En 1947,
hace 59 años,
la Comisión de las Naciones
Unidas para la Redacción de los Derechos Humanos,
trabajaba en la declaración que se publicaría en 1948. Para esto la Unesco
realizó un trabajo en el cual se recogieron opiniones de hombres destacados en
distintos campos: P. Teilhard de Chardin, Aldous Huxley, E.H. Carr, Salvador de
Madarriaga, Benedetto Croci, Mahatma Gandhi, entre otros 1•
Gandhi respondió al director general de la Unesco la siguiente
carta, con fecha de 25 de mayo de 1947.
Querido
doctor Julian Huxley:
Como
ando constantemente de un lado para otro, nunca recibo el correo a tiempo. A no
ser por su carta a Pandit Nerhu, en la
que se refiere a la que me dirigió a mí, podría no haber recibido la suya. Pero
veo que usted ha dado a las personas a quienes se ha dirigido tiempo suficiente
para que puedan contestar. Escribo ésta en un tren en marcha. Mañana cuando
llegue a Delhi será copiada a máquina.
Me
temo que no pueda darle nada que se aproxime al mínimo que usted indica. Lo
cierto
es
que no tengo tiempo para hacer este esfuerzo. Pero todavía es más cierto que
leo muy poca literatura pasada o presente, aunque me encantaría poder leer
algunas de las obras maestras. Viviendo como
vivo desde mi juventud una vida turbulenta, no he tenido tranquilidad para dedicarme a la lectura.
De
mi ignorante pero sabia madre aprendí
que los derechos que pueden merecerse
y conservarse proceden del deber
bien cumplido. De tal modo que sólo somos acreedores del derecho a la vida
cuando cumplimos el deber de
ciudadanos del mundo. Con esta
declaración fundamental, quizás sea fácil definir los deberes del
Hombre y la Mujer y relacionar
todos los derechos con algún deber correspondiente que ha de cumplirse. Todo
otro derecho sólo será una usurpación
por la que no merecerá la pena luchar.
La carta adquiere
un valor sin igual en las
circunstancias en las que se encuentra
este territorio, llamado relativamente
hace poco, Colombia. De ella se desprenden varios interrogantes, diversas enseñanzas y un gran valor político: el pacifismo activo
y radical de Gandhi, su resistencia civil pacifista. La necesidad de que ese pacifismo haga resonancia en todos la ciudadanía. la necesidad de que ese mismo pacifismo despoje a todos del germen de la polarización. No somos un país en la miseria somos un país polarizado que puede convertirse en un país miserable.
En la misiva, Gandhi
hace poner los ojos sobre el
centro de la cuestión colombiana: la separación existente entre lo que nos
corresponde como colombianos -derechos-
y lo que tenemos que hacer para lograrlo -deberes- . Es en esta relación entre
derechos y deberes en donde se funda un sistema político democrático, allí es donde
adquiere una sociedad sus mayores
responsabilidades, es la base del
acuerdo o pacto social
sobre el cual reposan
la Libertad, la
Solidaridad, la Cooperación, la
Tolerancia, la Equidad, la Honestidad valores que hacen posible la Convivencia. violenta.
Todos sabemos que la democracia como
sistema político encuentra su raíz más profunda en el consenso o acuerdo
colectivo denominado Constitución y, que fundamentado en la relación indisoluble
derechos-deberes, se constituye en el
marco ético-político del Estado y la sociedad civil. Aunque los acuerdos
son fundamentales para el
desarrollo de la democracia, esto no es suficiente. Y entonces i teníamos constitución, es decir acuerdo, consenso, en donde radica el fracaso? ¿ podríamos decir que la constitución no hizo posible lo deseable? Si para eso se escribió, si para eso se acordó que paso?
Un asunto no despreciable de nuestra realidad es haber dejado la Constitución en manos de abogados y políticos. Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho mas allá, de la injusticia social radica en la capacidad de los políticos para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los políticos es el fracaso de la Constitución, ellos de forma sistemática y egoísta han hecho de la carta su propio salvavidas.
Un asunto no despreciable de nuestra realidad es haber dejado la Constitución en manos de abogados y políticos. Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho mas allá, de la injusticia social radica en la capacidad de los políticos para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los políticos es el fracaso de la Constitución, ellos de forma sistemática y egoísta han hecho de la carta su propio salvavidas.
Los políticos se han convertido en el mayor obstáculo a la convivencia. Son los creadores de escenarios de confrontación nacidos en sus propios desprecios y no en el bien común. Si la política es algo así como la piel de una sociedad, el poder corrupto, beligerante, idiota carcome esa piel de forma lenta e irreversible. No podemos cambiar sin cambiar los políticos, ese es un tránsito obligado ahora que intentamos, en medio de la mediocridad política, imaginar otro país.
