Este relato hace parte de los 30 que trabajé con mujeres desplazadas en el año 2005/2006. Muchos antes de los acuerdos de paz. Iré publicándolos en este blog. Todos los nombres son ficticios. Por solicitud de las entrevistadas.
Tengo 28 años. Nací
en el Tolima, en Planadas. Mis papás son del Tolima. Luego nosotros nos fuimos
para el sur de Bolívar, para la Costa. Mi papá fue primero, conoció y luego sí
nos fuimos todos. Teníamos negocios allá. Me fui como de 7 años. O sea, hace
como 20 años, como en el 80. Llegamos a un pueblo minero, Casa de Barro; es un
caserío, y ahí se trabaja en la minería, el oro y nada más.
Mi papá decidió irse
de Planadas porque se aburrió. Teníamos una licorería y estábamos bien. Y él
trabajaba la ganadería también. Compraba y vendía ganado. Un día decidió irse
porque tenía un compadre que le debía una plata y se fue a cobrarla y se amaño
por allá. Duró como dos meses sin llamar a la casa y nosotros súper preocupados.
Después llegó y dijo: “Alisten maletas, que nos vamos ya”. Y alistamos maletas
y nos fuimos los cinco que habíamos nacido en Planadas; luego nació mi
hermanito.
Llegamos a Magangué,
Bolívar. Ahí uno entra hacia las minas. De Magangué, uno coge una chalupa y
llega a un pueblo, Puerto Coca, que es un caserío, y de ahí uno se va a pie o
en mula, cuatro horas más hasta llegar al caserío. Recuerdo que el
cambio fue muy tenaz porque no había luz. El agua sí era muy constante porque
había una quebradita, era lo único rico.
Nos alumbrábamos con
velas y cocinábamos con leña. Luego mi papá empezó con el negocio de tiendas.
Comenzó a surtir las demás tiendas que quedaban cercanas de otros caseríos
también mineros. Llegamos a Puerto Coca y enseguida hacia el caserío que se
llama Casa de Barro. Casa de Barro es un caserío de mineros, y la única tienda
que había era la que tenía mi papá. Había otros caseríos; como La Esperanza,
Las Nieves, San Pedro. Caseríos pequeños a los que la gente no más iba por la
temporada de la minería. Cada temporada iba gente nueva, o sea no era la misma
gente que uno conocía. Por allá predomina mucho la guerrilla, es como el
mandato de ahí. Y bueno, mi papá empezó a llevar mercancía y la tienda se fue
engrandeciendo y ellos hacían mercado ahí. O sea ellos le compraban a la casa.
En Casa de Barro
duramos cinco años. Luego de ahí mi papá se compró una casa en Puerto Coca y
nos fuimos para allá. Yo estudié un año en Bogotá, después nos mandaron para el
Caquetá y luego estudiamos en Barranquilla. En Bogotá tenemos unas tías y en el
Caquetá vivía mi abuela. Mis tías también son de Planadas. Viven aquí hace
muchísimo tiempo. Casi toda su vida.
En Casa de Barro
vivía muy poca gente. Unas 50 personas, pero salían y entraban. Era un mercado,
porque también entraba gente a comprar oro. Exclusivamente, a comprar oro.
Cuando explotaba una mina, llegaba bastante gente de diferentes sitios que
trabajaban la minería. Era bastante comercio, llegaba la gente e iba
explotando. Las minas no son de nadie
son como montañas vírgenes a donde va llegando el personal y van
abriendo y eso se expande sobre todo el departamento. Los mineros son como
temporeros. Se acaba la mina y el pueblo queda no más con la gente que vivía
ahí. Pero allá no había un dueño que dijera: “Esto es mío, y aquí no van a
trabajar”. No. Llegaban, explotaban y se iban, dejaban eso ahí. Bueno, la verdad es
que mis hermanos y yo llegábamos de vacaciones porque nosotros estudiábamos en
Barranquilla. El negocio de mi papá engrandeció más. Ya era un depósito, ya era
restaurante, ya el tenía un billar. El pueblo era más bien pequeño, como 20 personas,
el pueblo se reunía, se hacían paseos y todo rico. Sólo en vacaciones. De resto
era sólo trabajo. Ahí duramos hasta el 94.
