jueves, 24 de octubre de 2024

Grito de Alerta Para la COP 16

 

Grito de  Alerta

                               Para la COP 16

 

 

AGUA PARA TODAS, CASA PARA TODAS, libertad para todas, las personas, las especies, las comunidades

El planeta y nuestro pais debe tener una política urbana sobre la tierra, el agua, el suelo  urbano, la vivienda popular y  el bienestar colectivo. Una política del Bien común con sentido ecológico, en eso avanzamos muy poco, casi nada. En las ciudades pequeñas, medianas y grandes, está más del 70 % de la población. La búsqueda de la igualdad, la libertad y la no violencia debe tener un pie en las ciudades, la paz con la naturaleza debe nacer allí en los centros de consumo, en los centros de poder. El espacio urbano es el lugar de la mutación más violenta de la especie: la de ciudadano a consumidor. Hemos perdido el rumbo, caminamos en medio de la depredación, hacia el consumo total. No se trata de ciudades sostenibles, tampoco de aquella inmensa paradoja autodestructiva  famosa hace unos años de que: el que contamina paga.  El desarrollo sostenible impulsado en desde Rio 92 fue lo que nos temíamos: El principio del fin. El argumento  utilizado por los lideres de la manada mas autodestructiva, la especie humana, llevados de la mano y como ciegos por los machos alfa mas depredadores de la evolución.

Avanzar en la memoria de la destrucción, de la depredación, de la extinción de la fauna y de la flora. La especie humana no es la única víctima de pensamiento bélico.

            

Queremos esto y algo más, no lo estamos pidiendo lo construiremos  desde nuestra esperanza.

La respuesta no está en seguir discutiendo soluciones pasajeras  que solo prolongan la agonía. Debemos enfrentarnos a las raíces del problema:  Aquí seis secretos que estaban escondidos debajo del pavimento

Uno Desmantelamiento de las grandes corporaciones que controlan el agua y los recursos urbanos: Los recursos esenciales deben regresar a manos de la comunidad. Las empresas que lucran con el agua, la energía y el suelo urbano deben ser despojadas de sus privilegios, y sus bienes reintegrados a un sistema de gestión común.

Dos Resistencia activa en las ciudades: Los ciudadanos deben recuperar sus espacios. Esto implica una resistencia activa en contra de la gentrificación, de los megaproyectos inmobiliarios y de los intereses especulativos. Las ciudades no pueden seguir siendo centros de extracción para el capital.

Tres Economía post-crecimiento: Es urgente una ruptura con el dogma del crecimiento perpetuo. La solución no está en "mejorar" o "hacer más verde" el modelo actual, sino en abolir la lógica del crecimiento económico infinito que nos está llevando al colapso. Debemos diseñar economías que reduzcan el consumo y restauren los ecosistemas.

Cuatro Educación para la desobediencia: No necesitamos una educación que perpetúe el statu quo, sino una que fomente la desobediencia civil ante las leyes injustas y los sistemas opresores. Los ciudadanos deben aprender a cuestionar, a rebelarse, a organizarse.

Cinco Poder descentralizado y comunidades autónomas: La solución no vendrá desde arriba. Los gobiernos centrales, atrapados en la lógica del poder y el capital, no resolverán la crisis. Necesitamos un poder descentralizado, con comunidades autónomas que gestionen sus recursos y tomen decisiones según sus necesidades, no las del mercado.

Seis. Tecnología al servicio de la comunidad, no del capital: La tecnología, como está estructurada hoy, solo sirve a los intereses del capital y perpetúa la explotación. Debemos apropiarnos de la tecnología para ponerla al servicio de las comunidades y no de los mercados. Solo así podremos usarla para crear ciudades realmente libres de la manada.

No necesitamos una promesa que no lleve al cielo. Solo queremos  una escalera para ir descubriendo en cada peldaño lo que somos capaces de hacer sin  los jefes de la manada. Quitarles las banderas  del ecologismo a la manada, un  deseo inquebrantable,

Guillermo Solarte Lindo

Pacifistas sin Fronteras

2024

miércoles, 31 de julio de 2024

Karol G, la inmensa Bichota

 Karol G, la inmensa Bichota


No sé si es un cuento de hadas, tampoco si tiene más de Cenicienta, de Blancanieves o de Caperucita. Quizás un hada madrina con una varita mágica llena de sonrisas, que con su punta toca a todas las que lloran y ríen en su fiesta. Ya están contagiadas y saben, están seguras de que mañana será mucho más bonito.

Es la reina del optimismo con lágrimas de alegría y también gotas saladísimas de un despecho dulce. Su concierto es más que eso, es una fiesta a la que todos quisiéramos ir, incluso mis amigos, militantes de la ancianidad prematura, desearían ir a gritarle al oído, con todas las fuerzas, que todavía en su viejo corazón cabe ese aire de paisa grande que lleva en cada paso, en cada movimiento de cadera, en cada cerrada lenta de sus ojos pícaros. De mujer grande, de niña grande, de colombiana desarmada de odios, cargada de alegrías y esperanzas.

La Bichota está en continuo descubrimiento de ritmos, mezclas inusitadas repletas de innovaciones que rompen y hacen trizas el reguetón del macho alfa; pasó por encima de Maluma y J Balvin y los dejó atrás. Ella alimentó de candor, de sabor, un suave perreo que invita a levantarse al más viejo. La Bichota es un dibujo animado cargado de alegres y radicales rebeldías, donde el spanglish es solo una más de sus picardías.

Muchas de sus letras son frases cargadas de sentido que resuenan en medio de la fiesta. “En la cama me curaste todo lo que me dolía. Me pusiste a latir donde ya no me latía”. Sorprende por su precisión; es eso lo que quisiéramos decir, y también lo que quisiéramos escuchar. Ella lo hace en medio de bailes que recuerdan a la mejor Shakira. Dos estrellas nacidas en la periferia, fuera del centro, con rítmicas caderas que estaban dispuestas a conquistar el mundo, y lo hicieron.

La Bichota, como la llaman sus fans de confianza, se reafirma en contradicciones que disparan el entusiasmo de todas cuando dice o canta cosas como: “Pero hice todo este llanto por nada, ahora soy una chica mala” y lo es desde la más sincera y cruda feminidad, cuando repite: “Que mi vida no depende de que un hombre esté conmigo”. Y es claro que ella, y muchas de las que han ido a la rumba, no dependen de ningún macho. Ellas bailan solas, nunca se quedan sentadas, no esperan a ningún Superman, tampoco creen en los príncipes azules. “Ningún hombre me controla, soy dueña de mi vida” circula como un coro que ya no es secreto, se ha hecho consigna. Ellas están disfrutando la fiesta, ellos también, pero ellos saben que ellas comparten la idea de su canción favorita cuando afirma de manera tajante: “Ya no quiero amores, solo quiero disfrutar”. Y también le repite al oído con una inmensa sinceridad coqueta: “Soy la dueña de mi vida y no me importa lo que digan... Yo, amigo mío: sigo adelante sin mirar atrás, el pasado quedó atrás”.

No es extraño que la inusitada fuerza de su canto haya logrado algo que no haría ni el Fútbol Club Barcelona: llenar el estadio blanco durante 4 días seguidos.

