sábado, 30 de julio de 2016

¿Otro izquierda es posible?

Nota introductoria

Leo con atención este texto publicado hace un tiempo largo y encuentro referentes precisos a lo que estoy pensando hoy, desde y sobre  la política. Una advertencia al lector paciente: todo proceso político está ligado de forma indisoluble al miedo y al papel que este juega en la comunicación política. El miedo se ha ido convirtiendo poco a poco en dispositivo de control que tienen todas las elites sobre sus correligionarios, militantes, o seguidores ciegos. No creo que en esto existan las diferencias tradicionales que hacen parte del juego del poder ( izquierda-centro-derecha) todos por igual incorporan, en su discurso, algún miedo que pueda tener rentabilidad electoral.

Todos están inmersos en la promoción de una especie de pánico moral en donde, la beligerancia de todos opaca la seriedad de lo que de forma repetida bautizan y rebautizan, desde hace años, como cruzada contra la corrupción o lucha contra la corrupción, de igual manera todos alzan un coro moralista que busca votantes en ese mar inmenso de la abstención y  de la votación con miedo. 

Todos juegan al estigma como mecanismo de exclusión de los demás, y todos también alzan voces que, en coro, hacen pensar en las iglesias y la promoción de  otro de los miedos mas antiguos y siempre presente, miedo cósmico, que esta en la base de todos los miedos; miedo a Dios  que convirtieron en miedo oficial, diría Bauman, a perder lo poco que han logrado como amplia clase media. La izquierda nuestra   como la derecha han convertido el miedo en ideología que hace que la ciudadanía se pierda de nuevo en aquel drama de la democracia: votar en contra de alguien.
Bueno, escribo sobre  la política desde la izquierda. Sobre principios que están en la base de ese pensamiento pero que, al despojarme de las banderas, me permiten cierta libertad de expresión. Republico esta entrada al blog después de una marcha que mostró una rara paradoja: se puede marchar sin miedo aunque este sea el que empuja todas las marchas.
Otra izquierda es posible

Alguien me podrá acusar de escribir un Panfleto contra el Polo o contra la izquierda, parodiando, con la acusación,  el título de aquel Panfleto contra el Todo de Fernando Savater, un escritor evolucionado hacia lo políticamente correcto. Pero  diría  que no, que no puedo ser tan pretensioso ni tan ingenuo. Que la acusación carece de imaginación.

La tentación de escribir sobre la izquierda siempre surge cuando se piensa que, en momentos estratégicos del país, alguien debe decir algo de las opciones políticas no tradicionales y lo debe decir desde fuera de los partidos.

Este texto puede tener visos de sermón pero es inevitable en una sociedad política plagada de religiosidad. Santos y santones de todos los pelambres,  edificando su altar, es la imagen que persigue a cualquiera que pretenda escribir sobre política. Todos están en el altar y créanme, hay que bajarlos de allí y soplarles al oído lo tanto que están equivocados y tambien decirles como desmontar la fabrica de mentiras que construyeron voto a voto.

Los viejos sobre valoran las canas y los jóvenes hacen los mismo con el ímpetu. El valor de las canas como capital cultural y político reduce la imaginación a una razón desmesurada, conciliada  y paradójicamente, enclenque. Los políticos como los futbolistas y los toreros deberían retirarse antes de los 40 me decía una joven amiga cansada de las canas y repleta de ganas.

Pero en medio de los comentarios eclesiásticos que pueden derivarse desde unos grupos supuestamente radicales, les digo, tanto a viejos como a jóvenes, con algo de irreverencia que este panfleto ladra pero no muerde. Así que tranquilos. Su status no corre peligro. Su ansiada estabilidad seguirá incólume y como diría un amigo español: lo mío es tejer no hacer jerséis.

Ni ser elegidos ni ser nombrados

Otro izquierda  es posible pero en la medida que otra política sea posible. Otro lenguaje sea posible. Otra comunicación sea posible. Y claro, siempre y cuando aquellos que tienen pretensiones de poder dejen de lado su interés exclusivamente particular y entren de lleno y sin ignorancias en la creación de un escenario distinto.Sin miedos paridos por la politica de la representacion.

Todos sabemos que los dominios establecidos por la tradición política colombiana son fuertes: hipocresía, individualismo, transfuguismo, clientelismo, narco politismo, armamentismo, electoralismo, guerrillerismo y la idea de que cada político es un partido, un pensamiento o una solución particular. También que cada uno parece llevar un mesías escondido que arrulla en las noches y saca a pasear durante el día buscando de forma intensa que sea mediatizado, publicado, promovido como el Único.

Esto último  ha producido no solo el debilitamiento de Partidos sino también favoreció el mercado de votos, tanto el legal como el ilegal. El ismo dominante, todos hombres, (lopizmo,  samperismo, el pastranismo, el  llerismo, el galanismo y el gaitanismo) ha ido incorporándose a la izquierda de la mano del luchismo, petrismo, que huyeron despavoridos cuando apareció otro ismo, el  robledismo que los abraza a todos de la misma manera que un hincha del santa fe lo hace con uno de millonarios,  estos últimos son el bastión de una dinámica que tiende a asemejar la experiencia del Polo o de la izquierda a la historia de los partidos políticos colombianos. Ni Marx ni menos.