En Puerto Coca duré
un año seguido. Allí también mandaba la guerrilla. Ellos eran los que cobraban
la vacuna, Ahí mantenían era las Farc y el Eln. Los dos. A mi papá le tocaba
pagar vacuna. Todos los que tuvieran negocios grandes tenían que pagar una
vacuna. Ellos también se encargaban de hacerle la merca a mi papá. La guerrilla
hacía el mercado en el granero, en el depósito. La verdad no me acuerdo de
cuánto era la vacuna. Sabía porque le llegaban las cartas de que ya tenía que
cancelar lo que ya sabía.
Aparte de mi papá, pagaban las cantinas y también los
billares. Había dos cantinas, porque ahí más bien era donde llegaban todas las
personas cuando bajaban de la minería. Llegaban ahí, compraban su mercado y se
devolvían otra vez. Venían a vender oro, cuando no había quien les comprara ahí
en la mina. Los mineros también
pagaban vacuna cuando, como dicen ellos, les reventaba alguna mina; ellos
tenían que pagar una parte de lo que les reventara la mina. Desde que nosotros
llegamos, ya la guerrilla estaba instalada ahí. Me imagino que mucho antes que
nosotros llegáramos ya ellos estaban.
Puerto Coca no es un
municipio, ahí no había policía. Sólo estaba el inspector, que era de ahí
mismo del pueblo. Pero igual no hacía
ninguna clase de documentos, ni nada de nada. Este pueblo se llama
Puerto Coca porque, según dicen, hay un pueblo que se llama Puerto Coco. Por
eso. Pero no tiene nada que ver con la coca. No hay cultivos, porque la
guerrilla no dejaba cultivar eso. Si ellos se enteraban de que alguna persona
cultivaba coca iban y le quemaban el cultivo y más bien ellos les daban para
que cultivaran la papa, la yuca. Les hacían un préstamo, y ellos mismos se
encargaban de llevarles las semillas para que no se pusieran a cultivar coca.
La verdad es que allá
casi nunca se veían problemas porque toda la gente era como bastante unida.
Entonces no había problemas de envidias, o de robos. Para nada. Los
guerrilleros paseaban por el pueblo dos o tres días y luego se iban. Normal,
como si nada. A veces iban cien,
doscientos, dependiendo. O mandaban tres o cuatro personas, cuando necesitaban
comprar algo. También mandaban personas no uniformadas, sino civiles, que uno
los llama, y se quedaban en el pueblo. Uno a veces no conocía todo el personal
de la guerrilla y pasaban como vigilando a ver
qué era lo que uno hacía.
Ellos se daban cuenta
de todo porque vivían ahí. Había gente que era parte de la guerrilla y ellos se
encargaban de informar qué pasaba en el pueblo. Uno no sabía cuáles eran las
personas, pero sí sabía que algo que pasara ahí, los guerrilleros en seguida lo
sabían.
La guerrilla daba
instrucciones a la gente sobre lo que debían hacer, por ejemplo prohibían que
uno hablara con el ejército cuando llegara ahí. Eso era más que todo lo que
prohibían.
Al que hablaba con el
ejército lo regañaban y le decían: “Bueno, la próxima vez ya sabe lo que le
pasa”. O sea, cuando por lo menos ya le daban como tres llamados, entonces se
lo llevaban. Uno deducía que los mataban, o a veces los reclutaban, o la verdad
nunca se supo qué se hacía con la persona, porque no volvía a aparecer.
Los guerrilleros con
las niñas del pueblo no se meten. Eso se lo tienen prohibido a ellos. Si una
niña vacila con algún guerrillero, tiene que ser a escondidas. Solo que la niña
se reclute y ya tengan ellos una relación. Estando yo allá reclutaron como a
cuatro niñas.No obstante esta
situación de tensión entre el ejército y la guerrilla no se vivía ninguna clase
de guerra, porque no se enfrentaban ahí cerca. Uno escuchaba: “Hubo un
enfrentamiento de la guerrilla con el ejército, en tal vereda”. Pero no se
veía. Uno nunca veía eso, ni nunca se sufría.
