Hace ya 16 años, dias antes del secuestro, publiqué este libro de entrevistas a mujeres colombianas. Una de ellas fue Ingrid, anoche viendo el programa de Antonio Morales, Café Picante, recordé el libro, encontré el archivo con todas las entrevistas y decidí publicar esta, y otras de las que alli aparecen.
La entrevista de Morales nos muestra la Ingrid de hoy, la pueden ver en el siguiente link:
https://youtu.be/uDZ7LlxUvQo
"Soy una mujer de 38 años, casada, con dos hijos de un primer
matrimonio. Me eduqué en el exterior, y por tener una obsesión por la política
fue que terminé estudiando Ciencias Políticas en el Instituto de Ciencias
Políticas de París. Obviamente crecí en un medio en el cual se hablaba de política
a diario, sin embargo nunca fue bajo la óptica de lo que se conoce hoy como
política en Colombia, que es la politiquería; infortunadamente se redujo a esa
manera de manejar el poder. Siento que para mí la política es un servicio
ciudadano, es una vocación, es mucho más que una profesión, creo que es un
apostolado. Hago parte de una generación que tuvo muchísimas posibilidades no
sólo de educación sino de emancipación, de liberación conceptual y filosófica.
Siento que haciendo parte como mujer de esta generación, tengo un reto inmenso
por cumplir en Colombia. Esa soy yo."
GS: Cuando
Ingrid Betancourt dice que tiene una obsesión por la política, ¿qué está
entendiendo por política?
IB: La
política es el ejercicio que todo ser humano hace cuando trata de soñar un
entorno ideal, por lo tanto es un ejercicio colectivo, histórico, de
mejoramiento de las condiciones de la sociedad.
GS: Pero en
el soñar un entorno se halla implícito el hecho de que la política está atada
al renacimiento de una utopía.
IB: Lo que
pasa es que la utopía presupone un fracaso, por lo general la utopía se define
como lo inalcanzable. Por eso prefiero hablar de sueños, ya que creo que los
sueños son los que finalmente han moldeado la historia del mundo, pienso que el
mundo ha llegado a donde está precisamente porque han existido hombres que lo
han soñado tal y como lo conocemos hoy, no solamente en el ámbito tecnológico,
médico o de comunicaciones; sino también en lo político. Considero que la
política es el instrumento para hacer que esos sueños históricos, desde cómo
queremos vivir en comunidad, se vuelvan realidad.
GS: Si usted
entiende esto como un sueño, ¿cuál es su sueño?
IB: Mi sueño
es la posibilidad de vivir en una Colombia que está latente, que siento vivir
pero que se halla completamente asfixiada y secuestrada por una dirigencia
obsoleta, anacrónica, con todas las características de los siglos XVIII y XIX,
pero resulta que ya estamos en el siglo XXI. Ese salto hay que darlo, para lo
cual debemos reestructurar nuestra sociedad, es decir, debemos redistribuir el
poder en particular.
GS: Cuando
habla de política y de sueños, y lidera un movimiento ecológico que tiene que
ver con lo verde, lo ambientalista, ¿a qué se refiere para una sociedad como la
nuestra?
IB: Cuando
hablamos de ecología, estamos hablando de una obligación, de una
responsabilidad de nuestra generación. Estamos viviendo en un mundo donde las
fronteras geopolíticas son artificiales, no existe sino un sólo ecosistema y
ese ecosistema es el planeta, pero estamos destruyéndolo, indefectiblemente ese
es el camino por el cual andamos los seres humanos. La destrucción del planeta
conlleva obviamente la destrucción del ser humano, es decir, para salvar al ser
humano y para salvar la historia de la humanidad, la condición primera es
salvar el planeta. Colombia tiene una responsabilidad inmensa en esta materia
porque la primera potencia ecológica en este asunto es América Latina y dentro
de ese bloque ecológico Colombia tiene una misión particular, obviamente por la
riqueza que tenemos en el ámbito de la biodiversidad: aguas, tierras, bosques,
nevados y todo lo que significa la riqueza colombiana, y dentro de esa riqueza
también tenemos una inmensa culpa. Colombia tiene que comenzar desde ya a
establecer las reglas de juego que le van a permitir, como entidad propia,
hacer que se cumplan los acuerdos suscritos en el plano internacional: los
acuerdos de Río y los subsiguientes, y también los específicos a nivel de
aguas, de gases, de tierra, etc. Adicionalmente a escala internacional,
Colombia tiene que buscar que esos acuerdos se vuelvan obligantes ya que en
este momento lo único obligante en la sociedad internacional son los acuerdos
políticos porque se aplican a la fuerza.
GS:
Políticamente se creería que lo ambiental, lo ecológico, tiene dos tendencias
muy marcadas que permiten percibir dos cosas: por un lado, aquellos que están
en el proceso de adaptación de lo que podría ser el capitalismo ambientalista,
es decir, mitigar el impacto de los procesos capitalistas en la sociedad, y por
el otro, los que estarían dentro del socialismo ecológico, que serían aquellos
que de alguna manera vinculan todo el pensamiento ecológico al asunto social.
Políticamente, ¿cuál posición asume su movimiento?
IB: Creo que
hoy día esas fronteras son artificiales, ¿por qué razón?, porque nadie está
cuestionando la libertad de mercados. Cuando hablamos de ecología, estamos
hablando de la ecología inmersa en un sistema que contempla la libertad de
empresa, la libertad de mercados, es decir, una ecología dentro de un sistema
capitalista, pero obviamente una ecología que es humanizante y, que de hecho,
se acerca más a la reflexión de un nuevo socialismo, a un socialismo
capitalista. La ecología es importante porque posibilita que el hombre siga viviendo,
o sea, la función de la ecología no es la preservación de la ecología per se,
sino brindar una perspectiva de salvación del hombre, de preservación del ser
humano. Por lo tanto, para mí, la
ecología es la bandera humanista de este principio de milenio.
GS: Sin
embargo, el planeta no resistiría la dinámica de ese libre mercado tal y como
se está dando.
IB: De
acuerdo, esto nos obliga a hacer una diferenciación: una cosa es el capitalismo
y otra cosa es el neoliberalismo. Hay allí una reflexión que se tiene que
hacer, porque lo que está legitimando el neoliberalismo es un capitalismo
rampante que sustente el consumismo, y el consumismo es la producción del
desperdicio. Por lo tanto nosotros como colombianos y también como verdes
debemos adelantar una reflexión en la cual vamos a llevar a Colombia al
desarrollo a través del libre mercado, en el sentido de permitir que el ser
humano desarrolle libremente sus aptitudes y tenga la posibilidad de escoger,
pero dentro de un respeto por los principios y los valores esenciales,
especialmente los democráticos.
