lunes, 10 de junio de 2019

“La próxima vez, ya sabe lo que le pasa”. Casa de Barro, sur de Bolívar.Relato de Maria Palenque, desplazada


Este relato hace parte de los 30 que trabajé con mujeres desplazadas en el año 2005/2006. Muchos antes de los acuerdos de paz. Iré publicándolos en este blog.  Todos los nombres son ficticios. Por solicitud de las entrevistadas.

Tengo 28 años. Nací en el Tolima, en Planadas. Mis papás son del Tolima. Luego nosotros nos fuimos para el sur de Bolívar, para la Costa. Mi papá fue primero, conoció y luego sí nos fuimos todos. Teníamos negocios allá. Me fui como de 7 años. O sea, hace como 20 años, como en el 80. Llegamos a un pueblo minero, Casa de Barro; es un caserío, y ahí se trabaja en la minería, el oro y nada más.

Mi papá decidió irse de Planadas porque se aburrió. Teníamos una licorería y estábamos bien. Y él trabajaba la ganadería también. Compraba y vendía ganado. Un día decidió irse porque tenía un compadre que le debía una plata y se fue a cobrarla y se amaño por allá. Duró como dos meses sin llamar a la casa y nosotros súper preocupados. Después llegó y dijo: “Alisten maletas, que nos vamos ya”. Y alistamos maletas y nos fuimos los cinco que habíamos nacido en Planadas; luego nació mi hermanito.

Llegamos a Magangué, Bolívar. Ahí uno entra hacia las minas. De Magangué, uno coge una chalupa y llega a un pueblo, Puerto Coca, que es un caserío, y de ahí uno se va a pie o en mula, cuatro horas más hasta llegar al caserío. Recuerdo que el cambio fue muy tenaz porque no había luz. El agua sí era muy constante porque había una quebradita, era lo único rico.

Nos alumbrábamos con velas y cocinábamos con leña. Luego mi papá empezó con el negocio de tiendas. Comenzó a surtir las demás tiendas que quedaban cercanas de otros caseríos también mineros. Llegamos a Puerto Coca y enseguida hacia el caserío que se llama Casa de Barro. Casa de Barro es un caserío de mineros, y la única tienda que había era la que tenía mi papá. Había otros caseríos; como La Esperanza, Las Nieves, San Pedro. Caseríos pequeños a los que la gente no más iba por la temporada de la minería. Cada temporada iba gente nueva, o sea no era la misma gente que uno conocía. Por allá predomina mucho la guerrilla, es como el mandato de ahí. Y bueno, mi papá empezó a llevar mercancía y la tienda se fue engrandeciendo y ellos hacían mercado ahí. O sea ellos le compraban a la casa.

En Casa de Barro duramos cinco años. Luego de ahí mi papá se compró una casa en Puerto Coca y nos fuimos para allá. Yo estudié un año en Bogotá, después nos mandaron para el Caquetá y luego estudiamos en Barranquilla. En Bogotá tenemos unas tías y en el Caquetá vivía mi abuela. Mis tías también son de Planadas. Viven aquí hace muchísimo tiempo. Casi toda su vida.

En Casa de Barro vivía muy poca gente. Unas 50 personas, pero salían y entraban. Era un mercado, porque también entraba gente a comprar oro. Exclusivamente, a comprar oro. Cuando explotaba una mina, llegaba bastante gente de diferentes sitios que trabajaban la minería. Era bastante comercio, llegaba la gente e iba explotando. Las minas no son de nadie  son como montañas vírgenes a donde va llegando el personal y van abriendo y eso se expande sobre todo el departamento. Los mineros son como temporeros. Se acaba la mina y el pueblo queda no más con la gente que vivía ahí. Pero allá no había un dueño que dijera: “Esto es mío, y aquí no van a trabajar”. No. Llegaban, explotaban y se iban, dejaban eso ahí.  Bueno, la verdad es que mis hermanos y yo llegábamos de vacaciones porque nosotros estudiábamos en Barranquilla. El negocio de mi papá engrandeció más. Ya era un depósito, ya era restaurante, ya el tenía un billar. El pueblo era más bien pequeño, como 20 personas, el pueblo se reunía, se hacían paseos y todo rico. Sólo en vacaciones. De resto era sólo trabajo. Ahí duramos hasta el 94.