La idea de contarlo todo, al inicio del concierto, desde un dibujo animado, es algo más que un espectáculo pasajero. Ella ha descubierto su propia forma de hacer música. También su particular modo de montar sus fiestas. Por eso se mueve segura, sabiendo que sí, que todo indica que “mañana será todo más bonito”. Un lema que algún político avivato se querrá apropiar para las próximas elecciones, vendiendo esperanza.

miércoles, 3 de abril de 2024

En agosto nos vemos, un vallenato inconcluso

 

En agosto nos vemos, un vallenato inconcluso

Guillermo Solarte Lindo

 

García Márquez dijo que Cien Años de Soledad era un vallenato de 350 páginas. También pudo ser verdad, que afirmó en silencio, mucho antes de que entrara en su propio olvido, que En agosto nos vemos era un vallenato inconcluso. Algo me hace sospechar que el escritor deseaba dejar una obra inconclusa. Un homenaje a la imperfección, a eso que los japoneses nombran de forma hermosa como wabi-sabi que destaca la belleza de la imperfección, lo inacabado, lo fugaz, lo efímero.

Los grandes escritores, y García Márquez es uno de ellos, tienen diferentes tipos de grandezas, lo que llaman obras maestras, las llamadas obras menores y las inconclusas. De la primera, Cien años de soledad, se ha dicho todo. A las menores se les ha buscado hasta el agotamiento todas las conexiones con la primera, todos los errores y despistes históricos, gramaticales. De las últimas diría que unas están cosidas con silencios, otras entretejidas con impulsos emocionales desbordados por la memoria de una pasión o de un buen polvo. Otras más nacidas en un secreto que desean llevarse a la tumba. Enamoramientos imposibles de confesar o aventuras, en donde lo único que ha sido cambiado de la realidad es el nombre de la protagonista. Por eso, Ana Magdalena Bach tiene todas las pistas para delatar que la historia sucedió muchos años antes de que el olor de las almendras amargas le recordara siempre el destino de los amores contrariados. En agosto nos vemos el escritor es también la protagonista, y ella carga en su maleta los deseos y recuerdos de quien narra.

La imagen que me persiguió en las tres lecturas que hice de la novela, fue una en donde el escritor dirigía una película. Sentado, ya anciano, y con la mirada perdida en los recuerdos de sus amores pasajeros, daba la orden de luces, cámara, acción: la cámara mostraba una hermosa mujer, muy parecida a la Llobrigida, su amor imposible, que bajaba de un transbordador, llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa.

Ana Magdalena Bach era un recuerdo que obligaba a ser escrito en tono de imperfección, en tono de quebranto, y lleno de lágrimas dulces. Ella sabía que el amor de los tiempos del cólera era un amor eterno, y los de ella, aventuras efímeras, pero inolvidables. Estaba segura de que tenía mucho de Pilar Ternera, algo de Amaranta, Remedios, Eréndira y de Isabel viendo llover sobre Macondo. Podría ser un homenaje a Susana Cato, madre de su única hija mujer: Indira. Es difícil, por no decir imposible, separar la vida íntima del escritor, de sus fantasías eróticas, amatorias. Allí, el límite entre ficción y realidad se diluye en las nostalgias del escritor mientras lo escribe. Es posible que los cinco hombres seducidos por ella en agosto fueran el mismo, que todos hubieran nacido en Aracataca, el mismo día, y de los mismos padres y madres.

El escritor buscó en su memoria, y en cada uno de los rincones de sus libros, un nombre para bautizarla, esconder algún secreto, y hacer con su recuerdo una historia de amor para mayores de 60 años. La persiguió entre sus libros. Le recordó, hasta confundirlo, a Mercedes y a Susana, también a Indira. Encontró que era la suma de todas y así la retrató. No era una puta triste y, por eso mismo, los 20 dólares que su primer amante insular dejó en la página 116 del Drácula de Stoner la habían ofendido. Abrió de nuevo el libro y leyó toda la página. Pensó que no había sido el azar lo que había inducido a su amante a poner los dólares en ese lugar. Leyó tres veces la página, era un diario, en él estaba escrito parte del día 14, todo el día 15 y un párrafo del día 17 de agosto. Buscó algún mensaje oculto, pero no encontró nada. Le resultó sospechoso que el día 16 no apareciera. No se había escrito nada en el diario sobre el día 16 de agosto. Se prometió indagar sobre ese enigma, y después de largas noches de insomnio, descubrió que ir a la isla a dejar gladiolos a la tumba de su madre era un mensaje de quien la había parido para liberarla del castigo de la monogamia.

Releyó, frase por frase, la página 116 de Drácula, creyó encontrar una pista en una frase que subrayó con el lápiz rojo que tenía a mano y que era premonitoria: “Una especie de oscuro sino parece estarse cerniendo sobre nuestra felicidad”. Entendió que aquel hombre temía perder su felicidad y se inquietó por la suya propia. Sintió miedo al pensar que ella podría estar jugando a ser vampira en cada uno de los viajes a su isla encantada. La lectura de Drácula la había llevado a pensar que el Conde no era otra cosa que un Don Juan nocturno que buscaba el éxtasis en la sangre misma de las mujeres seducidas por su misterioso encanto. Un elegante seductor que al amarlas las dotaba de la inmortalidad que todas buscaban en sus brazos. Sonrió al recordar que detrás de la lectura del libro estaban las miradas atentas de las películas de Drácula protagonizada por el mejor de todos los vampiros, Christopher Lee, y también el menos humano de todos: Nosferatu protagonizado por Klaus Kinski.

Cerró el libro y concluyó, que el billete de 20 dólares puesto en el libro,  era una manera poco decente de decirle que pagaba por una noche de sexo, no de amor. Sabía, por su propia experiencia, que los hombres al pagar descargan sus culpas morales. “Allí no hay deslealtad”, le había dicho su esposo una tarde de sudores intensos, y ella le había respondido en silencio que sus idas y venidas a la isla “eran sus amores pasajeros y a mi casa vuelvo siempre completica”. Ella no era celosa y reclamaba, en cada viaje a la isla, su propia libertad. Tenía claro que el secreto bien guardado era la esencia del amor eterno. Que un apareamiento no contado se disfruta, aun después del orgasmo, y que se vuelve a vivir protegiendo el secreto. Defendiéndolo como un tesoro.

Descubrió Ana Magdalena Bach en cada ida y en cada regreso de la isla que al volver ya no era la misma. Esa permanente mutación terminó convertida en algo mágico, que se repetía y se repetía, primero como una ilusión, luego como un deseo cumplido y disfrutado por su cuerpo de hembra libre y, después, y en adelante, como un secreto que la dejaba ser feliz siendo infiel al hombre que en verdad amaba.

 

En agosto nos vemos es una historia real, narrada por la nostalgia triste de un macho viejo, caribe, sentado, ya sin memoria, disfrutando de una parranda de amores vallenatos en una playa cualquiera de Santa Marta, Cartagena o Barranquilla.

 

 

jueves, 14 de septiembre de 2023

Abajo las armas: La rebelión soñada por el Bien Común

 

Abajo las armas: La rebelión soñada por el Bien Común  

Guillermo Solarte Lindo

Director

Pacifistas sin Fronteras

  Abajo las armas es un libro publicado por la Editorial Alvarelllos y la Fundación Cultura de paz.  Es la suma de 32 miradas distintas sobre una pregunta orientadora: ¿Dónde está el pacifismo?

Una cuestión provocadora, en donde las  respuestas de los 32 expertos, militantes, investigadores, líderes pacifistas y analistas de la geopolítica de la guerra, constituyen un texto de gran valor pedagógico, en tanto que,  es análisis y síntesis de las distintas corrientes del pacifismo, de su corta historia, de sus intervenciones más significativas y de algunas de las tesis que fundamentan el movimiento  por la paz como acción directa y el pacifismo como una forma de pensar o paradigma para enfrentar  la guerra.