GS: Pero
¿cómo se pueden llegar a democratizar las estructuras en un mundo cada día más
neoliberal?
IB: El
neoliberalismo planetario, o mejor, las características de una globalización
neoliberal, no son democráticas justamente por llevar implícitas la imposición
del más fuerte, no existiendo para muchos la posibilidad de actuar. Colombia
tiene que buscar dentro de esa globalización, poder actuar pero con unas reglas
en las cuales el sentir democrático se haga valer. La mayoría de los pueblos
del mundo, incluido Colombia, están jugando con unas reglas desequilibradas a
favor de los países del norte; esas reglas se tienen que equilibrar. El
consenso internacional apunta a que las estructuras en donde se toman las
decisiones de la globalización son estructuras que hay que comenzar a reformar.
Hemos visto de hecho las protestas en Seattle que se dieron en contra de toda
la política del FMI, eso nos dice que así como en el sur vemos la pauperización
de nuestros países por causa de ese desequilibrio, en el norte ya se está tomando conciencia que eso no es
viable, y es así no porque en el sur nos empobrezcamos y en el norte se
enriquezcan, no es viable porque para el planeta no es viable. Un planeta donde
la mitad de la población vive con menos de 1.000 dólares al año y otros con
14.000 dólares al año de ingreso per cápita, nos esta diciendo que aquí hay
algo que tenemos que organizar, y eso creo, se hace a través de un proceso de
democratización de las estructuras de la sociedad internacional.
GS: En el
plano interno, la expresión más fuerte del neoliberalismo se vivió en la década
del noventa, agravándose nuestra crisis por la dura represión, empujada por
César Gaviria y su grupo, por supuesto sin entrar a descalificar a nadie. ¿Qué
opinión le merece entonces ese auge neoliberal en Colombia y todo lo que ha
implicado su implementación?
IB: Ha sido
un fracaso y es obvio, la apertura fue un rotundo fracaso.
GS: En su
caso me llama la atención que esto que hablamos no se conoce públicamente, me
refiero específicamente a la posición política que alcanzo a percibir, porque
de algún modo hay una exagerada concentración de la polémica en asuntos de
corrupción, pero no sobre los asuntos frontales en contra del neoliberalismo,
¿por qué se da eso?
IB: Es una
decisión consciente. Consideramos que nada de lo que propongamos tiene la
posibilidad de aplicarse dentro de un Estado corrupto. En Colombia persiste un
clientelismo que ha matado al país, porque ninguna de las decisiones se han
tomado con el rigor que puede presuponerse de un Estado que funcione en
términos de honestidad. Por ejemplo, la apertura hubiera podido no ser un
fracaso, de haberse manejada con criterios de generosidad y de responsabilidad
para con el país, hubiera podido ser una oportunidad, pero fue un fracaso
porque detrás de ella se escondieron las privatizaciones y una desregulación
cambiaria, en ambos casos se dieron negocios sucios; también se escondió una
desregulación arancelaria que igualmente permitió negocios turbios, es decir,
detrás del neoliberalismo tal como se aplicó en Colombia, vemos muy pocas
decisiones realmente económicas y muchas tomadas por presión de intereses ya
constituidos. Después pasamos ya al otro lado, nos fuimos a la social democracia
de Samper, que también fue un fracaso porque todas las decisiones de Estado se tomaron en función de intereses
particulares y nunca en función de aplicar realmente un modelo que podía ser
una oportunidad para el país. Entonces, ¿cuál es nuestra reflexión?: que no
vale la pena defender ninguna tesis económica en el país mientras no logremos
sacar a los corruptores del Estado y del poder.
GS: Difiero
sustancialmente con su afirmación de que el Estado es un Estado corrupto. Los
corruptos son los partidos políticos que se treparon al Estado y se adueñaron
de él para su disfrute. Creo que una manera equivocada de promover las
discusiones alrededor del tema, es justamente la afirmación de que el Estado es
corrupto.
IB: No,
pienso que el Estado en Colombia es corrupto porque éste no es nada diferente a
las personas que trabajan para él, y resulta que los partidos tradicionales,
tanto liberales como conservadores, desde el Frente Nacional, hicieron del
Estado un botín. Es decir, no tenemos en Colombia la posibilidad de tener una
selección de nuestros funcionarios en función de sus méritos, no hay respeto
por la vinculación entre el Estado como empleador y sus funcionarios. Somos terriblemente oligárquicos en nuestra
manera de tratar a los funcionarios públicos. Hay tres cosas: la identificación
del funcionario, la posibilidad de que cualquier colombiano sepa que ese
espacio de trabajo está libre, y el concurso para acceder a él. Después viene
lo más importante y es la posibilidad de una remuneración digna, la posibilidad
de tener estabilidad dentro de su trabajo, la posibilidad de tener un ascenso
en función de méritos y capacitación y adicionalmente tener ventajas por ser
funcionario del Estado: la casa, la recreación y la seguridad social.
Necesitamos que ese funcionario sea un socio del Estado y que lo defienda, ya
que en la medida en que sienta que por ser funcionario público está
beneficiándose del Estado y sienta también que está beneficiando a la
comunidad, vamos a tener otra relación del ciudadano con el Estado.
GS: Ahí toca
usted un problema que es esencial: la democracia colombiana no ha funcionado
nunca como una democracia verdadera.
IB: Tengo
una interpretación de nuestra historia que recoge lo que usted está diciendo,
pero con otro enfoque, creo que nosotros en Colombia le hemos tomado el pelo a
la historia durante cien años, es decir, nos hemos vestido en un ropaje
retórico, hemos vendido todo lo bueno y lo malo haciéndole creer a los
colombianos que estamos haciendo reformas de estructura. Nunca hemos hecho reformas de estructura, ya
que tenemos la misma estructura de poder
que se tenía en la colonia, con una oligarquía muy cerrada en la toma de
decisiones, una exclusión sistemática, una expoliación del humilde y unas
revelaciones de poder excesivamente arbitrarias, abusando de éste, etc. ¿Por
qué insistimos tanto en el tema de la corrupción como prioridad?, porque
finalmente nos damos cuenta que después de cien años aquellos que han venido
dirigiendo al país han podido esconder todas sus artimañas para mantener sus
privilegios y ahogar y asfixiar a Colombia con unos discursos progresivos a
nivel social, casi revolucionarios sin haber tocado las estructuras. Entonces
nos toca pasar a un nivel donde podamos ponerle la etiqueta que le corresponde
a cada cual y esa etiqueta es la etiqueta de la corrupción. Cuando los
colombianos entiendan que las decisiones se toman no sólo porque se haya
procedido a un análisis económico, social o político; sino porque se están
defendiendo los intereses de determinadas empresas, grupos económicos o
fracciones políticas, entonces vamos a estar haciendo pedagogía.
