpo le corresponde una forma de expresión y Marilyn había nacido dotada de lo mejor en ambos casos. Wilde hubiese envidiado su capacidad de síntesis, su inmejorable indiscreción, su lucidez sexo lingüística.  Su derrame permanente de máximas inolvidables y sarcasmos combativos.  Los perros nunca me han mordido, solo los humanos  remató  en algún momento un dialogo con alguien incisivo.
Por este tipo de respuestas y también seguramente por aquella entrevista en donde Truman Capote le decía que siem­pre llegaba tarde y que nunca tenía dinero, que si se creía la Reina Isabel, y ella le pre­guntó asombrada ¿Que quién? el respondió la Reina Isabel, la Reina de Inglaterra. Y ella mirándolo le dijo:
-         ¿Qué tiene esa mierda que ver conmigo?

La menos hipócrita de las ninfas y la más intelectual de las Venus, se sometía a las preguntas asombrada de que le preguntaran cosas obvias y su espontaneidad, que nacía de su mente privilegiada, era abrumadora en las respuestas.
 

Por todo esto, como decía, Cabrera lnfante, el excelente escritor y crítico de cine cubano, muerto hace muy poco,  y refiriéndose a la  actuación de MM en Bus Stop es­cribió en alguna parte:
“...  Ella ha logrado lo que pocas glamorosas han logrado en el cine: Dotar a Cenicienta no sólo de belleza sino también de inteligencia"'. Antes he rendido homenaje a una belleza, ahora deseo ofrendarlo a lo que los hombres saben que abulta menos: "su intelecto".

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