En Puerto Coca duré un año seguido. Allí también mandaba la guerrilla. Ellos eran los que cobraban la vacuna, Ahí mantenían era las Farc y el Eln. Los dos. A mi papá le tocaba pagar vacuna. Todos los que tuvieran negocios grandes tenían que pagar una vacuna. Ellos también se encargaban de hacerle la merca a mi papá. La guerrilla hacía el mercado en el granero, en el depósito. La verdad no me acuerdo de cuánto era la vacuna. Sabía porque le llegaban las cartas de que ya tenía que cancelar lo que ya sabía.

Aparte de mi  papá, pagaban las cantinas y también los billares. Había dos cantinas, porque ahí más bien era donde llegaban todas las personas cuando bajaban de la minería. Llegaban ahí, compraban su mercado y se devolvían otra vez. Venían a vender oro, cuando no había quien les comprara ahí en la mina. Los mineros también pagaban vacuna cuando, como dicen ellos, les reventaba alguna mina; ellos tenían que pagar una parte de lo que les reventara la mina. Desde que nosotros llegamos, ya la guerrilla estaba instalada ahí. Me imagino que mucho antes que nosotros llegáramos ya ellos estaban.


Puerto Coca no es un municipio, ahí no había policía. Sólo estaba el inspector, que era de ahí mismo  del pueblo. Pero igual no hacía ninguna clase de documentos, ni nada de nada. Este pueblo se llama Puerto Coca porque, según dicen, hay un pueblo que se llama Puerto Coco. Por eso. Pero no tiene nada que ver con la coca. No hay cultivos, porque la guerrilla no dejaba cultivar eso. Si ellos se enteraban de que alguna persona cultivaba coca iban y le quemaban el cultivo y más bien ellos les daban para que cultivaran la papa, la yuca. Les hacían un préstamo, y ellos mismos se encargaban de llevarles las semillas para que no se pusieran a cultivar coca.

La verdad es que allá casi nunca se veían problemas porque toda la gente era como bastante unida. Entonces no había problemas de envidias, o de robos. Para nada. Los guerrilleros paseaban por el pueblo dos o tres días y luego se iban. Normal, como si nada. A veces iban  cien, doscientos, dependiendo. O mandaban tres o cuatro personas, cuando necesitaban comprar algo. También mandaban personas no uniformadas, sino civiles, que uno los llama, y se quedaban en el pueblo. Uno a veces no conocía todo el personal de la guerrilla y pasaban como vigilando a ver  qué era lo que uno hacía.

Ellos se daban cuenta de todo porque vivían ahí. Había gente que era parte de la guerrilla y ellos se encargaban de informar qué pasaba en el pueblo. Uno no sabía cuáles eran las personas, pero sí sabía que algo que pasara ahí, los guerrilleros en seguida lo sabían.
La guerrilla daba instrucciones a la gente sobre lo que debían hacer, por ejemplo prohibían que uno hablara con el ejército cuando llegara ahí. Eso era más que todo lo que prohibían.
Al que hablaba con el ejército lo regañaban y le decían: “Bueno, la próxima vez ya sabe lo que le pasa”. O sea, cuando por lo menos ya le daban como tres llamados, entonces se lo llevaban. Uno deducía que los mataban, o a veces los reclutaban, o la verdad nunca se supo qué se hacía con la persona, porque no volvía a aparecer.

Los guerrilleros con las niñas del pueblo no se meten. Eso se lo tienen prohibido a ellos. Si una niña vacila con algún guerrillero, tiene que ser a escondidas. Solo que la niña se reclute y ya tengan ellos una relación. Estando yo allá reclutaron como a cuatro niñas.No obstante esta situación de tensión entre el ejército y la guerrilla no se vivía ninguna clase de guerra, porque no se enfrentaban ahí cerca. Uno escuchaba: “Hubo un enfrentamiento de la guerrilla con el ejército, en tal vereda”. Pero no se veía. Uno nunca veía eso, ni nunca se sufría.

