jueves, 25 de junio de 2015

QUE LOS QUE MATAN SE MUERAN DE MIEDO [1] Esta vez en Siria


Mucho más dramático que la carrera armamentista que no es detenida por aquellos con poder para hacerlo,  está la falta de sensibilidad de los países más poderosos, sobre el hambre en el planeta. Ellos, que invierten centenares de miles de millones de dólares en armas, son los  mismos que venden armas  a los países con hambre para defenderse de unos enemigos que muchas veces no existen.

La estrategia de guerra permanente, lo de Siria no es nuevo,  o de guerra a punto de iniciarse, crea el ambiente de inseguridad planetaria, que es usada por los productores de armas para mantener ese mercado, legal e ilegal de altísima rentabilidad. La venta de armas es un gran negocio y de él se lucran las democracias más sólidas del mundo. Esto más que una paradoja es una tragedia mundial.

Hay cinismo y crueldad en los líderes de esas democracias desarrolladas. La idea de impulsar parte del desarrollo con la industria militar no deja de ser una fatal decisión. La militarización del planeta esta en marcha. Una marcha fúnebre vendida como seguridad y una mentira agazapada en las entrañas de la democracia.

Un Submarino tipo Tridente puede llegar a costar  1,600 millones de dólares y un
Misil tipo Crucero o Pershing II 7’000,000 de dólares, dinero suficiente  para rescatar de la miseria un cordón suburbano  o barrio pobre  de cualquier ciudad latinoamericana.


Cada año se gasta en el mundo cerca de un billón de dólares (un millón de millones) en armamentos, tanto convencionales como nucleares. La cifra mundial de gastos bélicos aumenta aproximadamente en 3% cada año.

El año 2002 aumentó en un 6% en términos reales, hasta los actuales 794.000 millones de dólares. Los países que más gastan -Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Francia y China- suman el 62% del gasto total mundial. Casi tres cuartos del incremento del 2002 vinieron de Estados Unidos, que aumentó el gasto militar en un 10% en respuesta a los atentados del 11 de septiembre del 2001. Los Estados Unidos contabilizan ahora el 43% del gasto militar mundial. SIPRI





   

      
1 Submarino nuclear, 2,400 millones de dólares
=
Comida durante un mes para 53
millones de niños


Hay cerca de 250 millones de niños esclavos entre 5 y 14 años.  No puede ser legal que las tres personas más ricas del mundo posean una fortuna superior al producto interno bruto de los 48 países más pobres y que la mitad de la población mundial viva con menos de un dólar al día. Que sólo con lo que gastan los ciudadanos del norte en perfumes, 13 mil millones de dólares, se pueda solucionar el problema sanitario de la población en la miseria. No puede ser  legal que 30 millones de personas mueran de hambre al año, en este planeta de la abundancia. Pues bien,  es legal dirán algunos, sí, pero absolutamente injusto y si la ley está basada en este tipo de obscenidades es urgente cambiarla.

Mucho más que el imperio de la ley  vendido como lo políticamente correcto nos urge imaginar sociedades justas con gobiernos legítimos. Quizás un imperio de la justicia que garantice que la ley no viole los principios más elementales de lo que es justo. Una ley nacida en el seno de instituciones ilegitimas es una  comedia, de la misma manera que una democracia sin justicia es un sin sentido: como un ciego moviéndose al filo de la navaja, al borde del abismo o caminando con una bomba de tiempo en nuestro bolso.

La paz no es la ausencia de guerra, es el logro de sociedades justas y dispuestas a creer en el destino pacifista de la humanidad. Como afirma José Saramago:

 “Sin paz, sin una paz auténtica, justa y respetuosa, no habrá derechos humanos. Y sin derechos humanos -todos ellos, uno por uno- la democracia nunca será más que un sarcasmo, una ofensa a la razón, una tomadura de pelo. Los que estamos aquí somos una parte de la nueva potencia mundial. Asumimos nuestras responsabilidades. Vamos a luchar con el corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión. Sabemos que los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Ellos (no necesito ahora decir sus nombres) han elegido lo peor. Nosotros hemos elegido lo mejor.”

El mundo hay que cambiarlo y es posible que la única manera de hacerlo tenga que ver con el cambio radical  del pensamiento que lo ha orientado o lo ha construido de esa manera. Aquel pensamiento que condujo a hacer de cada sociedad un estado armado y de cada ciudadano un soldado en potencia. Ese pensamiento que, todavía hoy, empuja con desafuero la idea de que es mejor ser soldado y siervo y que fomenta la desigualdad como fuente de la vida en común.