Escapar al dominio del gen egoísta parece ser el gran desafío de una organización política que piense desde el anti autoritarismo y labore por la libertad y la igualdad. Un gen que promueve imágenes y no hechos. Que irradia de ficción la política y la convierte en templo de inmensos egos, casi todos opacados por su propia ambición. El momento actual es de cambio, pero no solo de cambio de sonrisas, no es suficiente la palmadita y la admiración.

Pero ¿cómo dejar que  la política de la cúpula, de la elite  transite hacia la imaginación creadora y escape a las fórmulas de lo políticamente correcto? Para eso y con la razón en las manos y la imaginación en el espíritu se tendría que romper la tradición conservadora que nace en las entrañas de la derecha recalcitrante y la izquierda autoritaria. Nada fácil.

La izquierda como organización es un pilar del conservadurismo que protege a unos líderes de hielo, o mejor, congelados y diluye en la locuacidad izquierdosa cualquier opción de revolución interna. El inmovilismo de la elite polista y de izquierda parece aferrase con las mismas manos al poder que quienes se aferran en los otros partidos: iconizacion mediática, lo que supone manejar cierto poder al interior del partido o del movimiento; vocería individual derivada de lo anterior y un decidido centrismo que los impermeabiliza contra el mercado electoral, además, en algunos se ve claramente,  un ingenuo y anticuado izquierdismo que ¡vaya paradoja!  les garantiza su pequeño fortín electoral, o lo que podría entenderse como la réplica desde la llamada izquierda, de la operación avispa, cordón umbilical del clientelismo y la corruptela.

 La izquierda no será izquierda mientras actúe exactamente como la derecha montada en el afán electoral de las representaciones insulsas. Son estructuras dominadas por un lenguaje arcaico incapaz de comunicar un mínimo deseo de cambio. Ha transitado hasta convertirse en casta, como dirían los españoles de podemos, casta que se reproduce con la mismas triquiñuelas del poder tradicional. Yo te elijo tu me votas yo te pongo tu me cubres tu me tapas yo no te dejo caer

Esa estructura solidificada de líderes inamovibles está sustentada de manera inteligente en el mismo modelo democrático del régimen y de los partidos criticados: el dios del demos, que no es otra cosa que el  voto y su templo, es decir   la representación, ocupan el altar erigido en el Polo y petrismo a lo políticamente correcto. Se elige sobre la ficción de que el elegido representa la mayoría. Una estructura sustentada en el voto que reduce, como diría Ibáñez, la representación a "los que mandan representan a los mandados".

El elegido sea el presidente del partido, su secretario o el candidato de turno asume el poder incuestionable que le otorga la minoría que está en el poder.  Se pretende reducir como sucede en el nivel del estado el poder al uno: un presidente de partido, un secretario, un candidato. Se cierra la estructura para no perder el poder y se hace así,  sobre el consabido argumento de que Uno representa la unidad y la diversidad.
Una falacia que condena al Polo y al petrismo a ser sinónimo de partido tradicional. Sin imaginación, sin participación real y un poco más preocupante: sin poder. O con el poco poder que se deriva de sus representantes en el corillo corrupto del congreso. Ese poder de los representantes se consolida en el poder de los pocos votos que obtienen aquellos que llegan allí, casi siempre con la aspiración presidencial debajo del brazo.

Ni ser elegidos ni ser nombrados seria el lema de los polistas de a pie contra los polistas de a caballo para que aquellos que ya montaron bunker inexpugnable caigan en cuenta que su práctica política no está en consonancia con la idea de un partido político o movimiento que pretenda cambiar nada. es tan fuerte esa dinámica que la historia muestra como es mas fácil destruir lo que existe y nacer con otras siglas, otros nombres pero con las mismas taras.

 La idea de revolución o cambio mueren en las fauces que siempre castigó a la izquierda tradicional: una estructura de partido conservadora y autoritaria en sus actos y de apariencia igualitaria en su discurso. Ya no solo el poder o la autoridad nacen de un germen autoritario sino que aquellos que hacen parte de ese grupo de privilegios hacen que ese germen se perpetué a través del hermetismo intelectual y la guetizacion cada vez más cerrada de sus líderes.
No nos engañemos al pensar que el corrillo de partido es el mecanismo más trasparente para hacer la política. Expertos en tranzar en los pasillos el voto son expertos en clientelismo. En el corrillo nacen las intrigas y las componendas secretas que hacen que un movimiento estructure en silencio pero de manera eficaz la lenta caída al mar inmundo de la intriga y la clientela.  Así de claro.

Decía Benjamín que el arte de la crítica era acuñar eslóganes sin traicionar las ideas. Y aquí podemos haber caído en un caso opuesto derivado de la idea del dominio del electoralismo: se traicionan las ideas para no llegar a nada. Creamos eslóganes que venden promesas que van en contravía de lo que podría ser el país político que se desea construir. Slogans más que revolucionarios, eslóganes de queja y blasfemia ya no contra el sistema sino contra el Rey mesias elegido por los ciudadanos y elogiado por los medios. Dos cuestiones ligadas de forma inseparable.