GS: Otra de
las cosas que uno alcanza a percibir a través de los medios, es la manera como
se proyecta una imagen del poder económico y del mismo poder de estos, yo diría
que del poder religioso también, como imágenes que se oponen o que son más
limpias que la del poder político, sin embargo eso no es así.
IB: No es
así, porque finalmente en Colombia con nuestra estructura todavía colonial, el
poder político es el que reparte el resto de poderes. Pienso que hay un factor
que es importante y es el hacer una identificación de las estrategias de los
que no quieren que las cosas cambien. Me explico: uno podría decir que en
Colombia hay una guerra civil, pero no creo que la guerra civil sea con los
bandos que estamos acostumbrados a ver, la guerra es entre los que tienen el
poder de la plata, de la política, de las armas, y los demás ciudadanos que
están frente a los abusos de poder de esos poderosos. ¿Por qué digo que hay que
desenmascarar esas estrategias?, porque de alguna manera en Colombia cada vez
que hemos querido hacer una reforma estructural que toque el poder ya sea
político, económico o social, inmediatamente se nos presenta la visión a través
de los medios de comunicación del caos, y para defender una supuesta
estabilidad institucional nos obligan a no hacer las reformas que son
necesarias.
GS: Es, por
decirlo de algún modo, una resistencia al cambio que persiste en las
estructuras de la sociedad colombiana.
IB: Fíjese
que eso es constante en nuestra historia prácticamente desde nuestra
independencia. Ese miedo no al cambio, ya que ni siquiera se puede hablar de
cambio, sino a las reformas necesarias para poder salvar la democracia
colombiana o por lo menos darle un tinte de democracia al régimen actual. Y
cada vez que vamos a tocar ese espacio, cada vez que vamos a tratar de arreglar
ese problema, que es el que está generando el caos, la violencia, la
pauperización, la falta de oportunidades en Colombia, nos dicen que vamos a
generar una crisis económica, o que vamos a incentivar y a fortalecer a la
guerrilla.
GS: ¿Por qué
piensa que pasa eso?
IB: Porque
tenemos una dirigencia excesivamente hábil, que ha pasado dos siglos de manera
inamovible, que ha logrado mantenerse a pesar de todos los movimientos
históricos, de todo el mundo. De las ideas nuevas que han surgido, nunca nada
llegó, siempre nuestra oligarquía supo maniobrar para mantenerse con los mismos
esquemas de poder, recogiendo y adueñándose de los discursos que ponían en
jaque y cuestionaban el status colombiano. Y lo que sucede con la corrupción
puede ser lo mismo.
GS: Pero
históricamente el país, y sus dirigentes, han mostrado una tendencia hacia la importación de ideas foráneas. Desde
la Revolución Francesa hasta la misma idea de los movimientos ecologistas, son
ideas importadas que, en algunos casos, en manos de la clase política
colombiana fracasan como reformistas y en manos de los revolucionarios fracasan
como revolución.
IB: Creo que
es peor. Bienvenidas las ideas foráneas si ellas contribuyen a nuestra
reflexión interna, es decir, precisamente en un mundo donde tenemos que
interactuar, que bueno poder nutrirse de experiencias foráneas. ¿Qué es lo que
pasa en Colombia?, que esas experiencias o esas ideas son secuestradas muy
hábilmente por aquellos que quieren impedir las reformas, porque se habla de
ellas para no aplicarlas. Aquí en Colombia usted oye que hablamos sobre lucha
contra la corrupción, y son precisamente los más corruptos quienes abanderan
ese discurso. Los que más se podían perjudicar con la reforma agraria fueron
quienes más la defendieron para poderla violar, para poderla manosear y para
que finalmente no se hiciera. Es decir, hemos caído en manos de unos hábiles culebreros.
GS: El éxito
de esos hábiles culebreros radica en vendernos la ilusión de la democracia, por
ejemplo, los medios de comunicación y los sistemas de educación son hábiles
culebreros.
IB: No hay
que mirar los cortes desde el punto de vista de las especializaciones, sino
desde lo transversal, que son las élites, ahí es donde todas se encuentran.
Tenemos un país que está en manos de personas que se benefician del sistema,
que lo ordeñan: políticos, empresarios, no todos, pero si los que están arriba,
los que logran hacer el lobby; también hay lideres sindicales que logran sacar
partido de sus relaciones privilegiadas con el Estado. Adicionalmente están
todos los medios de información, que por ser de propiedad de los grupos
económicos, para sobrevivir dependen de sus relaciones con el Estado. Hay una
cantidad de colombianos, que pese a su origen social, a su arraigo ideológico o
a su lucha, en algún momento hacen el tránsito y caen en el grupo de los que
sacan privilegios del status quo.
GS: Noto en
posiciones como la suya, que el oscurantismo en el que está sumido Colombia, se
explica en gran medida por medio de una tendencia a subestimar el potencial de
la gente, o ¿acaso es tan fuerte el poder? Por otro lado, podría llegar a
pensarse en otra tesis algo cínica que consistiría en permitir que otros hagan
con el poder lo que les dé la gana, que todos los demás vamos construyendo el
país de a poquitos. ¿Usted qué opina?
IB:
Estábamos hablando al principio de una generación, y precisamente creo que
nuestra generación, es decir, las personas que hoy tenemos entre treinta y
cuarenta años, contamos unas posibilidades que no tenían nuestros predecesores,
personas entre los cuarenta y cinco y sesenta y cinco años. ¿Qué tuvieron
ustedes? creo que ustedes tuvieron un país todavía bajo el control de esa
dirigencia, quiero decir que para entonces, Colombia aún podía ser manipulada a
través de los medios de comunicación; la gente leía el periódico, veía la
televisión, escuchaba la radio y tragaba entero. No había un cuestionamiento
individual de lo que sucedía. Hoy en día los colombianos se sientan frente a un
noticiero, oyen un programa de radio o leen un periódico y están leyendo entre
líneas, saben que lo que les están diciendo es para dirigirlos hacia un
pensamiento, para manipular su reflexión. Es lo que digo, actualmente parte del
capital del pueblo colombiano es que tiene una madurez política que no tenía
hacía tiempos.
