lunes, 26 de junio de 2017

Vislumbres de una prospectiva de la educación en siglo que apenas asoma la cabeza. Notas de apoyo para la reforma de la ley 30


El telón de fondo o detrás del telón

Es muy difícil dar un brinco de un siglo, cuando cada vez se dificulta más pegar el salto de la cama al piso, valga decir, de lo que se ha estado soñando a lo que nos vemos en la humana obligación de vivir. Diría que pensar la educación para este siglo es algo así como pedirle a un jardinero que arregle la Amazonia. Habría una gran diversidad de formas de hacer ese ejercicio de pensar la educación para siglo XXI:

Un camino sería mirar lo que ha acontecido con la educación a lo largo del siglo XX, y tratar de indagar que sucedió con el paso de los años en lo que se llaman "instituciones educativas” y extraer de allí algunas conclusiones que permitan orientar este corto ensayo.

Eso no lo voy a hacer. Lo dejaría en manos, con el peligro que eso supone, de historiadores de la educación, pedagogos, o de tecnócratas y expertos que naufragan en interpretaciones ligeras sobre lo que es fundamental. Me bastaría decir que desde que, Platón, funda la Academia, o Epicuro el Jardín, o Zenón el Pórtico, o Aristóteles el Liceo, ha corrido mucha tinta y sangre, con la diferencia sustancial que estas instituciones eran creadas por filósofos, ahora la tendencia, por lo menos en este país, es que sean fundadas por negociantes, en su gran mayoría. Adelanto que el derecho a la educación se convirtió en uno de los más lucrativos negocios.

También diría que la distancia en tiempo para la fundación de una institución, en ese entonces, podría ser años o incluso siglos.  Hoy en día solamente bastan semanas o meses para que alguien, después de un estudio de lo que llaman factibilidad, abra una universidad o colegio y ofrezcan un sinnúmero de programas acordes con lo que el mercado necesita o, en palabras recientes, formar por competencias, que no es otra cosa que condicionar la formación al entrenamiento o el trabajo.


 Han pasado, como decía, muchísimos años y ustedes podrían no solo investigar, sino ver las diferencias. La idea de la educación para el mercado ha ido, de forma lenta, socavando las intenciones institucionales de educar. Se ha pasado sin ninguna vergüenza a entrenar cómo el fin último de lo educativo.

Otra forma de hacer este ejercicio, pensar el futuro de lo educativo, sería acudir a la ciencia ficción y comenzar por  pensar que la tecnolatría  irá poco a poco dibujando un mapa en el cual, el ser humano, dispondrá de lo que llamaría el botón de la eterna juventud en donde la tecnología supliría el papel de la fuente de la leyenda y cualquier inmersión en ella nos permitiría no solo alargar la vida y posiblemente el drama, sino también nos facilitaría la cruel tarea de pensar, de criticar, de rebelarnos o de resistir.

Pero si la utopía educativa es formar para la libertad, esta debe transformarse o mutar hacia una educación en donde lo institucional esté ligado al desarrollo de un ser humano autónomo, libertario, y de una ciudadanía crítica. 

 La prospectiva sobre lo educativo está saturada de especulaciones tecnocráticas sin mucho sentido educativo y repleto, asimismo, de deseos tecno burocráticos de orientar o reorientar la educación hacia un mercado global, cada día más complejo, en donde el capital seguirá ordenando lo que el ciudadano debe saber para no quedar por fuera. El dominio de este pensamiento utilitarista encontró un soporte estratégico en los neoliberales de la década del 80, 90. En este país y durante aquella época surgió la idea de la apertura educativa en donde un principio dominante fue que el mercado regularía la calidad. En términos de aquellos estrategas neoliberales, las instituciones que no respondieran a las exigencias de calidad del mercado saldrían por efecto de la competencia. No paso. La calidad se deterioró. Nos llenamos de instituciones cada vez más parecidas a los talleres de mecánica en donde aceitan el cerebro del estudiante para que funcione bien en el trabajo.

