El telón de fondo o detrás del telón
Es muy difícil dar un
brinco de un siglo, cuando cada vez se dificulta más pegar el salto de la cama
al piso, valga decir, de lo que se ha estado soñando a lo que nos vemos en la
humana obligación de vivir. Diría que pensar la educación para este siglo es
algo así como pedirle a un jardinero que arregle la Amazonia. Habría una gran diversidad de formas de hacer ese
ejercicio de pensar la educación para siglo XXI:
Un camino sería mirar lo
que ha acontecido con la educación a lo largo del siglo XX, y tratar de indagar
que sucedió con el paso de los años en lo que se llaman "instituciones
educativas” y extraer de allí algunas conclusiones que permitan orientar este
corto ensayo.
Eso no lo voy a hacer. Lo dejaría en manos,
con el peligro que eso supone, de historiadores de la educación, pedagogos, o
de tecnócratas y expertos que naufragan en interpretaciones ligeras sobre lo
que es fundamental. Me bastaría decir que desde que, Platón, funda la Academia,
o Epicuro el Jardín, o Zenón el Pórtico, o Aristóteles el Liceo, ha corrido
mucha tinta y sangre, con la diferencia sustancial que estas instituciones eran
creadas por filósofos, ahora la tendencia, por lo menos en este país, es que
sean fundadas por negociantes, en su gran mayoría. Adelanto que el derecho a la
educación se convirtió en uno de los más lucrativos negocios.
También diría que la
distancia en tiempo para la fundación de una institución, en ese entonces,
podría ser años o incluso siglos. Hoy en día solamente bastan semanas o
meses para que alguien, después de un estudio de lo que llaman factibilidad,
abra una universidad o colegio y ofrezcan un sinnúmero de programas acordes con
lo que el mercado necesita o, en palabras recientes, formar por competencias,
que no es otra cosa que condicionar la formación al entrenamiento o el trabajo.
Han
pasado, como decía, muchísimos años y ustedes podrían no solo investigar, sino
ver las diferencias. La idea de la educación para el mercado ha ido, de forma
lenta, socavando las intenciones institucionales de educar. Se ha pasado sin
ninguna vergüenza a entrenar cómo el fin último de lo educativo.
Otra forma de hacer este ejercicio, pensar el futuro de lo educativo, sería acudir a la ciencia ficción y comenzar por pensar que la tecnolatría irá poco a poco dibujando un mapa en el cual, el ser humano, dispondrá de lo que llamaría el botón de la eterna juventud en donde la tecnología supliría el papel de la fuente de la leyenda y cualquier inmersión en ella nos permitiría no solo alargar la vida y posiblemente el drama, sino también nos facilitaría la cruel tarea de pensar, de criticar, de rebelarnos o de resistir.
Pero si la utopía educativa
es formar para la libertad, esta debe transformarse o mutar hacia una educación
en donde lo institucional esté ligado al desarrollo de un ser humano autónomo,
libertario, y de una ciudadanía crítica.
La
prospectiva sobre lo educativo está saturada de especulaciones tecnocráticas
sin mucho sentido educativo y repleto, asimismo, de deseos tecno burocráticos
de orientar o reorientar la educación hacia un mercado global, cada día más
complejo, en donde el capital seguirá ordenando lo que el ciudadano debe saber
para no quedar por fuera. El dominio de este pensamiento utilitarista encontró
un soporte estratégico en los neoliberales de la década del 80, 90. En este
país y durante aquella época surgió la idea de la apertura educativa en donde
un principio dominante fue que el mercado regularía la calidad. En términos de
aquellos estrategas neoliberales, las instituciones que no respondieran a las
exigencias de calidad del mercado saldrían por efecto de la competencia. No
paso. La calidad se deterioró. Nos llenamos de instituciones cada vez más
parecidas a los talleres de mecánica en donde aceitan el cerebro del estudiante
para que funcione bien en el trabajo.
