viernes, 10 de julio de 2015

POPAYÁN, UNA CIUDAD ESCONDIDA, ASEDIADA

                                          Guillermo Solarte Lindo
El sueño de la democracia produce monstruos. Ella, hija de la razón moderna, no es otra cosa que una ilusión en manos de los menos decentes de la vida pública: los políticos. Casi todos locuaces esperpentos de la inteligencia que se mueven sagaces entre los ciudadanos buscando votos, haciendo promesas y perpetuando el statu quo que los beneficia. La diferencia entre unos y otros es muy poca o no existe. Aman el poder y esa es la única de sus razones para existir. Viven para él, sueñan con él y cuando no lo tienen o lo pierden están dispuestos a todo para tenerlo o recuperarlo. Se balancean entre una derecha mediocre y una izquierda anacrónica.

 Los políticos de la ciudad buscan  asiduamente el consenso entre ellos, entre sus facciones, y lo hacen con la esperanza de que al lograrlo, eliminan  la posibilidad de que haya diferencias. Es sutil: si todos dicen lo mismo, la competencia se reduce a capacidad para comprar o negociar los votos. El voto adquiere así su carácter de mercancía. Y si todos lo pueden comprar pues todos lo pueden vender. El mercadeo de voto va desde un precio mínimo, transporte y comida hasta el puesto de trabajo o la promesa de un contrato. Muchas veces en conversaciones con algunos políticos su cinismo sobre este asunto es dramático: ¡así es en todas partes! es la respuesta. La ética que puede ser entendida con el escenario ideal en donde deberían moverse ha sido abandonada y la doble moral reina en medio de la total mediocridad. La unidad que buscan la hacen desde esa doble moral.


Parece una paradoja, pero no, es una estrategia: se edifica de forma artificial una unidad sobre una mentira y se pide a la ciudadanía que vote por esa unidad. Es decir que la mentira al ser compartida por los que tienen el poder es legítima. Un engaño difícil de desmontar en tanto la gente que vota, en un alto porcentaje, se aferra a la promesa de los políticos de que gobernaran para ellos o con ellos, dirían los más demagogos. Y es mentira. A veces, raras veces montan una mujer que comparte con ellos las mismas intenciones e intentan venderla como la equidad o la trasparencia, pero ella hace parte de la misma mentira. La estructura de ese mercadeo de votos es potente y difícil de desmontar. Los políticos de la ciudad son expertos tejedores de una tela de araña en donde ellos atrapan incautos, torpes, alelados ciudadanos que no logran ser libres: están atrapados como moscas en la mentira política tejida por todos.

Los políticos prefieren montar, para defender de forma exclusiva lo que ellos piensan, clubes de fans y no  partidos políticos responsables  o movimientos ciudadanos, así el que gana no tiene a quien responder, solo se responde así mismo.  Repiten la operación cada cuatro años diciendo que representan la opción alternativa pero es lo mismo, hacen parte de la misma casta. Ellos convierten su imagen en un icono del cual importa más la sonrisa o el llanto publicitario que su programa. Ocultan  lo que están dispuestos a hacer para llegar al poder o quedarse en él. Robar, engañar, mentir de forma sutil son los ejes de todas sus campañas. Esa es una forma de cooptación de apariencia legal pero que reproduce la corrupción y la mediocridad.


¿Ha sido siempre así? La  idea de una democracia, en la que se compite por el voto y el manejo del presupuesto del estado,  transformó al político altruista en un negociante de recursos. En alguien que está dispuesto a todo en el mercado de votos de cada cuatro años. La política al convertirse en un proceso dominado por una casta corrupta ha transformado la democracia en un escenario de legitimación de prácticas oscuras en donde, no se trata de solucionar los problemas de la ciudadanía, sino de crear el sistema  de perpetuación de la mediocridad administrativa, económica o técnica. La ciudad huérfana de capacidad técnica y visión de futuro, naufraga en un mar de decisiones torpes en donde el presupuesto es usado o malversado de manera poco o nada trasparente.


Pero la ciudad ha estado por décadas inmersa en esa mediocridad, ¿cuál es la razón para que eso suceda de manera impune y sin consecuencias ni responsabilidades de parte de los políticos que, respetuosamente, se les llama tradicionales?
Varias razones  y de distintos matices y colores son parte de ese escenario de lo mediocre:
Uno: Los políticos de siempre han logrado que solo vote la gente que vota por ellos. La abstención llega a la mitad del potencial electoral y con apenas el 25 % o 30 % de ese potencial un político de la casta asume el poder. Gobierna sin la gran mayoría. Es decir, gobierna para la minoría, para su partido o para su alianza, es lo mismo y lucha para que eso sea exitoso. Así garantiza que se reproduzca la mentira.