Otros polistas arrean las banderas de la renovación para  caer en la mitificación generacional de que aquel que es joven tiene ideas revolucionarias, y sabemos que hay al interior de la organización,  jóvenes dinosaurios que transitan desde El Capital al Manifiesto y de este a la Cuestión Agraria y al Libro Rojo  como si no hubiesen pasado décadas, siglo y medio,  y claro, en esta oleada de juventud renovadora, la beligerancia verbal atrapa al ingenuo y seduce al despistado y lo conducen de forma irremediable hasta el siglo pasado y también en la paradoja del sinfín   también los hay que, al desconocer o no entender estos clásicos de la izquierda, se montan en el tren del centrismo ultraconservador que lideran desde todos los frentes los teóricos del poder.  Aquí debe caber todos, dicen con más fe de oportunistas que de esperanza revolucionaria.

Tantos equívocos que atraviesan la cotidianidad de esa opuesta, poco opuesta, arrasan con la idea de revolución: se creyó que guerrerista es sinónimo de revolucionario, y se piensa en medio de la torpeza que la guerra es revolucionaria. Si entendiéramos que lo menos revolucionario son la armas entenderíamos la sinrazón de un estado militarista. Si entendiéramos que lo menos revolucionario es la representación es posible que entendiéramos que un partido de representantes es una trampa contra cualquier idea de revolución.

La juventud es una actitud no una edad  decía un texto perdido en mi memoria. Pero el Polo naufraga en la renovación por una idea cruel: cree que No ha pasado tiempo suficiente para que aquellos que están pegados al poder partidista vayan dejándolo y disfrutando de un merecido despido.

Hacer una fiesta de despedida para quienes son algo así como los doce apóstoles. Congresistas todos que tendrán su jugosa jubilación para dedicarse a hacer algo que poco hacen: pensar y desarrollar ideas para proponer un país, no de la queja sino de la convivencia en la igualdad y la libertad. Doce candidatos a la presidencia.
No se trata de cambiar capucha por turbante como diría el grafiti de forma visionaria en una pared de la Nacional. Se trata de quitarse la capucha y avanzar, en dirección contraria pero pacifista, a la idea de un país monolítico, monolingüe, monocromático, monofónico que es donde nace el mesianismo y la derrota de la política.

Algunos líderes polistas ya perdieron el gusto por la sorpresa y repiten o petrifican los ideales eliminando de la política el encanto de lo revolucionario: paleomarxitsas vociferantes sumergidos  en la reacción contra presidencial y lejanos, distantes del todo de una renovación de actitudes, pensamiento y acciones que hablen de otra revolución, de otra política, de otro político. La subversión pacifista o el derecho a la rebelión desarmada. Sin ambigüedades. Ni Marx ni menos.

Un paleo marxismo despojado de la inteligencia e imaginación de Marx y atado a un lenguaje que, en su momento, servía de base para el cuestionamiento del sistema pero que ahora solo sirve para crear distancias entre aquellos que necesitan una verdadera revolución y aquellos que la quieren liderar.
También nos rodean algunos intelectos sumergidos en un pasado libresco que naufragan con poca inteligencia en el presente y que dicen tener el salvavidas del futuro. Coquetos náufragos del final de la historia que decía su amigo Fujiyama. Críticos de todo menos de sí mismos. Están en el corrillo, asimismo,  unos cuantos eruditos de las leyes que acaban poco a poco con izquierda, el país y con la política. Juristas encadenados al parágrafo. Portadores del alto parlante del imperio de la ley y el silencio de la justicia.

Izquierdistas cuya misión parece ser explicarnos  siempre lo que el mundo es , en una tarea antipedagógica, agobiante, que sufre aquel que se atrevió a preguntar algo y es literalmente bombardeado por el discurso seudo cientifista y de elite que es arma eficaz para producir modorra y sueño al que escucha la respuesta. Academisistas fabricadores de silencio por asfixia de la erudicción.

Estos últimos repiten hasta la saciedad los discursos de las estructuras, las revoluciones proletarias, las luchas de clase, la idea anquilosada y no renovadora de imperio, o la acusación de oligarcas o burgueses a quienes nunca lo fueron, aun habiendo querido serlo, y, sobre este uso del lenguaje barroco, sacian una especie de sed de cientifismo que les da cierta importancia en la agremiación de revolucionarios de profesión o teóricos del impulso.

Decadente gremio de la crítica replicante, peroratera y perseguidora de las ideas de cambio. Censores o censuradores de quienes hablan en otro tono y otra melodía. Seguidores algunos de la perorata del señor Le Monde, de los globalifóbicos ensartados en la tenaza de las multinacionales, del cambio climático, del calentamiento global y demás banderas de la izquierda franco española agonizante. Les pido que una renta basica y me explican el mundo, por un plato de comida me explican las dinamicas de la globalizacion.

Desde otra orilla los populistas y tecno eficaces de nuevo cuño, reducen la política a la capacidad de administrar el estado desde lo políticamente correcto, en un mar infinito de incorrecciones y corrupciones  propiciadas, precisamente, por lo políticamente correcto. ¿Me entienden?

La tensión entre lo deseable y lo posible fue ganada hace rato por aquellos que desde la izquierda, desde el gobierno local, se metieron  al laberinto político que pario el derrumbe del monstruo del este y lo hicieron de la mano menos amiga de la izquierda: la corrupción.

Pero ya sabemos que desde los noventa no sabemos qué hacer y damos tumbos buscando un bastón donde apoyarnos sin saber que el mundo ha cambiado de intérpretes y de lenguaje de interpretación.
: Ni Marx ni menos.