En 1994 sacamos a mi papá. Estaba enfermo de cáncer en el colon. Dos hermanas nos fuimos para Semana Santa a acompañar a mi mamá, que se quedó con el negocio. Desde 1994 nosotros empezamos a escuchar que los paramilitares se iban a meter, y en la semana Santa de 1996, se metieron. Llegaron un Viernes Santo, reunieron a toda la gente en la plazoleta. Ellos llevaban un listado. Alcanzaron a coger a dos personas  vinculadas a la guerrilla, que en esos momentos iban a salir, pero  uno se alcanzó a volar en una chalupa, entonces el jefe de los paramilitares lo persiguió, y hubo un tiroteo y a él le zamparon un tiro. Entonces llegó todo berraco y ahí sí mató a las dos personas que tenía amarradas, y a otra persona que supuestamente también estaba vinculada. Los mato ahí, frente a todas las personas. Les dio un tiro en la cabeza. Uno de ellos tenía como dos meses de haberse reclutado para la guerrilla y otro pelado, como de 18 años también llevaba como una semana de haberse metido a lo de la guerrilla. A ese lo mataron delante de los papás.

Luego volvieron a sacar otro listado, y los iban separando. En el listado venía mi papá porque supuestamente lo que nosotros teníamos era como testaferro de la guerrilla. Y así, dos personas más. Como no estaba mi papá, nos cogieron a nosotras y nos sentaron ahí en la plaza, a otra pareja, y a otra familia que vivía al lado de nosotros, también, porque tenían una finca, pero ellos más bien alquilaban la finca para que el ganado viniera y pastara. Esa familia como que se puso a hablar  ‘sapió’ a mucha gente y entonces los soltaron. Y quedamos nosotros. Entonces uno de los pelados que venía encapuchado pasó por delante de nosotros y se quitó la capucha. Era uno de los que fueron guerrilleros y se pasaron para los paramilitares. Nosotros lo conocíamos porque él llegaba a la casa, tomaba,  rumbeaba con nosotros.

Tenía más o menos como 22 años. Cuando se quitó la capucha dijo que no nos preocupáramos. El fue y habló con el comandante y nos soltaron, pero sí nos dijo: “Dentro de dos días, nosotros regresamos y espero que no estén acá”. Eso fue todo.

Bueno, en ese día no pudimos hacer nada y los cadáveres quedaron ahí, como hasta las siete de la noche, los de los dos muchachos. Y de ahí, o sea todo el pueblo nos fuimos para una finca que había por ahí cerca, que era de un amigo, pues todo el mundo tenía miedo.Los paramilitares saqueaban las casas, los  depósitos, todo. Se robaban lo que a ellos les gustaba. Al deposito de nosotros fueron y regaron el  aceite y el arroz en la calle, como para que uno no tuviera comida durante los días que ellos fueran a estar ahí.

Nosotras  regresamos a los dos días a recoger la ropa y cerrar todo bien.  Salimos en chalupa hacia Magangue y de ahí nosotros cogimos para Barranquilla, porque ya teníamos casa en Barranquilla. Como al mes. regresé, y a un primo que vivía ahí en el pueblo, le entregué la casa y lo que había quedado. Hicimos un inventario y él se quedó con eso. Después supimos que en un momento llegó a haber enfrentamientos con la guerrilla en un puente que hay a la salida del pueblo.

Hoy la guerrilla sigue ahí y los paramilitares no han vuelto. El pueblo en este momento está en manos de la guerrilla, pero estuvo como un año, más o menos, en manos de los paramilitares. Durante el período que estuvo en manos de los paramilitares, ellos empezaron a comprar las casas que quedaron vacías, se apoderaron de esa tierra. Pero después la guerrilla los rodeo y ellos se fueron.


En ese tiempo vivía con un muchacho. Yo tenía como unos 20 ó 18 años. Él era comerciante en Magangué. Vivíamos en Barranquilla, pero él viajaba mucho. Cuando nosotros empezamos la relación no, pero después se metió como a los paramilitares. Lo conocí en Barranquilla, cuando ya había tenido que irme  del pueblo. Tengo una bebé de cinco años de él. No lo he vuelto a ver. Nunca me contactó, ni yo nunca lo busqué.