En 1994 sacamos a mi
papá. Estaba enfermo de cáncer en el colon. Dos hermanas nos fuimos para Semana
Santa a acompañar a mi mamá, que se quedó con el negocio. Desde 1994 nosotros
empezamos a escuchar que los paramilitares se iban a meter, y en la semana Santa
de 1996, se metieron. Llegaron un Viernes Santo, reunieron a toda la gente en
la plazoleta. Ellos llevaban un listado. Alcanzaron a coger a dos personas vinculadas a la guerrilla, que en esos
momentos iban a salir, pero uno se
alcanzó a volar en una chalupa, entonces el jefe de los paramilitares lo
persiguió, y hubo un tiroteo y a él le zamparon un tiro. Entonces llegó todo
berraco y ahí sí mató a las dos personas que tenía amarradas, y a otra persona
que supuestamente también estaba vinculada. Los mato ahí, frente a todas las
personas. Les dio un tiro en la cabeza. Uno de ellos tenía como dos meses de
haberse reclutado para la guerrilla y otro pelado, como de 18 años también
llevaba como una semana de haberse metido a lo de la guerrilla. A ese lo mataron
delante de los papás.
Luego volvieron a
sacar otro listado, y los iban separando. En el listado venía mi papá porque
supuestamente lo que nosotros teníamos era como testaferro de la guerrilla. Y
así, dos personas más. Como no estaba mi papá, nos cogieron a nosotras y nos
sentaron ahí en la plaza, a otra pareja, y a otra familia que vivía al lado de
nosotros, también, porque tenían una finca, pero ellos más bien alquilaban la
finca para que el ganado viniera y pastara. Esa familia como que se puso a hablar ‘sapió’ a mucha gente y entonces los
soltaron. Y quedamos nosotros. Entonces uno de los pelados que venía
encapuchado pasó por delante de nosotros y se quitó la capucha. Era uno de los
que fueron guerrilleros y se pasaron para los paramilitares. Nosotros lo
conocíamos porque él llegaba a la casa, tomaba,
rumbeaba con nosotros.
Tenía más o menos
como 22 años. Cuando se quitó la capucha dijo que no nos preocupáramos. El fue
y habló con el comandante y nos soltaron, pero sí nos dijo: “Dentro de dos
días, nosotros regresamos y espero que no estén acá”. Eso fue todo.
Bueno, en ese día no
pudimos hacer nada y los cadáveres quedaron ahí, como hasta las siete de la
noche, los de los dos muchachos. Y de ahí, o sea todo el pueblo nos fuimos para
una finca que había por ahí cerca, que era de un amigo, pues todo el mundo
tenía miedo.Los paramilitares
saqueaban las casas, los depósitos,
todo. Se robaban lo que a ellos les gustaba. Al deposito de nosotros fueron y
regaron el aceite y el arroz en la
calle, como para que uno no tuviera comida durante los días que ellos fueran a
estar ahí.
Nosotras regresamos a los dos días a recoger la ropa y
cerrar todo bien. Salimos en chalupa
hacia Magangue y de ahí nosotros cogimos para Barranquilla, porque ya teníamos
casa en Barranquilla. Como al mes. regresé, y a un primo que vivía ahí en el
pueblo, le entregué la casa y lo que había quedado. Hicimos un inventario y él
se quedó con eso. Después supimos que en un momento llegó a haber
enfrentamientos con la guerrilla en un puente que hay a la salida del pueblo.
Hoy la guerrilla
sigue ahí y los paramilitares no han vuelto. El pueblo en este momento está en
manos de la guerrilla, pero estuvo como un año, más o menos, en manos de los
paramilitares. Durante el período que estuvo en manos de los paramilitares,
ellos empezaron a comprar las casas que quedaron vacías, se apoderaron de esa
tierra. Pero después la guerrilla los rodeo y ellos se fueron.