En el trasfondo de algunos de los 32 textos subyacen las ideas que han sido bandera del pacifismo a lo largo de su historia, que se alimentan de las ideas de grandes líderes y mártires pacifistas: Gandhi y Luther King y muchos de los ganadores del Premio Nobel de paz, algunos bien merecidos, otros no tanto. 

El título del libro:  Abajo las armas, al tiempo que es un grito de alerta, es un homenaje a quien fuera la primera mujer en ganar el Premio Nobel de la paz, Bertha von Suttner. Abajo las armas es el título de su novela en donde el personaje central es una mujer que lucha por ideales pacifistas al tiempo que vincula valores que promueven la igualdad de derechos de las mujeres. Podría encontrarse en Martha, el personaje central de la novela, lazos con la autora y puentes con el feminismo, con los valores bandera de la lucha de la mujer por la igualdad.

Tres grandes enunciados sintéticos   podrían destacarse a manera de hipótesis   de lo que subyace en este valioso libro y que es   la suma de todas:  Las perspectivas, las expectativas, las iniciativas, las singularidades.

 El primero de esos enunciados no podía ser otro que la Vigencia del Pacifismo:  de sus ideales, sus banderas, sus valores y   del deseo profundo que nutría, lo que en el Foro Social Mundial de Portoalegre se expresó como: “Otro Mundo es posible”. Un ideal que todos los pacifistas, en sus distintas corrientes, compartirían y aceptarían como un horizonte de lucha, de resistencia, de movilización.   Pero, ¿cuál sería el aporte del pacifismo a ese “otro mundo posible”?

Indudablemente, la persistencia en la lucha contra la guerra y la radicalidad o, si se prefiere, la rebelión contra la guerra como mecanismo de solución de conflictos y el armamentismo como soporte de la guerra misma. Guerra siempre presente en la historia, muchas veces justificada por los estados llamados democráticos que han sido promotores de una intensa narrativa de guerra acogida por los medios masivos.

 Diría en palabras de Ana Barrero, en su texto incluido en el libro, que: “Se están imponiendo narrativas militaristas, narrativas que contribuyen a la espectacularizacion y normalización de la guerra. Y, a la vez, se está estigmatizando, criticando y atacando a las personas que defienden que la paz solo puede conseguirse por medios pacíficos”.

 El punto clave para la comprensión de esta tensión o conflicto entre aquellos que abogan por la lucha pacifista en contra de la guerra y los que la favorecen, es que estos últimos   tienen el poder: económico, mediático, militar, un poder hegemónico total.   

La persistencia en la lucha contra la violencia, contra las guerras, ha sido un valor sin igual que alimentó a los pacifistas cuando más cruda se hacía la confrontación, y más débil la política como medio para la solución de los conflictos. El siglo XX, cien años de confrontaciones bélicas, cien años de desarrollos tecnológicos para matar, cien años de una carrera armamentista sin precedentes de la que emergió con fuerza el pacifismo y se construyó la oposición más humana que podría construirse: la oposición a la guerra como espacio en donde se legitima el asesinato, el genocidio, el desplazamiento de millones de personas de su lugar de vida. El siglo XX fue el siglo de la militarización de la política.

Millones de muertos, decenas de millones de muertos civiles llenaron los campos de Europa y vincularon otros territorios en lo que se dio en llamar la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Es una historia reciente de la que los pacifistas aprendieron que era necesario abrir la lucha en contra de la guerra hasta encontrar los argumentos para enlazar el pacifismo a las razones últimas de los conflictos que la humanidad no había podido solucionar:   La desigualdad, la miseria de millones, el hambre, el odio, la depredación de la naturaleza, la discriminación, el racismo.

Los problemas abruman, pero, podría afirmar de la mano de Ingerbor Brenes, en su texto incluido en nuestro libro con el sugestivo título de ¿Armas para construir la paz?  Qué ingenuidad. “Ceder al pesimismo y a la apatía no nos llevará a ninguna parte.  No podemos permitir la destrucción de la humanidad y nuestro hermoso planeta… Parece obvio que no podemos seguir abusando de los recursos del mundo… el excesivo gasto militar no puede proporcionarnos la seguridad que deseamos…”  

Sí, es evidente que la paradoja militarista es, además de una ingenuidad, la peor de las muestras de la irracionalidad del poder: armarnos hasta los dientes para defender la democracia, los derechos, la libertad.  El pacifismo está vigente porque sobre sus espaldas pesa la idea de que la lucha por el Bien Común es la más humana de las luchas. Una carrera armamentista avalada desde norte como una idea fracasada de la persuasión en donde en palabras de Garry Jacobs: “El gasto militar anual asciende a dos billones de dólares, pero las armas no pueden impedir las sequías, las inundaciones o detener la subida del nivel del mar” tampoco podrán reducir los niveles de desigualdad, la explotación desmesurada de los recursos no renovable, o disminuir el hambre o detener un virus como el covid-19. Pero, ¿Si el armamentismo no es útil para la solución de los problemas que agobian a la humanidad para que son útiles? El argumento de que así se garantiza la seguridad es quizá la paradoja humana más grande: aumentan las muertes violentas, el desplazamiento y el hambre.

Muchos de los autores presentes en Abajo las armas coinciden que el pacifismo es una movilización planetaria, internacional, que tiene un horizonte político incluyente y unos principios radicales que se abre a otros movimientos fecundados por múltiples razones y valores.

Podría surgir de la lectura que hago de los distintos textos un segundo enunciado hipotético: El pacifismo es una movilización cultural diversa, plural, que se revitaliza en el análisis crítico de la realidad dominada por el militarismo, la desigualdad, y un sistema de valores contrario al Bien Común y al respeto por la naturaleza. Algo queda de las propuestas de Immanuel Kant en su texto de la Paz Perpetua, al que hacen referencia algunos de los 32 autores. Destacaría de ellos tres que se han perdido en la maraña burocrática internacional y en la fuerza indeseable del Consejo de Seguridad de ONU:  la cooperación internacional, la abolición de la guerra y el desarrollo de un orden mundial basado en principios ético-políticos obligantes para todos los Estados. Un fracaso a la luz de lo que sucede, pero asimismo un desafío para los pacifistas.  

Creo que estaríamos de acuerdo todas las personas que hemos hecho parte de la oportuna convocatoria de Manuel Dios, y la Fundación Cultura de Paz, en que la educación es una de las claves de transformación de nosotros como individuos, y de la democracia como sistema político que garantiza la convivencia pacífica, el diálogo, los acuerdos como ejes de esa convivencia.

Pero la política que alimenta la democracia debe ser la acción. Las movilizaciones como estrategia cooperada de incidencia frente a los gobiernos, a los conglomerados económicos, a los organismos internacionales, garantes de los derechos de todas, pero  que se han ido burocratizando,  y en los que, muchas veces, la ciudadanía no encuentra el respaldo necesario para erradicar la torpe necesidad del uso de la fuerza para lograr lo que la política no alcanza: la paz continua, la paz permanente, la paz total, la paz perpetua, la paz humana  como horizontes de vida hacia los que hay que transitar.