La izquierda es en parte la lucha de estas dos fieras glotonas que todo se lo tragan: El paleo marxismo de las vísceras, estatista y militarista y la neo derecha centrista que, todo lo que toca lo transforma en pragmática tecnocrática, que esconde la raíz del mal. También existen para fortuna algunas islas o pequeños islotes libertarios que dan o crean entusiasmos no electorales y liberan al hombre de  las estructuras. Minorías que se niegan a naufragar en el electoralismo de las elites pero que no pocas veces caen en la trampa edificada por los emancipadores de oficio, tránsfugas de la gula electoral o de la bacaneria del voto. Todos al congreso del partido: allí elegiremos a los que nos mandaran. ¿No sabemos acaso que los congresos como las asambleas son ferias y fiestas electoralistas organizadas por lo que no perderán el poder? Ni Marx ni menos.
 


 Si entendiéramos, por favor, que el siglo XIX fue de la política, el siglo XX de la economía y que el XXI es el de la ecología. Si entendieran que leer los grandes relatos políticos , ahora, debe hacerse en clave ecológica para desde allí pensar una política transparente como el agua y una economía tan limpia como las dos aguas. Si entendiéramos que la ecología no es el medio ambientalismo de la misma manera que el genero no es el feminismo. Que el proceso de incorporación de lenguajes compartidos que se irradia desde el norte con éxito abrumador, por ejemplo, genero-ambiente, no es otra cosa que la manera mas prosaica de remplazar el espíritu revolucionario por el conciliador, que en política es fatal. El lenguaje del dominio es exitoso, pero no solo porque los medios lo irradian, es mas bien porque la capacidad de critica por parte de la izquierda es baboso. Algo así como que el responsable de todo es el Tio Sam y las oligarquías

miércoles, 13 de julio de 2016

COLOMBIA: Lo mas profundo es la piel







En  1947,  hace  59 años,  la Comisión de  las  Naciones   Unidas  para  la Redacción de los Derechos Humanos, trabajaba en la declaración que se publicaría en 1948. Para esto la Unesco realizó un trabajo en el cual se recogieron opiniones de hombres destacados en distintos campos: P. Teilhard de Chardin, Aldous Huxley, E.H. Carr, Salvador de Madarriaga, Benedetto Croci, Mahatma Gandhi, entre otros 1•
Gandhi respondió  al director general de la Unesco la siguiente carta, con fecha de 25 de mayo de 1947.

Querido doctor Julian Huxley:
Como ando constantemente de un lado para otro, nunca recibo el correo a tiempo. A no ser  por su carta a Pandit Nerhu, en la que se refiere a la que me dirigió a mí, podría no haber recibido la suya. Pero veo que usted ha dado a las personas a quienes se ha dirigido tiempo suficiente para que puedan contestar. Escribo ésta en un tren en marcha. Mañana cuando llegue a Delhi será copiada a máquina.
Me temo que no pueda darle nada que se aproxime al mínimo que usted indica. Lo cierto
es que no tengo tiempo para hacer este esfuerzo. Pero todavía es más cierto que leo muy poca literatura pasada o presente, aunque me encantaría poder leer algunas de las obras maestras.  Viviendo  como  vivo desde  mi juventud  una vida turbulenta,  no he tenido tranquilidad  para dedicarme  a la lectura.
De mi ignorante  pero sabia madre  aprendí  que los derechos  que pueden  merecerse  y conservarse  proceden del deber bien cumplido. De tal modo que sólo somos acreedores del derecho a la vida cuando cumplimos  el deber de ciudadanos  del mundo. Con esta declaración  fundamental,  quizás sea fácil definir los deberes del Hombre y la Mujer y relacionar  todos  los derechos  con algún deber  correspondiente que ha de cumplirse. Todo otro derecho sólo será una usurpación  por la que no merecerá la pena luchar.

La carta  adquiere  un valor  sin igual en las circunstancias  en las que se encuentra este territorio, llamado relativamente  hace poco, Colombia. De ella se desprenden  varios interrogantes,  diversas enseñanzas  y un gran valor político: el pacifismo activo y radical de Gandhi, su resistencia civil pacifista. La necesidad de que ese pacifismo haga resonancia en todos la ciudadanía. la necesidad de que ese mismo pacifismo despoje a todos del germen de la polarización. No somos un país en la miseria somos un país polarizado que puede convertirse en un país miserable.

En la misiva,  Gandhi  hace poner  los ojos sobre el centro de la cuestión colombiana: la separación existente entre lo que nos corresponde como colombianos  -derechos- y lo que tenemos que hacer para lograrlo -deberes- . Es en esta relación entre derechos y deberes en donde se funda un sistema político democrático,  allí es donde  adquiere  una sociedad  sus mayores  responsabilidades,  es la base del acuerdo  o pacto  social  sobre  el cual  reposan  la Libertad,   la Solidaridad,  la Cooperación, la Tolerancia, la Equidad, la Honestidad valores que hacen posible la Convivencia.  violenta. 