GS: ¿Por
qué?, si hace sólo dos años votaron doce millones de personas por dos
representantes de la clase política tradicional, Andrés Pastrana y Horacio
Serpa. O será más bien que esos doce millones de personas cayeron en la trampa
de una ilusión democrática, es decir, sufragaron para salvar la democracia. No
creo que haya una conciencia política clara y un capital cultural, en los
términos en los cuales usted lo afirma.
IB: Bien,
entonces miremos cuáles fueron las opciones de los colombianos: votaron catorce
millones de personas de las veintitrés que están habilitadas para votar. En
otras palabras, sufragaron diez millones menos de los que debieron hacerlo. Ya
tenemos, de hecho, una masa inmensa de colombianos que no come cuento. Ahora
bien, de los candidatos que participaron en las pasadas elecciones, ¿qué
opciones teníamos? Serpa, sistema; Pastrana, sistema; Noemí Sanín, sistema,
y ¿cuál fue la elección de los
colombianos? la elección de los colombianos fue terriblemente fina. Primero,
elegimos por lo menos algo diferente, ya que no íbamos a premiar un castigo a
sabiendas que la persona a la cual se le estaba dando el respaldo era una
persona del sistema. Segundo, se eligió al menor entro dos males.
GS: ¿Por qué
afirma que era por lo menos diferente?
IB: Era un
cambio, porque de haber elegido a Serpa se hubiera continuado con Samper. Allí
había por lo menos una confrontación entre Samper y Pastrana, era por lo tanto
de alguna manera pasarle el balón a los del otro bando aunque estuvieran
jugando el mismo partido. Pienso que lo que ocurre en Colombia es que nunca
hemos tenido otras opciones.
GS:
Fácilmente uno podría decir que siendo Colombia un país que vota, no es un país
democrático, y aquel que vota no es un ciudadano, es solamente un elector.
IB: Estoy
completamente de acuerdo, y parte del trabajo que debemos lograr es vincular la
reflexión política a todos aquellos que no se sienten atraídos por ella; y la
única manera de hacerlo es planteando realmente alternativas radicalmente
diferentes. ¿Por qué no tenemos opciones en Colombia?. Porque el sistema
electoral está diseñado a manera de filtro para que sólo lleguen aquellos que
tienen la bendición de la dirigencia nacional. Inicialmente, por razones de
recursos, de dinero, si tuviéramos financiación estatal de las campañas,
obviamente tendríamos al menos igualdad de oportunidades para que las personas
no necesitaran ser amigas de Julio Mario Santodomingo, o ser íntimos de los
Rodríguez Orejuela, o haberse casado con Castaño para poder llegar al poder.
GS: Estamos
trabajando particularmente en un asunto que llamamos Revolución de la Ciudadanía.
El problema es que los políticos, contadas excepciones, no tienen ciudadanos
detrás, y aparte diría que todos ustedes, los congresistas, quieren ser
Presidentes. El abanico se abre mucho el
Congreso y se cierra mucho en lo presidencial.
IB: Siento que
ese fenómeno de lo presidencial no es exclusivo de Colombia, es la tendencia y
eso se acentuará mucho más.
GS: Pero la
democracia colombiana tiene un defecto, por ejemplo, en España uno puede decir:
detrás de Felipe González, de Aznar, de Fraga o de Santiago Carrillo, están sus
partidos que se han consolidado a lo largo de cien años. Aquí parece que no
existe eso, en Colombia realmente no hay partidos políticos.
IB: Es
cierto, no hay partidos, lo cual quiere decir que los Presidentes que han
llegado a serlo, no es porque hayan tenido respaldo, sino porque tienen una
clientela, además en un sistema tan descentralizado, en el cual te doy una
platica y .... lo de Dragacol lo explica muy bien. Pienso que lo
presidencialista puede ser en Colombia más una oportunidad que un riesgo. El
día en que podamos presentar una opción realmente diferente, movilizaremos a
todos esos ciudadanos que no tienen dueño. Las cifras son muy claras: hay
veintitrés millones de ciudadanos que tienen que salir a votar, de los cuales
la mitad son jóvenes y no pertenecen ni al partido liberal ni al conservador,
hoy salen a votar trece millones de los cuales cinco son arrastrados por la
clientela y su maquinaría.
GS: Suelo
pensar que la matemática electoral fracasa, en el sentido que siempre se
construye a partir de urgencias electorales, y es lo que precipita movimientos
como el suyo o el de Antanas Mockus. Hay un alto privilegio de lo electoral
sobre la consolidación de reales movimientos ciudadanos que de alguna forma
rompan ese dominio bipartidista.
IB: Esa ha
sido la gran debilidad de los independientes, porque los partidos tradicionales
en lo que sí han sido exitosos es en la organización de su clientela. No puedo
hablar por los demás, pero en el caso de Oxígeno, llevamos dos años haciendo un
trabajo intenso de organización política, estimulando cuadros dentro de la
estructura política del movimiento a escala nacional, pero sobre todo en el
ámbito de lo regional para hacer que Oxígeno tenga participación local fuerte;
porque sentimos que allí está latente un reto de poder, no sólo un reto
electorero como lo es para los partidos tradicionales. La única manera real de
ser efectivos, no para llegar al poder, sino para ejercerlo, es teniendo
cuadros muy bien preparados en todos los niveles de lo nacional.
GS: Lo que
puede verse en un movimiento como Oxígeno, es que si bien es cierto que el
trabajo político se hace en las bases, entonces no sé por qué no oxigena la
discusión sobre el asunto ecológico en Colombia. Uno se pregunta ¿quién asume
la responsabilidad política en el Congreso, sobre el Magdalena, sobre las
tierras, sobre los páramos, sobre el río Bogotá? Políticamente en Colombia eso
no se ve.
IB: En ese
sentido la crítica es válida, pero también hay que matizarla. El hecho de que
los medios de comunicación no transmitan lo que nosotros hacemos a nivel
ecológico no quiere decir que no exista. Hemos dado luchas especificas en
Colombia, sobretodo locales. Pero ¿qué sucede en Colombia? Que el tema
ecológico no le interesa a nadie, o por lo menos no le interesa a los medios de
comunicación. La ecología es la cenicienta de los medios de comunicación.