El tercer enunciado hipotético que nace de mi lectura es que el pacifismo es una ecuación en proceso de complementación. Una ecuación que, en el momento actual, tiene como soporte transversal la Comunicación y en donde el Pacifismo, el Feminismo y el Ecologismo dan potencia y energía crítica a la diversidad de movimientos sociales que lo componen. Fuerza para enfrentar los distintos monstruos, enemigos de la vida y la democracia en el planeta: la corrupción, el armamentismo, las guerras, la depredación, el extractivismo, la desigualdad, el patriarcalismo.

 La ecuación P+F+E/ C = Paz   se presenta como una suma de esos tres ejes fundamentales de la lucha ciudadana, soportadas por la comunicación. La ecuación podría ser entendida como el mejor dispositivo para dinamizar la democracia como sistema político y el calentamiento social, entendido como una fuerza de energías múltiples que no están dispuestas al silencio y que combaten otro de los monstruos que alientan las guerras: La mentira, el mundo de la posverdad al que se refiere Karen Marón y para el que en su texto da claves de comprensión.

El lector del libro Abajo las Armas lo puede enfrentar como un dispositivo en donde encontrará palabras, conceptos para elaborar su propia resistencia lingüística. Diversidad de mantras pacifistas que animen la movilización y la acción como medios de incidencia política y la participación con sentido vinculante para cambiar.   Se puede entender y asumir como un manifiesto pacifista que debe llegar en primer lugar a las escuelas, a los organismos internacionales, a los medios de comunicación.

 

No quiero terminar este escrito sin hacer referencia a una de las guerras, quizá la más sucia de todas las guerras y que ha sufrido mi país, Colombia. La guerra contra las drogas. Una confrontación declarada en los años 70 en la que convergen todos los monstruos a los que hacía referencia: Violencia, corrupción, militarismo, armamentismo, depredación, mentira.  Una guerra en donde el campo de batalla, de confrontación militar, se trasladó a los países productores de marihuana, cocaína y heroína y, en donde, las acciones militares se dirigieron en un altísimo porcentaje a las pequeñas parcelas, criminalizando a los campesinos y esparciendo glifosato, un veneno químico prohibido en muchos países y restringido en otros. Una guerra irracional que no detuvo el problema y, por el contrario, fortaleció, diversificó y amplió las redes criminales, la alianza de estas con los distintos gobiernos y multiplicó por miles las transacciones financieras de blanqueo y de inversiones con dinero originado en el narcotráfico. No todo sigue igual, todo sigue peor.  

Para los pacifistas, este tipo de guerras han sido opacadas o escondidas y los resultados, muchas veces, han alcanzado niveles de violencia poco mediatizados, o teñidos con la mentira más grande que traslada la responsabilidad a los países productores, también los muertos y la estigmatización, la condena de inocentes ciudadanos que ven restringida la libertad de movilización por el estigma que lleva ser originario de un país productor.

Esta guerra ha supuesto un deterioro de la democracia colombiana, en tanto que:  el dinero del narcotráfico permeó la política, incrementó el armamentismo del país, su militarización y un presupuesto militar desmesurado, al tiempo que sostiene uno de los más grandes ejércitos de América Latina.

El prólogo de Federico Mayor y el epílogo de Manuel Dios, amigos pacifistas españoles que ha caminado juntos por un periodo largo de tiempo, parecen coincidir en algo esencial sobre las guerras que están presentes. El pacifismo ha cambiado y debe seguir haciéndolo, se ha diversificado, se alimenta de otros sentidos. De muchos fracasos emergen otro tipo de acciones, otros tipos de lucha, otro tipo de interacción: una comunicación más rápida, más informada, un diálogo permanente, continuo. El pacifismo también se ha trasladado a la ciberpolítica. Tiene el desafío de ser contundente en las redes.

Recogería la pregunta de Mayor Zaragoza en el prólogo: ¿Cuántos acontecimientos nocivos podrían evitarse si se hubiera hablado a tiempo?

 

sábado, 17 de junio de 2023

La muerte de los medios ¿ un proceso auto destructivo?