Dos: La ciudad, o su desarrollo no es el propósito del gobierno. La pérdida de visión colectiva de ciudad transforma la política en una acción del político de turno. Sino no existe una visión compartida, esa visión, necesaria para gobernar, se transforma en la visión del ganador, que no es lo mismo, por más que el político de turno intente hacerla pasar por la visión colectiva. Otra mentira que al legitimarse en las elecciones se convierte en uno de los ejes del mal de la ciudad.


Tres: Los políticos que emergen como opciones son los mismos y su estrategia es igual a los que dominan el escenario político de la ciudad. La derecha, o lo que llaman la derecha, y la izquierda, o lo que llaman la izquierda, se camuflan en un nuevo mar de siglas y avales que esconden gran parte de la fragilidad democrática. Liberales, conservadores y la izquierda se esconden en empresas electorales como Partido Liberal, Partido Conservador, Cambio Radical, Centro Democrático, Partido Verde o Polo Democrático. 


Cuatro: Los espacios políticos son dominados por los mismos de siempre que, en esencia, podrían ser definidos por la tonada de la canción de marras son: brutos, ciegos y sordomudos. Todos están de acuerdo en que hay que erradicar la pobreza, disminuir el desempleo, mejorar la calidad de la educación, cuidar el medio ambiente, garantizar la seguridad, luchar contra la corrupción y todos y cada uno, cuando han estado en su  momento en el poder no han hecho nada.


Cinco: Las elecciones las han convertido en una competencia en donde el que más dinero invierte más posibilidades tendrá de ganar. Más posibilidades de comprar votos, más capacidad de engaño, mas acceso a los medios de comunicación, más visitas a los barrios para engañar a nuevo electores o para mantener engañados a los que ya votaron por ellos. Su estrategia está clara: ediles, concejales, representantes, senadores hacen parte de la cadena de reproducción de la mentira. Son la red que sustenta y reproduce la mentira y por lo tanto la mediocridad y la corrupción.


Seis: Los políticos de la casta asumen la polarización como una estrategia. Entre más polarizados estén los que votan, mayor será la posibilidad de que sigan votando por ellos. El debate político se restringe a la acusación o defensa de asuntos banales, frívolos que no tiene nada que ver con la realidad del desastre que conduce a la ciudad a su estancamiento total. Es decir a la aceptación colectiva de que la ciudad no tiene futuro.

                                                                    

Siete: La ciudad, que ya desapareció del escenario nacional, se ha convertido en una pequeña aldea de provincia. Eso favorece a los políticos de la casta, en tanto todo lo que aquí sucede no tiene importancia o, la misma es tan baja, que nadie pone los ojos en ella. Los medios masivos de comunicación no dicen nada, solo se refieren a la ciudad cuando la violencia es noticia o cuando el presidente de turno la visita. Una visita que puede ser entendida como una visita de condolencia. Desapareció hasta de los parte meteorológicos, ya no importa si llueve o truena, solo si el temblor deja muertos será objeto de atención. Eso, aunque suene a contradicción, les interesa a los políticos de la región. Una ciudad escondida, apagada, es más fácil para que la mentira reine.


PD. La ciudad necesita de urgencia una mutación política que haga posible el tránsito hacia una ciudad democrática, en donde, las ideas de todos, sean la base fundamental sobre la que se construya el futuro. Es necesaria una movilización cultural que transforme la mentalidad de la ciudadanía y logre sobre ponerse de forma inteligente a la trampa tejida con sagacidad por aquellos que han creado un escenario político sub desarrollado, anti democrático, cerrado y decadente.


4 comentarios:

  1. todas las ciudades son ajenas y caoticas, y con los mismos problemas. en las aldeas o ciudades intermedias esta afincado un micropoder ecnonomico. popayan no ha llegado al capitalismo. alli hay una casta de apellidos intocables q se turnan el poder hace 200 anios. que unido a un sentimiento catolico fuerte es un coctel ideal para que se reproduzca esta plaga de politiqueros, devoradores de almas inocentes.

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  2. todas las ciudades son ajenas y caoticas, y con los mismos problemas. en las aldeas o ciudades intermedias esta afincado un micropoder ecnonomico. popayan no ha llegado al capitalismo. alli hay una casta de apellidos intocables q se turnan el poder hace 200 anios. que unido a un sentimiento catolico fuerte es un coctel ideal para que se reproduzca esta plaga de politiqueros, devoradores de almas inocentes.

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