Siento y creo que esto hace parte de algo que diferencia a Oxígeno de los
partidos verdes del mundo, definitivamente la ecología es una política de poder
y de acción directa, no de discurso. A nivel local hemos librado muchas
batallas ecológicas y en lo particular ha sido una lucha fuerte y desgastante.
GS: No soy
radicalmente ecologista, me he sentido atraído por otras cosas. Sin embargo, el
problema es que cuando existe un Congreso con esas características no sólo la
ecología es la cenicienta, también lo son la ciencia, la educación y la
cultura; la única que no parece ser cenicienta es la economía.
IB: Pero por
una razón y es que hay que entender la lógica del Congreso. El Congreso es un
mercado, y en él, las acciones altas son las que permiten dividendos. Y las dos
acciones que mayores dividendos dan son las económicas, porque permiten ser
sujeto de lobby y por lo tanto permiten pedir retribución de los favores a
través de la financiación de las campañas, y las políticas porque son las
reglas de juego de acceso al poder. Es lo que pasa con la ecología, la ecología
no reparte nada, y si lo hace es desde el punto de vista de la protección del
medio ambiente. Para darle un ejemplo de lo que pasa en el Congreso quiero
contarle lo siguiente: cuando en Colombia comenzamos a hablar de reformar el
sistema electoral, qué salió a decir la prensa al unísono y de manera agresiva:
que Colombia estaba demasiado emproblemada para ponerse a mirar reformas
electorales, fue así como lograron desvirtuar el propósito casi burlándose de
la reforma electoral para evitar que se diera, porque la reforma electoral es
la reforma del poder político. Hoy día, después de lo de Pomárico en el
Congreso, la gente empieza a entender que una cosa lleva a la otra, que una
reforma política, que una reforma electoral es la que más toca los intereses de
los que tienen el poder y por lo tanto ese es el punto central. Ya se vuelve
una acción de alto valor porque las repercusiones de esa reforma son muy altas
en términos personales para cada uno de los que están actuando en ese mercado
de valores. Si sale la reforma, Guerra Tulena no vuelve al Congreso, podrá
vivir de lo que se ha robado, pero no podrá seguir repartiendo, ni podrá seguir
con el ritmo de vida que tiene. Eso le pasa a todos los que están allí
sentados.
GS:, Fíjese
que cuando usted habla de política en estos términos, se amplía el concepto
hacia la institucionalidad, y la separa de aquella que maneja el Sistema
Nacional Ambiental, ya que esa institucionalidad no es cuestionada en el
Congreso. El Sistema Nacional Ambiental es el sistema burocrático más grande
del planeta: treinta y seis entes que se denominan Corporaciones y que
pertenecen a un político de cada región; cinco institutos de investigación que
no tienen nada que ver con el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología; y eso
nunca se debate. Uno dice: en la política tiene que elaborarse una fuerte
crítica a la institucionalidad, pero que no tenga necesariamente que ver con
los asuntos de la clase política, me preocupa profundamente eso.
IB: Si, pero
esa crítica a la ecología se puede dar también en términos del modelo
económico, del proyecto económico y del proyecto de educación. ¿Por qué razón?
Porque el nivel de crisis en Colombia es tan fuerte que si no cambiamos las
reglas de juego para acceder al poder, nunca tendremos oportunidad de aplicar
este pensamiento que es subyacente.
GS: También
subyace el intento de cambiar las reglas de juego, principalmente en el nivel
central, en lo que toca los intereses de los partidos, pero no en las
estructuras del poder local, que están tan pervertidas como el poder nacional.
IB: Los
hindúes dicen que para limpiar la escalera hay que comenzar desde arriba y eso
es así. En Colombia, la problemática local está amparada por los mismos
intereses de lo regional y de lo nacional. Por ejemplo, si vas a cualquier
municipio, encontrarás que el alcalde que está robando es la ficha del senador,
que es a su vez la ficha del Presidente. Cuando quieras indagar verás que todas
las posibilidades o mecanismos de control se cierran, porque el procurador es
el amigo de tal funcionario, el contralor es el amigo del otro fulano tal, el
fiscal también, y así sucesivamente.
GS: Por lo
que entiendo, a usted le interesa y liderar una reforma política. Pero ¿por qué
caer en el referendo? Los que somos críticos de los referendos pensamos que
nacen donde no deben nacer ¿Por qué no hay un sentido más alto de anticipación
en los políticos colombianos?
IB: El
referendo nace de un reclamo ciudadano, cuando Andrés Pastrana busca votos para
hacerse elegir, los independientes le decimos que lo apoyamos si hace un
referendo, y es con el anuncio de ese referendo que Andrés Pastrana logra atar
los votos independientes que le permiten ganarle a la maquinaría liberal. Aquí
no es el Presidente el que se inventa un referendo, sino es el pueblo el que se
lo exige: comprométase a hacer una reforma política de fondo y limpie el
Congreso a través del referendo. Primero, la iniciativa no es del Presidente,
al Presidente nunca se le ocurriría un referendo. Segundo ¿qué sucede desde el
punto de vista táctico? Pues que estamos enfrentados a un Congreso elegido
mayoritariamente, con el sistema electoral corrupto que tenemos hoy.
GS: Es
contradictorio, porque los mismos que eligieron el Congreso eligieron al
Presidente sobre la base de que hiciera el referendo. Esta paradoja no la
entiende nadie.
IB:
Correcto, no la entiende nadie por qué razón: porque el Presidente ya tenía las
maquinarias conservadoras comprometidas y lo mismo ocurría con los lentejos
liberales, antes que él se comprometiera con el referendo. El referendo es un
compromiso de Andrés Pastrana efectuado el 6 de mayo del 98, cuando ya tiene
montada toda su maquinaria y se da cuenta que no le alcanza para ganarle a la
liberal. Entonces, cuando el Presidente se compromete con el referendo lo hace
a espaldas de esas clientelas que lo están apoyando. Por lo tanto si hay una
contradicción y esa contradicción explica todos los vaivenes del Presidente en
torno al tema del referendo.
GS: Pero si
a mayo del 98, a usted le dicen que haga un referendo, seguramente no
formularía las mismas preguntas que formuló el gobierno.