Todos sabemos que la democracia como sistema político encuentra su raíz más profunda en el consenso o acuerdo colectivo denominado  Constitución  y, que fundamentado  en la relación indisoluble derechos-deberes,  se constituye en el marco ético-político del Estado y la sociedad civil. Aunque  los acuerdos  son fundamentales  para el desarrollo  de la democracia,  esto no es suficiente. Y entonces i teníamos constitución, es decir acuerdo, consenso, en donde radica el fracaso? ¿ podríamos decir que la constitución no hizo posible lo deseable? Si para  eso se escribió, si  para eso se acordó que paso?

 Un asunto no despreciable de nuestra realidad es haber dejado la Constitución en manos de abogados y políticos. Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho mas allá, de la injusticia social radica en la capacidad de los  políticos para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los políticos es el fracaso de la Constitución, ellos de forma sistemática y egoísta han hecho de la carta su propio salvavidas.

Los políticos se han convertido en el mayor obstáculo a la convivencia. Son los creadores de escenarios de confrontación nacidos en sus propios desprecios y no en el bien común. Si la política es algo así como la piel de una sociedad,  el poder corrupto, beligerante, idiota carcome esa piel de forma lenta e irreversible. No podemos cambiar sin cambiar los políticos, ese es un  tránsito obligado ahora que intentamos, en medio de la mediocridad política, imaginar otro país.

Ver una país distinto es ver también una política distinta, ver caras distintas en la política. No es ver nuevas mascaras, tampoco que las encuestas nos muestren viejas mascaras con mentiras nuevas. Es necesario, urgente imaginar un país sin lo políticos que ahora nos proponen nuevas trampas. No se trata de cambiar las minas quiebra patas sembradas por las guerrillas por sogas puestas por los políticos para convertirnos en el ahorcado mas hermoso del mundo.

La razones para que el 18 % de la población  haya dicho no en un plebiscito por la paz, que es el principal problema de Colombia,  y haya triunfado es el espejo exacto de la democracia que hemos mantenido y hemos fortalecido: la democracia de la abstención, que es la democracia de una inmensa ciudadanía silenciosa que no esta enganchada a la idea de la participación. La razones son múltiples. La mayoría silenciosa, la que ha triunfado con su negativa a votar, no es una mayoría apática por su ignorancia. Es posible que muchos de ellos han sabido leer mejor la realidad o también que la gran mayoría de esa mayoría silenciosa no encuentre en las elites políticas de derecha e izquierda alguien en quien confiar. Rota la confianza cualquier cosa puede pasar.

La crisis creada por el No es la misma crisis en la que el Si estaba parado: la crisis de las elites políticas de todo las tendencia que, a lo largo de su polarización, habían gastado el poco capital político que les quedaba, Las polarización extremas como es el caso colombiano exigen una explicación y esa explicación no puede nacer del seno de los mismos que la inventaron, la alimentaron y viven de ella.

 

Del poder a la impotencia


Valdría la pena enfatizar  una situación que deriva y perpetúa el uso del poder en el país y que ha provocado un divorcio de la comunidad  y el Estado: la apatía, generada por la falta de credibilidad hacia las organizaciones  políticas y la inexistencia en éstas de propuestas que orienten al Estado sobre intereses colectivos, una mirada atenta a lo que acontece  en los partidos  políticos  colombianos,  nos permitiría  encontrar  en ellos gran parte de las responsabilidades de la situación actual, pero acaso lo más dramático de ellos no sea sólo la existencia de prácticas corruptas o clientelistas a su interior sino la inexistencia de un proyecto nacional, de una propuesta de largo aliento que una a sus distintas colectividades  y que sean alternativas, es decir distintas, opciones de caminos, que promuevan una verdadera participación  política, no exclusivamente  electoral. La abstención es una prueba mas del rechazo de la ciudadanía sobre la oferta política edificada con manipulación mediática, encuestas acomodadas y políticos torpes nacidos de las entrañas mismas del fracaso.

Desde ese fracaso mostrado por la publicidad como un avance están edificando una vez mas la postergación de la democracia y desde allí también se abren grandes espacios a la manipulación de la comunidad por parte del poder político, que sobre todo en algunas regiones usa el derecho de la población a participar y negocia los recursos del Estado en búsqueda de mantener su clientela electoral. Los que salen cada cuatros años del poder invierten nuestros impuestos en la elección de sus cómplices.  Un estrategia exitosa por años, décadas. Así operan en el nivel local que es una copia exacta de como opera desde el centro.

