martes, 10 de marzo de 2015

El pensamiento, un cinturón de castidad

Sexo, mentiras y algo de video


No se sabe con certeza  cuando fue la primera erección ni tampoco cuando  el primer orgasmo. Y menos aún se sabe, a ciencia cierta, si fue primero el del hombre o el de la mujer. El origen de la excitación no ha sido objetivo específico de ninguna de las ciencias y si es  cierto que ese big bang del cuerpo no ha sido investigado, poco podríamos decir del universo infinito de la sexualidad, de la genitalidad y casi nada del erotismo. La especulación nos ronda ya no solo los genitales sino también el cerebro. La mente esta embadurnada  de moralina y con relación a lo sexual naufraga casi siempre por el peso de lo religioso.
Sobre el cuerpo y su sexualidad se han desplegado tantos obstáculos y tantas limitaciones que lo más placentero es la transgresión. También lo más humano: es ella fuente inagotable de renacimientos y es la menos dañina de las prácticas sexuales. La más sana. Si la sexualidad debe ser entendida como territorio de libertad, la trasgresión es la musa inspiradora de todos los placeres y de todas las virtudes sexuales.
La mente encuentra en la transgresión un desafío y las fronteras establecidas por la cultura se  hacen trizas ante la atracción y aguas ante la excitación. El cuerpo sexual una vez desplegado  el encantamiento de la seducción sucumbe, sin ningún remedio, al placer. No importan las diferencias o las similitudes o las apariencias: la atracción, la excitación y la pasión liberan al cuerpo de las prohibiciones y lo meten de manera irremediable en el mundo de lo erótico en donde cuerpo y mente ya no están separados: son uno solo.  Esta la comunión más cercana a la expresión: lo humano.
No existe en lo natural un impedimento a la atracción; los obstáculos y los interdictos son culturales, la idea de una sexualidad única sea heterosexual, homosexual o bisexual son construcciones culturales que convirtieron en prohibido lo que era natural. También son artificiales, es decir, creados por nosotros mismos,  aquellos obstáculos a relaciones mujer joven mujer mayor, hombre mayor mujer joven, mujer mayor hombre joven o rubia con negro y negro con rubia y así hasta la infinidad de formas que toma el mundo de las relaciones. Si miramos con atención la sociedad al poner estorbos a unas relaciones libres pareciera querer defender el territorio supuesto de lo normal o de las conductas correctas produciendo una paradoja: somos libres mientras estemos atados a la cultura, a las normas, a las instituciones.

Son muchas, demasiadas las restricciones: desde las que limitan lo sexual a lo heterosexual condenando lo homosexual o, los que al interior de este tipo de relaciones, podrían darse entre mayores y menores o las que condenan las atracciones que se cuecen al interior de los grupos familiares; padres hijos o aquellas incompresibles de primos o tíos con sobrinas. La condena de aquellos que transgreden las costumbres familiares puede ser más fuerte que las que tienen los del mismo sexo. La atracción que puede darse en cualquiera de estas situaciones es  censurada por la  sociedad y condenada por la familia. El poder de la autorregulación como dispositivo de control moral es tan fuerte que la atracción que pueda llegar a sentir alguna persona  es identificada como desviación o en no pocos casos como locura.
Este mundo de las condenas a las atracciones diversas va más allá de las fronteras familiares hasta llegar a constituirse un universo infinito de los amores prohibidos y de las relaciones sexuales, que vivimos inmersos en una tensión permanente que limita al menos la libertad  de expresión sexual, concepto que podría ser mucho más preciso que el de libertad sexual tan limitado y restringido como el mismo sexo. El amor prohibido tiene así mismo algo anti natural por extensión: el sexo prohibido.

Sobre el mundo del trabajo y del matrimonio también se ha entretejido una maraña difícil de desenredar. No desear a la mujer del prójimo se amplía de forma infinita pues tu prójimo es tan diverso que se hace difícil de precisar. Desde la mujer de tu mejor amigo o amiga  hasta la mujer u hombre casados pueden ser amores prohibidos o condenados. El deseo que puedes llegar a sentir por tu jefa o jefe o por tu subalterno o compañero de trabajo es considerado peligroso para tu mundo laboral y la sociedad despliega sobre él todo tipo de condenas. Si es mujer podría decirse que es una aprovechada y si es hombre lo mismo. 

Es también asombrosa la condena que se ejerce en el campo de lo sexual sobre seres humanos clasificados con diferentes o enfermos. No pueden ni locos ni limitados por alguna razón física o mental hacer parte de la normalidad sexual. Es un mundo repleto de silencios en donde médicos y psicólogos naufragan en diagnósticos, no solo, imprecisos sino también o ante todo morales. Son amores prohibidos pudiendo ser parte de la felicidad de aquellos que por alguna circunstancia están limitados en algunas cosas de la vida, menos en la sexual.

 Todo está hecho un lio. Si te masturbas joven es malo y si lo haces de mayor, puede ser peor.  La sexualidad plena debe emerger como un dialogo libre en donde todos, hombres y mujeres, puedan ejercer la su  expresión sexual como fuente del derecho más humano: la libertad.

2 comentarios:

  1. Más allá de las libertades, deberíamos empezar por eliminar los atávicos pensamientos sobre las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, desaparecieron (quizás) ya la mayoría de “tabúes mágicos” y los inevitables castigos embriagados entre lo ético y lo moral…es posible…buena su apreciación SOLARTE! Un abrazo!

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  2. Definitivamente,el sexo es una necesidad del ser humano tanto como la comida....no debemos entonces verlo como un tabú.-Felicitaciones Memito, tienes la pluma fácil para expresar tu sentir. Excelente Fotografía. Un abrazo fuerte! t.q.m.

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