La historia de los medios en Colombia, también en gran parte del mundo, ha estado siempre en estrecha relación con el poder. Son parte del poder y como tal defienden intereses, promueven ideologías, venden opinión y son elementos claves de la construcción política de la realidad. Como instrumentos políticos se ubican en el espectro que va de derecha a izquierda pasando por el centro. En general se afirman demócratas ya que no serlo sería su muerte económica definitiva. Todos tienen su propia visión de la democracia, algunos abren sus puertas a la opinión radical o contraria a ellos mismos expresada en columnas de periodistas, intelectuales y gente de la farándula que tiene su propia clientela. Clientes que suelen comprar o suscribirse a los medios buscando lo que se ha dado en llamar grandes plumas, intelectuales famosos convertidos en líderes de opinión que, al hacer parte de un medio, ayudan a crear esa ilusión democrática en la que hemos vivido por largos años. Esas grandes plumas son, en muchos casos, otro poder dentro de ese poder mediático. Son columnistas o periodistas de éxito con una gran capacidad de atracción de lectores/ clientes, lo que se convierte en un buen negocio para el empresario y mejora la percepción ciudadana sobre la existencia de la libertad de prensa. Pareciera que la tarea asumida por los medios es legitimar el régimen a través de mejorar esa percepción. En Colombia la prensa escrita y también la Tv y la radio nacieron arropados por el bipartidismo, liberales y conservadores, de la mano de familias, crearon periódicos y sirvieron de soporte ideológico político de los partidos y de su propaganda. Fueron cajas de resonancia de las ideologías políticas dominantes, es decir, del bipartidismo liberal conservador, como ideal democrático. Izaron la bandera de su propio independentismo como adalides de la libertad de opinión, libertad de prensa y la defensa del medio de comunicación como libre empresa. Los llamados diarios o medios independientes fueron en su momento una ilusión democrática. Ahora esa bandera del independentismo mediático ondea en las puertas de las grandes empresas o conglomerados empresariales dueños de los medios. Ya es aceptado, en el establecimiento, en el poder, que la información es un bien de consumo y, en tanto lo es, de lo que se trata es de vender noticias, sean falsas o no, o convertir la opinión en noticia, es decir en verdad. Los periodistas y muchos de los columnistas de opinión sostienen la legitimidad del medio y potencian su credibilidad como empresa. La veracidad de lo que afirman se esconde, muy bien escondida, en la relaciones del medio con el poder, con los poderes. Se sabe que la información bien manejada da un inmenso poder al propietario de medios. De eso hablaba el multimillonario colombiano Julio Mario Santodomingo cuando expresó al comprar El Espectador: “Los medios de comunicación son como un revólver, que cuando uno lo necesita, lo saca y dispara” Pero ¿que disparan los medios para que su fuerza y poder sean tan deseados por el empresariado? Disparan información de todo tipo y son un centro de investigación permanente, en donde, los resultados de esa investigación pueden ser utilizados a favor o en contra de la ciudadanía que se moviliza, pero también de los otros poderes, controlándolos bajo la amenaza del escándalo; disparan mentiras en medio de verdades lo que da a las primeras credibilidad. Crean y recrean escenarios favorables a políticos, productos, empresas y son una indescriptible trama de ilusiones y desilusiones, de odios y amores, de aprecios y desprecios. Han creado los monstruos políticos, los han ensalzado y les han puesto sonrientes máscaras para tapar la corrupción muchas veces ligada a ese empresariado dinámico que compra los medios de comunicación. Los medios empresariales parecieran tener pactos secretos, líneas o territorios vedados, túneles oscuros por donde está prohibido pasar. Es un hecho que no publican la relación de las empresas de su conglomerado con la contratación estatal o con el sector financiero, uno de los mayores beneficiarios de la verdad oculta. En este caso específico, se tapan unos con otros. Promueven miedos y desde allí orientan a la población; son los mediadores del miedo que los distintos enemigos políticos y económicos utilizan para su beneficio. Introducen en la vida del país conceptos, significantes que hacen circular para beneficiar a sus aliados políticos. Hacen rodar los dilemas falsos creados por los políticos en tiempos electorales y promueven con ellos la confrontación, dilemas como: comunismo o libertad o castrochavismo o democracia son potenciadores del fanatismo bipolar que teje, con nada de sutilezas, una muñida telaraña de fanatismo que alimenta la rabia como sentimiento clave para decidir tu voto. Son lo que Umberto Eco llamó: la máquina del fango. Una muy bien aceitada máquina que funcionaba a la perfección hasta hace muy poco y que, atenta a su futuro, intenta entrar en el territorio virtual con estrategias de digitalización innovadoras pero sin la intención de desprenderse del poder económico. El poder económico enlaza digitalización, información, innovación como estrategia de colonización de la red. Si usted es extranjero y lee los titulares de los medios de Colombia puede llegar a pensar que es un país bien gobernado y que si hay miles o cientos de miles de crímenes, los que gobiernan no son los responsables, que tal responsabilidad es de un pequeño grupo de criminales que no puede ser atrapado, sin decir que no se logra, aun teniendo una de las fuerzas armadas más grandes de América Latina, y uno de los países que más gasto militar/policial tiene del continente. El asunto de la militarización del país, la asignación de un inmenso presupuesto para unas FFMM de cerca de 500.000 hombres, desmesurado para lo que hace, no es nombrado en los medios. Tampoco la forma como poco a poco se ha militarizado la política y de qué manera esa militarización ha significado una alianza de los políticos con el poder militar que ha destrozado la confianza de la población en lo que se llamaba la fuerza pública; ahora convertida en una fuerza militar y policial comprometida en asuntos como los falsos positivos o la muertes de manifestantes, tragedias que nacieron en decisiones políticas, en órdenes dadas por superiores civiles que juegan con el país escondidos en su impunidad. Pero, la neutralidad de los medios viste, con traje de camuflaje, toda la responsabilidad que los distintos poderes tienen en la dura violencia que arrastra el país. Los medios han hecho parte directa en la construcción de una versión distorsionada de la realidad, del conflicto. Sería un aporte para la Comisión de la Verdad que asumieran la responsabilidad y contaran lo que no quisieron contar. Lo que silenciaron para beneficio de sus aliados políticos y económicos. El agujero negro de la corrupción no podrá ser solucionado si, la relación entre poder económico y poder político, no se desteje con la información verdadera sobre lo que acontece en esa fatal correspondencia entre empresariado, contratación pública y políticos. No es despreciable la responsabilidad, que tienen los medios de comunicación, en otros órdenes de la sociedad colombiana para: inducir patrones culturales que van en contra de vida misma, como el odio; promover el consumismo de los productos de las empresas propietarias de los medios, en aras de que, “no importa lo que consumas, mientras sea bueno para la economía”, como los alimentos transgénicos; la promoción del crédito y o la llamada “bancarización” a altas tasas favoreciendo al sector financiero; ellos mismos, los medios, son empresas privadas en donde se fortalece el patriarcalismo, la corrupción y la aceptación de la violencia como una forma de hacer política. Ahora ya han dejado de promoverse como independientes, la mal llamada neutralidad es el banderín tricolor de su autopromoción: compiten recreando polémicas falsas entre contrincantes, fanáticos de algún líder, arduos combates verbales entre políticos o entre intelectuales mediáticos con el solo propósito de vender opinión, generar público a partir de la confrontación entre bandos. Son el territorio de confrontación, de la continua y vulgar mentira electoral. Divulgadores de dilemas falsos elaborados por sagaces halcones de la publicidad, de las encuestas orientadoras de la opinión, de tendencias disfrazadas que promueven miedos que favorecen a unos empresarios y derrumban a otros. Para los medios, si hay más ira, si hay más odio entre líderes habrá más garantía de éxito. Muchos periodistas cumplen con rigor la tarea asignada por el medio, formatos de programas radiales y televisivos para provocar la confrontación, la batalla verbal, la ofensa directa, personal al corazón del otro para que ese otro estalle. Es algo así como extraer el jugo más amargo de las naranjas podridas y obligarnos a beber de ese jugo hasta hacernos pensar que no hay otro. La memoria nos dice que, en Colombia, los Cano crearon el primer periódico, El Espectador; un poco más tarde los Santos deciden crear la caja de resonancia más grande de la historia del país, el Tiempo, Nace después el Siglo de los Gómez, La Prensa de la casa Pastrana que fracasa en medio de su generosidad verbal. Las distintas familias de las regiones no se quieren quedar atrás y surgen, El Colombiano de los Gómez, el País de los Lloreda, la Vanguardia