Quizás el mayor de los desafíos esté relacionado  más con la necesidad de construir visiones o escenarios compartidos que con la urgencia de realizar planes eficaces de corto plazo para el manejo de recursos económicos,  financieros o los llamados  naturales.  Estos planes son una trampa en donde la tecnocracia legitima el ejercicio de la corrupción. Así de simple. 
En las sociedades modernas, gran parte del papel de la construcción de esa visión  es asumida por las organizaciones  políticas (movimientos  o partidos) que en el marco de unas ideologías particulares agrupan los distintos intereses y orientan la planeación hacia un modelo definido de sociedad. En términos, quizás simplistas, esta dinámica  mantiene  e impulsa  lo que se denomina  democracia,  una de las múltiples maneras de tomar decisiones políticas. Sin embargo, la realidad muestra que las mismas  organizaciones políticas  han perdido  su credibilidad  y que en muchas sociedades este papel está siendo asumido por otras organizaciones  de la sociedad civil, pero en nuestro país, en lo relacionado  con proyectos  de carácter nacional y realmente  transformadores de los asuntos de interés común, su rol es todavía incipiente. O son cooptados de forma eficaz por los partidos políticos. Un movimiento social que se transforma en partido es un adefesio creado para estafar incautos.
Es evidente,  en nuestro  caso,  que  las distancias,  esenciales  a cualquier democracia,  tienden a desaparecer  y el acercamiento  entre el poder económico  y el político,  por ejemplo,  ha creado espacios  fuertes y casi indisolubles  entre los intereses  de unos y otros.  La trama de las relaciones  entre los intereses  de los distintos poderes permite ver con bastante precisión que el poder, o mejor aún, los poderosos, tienden a unirse, ¿a cerrarse? Acaso estemos a las puertas de la creación de alianzas  entre  los diversos  poderes,  que nos avisan un futuro dominado  por monopolios  en donde  convergen  estos  intereses.  Surge  una  sospecha,  que  es también un gran interrogante:  ¿Quién gobierna? Los políticos representan ante todo a esos poderosos.
El poder económico  monopoliza  las decisiones,  concentra  los beneficios, reclama  derechos   mientras  se eluden  deberes.  La  ausencia  de  solidaridad  y compromiso  con un modelo económico  más equitativo  y justo,  por parte de los poderosos  es una realidad  incuestionable,  pero  sería bueno entender  que no se trata de filantropía o compasión sino más bien de justicia. Justicia que en el plano de lo social debería entenderse como la garantía de derechos mínimos que cualquier ser humano  debe poseer:  a la vivienda,  a la alimentación,  a la educación,  a la salud.

Podría  afirmarse,  quizás  irónicamente,  que este proceso  de deterioro  del poder sucede en el marco democrático  y se realiza en lo fundamental  desde un pacto,  acuerdo  o contrato que  toma  el  nombre  de  Constitución del 91 , es decir lo constituido,  lo acordado. Dos cosas parecen ser razón y origen de esta ironía: o lo constituido  no tiene la fuerza suficiente para acogerse de manera colectiva y por lo tanto habría que modificarlo,  o la presión  de los distintos  poderes  orienta  su desarrollo, el de la Constitución, hacia el logro de privilegios o beneficios privados, particulares. Eso paso, eso pasa y eso seguirá pasando mientras lo que se llama pomposamente, la carta magna, este en manos de mediocres personajes que son capaces de todo menos de gobernar.
Romper  lo acordado,  tanto en lo individual  como en lo colectivo,  es un problema ético-político, que perturba ya no solamente el consenso sino también la vida en comunidad, en sociedad, allí nace la pérdida de confianza. Eso también pasa y se muestra como parte de la forma de hacer política. Cambiar las constitución parece una meta de todos los que viven de la política. No solo de los que devengan un salario de 27 millones de pesos y que montan desde allí un sistema perfecto de corrupción. También de aquellos que nos representan o dicen hacerlo en todos los niveles.

Ellos saben que la continua y sistemática ruptura de lo acordado significan violación de derechos que provienen del consenso  y que constituyen  el espíritu de lo que podría  llamarse  organización  social.  Si miramos  desprevenidamente la historia del este país, encontramos que es la historia de la ruptura de acuerdos: de promesas, de consensos.

Repetir que el cambio de politica ssolo es posible cambiendo a los politicos es verdad sentida. Quitarles el poder es meter el pais en otra guerra.  Romper las cadenas que nos atan a su mediocridad no es otra cosa que la mayor necesidad. Crear un movimiento politico que ponga como requisito de vinculacion el no haber hecho parte de ningun partido, es urgente. Evitar que el movimiento se convierta en una estrategia electoral que elige a su acomodo los lideres es necesario.


 Pero, ¿cómo podría la sociedad colombiana orientar sus acciones en la mitad de una crisis que toca sus tres ramas, legislativa (ilegitimidad) ejecutiva (corrupción) judicial (impunidad)? Una tríada que juega con la democracia y la ilusión como lo haría un niño con una pelota en un campo minado.

Se entiende entonces que lo mas profundo es el cambio de politicos y de politica. Que la politica es eje de nuestra vida. Pero como deciamos en alguna ocasion cuando desde la euforia creimos en algun politico que se presentaba como opcion distinta y al llegar al poder se convirtio en el poder mismo. Ni ser nombrado, ni ser elegido.

 

martes, 5 de julio de 2016

Cauca: la inteligencia fracasada




Desde tiempos que mi memoria no alcanza precisar la estrategia política en el Cauca y con el Cauca ha sido aplazar las soluciones. La clase política cierra los ojos en tiempo de calma: “nada pasa” se dice así misma y en tiempo de crisis, los políticos inician el camino para convertirse en el mesías que rescataría ese territorio  de las garras de algún perverso agente de la delincuencia, de la rebelión, de la desadaptación o de la infiltración.  Todos piensan que para solucionar los problemas del departamento es necesario que intervengan los poderes centrales. Es decir, la negociación debe hacerse  con el centro. ¡Ojala con la presidencia!, en eso parecen estar de acuerdo todos.

