miércoles, 24 de enero de 2018

El libertinaje de los poderes en Colombia, la violación y el derecho al silencio





Resulta inquietante  la reacción de unos y otros ante la violación de Claudia Morales. El alegato en las redes termina con señalamientos que desdibujan la importancia de la denuncia, el silencio de los poderosos pareciera una complicidad con él, como lo nombró la periodista, y la extrema pasividad de las autoridades de justicia es, de todo lo que sucede, lo  más preocupante. Pero una sociedad en donde la conciencia de lo justo parece haberse evaporado en la polarización política es bueno recordar que: En todo secreto hay un enigma, cuando este secreto es un delito le corresponde a la justicia resolver ese enigma, no a la víctima.

 Está claro que, la denuncia hecha por ella, indica varias cosas que hacen parte de la cultura del poder en Colombia. ¿Puede entenderse la decisión de Claudia Morales por fuera de esa cultura del poder?  Resulta que no es posible. Y no lo es por cuanto desde ese poder se han establecido códigos infranqueables de secreto similares a los de las mafias más criminales. Códigos que por lo demás establecen una sólida estrategia del miedo que garantiza, no sólo la impunidad para el victimario, sea asesino, violador o corrupto sino que también exige a la víctima, un nivel de sumisión a ese poder que culmina con lo que el poderoso busca: el silencio, y el dolor y sufrimiento de la víctima en ese silencio que la desgarra.

Para aquellas personas que gritan que Morales debe hablar se les olvida que el poder en Colombia no sólo es corrupto sino que también viola todas las fronteras de la ética y la moral. Podría decirse que el poder no tiene una frontera ética. El poder ha violado de forma sistemática la ley  y lo ha hecho impunemente. Todos lo sabemos también que: De la misma manera que los poderes ilegales penetraron la legalidad; la institucionalidad pública y privada, ha sido sometida a todo tipo de procesos de violación de la ley. Eso es preciso y las estadísticas muestran con claridad los niveles de impunidad en los que nos movemos así como la libertad de muchos de aquellos con poder que pueden pagar un buen abogado, es decir uno malo que conozca y sea exitoso en burlar la ley.
Todos sabemos, al menos, los que perdemos el tiempo reflexionando sobre estos asuntos culturales, que esa cultura del poder está fuertemente cobijada por un sistema patriarcal permisivo y promotor de esas prácticas que se reproducen de forma exitosa en el sistema educativo, en la familia y a través de los medios de comunicación. No es para nada sutil, la manera como los medios introducen la aceptación de la violencia masculina como expresión natural de lo que somos. Tampoco es sutil la forma como esos medios hacen del cuerpo femenino una mercancía desechable, canjeable, comprable proyectando también una idea bastante aceptada y promovida por esos mismos poderes: la mujer está en venta. 

Es en ese macabro panorama que se mueve la idea de que Claudia Morales digo o no diga quién es el que la violó. Ella, es cierto, tiene el derecho a ese silencio y a guardar ese secreto y hay muchas razones para que ella lo haga. Entre esas su miedo razonable en tanto que como periodista conoce bien el manejo que hace el poder de estas situaciones cuando afecta a alguien de las elites.
En la balanza, una mujer sola frente a ese poder saldrá perdiendo además de vapuleada por el mismo poder, es decir, por su violador. Pero de igual manera que ella tiene ese derecho al silencio, la autoridad de justicia tiene el deber de investigar para conocer y castigar al culpable. Creo que, la pasividad de la justica o la policía o la fiscalía, sabiendo que se ha cometido ese delito, es perjudicial para el bien común. No podríamos, en este caso, caer en otra trampa  elaborada exitosamente  por el poder mafioso: si no hay denuncia no habrá responsable, si no hay ladrón no hay robo, si no hay pruebas no hay delito y tampoco criminal. No olvidemos que borrar las pruebas, eliminar testigos, postergar procesos es estrategia exitosa del poder mafioso.

Esta es una oscura práctica que, en este país, ha servido para ocultar asuntos monstruosos, unos relacionados con el poder económico, otros con el poder político y otros con el poder mediático, también con el poder religioso. La tragedia de Claudia Morales,  quiero llamarla tragedia porque así lo siento, su experiencia vivida, radica también en el hecho, nada despreciable, de  que el violador está relacionado o hace parte de alguno de esos tres poderes y en todos o en uno su fuerza es tan grande que podría arrastrar a otros que desde  esos poderes han violado mujeres protegiéndose  con el escudo de impunidad que ese poder le garantiza. Otra práctica común es el silencio solidario que los miembros del poder suelen tener en estos casos.