De esta manera la educación
se montó en ese vagón de la globalización. De la mano de los defensores a
ultranza de esa globalización, la educación, terminó siendo “Universal"
soñaron que, en una posible etapa, los pueblos del mundo podrían ser educados
desde los mismos principios, con los mismos programas y con un tipo de
instituciones idénticas para un mismo mercado orientado y dominado, por
supuesto, desde el norte.
Estos entusiastas de
finales de milenio pudieron llegar a proponer cosas como el cambio de nombre
del planeta y en lugar de The Planet le dirían sin ningún atisbo ético: The
Market
Ya no sería
suficiente con militarizar el lenguaje, sino que parece urgente
"mercantilizarlo" ya no basta con hablar de estrategia, táctica,
logística, términos esencialmente militares; ya entramos en lo que llaman
competencias, cualificaciones, estructuras ocupacionales, conceptos con
pretensión orientadora de lo que debe o no ser la formación. Pareciera un
lenguaje dirigido a crear un proceso de instrumentalización que no se
diferencia en mucho del taylorismo que rondó la educación y que fue acogido por
muchos: la tecnología educativa.
Ante la ausencia de imaginación volvemos al
pasado.
Nos llenamos de talleres. Una metáfora cruel en donde el juego para la gran
mayoría sigue siendo la pobreza, la injusticia y la violencia. Las reglas que
son dictadas desde el templo sagrado del capital, ponen límites en donde no
debe haberlos y envían mensaje de calidad, definiéndola como homogeneización:
nada nuevo, por supuesto, en el mapa de lo que denominaría, la capitalización
del mundo, al cual podría corresponderle el dominio del concepto de capital en
todas sus dimensiones: capital social, humano, cultural, natural.
La última forma de abordar la tarea de pensar la educación para este siglo,
quizá la más inteligente, sería el silencio, es decir, hacer un reconocimiento
a la eficacia de la educación y afirmar que de ella aprendí la prudencia,
desafortunadamente, no fue así y, por lo tanto, tengo la osadía de hablar,
escribir y dirigirme a Uds.
Miremos entonces, en esta especie de aventura, lo que creo podría llegar a ser
la educación, para ello me voy a apoyar en la poesía de algunos por
considerarla como la más precisa forma de conocer, de saber.
Están presentes
en este ensayo algunos autores que podrán ir reconociendo a lo largo del
escrito sin creer necesario citarlos. Habrá un altísimo grado de especulación, y de contradicciones que nacen de lo que serían
mis deseos íntimos y que pienso , afectarán no solo la educación sino también
la vida diaria.
Creo que sería
un ejercicio aburrido pensar la educación por fuera de los posibles cambios que
podrían suceder a lo largo de un siglo. Cualquier selección que uno haga sobre esos
posibles cambios, mutaciones o revoluciones no deja de ser una elección
arbitraria y, por lo tanto, bastante limitada, pero, ¿qué hacer? ¿Pararme en el
centro y suponer que desde allí puedo verlo todo? ¿O situarme en la infinidad
de puntos alejados de él y sentirme atraído por la fuerza de su seducción?
¿Rebelarme contra esa atracción fatal y darle toda mi confianza al azar? Puede
ser, ¿Confiar en la capacidad y principios de los románticos y anarquistas para
transformar las cosas y construir utopías contra el poder?
¿Por dónde empezaría el jardinero la recuperación de la Amazonia?
Es posible que comenzara
por recuperar la planta más cercana o la tierra que pisa. No sé. Creo que
podría hacerlo así, pero sin perder de vista la utopía mayor y llegar poco a
poco a una revolución cultural que cambiara las formas de pensar de los seres
humanos que la habitan, la usufructúan o la explotan.
Un asunto que el tiempo irá
descubriendo: el siglo XIX fue de la política, el siglo XX de la economía y el
XXI será de la ecología. Eso, iniciando este milenio, habla con fuerza al oído de
que la formación de todas (las personas) tendrá que ser orientada desde allí,
desde la ecología, o esta barca planetaria naufragaría en el espacio sideral.