Tesis uno: Esto  ha significado pérdida de autonomía para tomar las decisiones  o un  aumento de la dependencia. Los políticos de todos los partidos se identifican con este tipo de percepción que favorece, no solo, su permanente reelección sino que también diluye su responsabilidad y mirando al cielo se aferran a: Desde el centro nos sacaran de la miseria. Así se logra desplazar la responsabilidad hacia el centro. En esta realidad subyace la idea de que, al postergar la solución de forma “inteligente”, el conflicto desaparece. El conflicto por la tierra, por el territorio. ¿Pero es ese el problema? 

Una segunda tesis: allí como en gran parte del país ha habido una “postergación continua de la democracia”  a diferencia de algunos amigos, entiendo que no es un problema del tipo: no nos han entregado más democracia,  sino del tipo: no hemos sido capaces de construirla. Así de simple.
 Salimos corriendo cada uno para su lado, despavoridos de miedo hacemos de avestruces y enterramos cada vez con más fuerza la cabeza en la tierra, es decir en el pasado. En la tierra y en el pasado están escondidos todos los fantasmas que hacen muy difícil avanzar. Un pasado repleto de incapacidad para saber que somos y aceptar lo que no somos. Una tensión profunda y cultural en donde todos tienen una razón debajo del brazo y podrían estar dispuestos a usar la fuerza para defenderla.

Hemos perfeccionado hasta el milímetro la idea del enemigo. Los políticos, sagaces negociadores del voto como sistema de perpetuación, utilizan la polarización para mantener cautivos  unos cuantos votos,  presos de sus promesas. La cárcel de las promesas que ha sido tan útil para esa postergación que hace pensar que todos prefieren vivir con los ojos cerrados. Algunos por el odio, otros por la insensatez, muchos por la torpeza y casi todos por el dominio de la estupidez.

En términos muy amplios el poder central y también el poder político del departamento,  suele ver la situación como la famosa frase de Groucho Marx  (el Marx bueno dicen los del poder), citada por  Zizek  que parafraseo:” Esa gente puede que parezca idiota y se comporte como una idiota, pero no se deje engañar, son idiotas.”
 La supuesta superioridad moral del centro es agobiante, tanto como su forma, calculada al milímetro,  de entregar cosas para no perder el poder en la periferia. Pero igual de agobiante es la manera persistente de acudir al centro para resolver los problemas. Me da la sensación que de esta forma no solo no se resuelve el problema, sino que también se consolida la idea de ser menores de edad. Puede que eso sea lo que el poder quiere. Exactamente eso. También avasalla  la idea de caridad en esta etapa del capitalismo cultural en donde todos recibirían lo justo y lo justo es precisamente la idea dominante del derecho a pedir.
 Los que tienen  algún poder, sea político, sea religioso, sea étnico, o económico  o sea estatal en el nivel local, es decir en el Cauca, hacen ver que es mejor solucionar lo urgente: pedir algo: tierra, algo de poder, ministerios por ejemplo,  dinero, regalías, silencio ante la corrupción y el clientelismo. En este caso se podría hacer una analogía con las pirámides del engaño económico que tuvieron tanto éxito hace no mucho tiempo, DMG por ejemplo,  con las organizaciones políticas colombianas y con las caucanas específicamente: Ud. consigna su voto y el político le promete un beneficio que nunca llegará. Quizá por esto tuvo tanto éxito ese asunto de las pirámides allí. Los políticos juegan con su voto como DMG jugaba con su dinero.
El poder central, o se prefieren, la gran pirámide,  siempre ha entregado exactamente lo suficiente como para aplazar la solución del problema. O podría pensarse que así se negocia la postergación del problema: utilizan aquella estrategia exitosa: “dejemos que pase la tormenta”. Siempre mirará el poder central, con cierto desdén,  a quien se la pasa pidiendo. Su posición en muchos casos de la vida real es como otro viejo chiste citado por Zizec, sobre un rico que le dice a su criado “Echa a ese mendigo. Soy tan sensible que no soporto ver sufrir a la gente”  La idea de caridad es consubstancial al capitalismo cultural, ella hace de dispositivo de seguridad o si prefiere de contención de la rebeldía.

Diría con el temor de que los distintos intereses tergiversen la idea que: es mucho peor la minoría de edad entendida como la incapacidad para solucionar los problemas  que la pobreza. Nunca se terminara la desigualdad, la miseria, mientras nos sintamos menores de edad. Así de simple.
Esa minoría de edad se expresa de forma similar en todos. Los políticos buscan  una  recompensa por postergar la solución, en acuerdo con ese gobierno central, que sólo se da cuenta de los problemas cuando suena la campana para iniciar una  pelea que se repite periódicamente. Lo políticos caucanos, siempre,  se paran en la esquina del poder central y hacen el papel de esperpentos de la democracia de representación. Muchas veces tiran la toalla y gritan:” no se puede señor presidente ellos no quieren. O están infiltrados”. Actúan buscando culpables para no asumir la responsabilidad que tienen en la no solución del problema. ¡! Eso le gusta mucho al poder central!!
 También muchos de los políticos caucanos, ya metidos en la institucionalidad central, piden en el momento en que suena la campana, ser los delegados del centro para solucionar el problema, es decir para su postergación. La cosa se repite de forma casi grotesca años tras año, desde hace décadas, desde la constitución del 91 la promesa ha sido incumplida: Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe 2 veces y Santos han actuado así: han entregado lo suficiente para apaciguar los ánimos.
En la otra esquina, muchos o casi todos encuentran exitosa la estrategia de siempre recibir algo y todos piensan que reciben menos que el otro. Para unos, tierras, para otros, dinero para proyectos, para otros, seguridad, vías de acceso, también en esta esquina se piden puestos y se reciben favores del clientelismo. El gobierno mira para los lados y dice; esa gente del Cauca no se cansa de pedir. Nadie quiere hablar del problema real o al menos el que yo creo que es fundamental