Liberal de los Galvis. La revista Alternativa creada por los alternativos de los medios sucumbe como propuesta social demócrata crítica y cierra por la mala administración. La Voz, que pareciera querer recuperar el sentido de la comunicación de izquierda se embadurnó con el paleo marxismo y quedo reducida como las demás a propaganda. La dinámica actual no cambia demasiado, los medios son de empresarios, o grupos empresariales familiares: Santodomingo, Ardila Lule, Gilinski, Sarmiento Angulo. Se ha producido un, tránsito de familias ligadas a la política a familias ligadas al capital privado. El negocio por encima de la verdad o como afirma Ryszard Kapuscinski “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.” Este proceso o transito ha significado un paso a la autodestrucción de los medios como espacios de garantía del derecho a la información, también como empresas privadas ligadas estrictamente a una ideología política, liberal o conservador, a empresas ligadas a unos intereses económicos y siamesas del neoliberalismo que acoge en su seno al viejo bipartidismo rojo y azul. Desde el origen, los medios, cargaron con banderas rojas y azules la comunicación que se llamó de masas y, en adelante, todos fuimos informados como eso, como masa, no como ciudadanos; como habitantes de un territorio fuimos empujados por estas empresas a ser sumisos de la información que emanaba desde el poder bicolor, con el lenguaje que ellos hablaban y que, por lo general, era lenguaje importado, traducido desde los ideales de una democracia liberal que fue convirtiéndose, de la mano de los medios, en el imaginario demo populista que orienta esa amalgama pegajosa en la que se transformó la política en Colombia, que pasó del bipartidismo a un falso poli partidismo compuesto por 5 derechas, hijas descarriadas de liberales y conservadores y una izquierda enclenque que entra y sale del parlamento como si ese fuera su destinito fatal: ser minoría para siempre. Algunos medios se bambolean de un lado a otro giran a la derecha o a la ultra derecha. Le cantan loas al centro pero con una mano toman al candidato de derechas y con la otra al de la izquierda, apostándole a los dos para garantizar su propio triunfo. Un análisis de las páginas de opinión marca como practica una orientación gobiernista, pro USA, militarista y pro establecimiento. Buscan conciliar con la ciudadanía crítica, protagonista de las movilizaciones, con columnas light de animalismo, feminismos, lgbti, ambientalista o pro derechos sin mostrar nunca el lado radical y contrario al poder que tales movimientos tienen. El comienzo del fin Un fenómeno que se ha producido parece ser el anuncio del comienzo del fin: las redes, INTERNET, han provocado algo cuyo alcance aun no lo sabemos: algunos llamados influencers transitan de la red hacia los medios o de los medios a la red atraídos por la relación inagotable entre ambos: red/medios. Los influencers alcanzan a ganar cifras que están muy por encima de lo que gana un columnista de prensa o periodista de televisión. También son tentados por los políticos para hacer parte de su estrategia de ampliación de fans. La característica principal de una gran mayoría de influencers es golpear las emociones como una estrategia para ampliar seguidores y con esto los ingresos. Algunos parecen ser el triunfo de la estupidez, otros la decadencia de la cultura, o la expresión misma de ese tránsito que se está produciendo de columnista de opinión a influencer o youtuber. Pero también el tránsito de periodista ligado a un medio con intereses con el poder a periodista libre que trabaja fuerte por tener su propio espacio, sus propios suscriptores, sus propios lectores. Hay que destacar una diferencia que la red, en sí, no es propiedad de un solo empresario y todavía hoy existe una cierta libertad que abre las puertas del optimismo y también la de peligros poco conocidos. El optimismo nace de la posibilidad de la acción directa, sin mediaciones y con ello de divulgación de información de cada grupo o movimiento y también de realización de campañas diversas que van desde los animalistas, feministas, veganos o ecologistas que dan la sensación de que la red aun es libre. Se produce una extraña percepción de que lo emitido pueda llegar a tener un alcance mayor que el de un medio impreso como El Espectador, El Tiempo o Semana. Y lo tiene. Siempre estuvo claro que la crítica podría ser amplia, pero nunca dirigida de forma directa contra el propietario, o contra los que pagan la pauta publicitaria. Si alguna diferencia existe entre los medios de hace unos años y los actuales es ese giro radical hacia una derecha absurda emparentada con el trumpismo y la mentira, giro que, en nuestro caso, se hizo evidente en la Revista Semana de donde salieron en desbandada los columnistas que garantizaban lectores e imagen democrática a ese medio, produciendo un rechazo de gran parte de sus lectores por la nueva orientación. INTERNET cambió la dinámica y plantea un gran dilema al periodismo libre: participan en el proceso de legitimación de los medios del poder o luchan por hacer de la red un territorio de la comunicación libre, de la ciudadanía. Es realidad que algunos, mujeres y hombres, han encontrado en la red la libertad que los medios le negaron. O para ser más preciso, el espacio de trabajo en donde su oficio puede recuperar la legitimidad perdida en las empresas privadas dedicadas a vender información, opinión y ocio. Se está produciendo un fenómeno muy interesante de ocupación de la red por parte de los periodistas que son expulsados de los medios o que renuncian obligados por la derechización solapada de los medios, ahora empresariales. De la revista Semana saltaron a la red los columnistas que daban a esa publicación el carácter de demócrata: Daniel Coronel, María Jimena Duzán, Daniel Samper Ospina entre otros. Lo hicieron mostrando con claridad que ellos tenían sus propios lectores. Su alcance es grande, su fuerza crítica no ha disminuido y podría decirse que su público ha aumentado. Han alcanzado un nivel de interacción con los lectores que antes no tenían. María Jimena Duzán ex Semana tiene ya en su canal de you tube 311.000 suscriptores, Los Danieles 151.000 mil, Tercer canal con 337.000 suscriptores, Canal 2 113.000, Café Picante 141.000 mil, casi todos han logrado superar las 200.000 vistas en su mayor alcance. La Pulla ligada a El Espectador 1.340.000 suscriptores que en algunos de sus videos ha alcanzado más de 2. 500.000, Juanpis González con 2,100.000 de suscriptores y algunos videos con más de 500, 600 mil vistas. Noticias Uno de la Red Independiente que acudió a la financiación con aportes de la ciudadanía alcanza 1,220.000 de suscriptores en su canal de You Tube Pasamos así mismo de tener dos o tres canales de televisión a más de un centenar, De tener dos o tres noticieros de televisión a escoger entre una gran diversidad en el propio idioma y otro tanto en inglés, francés, italiano o alemán. Sucede lo mismo con la prensa escrita, cientos de periódicos están disponibles en la red con sus titulares sobre el acontecimiento de tu interés. El campo de lectura se ha abierto y puedes elegir que leer, o confrontar la manera como los medios internacionales divulgan la noticia, por ejemplo, de las marchas en Colombia, en Chile, en España, en el mundo. You Tube ya se convirtió en una nueva forma de ver televisión. La dinámica digital crece, la interacción periodista ciudadanía aumenta. ¿Aumenta de este modo la libertad? o ¿solo cambian los mecanismos de control? ¿La manera como el poder quiere ocupar la red, poniendo sus propios límites, producirá un estancamiento de ese camino a la libertad de expresión que se construye? ¿Se puede controlar la publicación de todo el material producido en las marchas por los millones de aprendices de periodistas que transitaron por la calle con ese dispositivo que da poder a la ciudadanía para contarlo todo sin filtros? ¿Es libertad de expresión publicar una noticia de una fuente anónima? ¿Son los medios un tribunal pagado por la publicidad que juzga y castiga de forma paralela al sistema de justicia? ¿Es el mejor periodista el que acumula las pruebas, las divulga, emite juicios y condena? La dinámica de medios, comunicación, redes muestra que la tecnología es un soporte mas para que los medios y los periodistas no solamente creen un mercado de información rentable sino también vendan con éxito que ellos tienen la verdad en sus bolsillos. ¿Podría acaso convertirse el celular en un arma para la nueva guerra: la de la comunicación, es decir, la de la mentira contra la verdad o, ¿la del hecho contra la interpretación del mismo? Esa guerra se produce en el territorio virtual y se hace con palabras, con imágenes, con videos. ¿Es esa guerra es una batalla entre medios empresariales y periodistas libres? o será ¿el proceso de construcción de una inmensa red de periodismo libre que lucha por recuperar el oficio y que podría debilitar al cuarto poder en manos del empresariado y sus intereses? El escenario cambió y también los titulares que orientaban la opinión hacia un grupo empresarial u otro, hacia un político u otra, hacia un tipo de democracia u otro. El fin de los medios tradicionales, su ocaso está cerca. Pero con la red podría suceder lo que sobre la televisión dijo en su momento la actriz Bette Davis: “La televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán.”