Esta advertencia es algo así como volver al miedo cósmico para reorientar la
moral de los habitantes. Pero es así.
Miremos algunas cosas que
cambiaran de manera radical y avanzaran hasta su desaparición
La idea de sistema y
la euforia de lo sistémico y su consabida sistematización, sobre todo la
idea de separación del sistema político y el económico: es posible que surjan
formas de organización sociopolíticas que privilegien el ocio creativo, sobre
la productividad, el consumismo y la competencia. Un tránsito después de siglos
de dominio de la Academia de Platón al Jardín de Epicuro.
El Estado irá poco a poco
diluyéndose hacia formas comunitarias, pequeñas comunidades autónomas en donde
se contraponga a la idea de empleo altamente productivo la idea de trabajo
autosuficiente. Las señales que percibí en un trabajo rural, de los muchos en
lo que he participado, era la posibilidad de vivir en comunidades anacoretas en
donde la vida se puede llegar a disfrutar sin ambición distinta, a vivir bien,
es decir, tranquilo.
El mercado que podría
convertirse en un espacio de encuentro en donde lo que vuelve a interesar es el
sentido del ciudadano por encima del de consumidor. Volverán a aparecer los
servicios públicos, que fueron eliminados por la euforia rentística.
En la comunicación se
transitará desde la esquizofrenia de querer estar conectado con todo el mundo
al deseo estar conectado con lo mínimo, con nosotros mismos. Los habitantes de
futuro mirarán con inquietud y despecho los millones de móviles, celulares
abandonados por todos los caminos y se preguntarán que nos llevó a comprar
basura.
El ejército desaparecerá,
se reconoció la inutilidad de tratar de imponer o defender la democracia y los
derechos humanos por la fuerza. En su lugar se conforman inmensos grupos de
voluntarios, que van de un lugar a otro apoyando la construcción de un mundo
mejor. Una fuerte expansión del altruismo sirvió para neutralizar cualquier
intento de sometimiento de un país por otro.
La desaparición del dinero
y con él la reaparición de la palabra como un valor para crear acuerdos y no
contratos. No es clara la época en que desapareció el dinero, pero es muy
posible que en los años 60 del siglo XXI se hayan dado los primeros pasos.
La universidad o las
instituciones educativas (las localizadas y basadas en las notas, matrículas y
diplomas) irán poco a poco reconociendo que su misión iba en contravía de la
formación, en la acción, en la experiencia. Los clientes7 estudiantes, se
alejaron al sentirse estafados. Nadie volvió a las aulas al descubrir que
habían sido diseñadas como jaulas.
Algunos tránsitos hacia
atrás
El amor a lo natural, incluido el amor a la naturaleza
Los barcos de vela y las velas; navegar por fuera
de INTERNET
Los oráculos y las penumbras y todas las
incertidumbres
Los políticos honestos
Del sedentarismo volveremos al nomadismo
Del automovilismo al
caminante
En oposición a la invasión de
la inteligencia artificial fué poco a poco consolidándose una estupidez general.
La profesión de mayor éxito
será la de Destructor de información innecesaria.
El fin de los medios de comunicación
como fabricantes de mentiras,
Algunas cosas que no podrán
desaparecer y que se convertirán en la base del conocimiento:
La casa como el mejor
espacio de aprendizaje
El cuerpo y toda su
eroticidad
La Libertad no condicional
La literatura (incluido el
ensayo libre, las buenas crónicas,)
La música (incluido el Rock, el rap,
La pintura (Todas las buenas)
La fiesta (la danza, Todas)
El Cine (Independiente)
Nota Final:
Las tecnologías de la comunicación tendrán un fuerte declive en cien años al descubrirse que la altísima neurotización del mundo derivó de la velocidad artificial impuesta.
Excelente reflexión.
ResponderBorrarConfiar en la capacidad y principios de los románticos y anarquistas para transformar las cosas y construir utopías contra el poder. Ese es el camino. Muy buen escrito, Guillermo.
ResponderBorrar