En ese tiempo vivía
con un muchacho. Yo tenía como unos 20 ó 18 años. Él era comerciante en
Magangué. Vivíamos en Barranquilla, pero él viajaba mucho. Cuando nosotros
empezamos la relación no, pero después se metió como a los paramilitares. Lo
conocí en Barranquilla, cuando ya había tenido que irme del pueblo. Tengo una bebé de cinco años de
él. No lo he vuelto a ver. Nunca me contactó, ni yo nunca lo busqué.
Cuando uno habla de
desplazamiento aquí en Colombia, la gente piensa como si le estuviera
sucediendo hace uno o dos años. Yo creo que después de siete años tiene su
trabajo, y ya más o menos gana. Tiene su vida ya realizada. Pero hay gente que
tiene siete años de desplazada y todavía no ha solucionado sus problemas. Ahora trabajo, estoy
con la organización de población desplazada. Nosotros somos defensores de
derechos humanos y ya me desplazaron de Barranquilla para acá.
Nos amenazaron por
vía telefónica, llamaron a uno de los de la organización y le leyeron la lista
de quiénes estaban incluidos en la ésta para matarlos. Y los paramilitares
también. Toda la junta de la organización estaba incluida. De ahí nos tocó
desplazarnos para acá. La niña la tiene mi mamá allá en Barranquilla.
En la organización no
había ningún problema, pero hay personas
problemáticas. Cuando a uno le dan unas donaciones, uno empieza a repartírselas
a las personas que lo necesitan, es decir, a personas desplazadas. Pero esas
personas son como insatisfechas. Entonces de pronto por eso nos amenazaron.
Un programa de
proyección del Ministerio del Interior nos ayudó a salir de allá con los
pasajes aéreos para venirnos a Bogotá. Acá uno tiene que poner una demanda
sobre lo que pasó, qué le dijeron en la llamada, cómo fue.
Los que nos
amenazaron nos hicieron seguimiento, es decir, nos fueron a buscar a las
diferentes oficinas que había allá en Barranquilla. Cuando llegamos aquí,
nosotros fuimos a la Red porque nos dijeron que teníamos que ir a declarar otra
vez el desplazamiento. Entonces el día que fuimos a declarar nos encontramos
con uno de los que nos estaban amenazando. Y se armó un rollo grandísimo porque
en eso llamó el coronel Muñoz...
Supimos que eran
ellos porque ya más o menos nos habían dicho cuáles eran las personas que nos
tenían en lista. Entonces lo sacamos por deducción, porque él fue uno de los
que más problemas puso cuando se entregó
la donación.
Cuando fuimos a la
Red, conectaron el desplazamiento a
Barranquilla con el del primer pueblo pues uno está registrado allá. Cuando lo
desplazan a uno, hay que ir a la Defensoría. Además porque allá llegó el
defensor del pueblo, entonces daban un listado y ese listado lo mandaban hacia
Barranquilla. Y a uno le daban una carta para llevarla a la Defensoría, y eso
era como mayor respaldo para que de verdad creyeran que uno era desplazado. Uno
llegaba a la Defensoría, hablaba todo lo que había pasado y de ahí lo mandaban a la Red, y en la Red lo ponen a
uno como en un registro. Entonces uno tiene un número.
Entonces ahora, con
el segundo desplazamiento, ya ellos buscaron en el registro: “No, ya tú estás
aquí, entonces quedas con el mismo número de registro, pero con el último
desplazamiento”. O sea con el de este año.
Hoy todo está
abandonado. El mes pasado todo el mundo tuvo que salirse de ahí. No sé por qué.
Parece que los paramilitares los mandaron a desocupar porque como que iba a
haber un enfrentamiento o algo así, entonces sacaron la gente hacia otro pueblo
más cercano.
Extraño mucho el
caserío porque todo el tiempo vivimos allá y teníamos amigos. Hay muchos recuerdos, buenos
recuerdos. Me gustaría volver algún día. Prefiero que mi hija crezca en
Barranquilla. Aquí en Bogotá me siento un poquito estresada.
Tengo tres hermanos,
dos mujeres menores que yo y un varón, que viven en Barranquilla. Mi hermana es trabajadora social, pero tiene
un negocio de droguería. Y la menor está estudiando derecho. Mi hermano estudia
secundaria. El único que vive en Bogotá soy yo. Mi papá murió hace siete años.
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