Ver una país distinto es ver también una política distinta, ver caras distintas en la política. No es ver nuevas mascaras, tampoco que las encuestas nos muestren viejas mascaras con mentiras nuevas. Es necesario, urgente imaginar un país sin lo políticos que ahora nos proponen nuevas trampas. No se trata de cambiar las minas quiebra patas sembradas por las guerrillas por sogas puestas por los políticos para convertirnos en el ahorcado mas hermoso del mundo.
La razones para que el 18 % de la población haya dicho no en un plebiscito por la paz, que es el principal problema de Colombia, y haya triunfado es el espejo exacto de la democracia que hemos mantenido y hemos fortalecido: la democracia de la abstención, que es la democracia de una inmensa ciudadanía silenciosa que no esta enganchada a la idea de la participación. La razones son múltiples. La mayoría silenciosa, la que ha triunfado con su negativa a votar, no es una mayoría apática por su ignorancia. Es posible que muchos de ellos han sabido leer mejor la realidad o también que la gran mayoría de esa mayoría silenciosa no encuentre en las elites políticas de derecha e izquierda alguien en quien confiar. Rota la confianza cualquier cosa puede pasar.
La crisis creada por el No es la misma crisis en la que el Si estaba parado: la crisis de las elites políticas de todo las tendencia que, a lo largo de su polarización, habían gastado el poco capital político que les quedaba, Las polarización extremas como es el caso colombiano exigen una explicación y esa explicación no puede nacer del seno de los mismos que la inventaron, la alimentaron y viven de ella.
Del poder a la
impotencia
Valdría la pena
enfatizar una situación que deriva y
perpetúa el uso del poder en el país y que ha provocado un divorcio de la
comunidad y el Estado: la apatía,
generada por la falta de credibilidad hacia las organizaciones políticas y la inexistencia en éstas de
propuestas que orienten al Estado sobre intereses colectivos, una mirada atenta
a lo que acontece en los partidos políticos
colombianos, nos permitiría encontrar
en ellos gran parte de las responsabilidades de la situación actual,
pero acaso lo más dramático de ellos no sea sólo la existencia de prácticas
corruptas o clientelistas a su interior sino la inexistencia de un proyecto
nacional, de una propuesta de largo aliento que una a sus distintas
colectividades y que sean alternativas,
es decir distintas, opciones de caminos, que promuevan una verdadera
participación política, no
exclusivamente electoral. La abstención es una prueba mas del rechazo de la ciudadanía sobre la oferta política edificada con manipulación mediática, encuestas acomodadas y políticos torpes nacidos de las entrañas mismas del fracaso.
Desde ese fracaso mostrado por la publicidad como un avance están edificando una vez mas la postergación de la democracia y desde allí también se abren grandes espacios a la manipulación de la comunidad por parte del poder político, que sobre todo en algunas regiones usa el derecho de la población a participar y negocia los recursos del Estado en búsqueda de mantener su clientela electoral. Los que salen cada cuatros años del poder invierten nuestros impuestos en la elección de sus cómplices. Un estrategia exitosa por años, décadas. Así operan en el nivel local que es una copia exacta de como opera desde el centro.
Quizás el mayor de los
desafíos esté relacionado más con la
necesidad de construir visiones o escenarios compartidos que con la urgencia de
realizar planes eficaces de corto plazo para el manejo de recursos económicos, financieros o los llamados naturales. Estos planes son una trampa en donde la tecnocracia legitima el ejercicio de la corrupción. Así de simple.
En las sociedades
modernas, gran parte del papel de la construcción de esa visión es asumida por
las organizaciones políticas
(movimientos o partidos) que en el marco
de unas ideologías particulares agrupan los distintos intereses y orientan la
planeación hacia un modelo definido de sociedad. En términos, quizás
simplistas, esta dinámica mantiene e impulsa
lo que se denomina
democracia, una de las múltiples
maneras de tomar decisiones políticas. Sin embargo, la realidad muestra que las
mismas organizaciones políticas han perdido
su credibilidad y que en muchas
sociedades este papel está siendo asumido por otras organizaciones de la sociedad civil, pero en nuestro país,
en lo relacionado con proyectos de carácter nacional y realmente transformadores de los asuntos de interés
común, su rol es todavía incipiente. O son cooptados de forma eficaz por los partidos políticos. Un movimiento social que se transforma en partido es un adefesio creado para estafar incautos.
Es evidente, en nuestro
caso, que las distancias, esenciales
a cualquier democracia, tienden a
desaparecer y el acercamiento entre el poder económico y el político, por ejemplo,
ha creado espacios fuertes y casi
indisolubles entre los intereses de unos y otros. La trama de las relaciones entre los intereses de los distintos poderes permite ver con
bastante precisión que el poder, o mejor aún, los poderosos, tienden a unirse,
¿a cerrarse? Acaso estemos a las puertas de la creación de alianzas entre
los diversos poderes, que nos avisan un futuro dominado por monopolios en donde
convergen estos intereses.