IB: Voy a
ser muy clara con el tema de las preguntas del referendo presidencial. Cuando
hicimos el acuerdo con Andrés Pastrana, que fue un acuerdo en el que los
independientes lo apoyábamos para que llegara a la presidencia si él hacía el
referendo, las preguntas que teníamos para este referendo estaban claramente
establecidas y él firmó el pacto. Las preguntas eran muy específicas, pero ¿qué
sucedió? El ordenamiento institucional colombiano permite que la iniciativa de
referendo la tengan simultáneamente dos instituciones: el Presidente de la
República por un lado y el pueblo por el otro. Es obvio que un referendo
necesita una exposición muy grande y un liderazgo muy fuerte para poder
movilizar a la población. Por eso contamos con el Presidente, porque él tenía
la iniciativa y podía liderar. Esas preguntas tenían un núcleo central, en un
referendo popular, donde los colombianos van a votar, teníamos lo ideal debido
a que habíamos considerado todo el proceso electoral, la creación de un sistema
muy disciplinado en cuanto a la organización de los partidos para evitar
precisamente que se conviertan en empresas electorales. Eso fue lo que le
propusimos a Andrés Pastrana.
GS: y que
paso?
IB: Andrés
Pastrana compra el referendo, porque sabe que le hacen falta los votos
necesarios y además es una buena alternativa que le permite tener un programa
que no tenía en lo relativo al pensamiento social. Pero cuando el referendo
llega al Congreso, es obvio que en esas condiciones y con ese es un referendo
antiCongreso. Entonces el Presidente decide no enfrentarse al Congreso, ya que
no puede tener por un lado el referendo y por el otro al Congreso cogidos de la
mano. Es allí donde comienza las negociaciones con Serpa, Valencia Cossio y
Noemí Sanín, en las que finalmente se resuelve entregar el referendo, la
reforma política al Congreso; cuando era justamente eso lo que no tenía que
hacer. En ese momento Andrés Pastrana tenía el 80% de los ciudadanos a su
favor, con un optimismo increíble, era una especie de mandato contra la
corrupción para limpiar las costumbres políticas, desafortunadamente él
entierra eso y empieza a negociar con el Congreso. En ese momento, el de su
mayor popularidad, denunciamos lo que está sucediendo y nos vamos a la
oposición, allí comienza la travesía del desierto. Volvemos a ver lo que
siempre ha pasado en Colombia, los titulares anuncian: “vamos a hacer una
reforma anticorrupción”, y en esa frase están metiendo todo el veneno necesario
para poder mantener y fortalecer las estructuras de las maquinarias de los
partidos tradicionales. Hoy en día, Andrés Pastrana después de los escándalos
de Pomárico, decide volver a desempolvar ese referendo.
GS: ¿Y por
qué a sabiendas de todo esto, ustedes deciden continuar apoyando ese referendo?
IB:
Fundamentalmente porque el cuerpo central de la reforma que habíamos propuesto
en un inicio se mantiene, y son tres elementos básicos: el voto obligatorio,
las listas únicas y las cifras repartidoras. Esos son tecnicismos pero en la
práctica son instrumentos que nos permiten desbaratar las maquinarías de
quienes las tienen. Ese es el objetivo.
GS: Sin
embargo, allí se genera otra polémica,, porque si usted habla de voto
obligatorio, listas únicas y cifras repartidoras, eso no nace en la ciudadanía
colombiana, no parte de ella.
IB: El
mandato del pueblo es uno: acabar con el clientelismo, pero de nosotros depende
dar las herramientas para ello. Cuando un ciudadano quiere un puente peatonal
no le pregunta al ingeniero cuántas barras de acero le va a meter, sólo quiere
el puente peatonal. El referendo es eso: ¿cómo logramos que esa voluntad
ciudadana de acabar con el clientelismo, con la corrupción en el Estado y con
la falta de oportunidades en el país se vuelvan realidad? Pues con nuevos
instrumentos electorales. La gente no entiende y es muy difícil vender eso,
porque lo que estamos vendiendo no es la pala, lo que estamos vendiendo es el
puente.
GS: Pero en
vez de vender la pala o el puente, una manera de hacer mejor la política es más
bien dibujando juntos los planos.
IB: Debemos
entender que en el mundo hay personas que saben y personas que no saben. Las
decisiones democráticas se dan mediante unos objetivos concretos: por ejemplo
en el querer hacer la paz con la guerrilla, en que haya justicia social o en
que todos los niños vayan a la escuela; no estamos diciendo cómo hacer para que
esto suceda. Creo que todo esto le corresponde a aquellos que están trabajando
en dichas actividades, lo cual es muy sano.
GS: Me hace
pensar entonces que usted tiende más hacia la idea de una democracia
representativa que de una democracia directa. En otras palabras, la idea de que
se requiere una acción más directa del ciudadano sobre las cosas.
IB: Eso
podría hacerse, pero ¿cómo lo implementamos? En esto uno tiene que ser
práctico. Las democracias participativas se dan por medio de procesos concretos
y sobre todo en el ámbito local. Ejemplo: Suiza, es una democracia
participativa en la cual el ciudadano tiene la posibilidad de actuar en su
entorno inmediato. Pero en Colombia no estamos hablando de un entorno cercano,
la decisión que estamos tomando es cómo crear un sistema político que nos
permita ejercer la democracia. De alguna manera usted puso de presente si es
democrático el que uno tome decisiones o elabore instrumentos para llegar a un
fin que puede ser querido por todos, y si precisamente eso no es más
representativo que participativo, por el hecho de delegar sólo algunos los
mecanismos para establecer esos elementos. Entonces ¿en qué punto se vuelve
participativo lo que estoy diciendo? Pues con el referendo, el referendo es un
instrumento participativo. Metafóricamente, creo que el referendo nos da la
oportunidad de participar como ciudadanos en la escogencia de la pala y el
acero para hacer el puente. Las sociedades en el mundo desde hace 2000 años no
se mueven sino con el liderazgo personal de aquellos que logran transmitir
convencimientos. Esto que estamos conceptualizando es una batalla que se viene
dando en Colombia desde Gaitán, en otro esquema pero igual, lo mataron porque
estaba enfrentando el poder, lo mismo que Galán, Pizarro o Bateman; todos han
muerto exactamente en la misma batalla. Así que si tenemos un capital
democrático no es porque tengamos elecciones sucesivas, es porque hemos tenido
gente que ha dado la vida por esto, mediante la creación de una resistencia.
GS: Llegamos
a un punto clave y es sobre su concepción de la democracia. Atemos una cosa con
la otra, la pregunta iría entonces hacía la idea de que la democracia no se
construye con procesos legislativos que permitan determinadas cosas, sino con
cambios en las estructuras que se encuentran arraigadas en el quehacer político
y económico del país.