Cuando uno habla de desplazamiento aquí en Colombia, la gente piensa como si le estuviera sucediendo hace uno o dos años. Yo creo que después de siete años tiene su trabajo, y ya más o menos gana. Tiene su vida ya realizada. Pero hay gente que tiene siete años de desplazada y todavía no ha solucionado sus problemas. Ahora trabajo, estoy con la organización de población desplazada. Nosotros somos defensores de derechos humanos y ya me desplazaron de Barranquilla para acá.

Nos amenazaron por vía telefónica, llamaron a uno de los de la organización y le leyeron la lista de quiénes estaban incluidos en la ésta para matarlos. Y los paramilitares también. Toda la junta de la organización estaba incluida. De ahí nos tocó desplazarnos para acá. La niña la tiene mi mamá allá en Barranquilla.

En la organización no había ningún problema, pero hay  personas problemáticas. Cuando a uno le dan unas donaciones, uno empieza a repartírselas a las personas que lo necesitan, es decir, a personas desplazadas. Pero esas personas son como insatisfechas. Entonces de pronto por eso nos amenazaron.

Un programa de proyección del Ministerio del Interior nos ayudó a salir de allá con los pasajes aéreos para venirnos a Bogotá. Acá uno tiene que poner una demanda sobre lo que pasó, qué le dijeron en la llamada, cómo fue.
Los que nos amenazaron nos hicieron seguimiento, es decir, nos fueron a buscar a las diferentes oficinas que había allá en Barranquilla. Cuando llegamos aquí, nosotros fuimos a la Red porque nos dijeron que teníamos que ir a declarar otra vez el desplazamiento. Entonces el día que fuimos a declarar nos encontramos con uno de los que nos estaban amenazando. Y se armó un rollo grandísimo porque en eso llamó el coronel Muñoz...

Supimos que eran ellos porque ya más o menos nos habían dicho cuáles eran las personas que nos tenían en lista. Entonces lo sacamos por deducción, porque él fue uno de los que más problemas puso cuando se  entregó la donación.

Cuando fuimos a la Red,  conectaron el desplazamiento a Barranquilla con el del primer pueblo pues uno está registrado allá. Cuando lo desplazan a uno, hay que ir a la Defensoría. Además porque allá llegó el defensor del pueblo, entonces daban un listado y ese listado lo mandaban hacia Barranquilla. Y a uno le daban una carta para llevarla a la Defensoría, y eso era como mayor respaldo para que de verdad creyeran que uno era desplazado. Uno llegaba a la Defensoría, hablaba todo lo que había pasado y de ahí  lo mandaban a la Red, y en la Red lo ponen a uno como en un registro. Entonces uno tiene un número.

Entonces ahora, con el segundo desplazamiento, ya ellos buscaron en el registro: “No, ya tú estás aquí, entonces quedas con el mismo número de registro, pero con el último desplazamiento”. O sea con el de este año.

Hoy todo está abandonado. El mes pasado todo el mundo tuvo que salirse de ahí. No sé por qué. Parece que los paramilitares los mandaron a desocupar porque como que iba a haber un enfrentamiento o algo así, entonces sacaron la gente hacia otro pueblo más cercano.
Extraño mucho el caserío porque todo el tiempo vivimos allá y teníamos  amigos. Hay muchos recuerdos, buenos recuerdos. Me gustaría volver algún día. Prefiero que mi hija crezca en Barranquilla. Aquí en Bogotá me siento un poquito estresada.

Tengo tres hermanos, dos mujeres menores que yo y un varón, que viven en Barranquilla.  Mi hermana es trabajadora social, pero tiene un negocio de droguería. Y la menor está estudiando derecho. Mi hermano estudia secundaria. El único que vive en Bogotá soy yo. Mi papá murió hace siete años.
 Hoy no tengo temor. Yo creo que desde el primer desplazamiento uno pierde el miedo, pero sigo trabajando a favor de los desplazados porque me gusta el trabajo. Siempre me ha gustado ayudar a la gente, todo lo que sea social me gusta. Yo hice hasta octavo semestre de economía en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, pero me tocó retirarme cuando económicamente ya no estaba bien, porque todo no lo pagaban los papás, y ya empecé a trabajar, que la niña... Sí he pensado en terminar. No he hecho las vueltas. Pero sí he pensado en terminar.


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