Oponerse al dominio de una visión del hombre como defensor de un estado bélico, es decir como militar, es más sensato que esperar a que ese mismo estado libere al hombre de esa esclavitud. La objeción de conciencia es un derecho individuad inalienable. Negarse a pagar impuestos para las armas es una obligación moral que todos los ciudadanos del mundo deberían asumir como compromiso radical. Los jóvenes y los niños deben tener la posibilidad de negarse a ser utilizados por ejércitos legales o ilegales.

La lucha contra la idea de lo militar como fuente de todo orden es la más humana de las luchas. La idea de las armas como el argumento último de toda convivencia pacífica es, aun hoy, el rezago más salvaje de lo que somos. La guerra es siempre promovida por intereses económicos que prevalecen en el fondo de todos los ejércitos.

Decir no a la guerra es oponerse a la idea de un mundo militarizado, esclavizado por las armas y amenazado de forma permanente, encadenado por la idea bélica de que en algún momento se desatará una guerra mundial y que sólo la fuerza de nuestras armas nos liberará.

Nunca existió Irak como potencia nuclear que amenazaba la estabilidad del planeta. Las razones de bombardear el Líbano son las mismas que para invadir Irak. Las mismas que se utilizaron para Vietnam, las que se utilizarán para Corea. Las que se tienen dispuestas para Irán. Una guerra desenfrenada contra los civiles y escudada en una mentira de amenaza contra la democracia. Una farsa dramática en la que sólo mueren inocentes.

No me quiero  escabullir en el laberinto de las palabras para expresar la más rotunda condena contra el más grande de los ejércitos, que cuenta con la máquina más poderosa de muerte jamás inventada. Tampoco quisiera navegar por el mar de las ambigüedades y no dejar claro que es un imperio va en total contravía de un pensamiento pacifista, pero tampoco, quisiera pasar por alto que ese mismo poder único se sustenta en la condescendencia de los otros estados poderosos de la tierra.

¿Pero cuál es el ejército contra el que se quieren defender los países del norte? ¿Hasta dónde quieren llevar su carrera armamentista y su esquizofrenia bélica? ¿No es suficiente toda la capacidad de destrucción instalada para garantizar su propia seguridad? ¿Es que acaso esa carrera se justifica en la mutua desconfianza entre ellos mismos, los países del norte?

El pensamiento militar no puede seguir siendo la fuente de la vida. Este pensamiento es la madre de las violencias. Es una paradoja vendida en los medios con todo éxito. Metido en las  escuelas al resaltar, por encima de todo, a aquellos llamados héroes, que en general han dejado una estela de sangre para llegar a sus cimas. Ese pensamiento militar que se ha metido en las casas con la tele invasión y que ha creado una idea de violencia legitima que nos abruma día a día. Que nos asfixia y nos convoca a la aceptación de la violencia y la muerte como un recurso para la solución de nuestros conflictos o la defensa de nuestras ideas.

Desmilitarizar la vida, es urgente quitarle a ella el camuflaje que le pusieron los defensores acérrimos de intereses obscuros. Amputar de las mentes la idea de que un arma es la última o primera de las salidas. Abolir todas las penas de muerte, desde las que se producen por la indiferencia de los países ricos que condena a millones de seres a morir de hambre hasta aquellas mentes que piensan que matando al que mata acaba con el crimen. O que asesinar puede llegar a crear justicia.

Podrá pensarse que ir en contra de la guerra de forma pacifista es una herejía militar y lo es. Escapar al dominio del pensamiento militar es sólo posible para los herejes de ese dominio. Para todos aquellos que pensamos que la lucha por sobrevivir no es una lucha a muerte, que no tiene sentido condenar a muerte a millares, millones de seres humanos por la sola idea de que las armas les van a dar la libertad. Sólo un estado desmilitarizado será un estado que de garantías ciertas de libertad.

Las guerras de invasión que inundan el mundo de estos comienzos de milenio son la prueba una vez más de que la institución que domina al mundo es el ejército y su exponencial crecimiento del presupuesto armamentista.

El estado nunca será de derecho si, para imponer la justicia, tiene que tener a sus ciudadanos con un arma en la espalda. Bajo la amenaza permanente no se puede edificar un mundo justo. La justicia no se respalda con armas. Sólo los derechos darán al ciudadano un mundo en paz.


En febrero de 2003, la revista Time realizó una encuesta mundial. Preguntaba qué países representaban la mayor amenaza para el mundo. 82% de encuestados respondió que EEUU.

Estados Unidos ha sido el mayor suministrador de armas en 1998-2002, con el 41% de las entregas totales. Rusia, en segundo lugar, sumó el 22% de las transferencias totales de armas. SIPRI






[1] Frase de Sabina de la canción  Noches de Boda

No hay comentarios.:

Publicar un comentario