IB: Tenemos
que ir por partes, ese debate de las estructuras monopólicas o incluso el de la
reforma agraria, que reflejan exactamente lo mismo, tanto en el asunto de la
tierra como en el del sistema productivo del país, se tiene que dar, pero en un
ambiente democrático. Un ambiente democrático es aquel donde los ciudadanos
puedan llegar en igualdad de condiciones a defender sus pensamientos, en
Colombia no tenemos un sistema democrático. La gente que en este momento está
llegando a esos escenarios de debate, que son el Congreso, las asambleas, los
concejos o las JAL; son personas que en su mayoría han comprado votos, no son
personas que estén allí representando verdaderamente al pueblo.
GS: Quiero
darle un giro a nuestra conversación preguntándole lo siguiente: Considerando
que aquí no existe la capacidad de efectuar o de hacer cumplir los pactos
suscritos, ¿Cómo lucha una mujer en una sociedad patriarcal para llegar al
poder político? ¿Cómo llega Ingrid Betancurth a pactar con alguien de
determinado partido, si no es en su propio detrimento?
IB: En eso
soy muy radical, creo que aquí no podemos hacer pactos con las personas que los
han violado sistemáticamente desde hace cien años. Por qué voy a querer pactar
con López, con Gaviria, con Samper o con
Enrique Gómez, si ya sé qué están defendiendo.
El único pacto que me interesa hacer es con el pueblo colombiano, por eso le
decía que nuestra guerra civil es en
entre dos bandos que no son los que creemos. Aquí la guerra no es entre derecha
e izquierda, es entre los que tienen el poder y los que no lo tienen, porque
los que tienen el poder, ya sean de derecha o de izquierda, ricos o los que
sean, todos están en el status quo.
GS: Sin
embargo, usted piensa que de todas maneras el abanico va de derecha a
izquierda. La pregunta sería, ¿usted, en ese abanico, en qué parte está? A
veces la ubico más hacía la izquierda, por el corte socioambientalista que
llega a tener.
IB: Si, pero
sobretodo por el corte humanista, creo que la diferencia está en el enfoque.
Para mi Colombia no es una entidad abstracta, para mi Colombia son los
colombianos, y por lo tanto la política tiene que ir dirigida a mejorar la
calidad de vida de todos ellos colombianos. Para ponerlo en términos muy
humanistas, como política a mí me interesa facilitarle la felicidad a los
ciudadanos colombianos.
GS: Teniendo
en cuenta que la mujer colombiana ha sido excluida y condenada en muchos
ámbitos. ¿Cómo vive usted ese proceso?
IB: Estoy
tan en desacuerdo con ese planteamiento como con los que dicen que en Colombia
tenemos una predisposición al clima, esos son fatalismos que no existen. Al
contrario, pienso que Colombia es una sociedad muy violenta que desde hace unos
30 años, creó una familia como núcleo básico, inmersa en una guerra continua en
la cual el hombre está ausente y la mujer asume la jefatura del hogar, fenómeno
que se da en todos los países del mundo. No creo que vivamos en un patriarcado,
al contrario pienso que más bien vivimos en un matriarcado. Otra cosa es que
las mujeres hallamos manejado ese matriarcado con las restricciones
ideológicas, culturales, raciales y económicas que se hayan podido plantear; y
lo que quiero decir con esto es que hoy en día una mujer de mi generación no puede declararse víctima del machismo. No
lo podemos hacer porque no lo hemos sido.
GS: No del
machismo, pero sí del poder patriarcal.
IB: Tampoco,
la mujer en Colombia ha ido abriendo su camino y se ha defendido como ha
podido. Pienso que en el país hay grupos mucho más vulnerados que la mujer: por
ejemplo los niños, los ancianos o la raza negra; pienso que hay otros grupos
más vulnerados que simplemente la división de genero. Lo que sí es cierto es
que la mujer es más numerosa en Colombia, también debe resaltarse el que haya
más mujeres pobres, y adicionalmente el que la mujer lleva culturalmente la
tradición de ausencia de educación, de trabajo en la casa y de sometimiento al
hombre. Puede encontrarse una debilidad social de la mujer en mayor proporción
que la del hombre; pero eso no quiere decir, y aquí creo que hay una diferencia
fundamental en mi percepción, que la mujer sea débil en una sociedad
estructurada como la nuestra.
GS: Con
respecto a la restricción aplicada a la libertad de la mujer para decidir sobre
su propio cuerpo en asuntos como el aborto. ¿Qué piensa de este tema?
IB: Pienso
que el cuento de la legislación en contra de la mujer era cierto hace veinte
años, ahora ya no lo es. Con respecto a lo que usted plantea, el tema del
aborto es un tema en el cual las mujeres tampoco se han puesto de acuerdo. Las
mujeres no han definido su posición frente al aborto. El hecho de que se
practiquen trescientos mil abortos cada año, no quiere decir que la mujer tenga
que salir a defender el aborto.
GS: Pienso
que es peor. La mujer muchas veces no sale a defender el aborto por los mismos
condicionantes morales que históricamente le han impuesto a través de la religión.
IB: Pero
también fácilmente puede comprobarse que pese a esos condicionantes religiosos
y morales, las mujeres siguen abortando.
GS: En ese
asunto se entrecruza la vida con lo moral, y en una última decisión termina
siempre por elegirse la vida.
IB: Lo cual
quiere decir que el debate no es el de la mujer sino el del Estado, porque
obviamente implica para la mujer una limitante, un condicionamiento, una
reflexión; pero esa restricción es una restricción que le cae a ella por ser
portadora del hijo pero que no es directamente concebida como una restricción
en contra de la mujer. Hay quienes consideran el no aborto como el derecho a la
vida, o sea la protección del niño. Uno podría mirarlo desde varios ángulos.
GS: Si, pero
lo que debería hacer una democracia es reconocer esa pluralidad sin excluir a
las que están de acuerdo con el aborto.
IB: Debe
primar el derecho a escoger.
GS: El
derecho a que en caso de que la mujer decida abortar, el Estado responda por
ella.
IB: Es la
posibilidad de brindarle a la mujer condiciones de seguridad y en últimas de protección de su vida, por si
ella en su intimidad decide abortar. Ese es un tema que incluso en países donde
no hay discriminación hacia la mujer, sigue sin solucionarse. No creo que en
Colombia, la mujer viva en condiciones de machismo estructural por el hecho de
considerar ilegal la práctica del aborto.
GS: Y en un
país tan poco democrático como afirmó hace un momento, ¿haría usted algo por
una ley pro-aborto?