Surge una sospecha,
que es también un gran
interrogante: ¿Quién gobierna? Los políticos representan ante todo a esos poderosos.
El poder económico monopoliza
las decisiones, concentra los beneficios, reclama derechos
mientras se eluden deberes.
La ausencia de
solidaridad y compromiso con un modelo económico más equitativo y justo,
por parte de los poderosos es una
realidad incuestionable, pero
sería bueno entender que no se
trata de filantropía o compasión sino más bien de justicia. Justicia que en el
plano de lo social debería entenderse como la garantía de derechos mínimos que
cualquier ser humano debe poseer: a la vivienda, a la alimentación, a la educación, a la salud.
Podría afirmarse,
quizás irónicamente, que este proceso de deterioro
del poder sucede en el marco democrático
y se realiza en lo fundamental
desde un pacto, acuerdo o contrato que toma
el nombre de
Constitución del 91 , es decir lo constituido,
lo acordado. Dos cosas parecen ser razón y origen de esta ironía: o lo
constituido no tiene la fuerza
suficiente para acogerse de manera colectiva y por lo tanto habría que
modificarlo, o la presión de los distintos poderes
orienta su desarrollo, el de la
Constitución, hacia el logro de privilegios o beneficios privados,
particulares. Eso paso, eso pasa y eso seguirá pasando mientras lo que se llama pomposamente, la carta magna, este en manos de mediocres personajes que son capaces de todo menos de gobernar.
Romper lo acordado,
tanto en lo individual como en lo
colectivo, es un problema
ético-político, que perturba ya no solamente el consenso sino también la vida
en comunidad, en sociedad, allí nace la pérdida de confianza. Eso también pasa y se muestra como parte de la forma de hacer política. Cambiar las constitución parece una meta de todos los que viven de la política. No solo de los que devengan un salario de 27 millones de pesos y que montan desde allí un sistema perfecto de corrupción. También de aquellos que nos representan o dicen hacerlo en todos los niveles.
Ellos saben que la continua y
sistemática ruptura de lo acordado significan violación de derechos que
provienen del consenso y que
constituyen el espíritu de lo que
podría llamarse organización
social. Si miramos desprevenidamente la historia del este país,
encontramos que es la historia de la ruptura de acuerdos: de promesas, de
consensos.
Repetir que el cambio de politica ssolo es posible cambiendo a los politicos es verdad sentida. Quitarles el poder es meter el pais en otra guerra. Romper las cadenas que nos atan a su mediocridad no es otra cosa que la mayor necesidad. Crear un movimiento politico que ponga como requisito de vinculacion el no haber hecho parte de ningun partido, es urgente. Evitar que el movimiento se convierta en una estrategia electoral que elige a su acomodo los lideres es necesario.
Repetir que el cambio de politica ssolo es posible cambiendo a los politicos es verdad sentida. Quitarles el poder es meter el pais en otra guerra. Romper las cadenas que nos atan a su mediocridad no es otra cosa que la mayor necesidad. Crear un movimiento politico que ponga como requisito de vinculacion el no haber hecho parte de ningun partido, es urgente. Evitar que el movimiento se convierta en una estrategia electoral que elige a su acomodo los lideres es necesario.
Pero, ¿cómo podría la sociedad colombiana orientar sus acciones en la mitad de una crisis que toca sus tres ramas, legislativa (ilegitimidad) ejecutiva (corrupción) judicial (impunidad)? Una tríada que juega con la democracia y la ilusión como lo haría un niño con una pelota en un campo minado.
Se entiende entonces que lo mas profundo es el cambio de politicos y de politica. Que la politica es eje de nuestra vida. Pero como deciamos en alguna ocasion cuando desde la euforia creimos en algun politico que se presentaba como opcion distinta y al llegar al poder se convirtio en el poder mismo. Ni ser nombrado, ni ser elegido.
Un asunto no despreciable de nuestra realidad es haber dejado la Constitución en manos de abogados y políticos. Haber canjeado, sin ningún rubor, la justicia por las leyes producidas por lo oscuros intereses de quienes ganan las elecciones, pero no nos representan. Por aquellos que montados en las instituciones del Estado han ido poco a poco haciendo de la política un ejercicio de la mentira. El germen de la violencia, mucho mas allá, de la injusticia social radica en la capacidad de los políticos para convertir todas las soluciones en un banquete de corrupción. El triunfo de los politicos es el fracaso de la Constitucion, ellos de forma sistemàtica y egoista han hecho de la carta su propio salvavidas.
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