martes, 16 de junio de 2015

EN MEDIO DEL SILENCIO

Los medios en un globo inflado con dinero


Un fuerte halo de silencio cobija con bastante eficacia lo que han llamado la revolución de las comunicaciones. Aunque parezca paradójico, el diluvio de información poluciona y asfixia la posibilidad de una comunicación libre de la misma manera que encierra entre sus cuatro paredes un único sentido de libertad de expresión, y teje un pensamiento sumiso a los dictados del poder, del militarismo y del dinero.


No solo la libertad de prensa se ve restringida por las censuras sino que también la comunicación es prisionera de los sentidos y valores impuestos desde el pensamiento único. En esencia, me refiero a éste en su expresión más simple, existe solo una opción económica: el capitalismo, y de la mano de ella solo una opción política: la democracia liberal y por lo tanto una sola estrategia: la globalización.
Es desde esta perspectiva que se hace comprensible un mercado de la información que se estructura y rige por los más crudos intereses mercantilistas e impone criterios de rentabilidad a los medios dominado por grandes grupos económicos. Se abren espacios de comunicación comercial  con el solo propósito de informar sobre esa verdad establecida, sobre aquello que declaran como de interés común pero ese mismo es definido y estructurado técnicamente por sus protagonistas: el poder de los medios y por los medios del poder.

Las alianzas o mejor, la compra de los medios de comunicación por los grandes grupos económicos indican con bastante precisión cómo la información y su divulgación se ha convertido en uno de los negocios más rentable de la era de la globalización. En Colombia y América Latina no ha sucedido nada distinto a la pauta marcada por los países del norte: no solo se consolidan las compras por los grupos económicos de los medios masivos sino que también, los grandes imperios de la telecomunicación mundial empujan la privatización de la telefonía y logran a través de sus inversiones el manejo de la comunicación en todo su espectro: escrito, oral,  visual y lo llamado virtual. La estrategia nace de una realidad contundente: la información y los medios para su circulación son, en la "sociedad de la comunicación" el más preciado de los artículos de consumo y en este sentido solo las leyes del mercado pueden regularlo, estandarizarlo, masificarlo, banalizarlo y por supuesto controlarlo.

Es decir, se estandariza la información, todos informan de lo mismo, se banaliza, todos son medios acríticos, se masifica; el poder económico que es dueño de todos los medios  amplía por este camino no solo la cobertura sino también la publicidad de los productos de los patrocinadores que son los mismos dueños de los medios,  y se controla. Todos hacen circular las mismas ideas, principalmente aquella de que no existe otro tipo de sociedad posible por fuera de la actual: globalizada, capitalista y occidental. ¿Pero que puede significar esto?

En primer lugar, la comunicación se viene rápidamente convirtiendo en el más estratégico y lucrativo de los negocios pero también en uno de los de más difícil lectura puesto que en él colisiona de la manera más fuerte el interés común y el privado imponiendo este último sus propios intereses y sus prioridades. La información y la comunicación se fusionan en la más potente díada que irradia hacia la ciudadanía una particular  visión cultural, política y económica favorecida y potenciada por la tecnología.

En segundo lugar, la tecnología informática es utilizada en el mismo sentido. Los grandes desarrollos no son usados en beneficio de la comunidad sino que por el contrario el monopolio cierra las puertas para producir el control desde la tecnología. Es así que Internet que sería la expresión última de la fusión de lo escrito, lo visual y lo oral es regida por los mismos criterios del mercado que absorbe velozmente las pocas manifestaciones de comunicación alternativa que podrían producirse desde el uso libre de la red. Aunque existen algunos optimismos en cuanto a que, la red es ahora espacio de libertad o de democratización de la información, no se podría afirmar con certeza que esto seguirá siendo así. La razón no es otra que la veloz tendencia a ampliar el número de usuarios o consumidores de la red, el número de enredados pasara de 700 millones en el 2001 a 2895 millones para el 2015, convirtiendo a la red en el más grande mercado que jamás haya existido. Si esto es así, terminará siendo regida por la misma lógica del mercado, haciendo que perdure o sea visible lo que es rentable o aquellos que tengan capacidad tecnológica y financiera para permanecer.