 

De esta manera la educación se montó en ese vagón de la globalización. De la mano de los defensores a ultranza de esa globalización, la educación, terminó siendo “Universal" soñaron que, en una posible etapa, los pueblos del mundo podrían ser educados desde los mismos principios, con los mismos programas y con un tipo de instituciones idénticas para un mismo mercado orientado y dominado, por supuesto, desde el norte.

Estos entusiastas de finales de milenio pudieron llegar a proponer cosas como el cambio de nombre del planeta y en lugar de The Planet le dirían sin ningún atisbo ético: The Market

Ya no sería suficiente con militarizar el lenguaje, sino que parece urgente "mercantilizarlo" ya no basta con hablar de estrategia, táctica, logística, términos esencialmente militares; ya entramos en lo que llaman competencias, cualificaciones, estructuras ocupacionales, conceptos con pretensión orientadora de lo que debe o no ser la formación. Pareciera un lenguaje dirigido a crear un proceso de instrumentalización que no se diferencia en mucho del taylorismo que rondó la educación y que fue acogido por muchos: la tecnología educativa.

 

 Ante la ausencia de imaginación volvemos al pasado.
Nos llenamos de talleres. Una metáfora cruel en donde el juego para la gran mayoría sigue siendo la pobreza, la injusticia y la violencia. Las reglas que son dictadas desde el templo sagrado del capital, ponen límites en donde no debe haberlos y envían mensaje de calidad, definiéndola como homogeneización: nada nuevo, por supuesto, en el mapa de lo que denominaría, la capitalización del mundo, al cual podría corresponderle el dominio del concepto de capital en todas sus dimensiones: capital social, humano, cultural, natural.


La última forma de abordar la tarea de pensar la educación para este siglo, quizá la más inteligente, sería el silencio, es decir, hacer un reconocimiento a la eficacia de la educación y afirmar que de ella aprendí la prudencia, desafortunadamente, no fue así y, por lo tanto, tengo la osadía de hablar, escribir y dirigirme a Uds.


Miremos entonces, en esta especie de aventura, lo que creo podría llegar a ser la educación, para ello me voy a apoyar en la poesía de algunos por considerarla como la más precisa forma de conocer, de saber.

Están presentes en este ensayo algunos autores que podrán ir reconociendo a lo largo del escrito sin creer necesario citarlos. Habrá un altísimo grado de especulación, y  de contradicciones que nacen de lo que serían mis deseos íntimos y que pienso , afectarán no solo la educación sino también la vida diaria.

 

Creo que sería un ejercicio aburrido pensar la educación por fuera de los posibles cambios que podrían suceder a lo largo de un siglo. Cualquier selección que uno haga sobre esos posibles cambios, mutaciones o revoluciones no deja de ser una elección arbitraria y, por lo tanto, bastante limitada, pero, ¿qué hacer? ¿Pararme en el centro y suponer que desde allí puedo verlo todo? ¿O situarme en la infinidad de puntos alejados de él y sentirme atraído por la fuerza de su seducción? ¿Rebelarme contra esa atracción fatal y darle toda mi confianza al azar? Puede ser, ¿Confiar en la capacidad y principios de los románticos y anarquistas para transformar las cosas y construir utopías contra el poder?

¿Por dónde empezaría el jardinero la recuperación de la Amazonia?

Es posible que comenzara por recuperar la planta más cercana o la tierra que pisa. No sé. Creo que podría hacerlo así, pero sin perder de vista la utopía mayor y llegar poco a poco a una revolución cultural que cambiara las formas de pensar de los seres humanos que la habitan, la usufructúan o la explotan.

Un asunto que el tiempo irá descubriendo: el siglo XIX fue de la política, el siglo XX de la economía y el XXI será de la ecología. Eso, iniciando este milenio, habla con fuerza al oído de que la formación de todas (las personas) tendrá que ser orientada desde allí, desde la ecología, o esta barca planetaria naufragaría en el espacio sideral. Esta advertencia es algo así como volver al miedo cósmico para reorientar la moral de los habitantes. Pero es así.