Frente a algunas opiniones que claman que ella debería decir quién es el violador o también de aquellos que  afirman  que ella no debía haber denunciado sino era capaz decir el nombre, diría que ella actuó en consecuencia con lo que la justicia debería hacer en el marco de su responsabilidad. Denunciar un delito de esta magnitud es un aporte para aclararlo, la justicia debe actuar debe haber una investigación liderada por la administración de justicia. Pienso que es más inteligente pedir que la justicia actúe y por lo tanto asuma esa responsabilidad que pedirle a la mujer violada que acuse en ese marco del poder mafioso a un miembro respetable de ese oscuro poder que en las próximas elecciones se reproducirá exitosamente.

El caso de Claudia Morales no puede desaparecer de los medios como noticia pasada, tampoco debe desaparecer de las agendas electorales. Ella sola contra el poder mafioso será víctima de una catarata de acusaciones, de manipulaciones, de calumnias y demandas que terminara convirtiéndola en  una delincuente que agobia al poder. Es mejor pedirle a la fiscalía que actué honestamente, sin usar o dejarse usar, por los abogados del poder mafioso, que exigirle a Morales que diga quien fue.
 Este es un caso que no puede ser entendido como un escándalo que se diluye poco a poco de la agenda pública (eso es lo que quiere el poder mafioso  sino que tiene que ser incorporado al debate nacional  a manera de ejemplo y  para saber  si la justicia puede o no funcionar. La polémica en las redes y en los medios no es suficiente, ni tampoco es esa polémica, una muestra de que estamos en una democracia que permite el debate. La democracia existe en la medida que existe justicia. Es necesario estar atentos al manejo que el violador con poder querrá hacer: enfrentarse a la víctima y no a la justicia así garantizará su triunfo.


jueves, 18 de enero de 2018

Los intelectuales colombianos:buche y pluma na má



Buche y pluma na má

Los intelectuales colombianos se visten mal y piensan bien. Los de izquierda. Los otros visten bien y piensan mal. Los primeros van de luto, casi siempre de negro, todos tienen un abrigo negro, largo y algunos usan sombrero o cachucha y otros caminan con las manos detrás como signo de solemnidad. Las mueven lentamente o se las frotan cuando hablan. El luto parece una consecuencia de la muerte de Dios cantada hace rato, de la muerte de la historia un poco mas reciente y claro de la muerte de las ideologías. Algunos llevan otros colores serios pero casi nunca se encuentra un intelectual vestido de rosado o verde biche. Lo más colorido que suelen llevar es la mochila indígena como símbolo de su diversidad cultural.

Los segundos, los de derecha,  parecen banqueros y  aunque algunos se han quitado la corbata, todavía acuden a ella cuando son llamados desde el poder o cuando les van a dar algún premio. En este aspecto  los de izquierda son consecuentes, aun si los llaman del poder o de algún medio, igual se visten mal. A unos parece que les hubiesen quitado todo, a los de izquierda, y a los otros que no se lo quisiesen entregar. Antes se pensaba que los intelectuales eran todos de izquierda pero con el tiempo, el dominio del mercado y el reino de la democracia liberal,  fueron poco a poco llegando  al centro, con paso lento y argumentado, buscando ser oídos. El centro esta lleno de intelectuales. Mas el centro político que el de la ciudad, aunque en este ultimo también se sienten como en su casa.

En general el escenario intelectual colombiano está vacío de pensamiento y lleno de ambiciones de rating, mas los hombres que las mujeres, pero a algunas de estas, las mata la pantalla :a todos les encanta ser  el más leído, el más comentado, el más reconocido, el más votado.  Somos un país en donde el papel de la inteligencia se ha reducido a los medios. Los periodistas vueltos columnistas opinan desde la trinchera o del diván según sea su origen. Casi siempre opinan sobre lo que el régimen desea, en contra o a favor, de la noticia o el acontecimiento que los medios hacen circular. Todos quieren hacer un libro sobre sus columnas. La columna les enseño a escribir y a dejar la tarea de crear para después. Claro no todos. Otros andan tras las huellas de la literatura, en donde esconden el fracaso de su pensamiento Otros firman cartas para solidarizarse con unos o con otros. Crean revistas que llaman culturales, muy pocas. Algunas veces critican las marchas y otras veces marchan. 

Ya no hay marxistas ni libertarios, aunque los de derecha y la nueva izquierda, creen que el mal persiste y eso, de alguna manera, se les vuelve el fantasma que los asusta.¿ Cual mal? para los de izquierda el mal es la derecha y para los de derecha el mal es la izquierda. Son muchos de ellos  frenéticos amigo de su verdad. Los intelectuales de ambos costados desean ser la conciencia de los políticos de su lado, y en no pocas ocasiones son los defensores radicales  de la torpeza de ellos.Habitan felices el universo infinito de mr money. 

Son hijos de lo que se denominó el  fin de las ideologías. Los intelectuales, como decía una canción de los años 60 nacen ancianos y se van envejeciendo, como los americanos y también como decía otro gringo, son aquellas personas que usan mas palabras de las necesarias para decir mas de lo que saben Ambos, los de derecha e izquierda son insoportablemente explicativos. También los del centro.Son mas amigos de la razón instrumental que de la imaginación. Confunden con facilidad el énfasis con el rigor.