Allí está entonces que la guerra en la red o el mercado virtual tendrá las mismas características que el mercado globalizado: dominio de lo financiero especulativo, grandes fusiones de las empresas virtuales, orientación desde los países del norte del sentido de la comunicación global y sobre todo la velocidad como valor exacerbado de lo que debe ser la vida humana, siendo esta el valor supremo en la red y ella depende en gran medida de los avances tecnológicos que están en manos de los monopolios informáticos del software y del hardware. Estos datos muestran que estamos entrando no solo en una revolución más intensa y amplia que la revolución industrial, sino quizás estamos en los primeros pasos para una monstruosa mutación cultural que apenas deja ver la punta de la nariz.

Si la televisión era el medio que imponía las pautas, la red, su velocidad e  interconectividad y la interactividad empiezan su dominio imperante. Ya todos los medios están en la red y así la red será el mass media de los medios.

En tercer lugar, la velocidad con que se presentan los hechos esconde tras de sí una realidad artificial que parece ser tan cierta que produce la sensación de verdad, de incuestionabilidad, de irreversibilidad. La posibilidad de conocer lo que sucede ha sido desplazada por la urgencia de las transmisiones, por la velocidad en que se llega al sitio de la noticia y por la superficialidad que exige el costo de los espacios. 

Todo aquello que puede ser de interés público es fragmentado a favor de los que pautan la publicidad. Es a través de esta que se dictan las pautas para la organización misma de la estructura de los noticieros televisivos, de los diarios, de las revistas y de programas radiales. Se podría afirmar que la estructura se unifica y por este camino el sentido mismo de la comunicación: los titulares, los flashes informativos, las interrupciones, los minutos de final feliz parecen ser libretos escritos por las telenovelistas más sagaces que desde lo más cínica de las banalizaciones venden la tragedia como algo que ya sucedió. Detrás de la noticia cobran cada vez mayor importancia y salario los estrategas de ventas por encima de los periodistas-comunicadores, especie que tiende a desaparecer en la dinámica del mercado.

En cuarto lugar y como síntoma generalizado abruma por su contundencia un sentido espectacular de lo que interesa: la realidad no es un espectáculo pero la estrategia para  venderla en los medios es clara: volver un espectáculo desde la intimidad hasta la muerte. La información como objeto de consumo se caracteriza por su poder de seducción y este encuentra su raíz más potente en la transformación de ella en espectáculo. Desde la vida íntima hasta el asesinato, pasando por la corrupción del poder, o las carreras electorales encuentran en los estrategas de la comunicación el lenguaje preciso para hacer la mutación que el mercado, la competencia exige: las luces  que encandilan, las cámaras que captan la superficie y la acción de los reporteros como vendedores de realidades efímeras. Luces, cámara y acción animadas por un director oculto en lo más secreto de los medios, con un guión escrito con las premisas impuestas por el lenguaje  publicitario. Una acción que tiene un propósito revolucionario es convertida en espectáculo: la toma de la embajada de la republica dominicana  en Bogotá parece haber cumplido el ciclo completo. Fue noticia, ya es película, ya es ficción, ya es espectáculo. La acción represiva y de corte fascista de Fujimori en la toma de la embajada japonesa se descarga de su real sentido y transforma al villano en héroe, después los mismos medios convierten con el propósito de vender a su  mismo héroe en el villano que necesitaban para seguir vendiendo. El recorrido lento de las cámaras sobre la escena de los muertos y las ruinas de las bombas del narcotráfico convertía en terroristas a aquellos que las mismas cámaras habían convertido en héroes de la riqueza. Los apelativos utilizados para los capos de la mafia fueron saliendo poco a poco de las pantallas y de las leyendas: el padrino, el robin hood, el hombre que ascendió de la nada. Todo parece cumplir el ciclo, pero no solo de la mano de los medios, también las editoriales acechan la venta masiva de la tragedia y los productores de cine van detrás olfateando guiones que puedan ser rentables bajo los mismos criterios. No quiero poner en duda la calidad literaria de algunas novelas o películas que nacen de la tragedia de Medellín, pero el destino final, o fatal es el mismo: vender.

Por lo demás es evidente que la tragedia es entendida como noticia solo en el instante que sucede, cuando es espectáculo,  y deja de serlo rápidamente al convertir como urgente solo lo que puede ser visto en el instante. Lo que sucede después de las tragedias, masacres, terremotos, accidentes, inundaciones deja de ser importante por el sentido mismo que se le da a la comunicación: se trata de transmitir lo inmediato no importa que la sociedad este incomunicada.