Miremos algunas cosas que cambiaran de manera radical y avanzaran hasta su desaparición

La idea de sistema y la euforia de lo sistémico y su consabida sistematización, sobre todo la idea de separación del sistema político y el económico: es posible que surjan formas de organización sociopolíticas que privilegien el ocio creativo, sobre la productividad, el consumismo y la competencia. Un tránsito después de siglos de dominio de la Academia de Platón al Jardín de Epicuro. 

El Estado irá poco a poco diluyéndose hacia formas comunitarias, pequeñas comunidades autónomas en donde se contraponga a la idea de empleo altamente productivo la idea de trabajo autosuficiente. Las señales que percibí en un trabajo rural, de los muchos en lo que he participado, era la posibilidad de vivir en comunidades anacoretas en donde la vida se puede llegar a disfrutar sin ambición distinta, a vivir bien, es decir, tranquilo.

El mercado que podría convertirse en un espacio de encuentro en donde lo que vuelve a interesar es el sentido del ciudadano por encima del de consumidor. Volverán a aparecer los servicios públicos, que fueron eliminados por la euforia rentística.

En la comunicación se transitará desde la esquizofrenia de querer estar conectado con todo el mundo al deseo estar conectado con lo mínimo, con nosotros mismos. Los habitantes de futuro mirarán con inquietud y despecho los millones de móviles, celulares abandonados por todos los caminos y se preguntarán que nos llevó a comprar basura.

 

El ejército desaparecerá, se reconoció la inutilidad de tratar de imponer o defender la democracia y los derechos humanos por la fuerza. En su lugar se conforman inmensos grupos de voluntarios, que van de un lugar a otro apoyando la construcción de un mundo mejor. Una fuerte expansión del altruismo sirvió para neutralizar cualquier intento de sometimiento de un país por otro.

La desaparición del dinero y con él la reaparición de la palabra como un valor para crear acuerdos y no contratos. No es clara la época en que desapareció el dinero, pero es muy posible que en los años 60 del siglo XXI se hayan dado los primeros pasos.

La universidad o las instituciones educativas (las localizadas y basadas en las notas, matrículas y diplomas) irán poco a poco reconociendo que su misión iba en contravía de la formación, en la acción, en la experiencia. Los clientes7 estudiantes, se alejaron al sentirse estafados. Nadie volvió a las aulas al descubrir que habían sido diseñadas como jaulas.

Algunos tránsitos hacia atrás

El amor a lo natural, incluido el amor a la naturaleza

Los barcos de vela y las velas; navegar por fuera de INTERNET 

Los oráculos y las penumbras y todas las incertidumbres

Los políticos honestos

Del sedentarismo volveremos al nomadismo

Del automovilismo al caminante

 

En oposición a la invasión de la inteligencia artificial fué poco a poco consolidándose una estupidez general.

 

La profesión de mayor éxito será la de Destructor de información innecesaria.

El fin de los medios de comunicación como fabricantes de mentiras,

Algunas cosas que no podrán desaparecer y que se convertirán en la base del conocimiento:

La casa como el mejor espacio de aprendizaje

El cuerpo y toda su eroticidad

La Libertad no condicional

La literatura (incluido el ensayo libre, las buenas crónicas,)

La música (incluido el Rock, el rap,

La pintura (Todas las buenas)

La fiesta (la danza, Todas)

El Cine (Independiente)


Nota Final:

Las tecnologías de la comunicación tendrán un fuerte  declive en cien años al descubrirse que la altísima neurotización del mundo  derivó de  la velocidad artificial impuesta.



2 comentarios:

  1. Confiar en la capacidad y principios de los románticos y anarquistas para transformar las cosas y construir utopías contra el poder. Ese es el camino. Muy buen escrito, Guillermo.

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