IB: Desde el
punto de vista estatal, si. Personalmente tengo una relación difícil con el
aborto porque en mi fuero personal siempre he defendido la vida, y es una
decisión que nunca tomaría. Sin embargo considero que el Estado debe darle a
las mujeres colombianas la posibilidad de escoger y de poder proceder en
condiciones de total seguridad si así lo decidieran.
GS: Y
haciendo un paralelo, ¿procedería de la misma forma en cuanto al uso y
legalización de la droga?
IB: El
problema de la legalización de la droga es diferente al problema de su consumo.
El verdadero problemas es el del comercio de la droga, y el debate acerca de su
legalización se tiene que dar en un contexto internacional.
GS: Citando
a Voltaire, cuando afirmó: “no defiendo lo que consume pero defenderé hasta la
muerte su derecho a tomarlo” ¿Estaría de acuerdo con él?
IB: Si, pero no creo que ese sea el debate con
respecto a la legalización de la droga en particular, porque todo el mundo
consume lo que se le da la gana. El problema es la responsabilidad del Estado
frente a un comercio que se le salió de las manos. Pienso que es importante
defender la legalización de la droga y yo lo haría en términos políticos. Ahora
bien, lo que tengo muy claro es que este es un proceso de reflexión, que
específicamente para Colombia, debe llevarse con mucha responsabilidad, ya que
no podemos defender la legalización mientras sigamos siendo los primeros
productores de droga en el mundo.
GS:
¿Entonces por qué Estados Unidos si puede defender la guerra contra las drogas
siendo su principal consumidor?
IB: En esto
debemos habituarnos a no pelear por cosas tan obvias, no podemos enfrascarnos
en aquello de: “porque tu no lo haces, yo no lo hago”. Lo ideal sería estar en
una comunidad internacional donde la votación para legalizar la droga se hiciera
Estado por Estado y probablemente lo lograríamos. Pero mientras logramos esta
reestructuración de la toma de decisiones internacionales, que se va a demorar
mucho más que la legalización de la droga, lo que tenemos que hacer como
colombianos, es cumplir con un papel especial. Inicialmente debemos limpiar el
país de la relación entre la política y la droga, no podemos ser voceros de
legalizar la droga mientras tengamos congresistas o presidentes financiados por
la droga. El día en que estemos dispuestos
a extraditar a quienes haya que extraditar, cuando estemos dispuestos a
que cuenten lo que tendrían que contar y que aún no han contado, lo que
permitiría poner en tela de juicio las estructuras políticas que en este
momento están dominando el país, porque todo esto es un juego de dominó. El día
en que podamos hacer eso, tendremos la dignidad como país ya liberado de esas
ataduras, para decirle al mundo: miren la paranoia en la que estamos, porque
finalmente el tema de la lucha contra las drogas es el tema de la defensa de la
democracia.
GS: El
concepto de lucha contra las drogas está excluyendo el hecho de su
legalización, y ello se ha condicionado, se ha manipulado desde las altas
esferas de poder.
IB:
Correcto, pero por eso tenemos que ir quemando etapas. Lo que le tenemos que
mostrar al mundo es que esa lucha contra las drogas, la que tenemos
actualmente, no sólo es ineficaz, sino que además es perniciosa. Tal como la
vemos hoy, lo que está haciendo es acabar con la democracia, porque está
permitiendo que prosperen estructuras de corrupción dentro de los sistemas
democráticos. Precisamente los helicópteros dados a Colombia, son el moño que
se le pone al regalo, pero no son el regalo en sí. Aquí, el tema fundamental es
crear la posibilidad de que dirijamos nuestro propio destino, y éste no puede
quedar en manos de los corruptos; todo violento por antonomasia es corrupto.
GS: Siendo
así, quisiera que me aclarara este punto: ¿por qué dentro del Plan Colombia,
que destina no sé cuantos millones de dólares para la lucha contra el
narcotráfico, contemplando la fumigación de cultivos, la defensa de los
derechos humanos, etc., no se está tocando el debate que usted propone?
IB: Esto nos
lleva a las políticas aplicadas por nuestra clase dirigente y que son políticas
de titulares, en las cuales se le vende al país la salvación a través de mil
millones de dólares, cuando todos sabemos perfectamente que eso no es nada.
Pero evidentemente esos desembolsos tienen como función fortalecer a un
Presidente debilitado, y eso es muy pernicioso.
GS: Dando un
último giro a esta entrevista, ¿cómo son las relaciones en el seno de su
familia? ¿Cómo es por ejemplo la relación con sus hijos? Porque a primera vista
usted parece una dama de hierro.
IB: Soy una
dama de hierro en mi trabajo, pero esencialmente soy el producto de mi vida
familiar, es decir, no podría llevar las luchas que llevo, si no tuviera el
respaldo absoluto no solamente de quien comparte mi vida, sino adicionalmente
el de mis hijos, que son las víctimas en todo este proceso. La ecuación es muy
simple: me considero una persona muy dura, y muy luchadora en el ámbito de mi
profesión y en el ámbito social, pero soy totalmente una mujer en mi ámbito
familiar y por lo tanto en la intimidad de mi casa los roles son muy convencionales.
La relación con mis hijos es excesivamente intensa, porque obviamente ni ellos
ni yo, podríamos vivir las separaciones o los riesgos, sin tener una
comunicación que va más allá de lo normal, hay una necesidad de comunicación
exacerbada, ya que son niños que han sufrido y que siguen sufriendo mucho. La
ventaja es que lo toman como un sacrificio constructivo.
GS: ¿Qué
edades tienen sus hijos?
IB: Catorce
y once años.
GS: ¿Viven
aquí en Colombia?
IB: Vivieron
tres años separados, alejados, porque tuvimos problemas de seguridad, ahora
están viviendo alternativamente, y a pesar de seguir con los mismos problemas,
tratamos de manejarlos de otra manera.
GS: Una
última pregunta: María Emma y Noemí, provienen ambas de la burguesía, de la
clase política tradicional, ¿qué piensa usted de ellas?
IB:
Ellas dos son lo mismo. Pienso que María Emma es una copia de Noemí; de hecho la hicieron para eso. Es una
hechura de Samper usada para enfrentar a una Noemí que se le había salido de
las manos. Las dos tienen las mismas características: son personas que han
crecido a la sombra de los grandes poderosos colombianos, no son mujeres que
hayan hecho carrera política, son producto del mismo sistema, entonces toman
sus decisiones por indicaciones de López, Samper y Gaviria. Ellas son una
rueda, un engranaje dentro del sistema. En cambio, yo no hago parte de ese
sistema, diría que soy la antítesis de lo que ellas dos son.