lunes, 19 de septiembre de 2022

Dios salve a la vaca

 Dios salve a la vaca

Es bueno partir de una realidad concreta: a ti no te torean, pero te matan. Te reducen a doméstica y existes en la medida en que sirves al amo con tu muerte.

Además de animal doméstico, hemos hecho de ti un animal explotado, como ningún otro. Te usamos para fabricar zapatos, carteras, correas, y hay gente que adorna el piso de su sala con tapetes de tu piel. No existe en el reino animal uno que sea más cruel con otro que el ser humano contigo

Contigo todo es permitido, ya no eres un animal, no alcanzas a serlo. Te hemos convertido en un producto multiuso. Una casa sin ti sería un espacio de desnutridos: sin tu leche, sin tu queso, sin tu mantequilla. No contentos con exprimirte, te comemos.

 Las cartas de los llamados mejores restaurantes son más suculentas en la medida que ofrezcan diversas formas de cocinarte. Hemos llegado a desearte de tan  distintas y  diversas maneras que no nos da vergüenza cuando el camarero con una sonrisa cínica nos pregunta: ¿cómo la desea? Muy asada, medio asada, tres cuartos o casi cruda.

Si, así, nos referimos a ti convertida en filete, churrasco o steak. Hecha pedazos. Hemos creados lugares en donde te venden dividida en nombres extraños para ti, pero que, según eso que llaman cultura, te hace más apetecible.

 En esos almacenes que llamamos carnicería puedes escuchar diálogos sobre ti hechas trizas: esa parte es más blandita, esta otra es más jugosa, aquella es buena para asar, aquella está madurada. Cuando estamos en esos sitios tu imagen de animal bueno se ha perdido. Hay parte de ti que tiene un precio más alto y tu hija la ternera es muy apreciada en algunos países. Carne más tierna dicen algunos.

Es tanta la cantidad de vacas que matamos que hemos aceptado la industrialización de tu muerte. Hemos perfeccionado, con el mayor de los cinismos, lo que algunos llaman: la muerte sin dolor. Pero lo hemos hecho, no para evitarte el dolor, sino más bien, para evitarnos la vergüenza de producir ese dolor a un animal tan bello y así comerlo con tranquilidad.

Pero tú eres vaca y te hemos reducido a lo que queríamos: un animal cuya única razón de existir es ser comida. Ser el alimento de glotones que afinan con miles de recetas las formas de cocinarte.  Tus inmensos y bellos ojos dejan ver que eres una inocente condenada. Prohibir asesinarte y comerte sería más difícil que prohibir las armas.

 Eres un ser sin defensores, ni siquiera aquellos que dicen ser vegetarianos han enfrentado una defensa seria de tu derecho a vivir. La carne es mala, dicen unos, pero no es una condena radical a los 4 millones de hermanas tuyas que asesinamos en Colombia cada año en un festín de sangre macabro, pero oculto y silencioso. Hay una defensa radical del toro convertido en fiesta en cada fiesta celebramos asándote  

La muerte tuya no es un crimen. Ya es parte de la cultura, es decir de la economía. No alcanzo a imaginar la existencia de un movimiento radical a favor de tu vida. Un movimiento que te convierta en víctima y te declare patrimonio animal de la humanidad.  Mientras tanto continuaremos asesinándote legalmente y en las ciudades seguirá abiertos lugares que llamamos mataderos, ahora con anestesia.

 

Guillermo Solarte Lindo

Pacifistas sin fronteras

jueves, 26 de mayo de 2022

SoloArte Lindo: Post encierro, el derecho a tener nuevos derechos

SoloArte Lindo: Post encierro, el derecho a tener nuevos derechos:   Tengo la extraña sensación de timo, de fiasco     con la palabra post,   sobre todo en épocas de crisis, es decir casi siempre. En gener...

Post encierro, el derecho a tener nuevos derechos

 


Tengo la extraña sensación de timo, de fiasco   con la palabra post,  sobre todo en épocas de crisis, es decir casi siempre. En general suena a promesa incumplida, a un escenario al que no se puede llegar. No es utopía ni distopia. No es un extremo, ni el otro. Acaso, algo así, como la normalidad renombrada como nueva; la mentira de siempre matizada, escondida en el laberinto de la neo política. Pero también podría ser una señal de cambio o de recuperación  de los valores perdidos. O de revolución de las formas de vida.  Todo depende de nosotros mismos.

El Post encierro o post virus, como lo prefieran nombrar podría  ser un descubrimiento de lo que  somos como individuos y que estaba oculto en las rutinas del mismo sistema. Estábamos presos de una  ilusión y fuimos confinados en casa  para  descubrir lo que  esa dulce celda significaba. Podría entenderse, el confinamiento,  como  una cárcel para pensarnos  a nosotros mismos  y cambiar conductas o  recuperar valores perdidos en la carrera por el afán de lucro o de acumulación desmedida, del consumismo desbordado.

Encerrados  descubrimos  que nuestros miedos, estaban  escondidos en la sobrevaloración del individualismo a ultranza y su pareja inseparable, el egoísmo. En el trasfondo el triunfo de lo individual sobre lo comunitario, social o colectivo  se convirtió en la palanca que movía al capitalismo, al  consumismo autodestructivo.

No saldremos del confinamiento a rescatar al ser humano de las garras afiladas de ese individualismo. No correremos levantando la bandera de ningún colectivismo, comunismo o comunitario. Al descubrir que hemos intentado, en distintos lugares, probar con todas esas formas y no lo  hemos logrado, nos tocaría volver a pensar, para muchos es un cambio hacia el pasado, un volver atrás para poder ver lo que el futuro no nos deja ver.

Mirar atrás  lo que fue  la  política y la economía y claro está la educación  y rescatar aquellos  valores que fueron poco a poco agotándose, perdiendo su fuerza orientadora derrotados por al ambición desmesurada de consumo  y la acumulación y d esa extraña pero dominante sensación que nos vendió la tecnología de  estar ya en el futuro.  

Emergieron temores sobre certezas  que alimentaron por años una seguridad artificial, optimista, en donde  todo lo  podíamos solucionar;  que la vulnerabilidad en los países llamados desarrollados era solo  de unos pocos que se no  se habían trepado al tren del progreso.

 Descubrimos algo sorprendente, si se quiere, aterrador: que el sistema era vulnerable. Que los más fuertes y más ricos también lo eran. Que no eran unos pocos. Entendimos  que estábamos  llenos de miedo que, como personas, no vivíamos solas, necesitábamos de  las demás para ser humanos. Que no era suficiente con tener dinero en el banco y caminar unos pasos hasta un cajero automático y retirarlo. Que las tarjetas de crédito no alcanzaban  a garantizar la salud individual o de la familia.

Descubrimos  que los mayores podrían morir, no por la edad alcanzada, sino que eran frágiles y  que el sistema no los protegía. Pudimos ver cómo, en grandes ciudades,  descendían los indicadores de contaminación, como volvían a ellas animales, aves que habían desaparecido. Hubo señales que permitían  mantener cierto optimismo: estábamos confinados pero no desabastecidos. El agua seguía fluyendo. Que la escasez estaba en los países en donde siempre  había estado. La miseria, el hambre y  la falta seguridad estaban allí,  pero  que la desigualdad, que el virus había hecho visible en algunos países del norte, era moneda corriente en grandes bolsas de población de la gran mayoría de países del sur.

La pandemia ha quitado el velo y dejar ver con precisión lo que nos deja    la llamada globalización empujada con entusiasmo y poca honestidad desde  hace ya  unas décadas.

¿Podría pensarse la pandemia como un momento en la historia  de la especie  para cambiar?  ¿Pero por dónde empezar?

 El mejor camino para hacerlo sería  pensar de nuevo los llamados derechos humanos; si,   aunque parezca descabellado. También es necesario pensar toda la institucionalidad internacional y local que responden por ellos. No tanto por el fracaso de estas últimas en la garantía de los mismos, sino también porque ya hacen parte del sistema; para preservarlo, para legitimarlo. Los países del mundo, casi todos, los han declarado la base fundamental de sus constituciones pero, esos países, saben que unos tienen más derechos que otros y que al final los derechos no provienen como decía Gandhi:  del deber bien cumplido sino, más bien, del poder bien establecido o si se prefiere: del poder bien armado.

Pensar de nuevo los derechos humanos obliga a rupturas con el orden implantado, pero también con la vida misma y con algo que se ha vuelto norma: hacer  valer los derechos a través del cumplimiento de una ley, o para ser más preciso: los derechos humanos se han convertido en ley misma que no se cumple, que es imposible cumplir en el marco del sistema político económico actual, llámese neoliberalismo o neo conservatismo, o simplemente capitalismo.