En el caso de la televisión, medio todavía reinante, perdido el sentido analítico, la transmisión en directo de lo trágico, de lo violento, de lo obsceno se convierte en la esencia de lo informado. La carrera veloz por llegar al sitio en el momento exacto vuelve al periodista un tecnócrata de la información desprovisto de imaginación y de reflexión crítica sobre lo que acontece. Sigue con fe ciega el dictado de una imagen vale más que mil  palabras y su pobre discurso se diluye entre la fuerza de la imagen. El periodista del medio televisivo ya no es un comunicador es un informante de lo que el rating dicta como comercial, es decir, aquello que sorprende, que golpea como flash la mirada del ciudadano convertido en televidente, actor pasivo de lo que acontece en sus propias narices.

El truco de apariencia compleja es simple: velocidad en la transmisión,  puntualidad en el horario, efimeridad en la noticia, contundencia de imágenes, publicidad manipuladora y como resultado un inmensa manipulación  de la muerte, la guerra y la tragedia humana  a favor de la publicidad de los productos. La televisión como medio dominante impone ritmos y sentidos a los demás medios. Es la reina del ajedrez que tiene la libertad de ocupar todos los espacios y moverse en todas las direcciones. Reina que manipula la imagen de la mujer y la reduce a piernas, tetas y culos que amortiguan el impacto de la muerte desde una frivolidad que raya en lo porno. El televidente percibe en medio de la velocidad mentada las hermosas piernas de una mujer que vende en la cúspide de la transmisión de un noticiero la idea de encontrarnos en un mundo feliz, artificialmente feliz. No es lo virtual lo que domina como argumentarían muchos, es lo superficial, lo banal que ya ocupo como la publicidad toda la comunicación. Valga la aclaración que no es un ataque frontal a la belleza femenina o masculina sino a la utilización de esta como marca registrada.

Alguien afirmaba con precisión que los medios y especialmente la televisión, son medios de venta. Potentes máquinas de comercialización que reducen al ciudadano a consumidor. En Colombia los medios de venta en manos del monopolio cumplen con eficacia su papel. ¿Pero qué es lo que están vendiendo? En primer lugar y como fuente de todo la idea de que la solución a los problemas sociales y económicos que padece el país es el mercado, que este se autorregula y que por lo tanto cualquier intervención del estado o resistencia de la sociedad va en contravía de una lógica que tiene dos potentes raíces: la primera y más profunda seria aquella en donde se impone la idea de que la cámara es el lápiz que escribe la historia verdadera, los más afiebrados por este virus ya hondean la bandera del triunfo de la imagen sobre los escrito y por este sendero anuncian desde hace rato la desaparición del libro, otros los más complacientes ajustan los diarios al dominio de la imagen e intentan, inútilmente, la transformación de los diarios en el programa de televisión que debe ser leído, visto, los domingos el diario se convierte así mismo en revista, en donde es la imagen y la diagramación lo que domina.

Contraria notas para algo posterior
Casi en la época de las alquimias múltiples y cuando las magias eran el alma del conocimiento, sacaron a la venta en el mercado de las ilusiones la máquina, el aparato que convertía, como la Ninfa Eco, todo en  repetición. Su invento patentado y por lo tanto nacido con dueño, fue la caja de resonancia. El inventor de aquel artefacto no fue Mercurio, mensajero de los dioses o dios de la comunicación. Tampoco el invento nació con el Ciudadano Kane de la mano de la genialidad de Wells. Aunque casi.

El invento tiene algo de parecido a las cajas de aquellos primeros hombres de la imagen, que se paraban en el Parque de Santander y tomaban las fotos y las ilustraban  con corazones y leyendas del amor en rosa. La magia de foto agüita era la caja de resonancia perfecta, casi magnética. En ella quedamos atrapados para siempre muchos colombianos y casi todos los bogotanos. Así estamos con la prensa actual: atrapados en medio de los corazones rosas y las balas.