Los grandes intelectuales han ido desapareciendo y los pocos que quedaban mueren en las fauces del periodismo y el divismo. La notoriedad por encima de la crítica rigurosa. La beligerancia por encima de la razón y el éxito por encima de la inteligencia. La columna por encima de la teoría. Son pragmáticos columnistas que perdidos en la capacidad que tiene el régimen para controlar sin censurar vociferan a favor o en contra buscando frenéticamente lectores. Son pocos, muy pocos aquellos que en medio del afán por escribir la columna semanal desarrollan ideas, teorías o argumentos que les den un espacio entre los grandes ensayistas o teóricos  latinoamericanos o mundiales. Pero tienen un inmenso arsenal de argumentos para defenderse de la crítica de provincianismo que algunos les hacen En teoría o pensamiento son minimalistas y en comunicación son publicistas: todo corto y preciso. Todos buscan ser conferencistas internacionales, embajadores o agregados culturales, lo que les da no sólo legitimad sino poder. En una época se encontraban de casualidad en el barrio latino de Paris o en Greenwich Village de Nueva York. Ahora una buena cantidad espera ser invitado en la decadente casa de las Américas de  Madrid. Así es.

Muchos intelectuales vueltos columnistas y algunos periodistas asombran con la persistencia casi monótona de que ellos publican la verdad y que su verdad esta sustentada en los hechos. Bueno, algo en contravía de la ciencia presente que acepto la fragilidad de la verdad, pero para los periodistas columnistas, intelectuales del oficio, la idea vende a montones: existe la verdad. Casi todos son profesores y conferencistas que proponen la verdad.
Caballero, Coronel, Plinio o Londoño son columnistas, no siempre periodistas, que, en su afán por protagonizar, se envuelven en una retorica de la protesta y la denuncia. ¿Serán intelectuales? Si serlo significa usar la inteligencia para analizar y explicar o al menos mostrar o criticar desde su propio punto de vista una realidad, situación o noticia, lo son. ¿Pero acaso eso los diferencia del resto de ciudadanos? Pues No. Pensar, no es un privilegio de unos pocos, aunque  esos pocos así lo crean por el hecho de ser leídos. Estos radicales de la palabra no son tan aburridos como los otros. Plinio y Londoño tiene un cordón umbilical con el poder que los hace periodísticamente cuestionables y replicantes,  Coronel y Caballero tiene un cordón umbilical con el sin poder que los hace sospechosos militantes de la rutina y la queja. 

Zuleta y  Bejarano como tantos otros y otras son en general columnistas  que se mecen al vaivén de la noticia y se arrullan en su crítica o consentimiento de los desmanes o aciertos del poder. Abogados del oficio. Van y vienen en argumentaciones fáciles a favor o en contra de aquellos que hacen parte de su círculo. Son decididamente el centro del centro. La realidad del régimen los ha convertido, ¡vaya paradoja!, en adalides de la libertad de prensa o de la libertad de opinión de los columnistas. Que no es lo mismo.

La cosa femenina está en manos del mismo tipo de profesionales de la palabra política y del establecimiento, la  Rueda, Gurisatti, doña Salud, doña Vicky son  periodistas que también se arrullan así mismas y con los distintos poderes y se consolidan como la opinión femenina del poder, sobre todo de la derecha y del establecimiento o del estatus quo. Son radicales en su tono y pareciera, en muchas ocasiones, que su género las hubiera dotado de una moral incuestionable, cosa que no es cierta. La bandera de una moral ejemplar no puede estar ondeando en manos de la ultra derecha, aun siendo esta femenina. 

Los Samper, el padre y el hijo son críticos duros del giro delincuencial que han dado muchos desde el poder y encuentran, en esa realidad, el espacio necesario para no cuestionar ni el mercado ni la democracia liberal. Son además parte de la elite  y unos guardianes celosos de su propia libertad de expresión y de empresa. Pasa igual con los Santos, tanto los viejos como los jóvenes, siempre cerca del poder, siempre atentos a dar un brinquito que los trepe en lo que consideran su propio feudo: el gobierno. Son casas presidenciales que pretenden sostenibilidad del establecimiento. Hacen parte de la farándula intelectual.  Todos y todas hacen parte de una farándula que se reúne y se regocija con su pequeño éxito. Se retwitean los twits, se leen y se releen, se respetan en los programas de opinión. Se dirigen a los del poder corrupto sabiendo que son corruptos o criminales como doctor, señor presidente, honorable senador. Hacen el ejercicio torpe de dar legitimidad, a través del lenguaje, a quienes se han lucrado con la guerra, la corrupción y el neoliberalismo.

 Es difícil, muy difícil encontrar en alguna librería un buen libro de alguno de los mencionados, un aporte al mundo de los intelectuales del planeta, sin embargo ellos van bastante a las librerías y compran libros que leen ávidamente. No todos.