Puesto en términos precisos: todos promueven su garantía en medio de leyes que se burlan de los derechos humanos y  amparados en  instituciones internacionales y locales ancladas en la defensa radical del propio sistema económico que los violenta, transgrede,  pauperiza y minimiza.

Esta situación no la provocó la pandemia, solo hizo visible que,  la vida para muchos, la gran mayoría, era una vida  vulnerable, débil y sin futuro.     

Con un salario mínimo o sin  salario, en donde, el derecho al trabajo había sido  destrozado en el contrato a un mes a dos meses, por  la condena de la venta ambulante único espacio laboral existente para  miles de millones de personas, por las maquilas creadas como espacios semejantes a los gallineros  donde amontonan los  pollos  para el sacrificio, convertidos en espacios de explotación de niñas, niños, mujeres. Todo  indica que prevalece el derecho a la explotación y la acumulación sin límites por encima del derecho al trabajo digno.

Compartiendo la miseria en una vivienda mínima de 20 metros cuadrados para familias de 5 personas en   hacinamiento y con riesgos de violencia u obligados a  usar  el  derecho a dormir en la calle. O habitar en casas de cartón, al borde  de abismos  y corrientes de agua que se desbordan periódicamente. Muchos niños y niñas escapan a ese hacinamiento y a las tensiones y violencia derivadas del mismo. Escapan de un espacio llamado hogar que es el primer escalón del  patriarcalismo y  fuente de  donde beben  todas las violencias contra la mujer y la niña, el niño. Violados todos sus derechos, hurtada  su dignidad se convierten en seres vulnerables sometidos a la crueldad y el abuso de la calle,   obligados a la limosna o al robo para comer un pan o a chupar pegante como otra forma de escape de una realidad que no quieren vivir, que los hizo impotentes ante la mirada ajena del poder.  

Igualmente, el derecho a la alimentación convertido en negocio para grandes intermediarios, reducido a una canasta básica sin dinero para comprarla. Convertido en el derecho  a hurgar libremente en los basureros para comer. El derecho a comer basura, sobras de comida, tirada a los tanques sin ningún tipo de bioseguridad. La expresión menos humana de los derechos: comer basura en medio de la opulencia y ser condenados como sospechosos por hacerlo.

La salud básica fue convertida en negocio para laboratorios  y largas colas de mala atención para los pobres. Si,  los derechos humanos han sido convertidos en mercancías para empresarios rentistas, los negocios de educación, salud, vivienda, alimentación y servicios públicos son los más rentables y de menos riesgos empresariales.

Todos parecen acomodarse al fin último del reino del dinero. Todo es pensado desde la silla crematística. La palabra solidaridad perdió sentido en la maraña de abogados que dicen defenderlos. Los derechos humanos se han convertido en una ideología acomodada a todo tipo instituciones políticas. La voz de los políticos sonámbulos siempre hace eco del respeto que ellos dicen tenerles  pero producen leyes en contravía. Delicadas sutilezas jurídicas para violarlos, defendiéndolos. Lo más desafortunado de lo que nos sucede es la normalización del no cumplimiento o violación de los diferentes derechos y la extraña idea de que los derechos hay que pedírselos a los políticos, y es extraño, en tanto, se supone que estás viviendo en un Estado de derecho.

 

 

Guillermo Solarte Lindo Pacifistas sin fronteras

domingo, 6 de marzo de 2022

El peligro de comer

 Poco a poco se va estrechando de forma eficaz el cerco dominante  del pensamiento prohibicionista o, lo que es lo mismo: aquel pensamiento que en su fundamento despliega el miedo como mecanismo de control. Antes, mucho antes el temor a Dios o al infierno hacía de nosotros sumisos y miedosos seres dispuestos a mucho para no morir en el pecado. Hoy en día, dos grandes corrientes de este pensamiento tienen un matiz casi religioso y sobrevuelan el planeta con el cartel de peligro y por lo tanto usando el miedo para garantizar  su éxito.


Uno es el de aquellos que militan en la causa ambiental o en contra de la destrucción del planeta y que llenos de advertencias nos agobian con el calentamiento global, la capa de ozono, el agotamiento del agua, la desertificación planetaria. Son militantes del miedo a quedarnos sin donde habitar como especie o a morir abrasados por un sol cada vez más ardiente o duchándonos en una lluvia ácida que nos quitara la piel poco a poco y de forma irreversible. De esos ya hablaríamos luego, en otra entrada.

Los otros son radicales de la buena salud y cuya misión carismática es aconsejarnos de manera continua del peligro de la comida y de la posibilidad de ampliar la esperanza de vida, según comas o dejes  de comer unas cosas u otras. Esta cruzada a favor de la vida sana parece encontrar su fuente de inspiración en aquel dictamen de: mente sana en cuerpo sano, una falacia populista que hace creer que si comes bien, puedes llegar a pensar bien o por extensión a actuar bien. 

Algún amigo, fanático militante de estas causas, me explicaba de forma vehemente,  la relación directa que había entre comer carne y ser violento y, en el diálogo, avanzó sin ningún tipo de rubor a la afirmación de que, en el inicio, cuando éramos  vegetarianos, la violencia era mejor.  Para este amigo parecía existir la posibilidad de que al convertirnos en vegetarianos o veganos los índices de violencia disminuirían de manera drástica. Algunas veces  ha llegado a afirmar que entre las cagadas de las vacas y sus flatulencias,  el agujero de la capa de ozono  se amplía sin remedio.

No sabíamos que esta corriente higienista o de la vida sana iba a transitar del tabaco, a la carne y de esta a los huevos, la leche, a los quesos, o últimamente al aceite de oliva, al perejil, las papas fritas  como posibles fuentes de contaminación del cuerpo. Comer, que era uno de los mayores placeres, se está convirtiendo en una aventura muy peligrosa en donde  cualquier decisión equivocada nos puede costar la aparición  de un cáncer, una gastroenteritis aguda o un ataque fulminante al corazón.

La medicina, cómplice de esta militancia, afina instrumentos de medición de los líquidos del cuerpo y nos advierte de forma científica del peligro de los azucares, las harinas o las grasas para el aumento de los enemigos actuales de la humanidad: El azúcar, el colesterol los triglicéridos o el ácido úrico. Estos cuatro  enemigos  del hombre, parece que no tanto de la mujer, se confabulan con multinacionales de las drogas para construir, eso sí, uno de los mercados más rentables de la era post capitalista y una de las institucionalidades más degradantes de la sociedad colombiana actual: el sistema de salud.

Es posible que el triunfo de esta contrarrevolución anti hedonista signifique la pérdida del placer de comer y, claro, la aparición de un ser humano que no podrá distinguir entre la acidez, la amargura o la dulzura y su paladar irá perdiendo la capacidad para disfrutar la infinita diversidad de sabores que se entrecruzan en la boca cuando mezclas vino carne o pan, queso o cualquier otra de las miles de posibilidades que tenemos al cocinar en ese laboratorio de la alquimia de la dicha que es la cocina.

La esperanza de unos y otros de esos militantes de la vida sana  es que transitemos de seres humanos a ángeles, sometidos a la dictadura del miedo a morir  antes de tiempo. Esta mutación hacia la pureza será posible cuando la única fuente in contaminada sea una bolsa de  suero, a la que cual estaríamos conectados felices y sin ningún peligro, mirando el techo de una clínica de cinco estrellas y escuchando música instrumental sin altibajos que te produzcan un sincope.