No se sabe con certeza cuando fue la primera erección ni tampoco
cuando el primer orgasmo. Y menos aún se
sabe, a ciencia cierta, si fue primero el del hombre o el de la mujer. El
origen de la excitación no ha sido objetivo específico de ninguna de las
ciencias y si es cierto que ese big bang
del cuerpo no ha sido investigado, poco podríamos decir del universo infinito
de la sexualidad, de la genitalidad y casi nada del erotismo. La especulación
nos ronda ya no solo los genitales sino también el cerebro. La mente esta
embadurnada de moralina y con relación a
lo sexual naufraga casi siempre por el peso de lo religioso.
Sobre el cuerpo y su sexualidad
se han desplegado tantos obstáculos y tantas limitaciones que lo más placentero
es la transgresión. También lo más humano: es ella fuente inagotable de
renacimientos y es la menos dañina de las prácticas sexuales. La más sana. Si la
sexualidad debe ser entendida como territorio de libertad, la trasgresión es la
musa inspiradora de todos los placeres y de todas las virtudes sexuales.
La mente encuentra en la
transgresión un desafío y las fronteras establecidas por la cultura se hacen trizas ante la atracción y aguas ante la
excitación. El cuerpo sexual una vez desplegado el encantamiento de la seducción sucumbe, sin
ningún remedio, al placer. No importan las diferencias o las similitudes o las
apariencias: la atracción, la excitación y la pasión liberan al cuerpo de las
prohibiciones y lo meten de manera irremediable en el mundo de lo erótico en
donde cuerpo y mente ya no están separados: son uno solo. Esta la comunión más cercana a la expresión: lo humano.
No existe en lo natural un impedimento
a la atracción; los obstáculos y los interdictos son culturales, la idea de una
sexualidad única sea heterosexual, homosexual o bisexual son construcciones
culturales que convirtieron en prohibido lo que era natural. También son
artificiales, es decir, creados por nosotros mismos, aquellos obstáculos a relaciones mujer joven
mujer mayor, hombre mayor mujer joven, mujer mayor hombre joven o rubia con
negro y negro con rubia y así hasta la infinidad de formas que toma el mundo de
las relaciones. Si miramos con atención la sociedad al poner estorbos a unas
relaciones libres pareciera querer defender el territorio supuesto de lo normal
o de las conductas correctas produciendo una paradoja: somos libres mientras
estemos atados a la cultura, a las normas, a las instituciones.
Son muchas, demasiadas las
restricciones: desde las que limitan lo sexual a lo heterosexual condenando lo
homosexual o, los que al interior de este tipo de relaciones, podrían darse
entre mayores y menores o las que condenan las atracciones que se cuecen al
interior de los grupos familiares; padres hijos o aquellas incompresibles de
primos o tíos con sobrinas. La condena de aquellos que transgreden las
costumbres familiares puede ser más fuerte que las que tienen los del mismo
sexo. La atracción que puede darse en cualquiera de estas situaciones es censurada por la sociedad y condenada por la familia. El poder
de la autorregulación como dispositivo de control moral es tan fuerte que la
atracción que pueda llegar a sentir alguna persona es identificada como desviación o en no pocos
casos como locura.
Este mundo de las condenas a las
atracciones diversas va más allá de las fronteras familiares hasta llegar a
constituirse un universo infinito de los amores prohibidos y de las relaciones
sexuales, que vivimos inmersos en una tensión permanente que limita al menos la
libertad de expresión sexual, concepto
que podría ser mucho más preciso que el de libertad sexual tan limitado y
restringido como el mismo sexo. El amor prohibido tiene así mismo algo anti
natural por extensión: el sexo prohibido.
Sobre el mundo del trabajo y del
matrimonio también se ha entretejido una maraña difícil de desenredar. No
desear a la mujer del prójimo se amplía de forma infinita pues tu prójimo es
tan diverso que se hace difícil de precisar. Desde la mujer de tu mejor amigo o
amiga hasta la mujer u hombre casados
pueden ser amores prohibidos o condenados. El deseo que puedes llegar a sentir
por tu jefa o jefe o por tu subalterno o compañero de trabajo es considerado
peligroso para tu mundo laboral y la sociedad despliega sobre él todo tipo de
condenas. Si es mujer podría decirse que es una aprovechada y si es hombre lo
mismo.
Es también asombrosa la condena
que se ejerce en el campo de lo sexual sobre seres humanos clasificados con diferentes o enfermos. No pueden ni
locos ni limitados por alguna razón física o mental hacer parte de la
normalidad sexual. Es un mundo repleto de silencios en donde médicos y
psicólogos naufragan en diagnósticos, no solo, imprecisos sino también o ante
todo morales. Son amores prohibidos pudiendo ser parte de la felicidad de
aquellos que por alguna circunstancia están limitados en algunas cosas de la
vida, menos en la sexual.
Todo está hecho un lio. Si te masturbas joven
es malo y si lo haces de mayor, puede ser peor. La sexualidad plena debe emerger como un
dialogo libre en donde todos, hombres y mujeres, puedan ejercer la su expresión sexual como fuente del derecho más
humano: la libertad.
Más allá de las libertades, deberíamos empezar por eliminar los atávicos pensamientos sobre las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, desaparecieron (quizás) ya la mayoría de “tabúes mágicos” y los inevitables castigos embriagados entre lo ético y lo moral…es posible…buena su apreciación SOLARTE! Un abrazo!
ResponderBorrarDefinitivamente,el sexo es una necesidad del ser humano tanto como la comida....no debemos entonces verlo como un tabú.-Felicitaciones Memito, tienes la pluma fácil para expresar tu sentir. Excelente Fotografía. Un abrazo fuerte! t.q.m.
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