Como calco de ellos, de los fotógrafos del agua, los Cano crean la primera de las cajas de resonancia: El Espectador. Un poco más tarde los Santos deciden crear la caja de resonancia más grande de la historia del país, El Tiempo. Las distintas familias de las regiones no se quieren quedar atrás y surgen, el Colombiano de los Gómez, el País de los Lloreda, el Siglo de los Gómez, el Vanguardia Liberal de los Galvis; La Prensa de la casa Pastrana fracasa en medio de su generosidad verbal. Alternativa creada por los alternativos de los medios, sucumbe en medio de la propuesta social demócrata y la mala administración. La Voz que pareciera querer recuperar el sentido de la comunicación se embadurno con el paleomarxismo y quedó reducida como las demás a propaganda
Cargaron así de banderas rojas y azules la comunicación que se llamó de masas y en adelante todos fuimos informados como eso, como masa. No como ciudadanos, como  habitantes de un territorio fuimos empujados por estas empresas a ser sumisos de la información que emanaba desde el poder bicolor, con el lenguaje que ellos hablaban y que por lo general era lenguaje importado, traducido desde los ideales de una democracia liberal que fue convirtiéndose de la mano de los medios en el imaginario demo populista que orienta esa amalgama pegajosa en la que se transformó la política en Colombia.

Todos ellos, incipiente burguesía, incipiente empresariado, incipiente periodismo, incipiente tecno intelectualidad, ligados a los partidos políticos, habían sentido que el poder sin medios era un medio poder o un poder sin voz, y emprendieron la carrera de ser “la voz de todos”. La historia de los medios impresos en este país está pegada con la historia de las familias políticas que han gobernado las regiones, las ciudades y la nación o patria como esta dado en llamarla ahora. Hacer resistencia lingüística antes que una falacia es una obligación mediática.

Por eso y no por otra cosa la figura de caja de resonancia es perfecta. Ella dice lo que ha sido el manejo de la información. Ella descubre en su exacta dimensión el sentido de la realidad mediática colombiana. Cajas de resonancia de todos los poderes, por ser ellos su origen. Caja de resonancia de los partidos porque en ellos se idearon. Caja de resonancia de los poderes económicos puesto que de ellos emana la publicidad, cuyo monto en presupuesto anual es más o menos 1600 millones de dólares, inmensa torta a repartir. Y se la reparten. Entre los canales privados y las revistas de farándula, la prensa de bi –opinión y las cadenas radiales de los grupos la torta se reparte para volver al lugar de origen, a la burguesía empresarial, antes, y ahora, en medio de todas las fusiones, al sector financiero. El dinero retoma el curso de la especulación, como los medios se vuelven especulación informativa.

Pero  además, en este sentido, son caja de resonancia de las cuatro agencias internacionales que monopolizan la información. Cuatro-megacombinados en news (AP, UPI, Reuter y France Press) controlan con sus casi cuarenta millones de palabras diarias el grueso de la información noticiosa que circula por el mundo, de acuerdo con Antonio Pasquali. Éstas  concentran la emisión de noticias y son resonancia del fantasma de la frivolidad de la concepción mercantilista de la información y también resonancia de todo lo que acontece desde el final de la historia cantado por ese mago del best seller que es Fujuyama. Los medios repicaron con ardor el final de la utopía burocratizada de la URSS y desde ese instante ampliaron y expandieron la idea de que lo único posible era el mercado: Que la derecha y el centro eran lo políticamente correcto.




Esto ha traído cambios profundos en la concepción del periodismo y de los medios escritos. Cerrada la opinión al público o despojada de sentidos, el debate de lo que acontece se ha visto desplazado; solo queda la información objetiva, la verdad nacida de la información contrastada, el testimonio como pilar de lo que algunos llaman ciencias de la información y las crónicas y reportajes como estilo que delimita con supuesta precisión lo que sucede. Esto también ha traído aparejada la idea de que la calidad de un medio está en la veracidad de las fuentes, de la rapidez con la que accedes a ellas, de la velocidad con que trasmites, de la actualidad y de cómo las muestras dejando de lado cada vez más el análisis y la crítica. Los medios en Colombia son medios creadores de imaginarios ajenos a la vida misma, e incrustados en las formas de pensar de periodistas y columnistas (casi todos ubicados en lo políticamente correcto) que es lo que aceptan los propietarios de los mismos. La isla de algunas columnas criticas solo muestra la estrategia de los dueños para vender la otra ilusión que está en la base del negocio: la libertad de prensa.


2 comentarios:

  1. Excelente reflexión por lo sesuda y por el magnífico formato que usas.
    Viene como anillo al dedo, a propósito de tu denuncia sobre como todo se torna espectáculo, especialmente la tragedia, tal como nos han mostrado la de Ecuador; una obscenidad.

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