Podría afirmar algo que encuentra resistencia: los que no dan casi nada, se comportan igual que los que no reciben casi nada y, esto será así mientras la figura del estado no sea rota de forma democrática y sus fragmentos se consoliden como autonomía territoriales inteligentes: ¿Hacia un estado federal? ¿Hacia una nación de naciones? ¿Hacia un estado de las autonomías?

Intentare mostrar mi punto de vista de cuál es el problema en una síntesis.

Hace un tiempo, cerca de diez años leí el texto de J.A. Marina que definía la inteligencia como “la capacidad que tiene un sujeto para dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida, elaborada y producida por el mismo” de igual manera afirmaría que una comunidad o sociedad, por ejemplo, la caucana y patoja,  es inteligente o no en ese sentido.  Aquí se presenta una paradoja o ironía,  útil para entender lo que sucede: de tanto utilizar de forma inadecuada la inteligencia esta termina convirtiéndose en el mayor de los obstáculos.

Y ¿cuál es entonces el problema? Unas precisiones que eviten a algunos la crítica fácil:

Todo es histórico, es decir hunde sus raíces en la construcción histórica de lo que hoy existe en el Cauca. Desde esa idea del gran Cauca o la Provincia de Popayán el territorio no se consolida, o mejor se expande y se contrae al vaivén de la mediocridad política de liberales y conservadores en ese entonces y ahora los mismos camuflados en siglas distintas que pretenden cambiar las cosas dejándolas como están, es decir:  CR, CD, PL, PC, PD, PU.

Lo caucano como una unidad no existe. Existe una inmensa diversidad en conflicto. Culturas originarias y culturas mestizas. Culturas que se alimentan de la tradición amerindia y culturas que beben de la cosa occidental, culturas que se nutren de la vida africana y claro fusiones también múltiples, que no se agotan en una u otra cultura. La pobreza en el Cauca es raíz de muchos problemas. La desigualdad y la injusticia son réplica exacta de lo que se vive en Colombia igualmente la presencia de droga, guerrilla, paramilitarismo, minería ilegal y demás.

El territorio es de quien lo habita. Territorios en donde domina lo originario, lo afro, lo mestizo y lo blanco. Cauca es un territorio en disputa en donde la tierra es parte del problema. Solo parte.
 Entonces: El problema es un problema político en donde lo esencial es la cuestión territorial. Los problemas territoriales en general tienen que ver con los límites pero estos tienen sentido solo para ganar autonomía. Autonomía política y cultural pero también económica.

Esos problemas territoriales tienen que ver con el  reconocimiento de las diferencias, con la aceptación de distintas  formas de ver la vida y sobre todo con el respeto de esas diferencias. De la no aceptación de las diferencias nacen los dogmas, los autoritarismos y claro muchas de las guerras que ha habido en la historia de la humanidad.

¿Pero está claro y aceptado por todos que lo que se busca es autonomía?  Que la autonomía está en relación directa con la capacidad que tengas no solo para tomar decisiones sino también para crear y consolidar su propia economía, su propio sistema político. Algo que está claro subyace en esto: la autonomía se alcanza superando la minoría de edad. Transitando de la lucha por cosas por recursos a la lucha por esa autonomía. Cauca como territorio en tensión multiétnica debe abordar con seriedad la consolidación de su autonomía. Pero para dejar de ser menores de edad y no seguir pidiendo, es mejor dialogar para definir límites. No se trata de dividir el territorio, se trata de gestionar el conflicto reconociendo la diversidad, los derechos pero, por encima de cualquier cosa: los deberes. El deber de llegar a un acuerdo entre las distintas partes sobre la ordenación del territorio, por ejemplo. También el deber de aceptar al otro en medio de las diferencias y  en medio de los odios que se han construido por años y décadas de quererse silenciar mutuamente.

La solución a los problemas territoriales, en los que está en juego la autonomía de un pueblo, de una comunidad, de una sociedad está relacionada con la forma en que funciona una democracia. Los límites en las sociedades modernas son esencia de esa democracia. Se establecen a bala o con acuerdos. Por invasión o por consenso. Que existan culturas distintas e intereses distintos obliga a que exista un reconocimiento de todos. La dinámica social, política y cultural de un territorio no se decide fuera de ese territorio, tampoco la económica. 

Hay resguardos, hay territorios afrocolombianos, hay una gran comunidad campesina y hay propietarios de tierra blancos. Entre todos y sin políticos debería construirse ese territorio deseado. Hay gente de derecha y de izquierdas. Todos deben cooperar  y todos deberían también entender que ser menor de edad es algo que no es útil para alcanzar lo que se desea.

Un inmenso pacto territorial nacido en la decidida vinculación de todos, un pacto territorial que se inicie en el reconocimiento de todos y dibuje un mapa que permita solucionar de una vez y para siempre  el viejo conflicto conflicto.