lunes, 10 de julio de 2017

Madrid: del pozo del Tío Raimundo, Sepu y el Rastro a Mac Donald y la Europeización de la villa. La reseña de un libro y un recuerdo



Madrid: del pozo del Tío Raimundo, Sepu  y el Rastro a Mac Donald y la Europeización de la villa. La reseña de un libro y un recuerdo

 El libro  Madrid, la suma de todos, de Traficantes de Sueños, sorprende. Y mucho, a alguien que vivió buena parte de su vida en medio de procesos intensos de politización de la vida madridista. De esa ciudad encerrada y gris, ocupada por una policía atenta al menor desvió y dispuesta a derrumbar con coses el menor atisbo de rebeldía, se ha pasado aunque parezca paradójico a una ciudad sin rebeldes, revolucionarios o herejes. Ya todos creemos haber llegado.
Acabada la transición nos quedamos sin promesa y vagabundeamos con la esperanza de cruzar, ya no el charco, sino la línea que indica que somos y tenemos más de lo que merecemos. No queremos ver, en todo caso, el lado oculto de esa luna. Nuestra visión ha sido opacada por la ilusión de lo global o por el espejismo de capitalismo cognitivo. Ambos eficazmente mediatizados en el templo de la publicidad.
Eso se hace visible en este ladrillo hermoso que han titulado con algo de ironía: Madrid ¿la suma de todos? Bien, el paso del pozo a ese misterioso agujero negro que todo se traga ha sido largo. La ciudad se mueve ahora inmensa y abarcante hasta los límites de sus vecinos ocupándolos y desalojándolos con la promesa de que llegaron tiempos mejores. Que no significan más metros cuadrados o mejores ingresos sino que, aunque suene contrario a los desarrollistas: reducción del espacio que es también reducción del ingreso (a tu hogar). Reducción de las zonas verdes que es también reducción del ingreso. (de aire a tus pulmones) Aumento del parque automotor que es reducción del ingreso (atascos)
Madrid es una paradoja como lo son todas las ciudades europeas y norteamericanas y así lo muestra ¿la suma de todos? Un revival de la paradoja de la libertad o sólo un deja vu que nos atormenta con aquel sin igual: "contra franco vivíamos mejor". La ciudad abierta desde hace unas décadas, no más de tres, a los inmigrantes afro, latinos y europeos del este, es la misma que albergó a sus inmigrantes del éxodo nacional ( extremeños, gallegos, andaluces...) de cincuentas y sesentas, aquellos arrinconados en chabolas y periferias sin servicios y estos otros camino de convertirse en guetos alejados de la promesa de la ciudad global y pertrechados en barricadas a punto de estallar como las parisinas de hace casi nada.

La historia se repite pero sin papeles. Madrid se europeíza. Se mete de cabeza en la dinámica democrática de la discriminación y la fuerza argumentativa para hacerlo. Del mismo sitio en donde creció el autoritarismo a ultranza surge el democratismo segregacionista. Allí en donde estaban los inmigrantes o desplazados de la guerra y la pobreza de los cincuenta, cuarenta, están ahora arabo musulmanes y africanos, filipinos y latinos sin papeles y con ingresos  más bajos que el salario mínimo.Los que llegaron despues de la guerra civil de los disstintos puntos del pais,  fueron la leña que animó el crecimiento de los sesenta, los inmigrantes no europeos de ahora empujan el carro veloz de la globalización o su ficción económica. La llamada financiarizacion. Espejismo económico que atrapa, en la imaginaria maquina tragaperras, el salario mínimo que pagaron por cuidar la rentabilidad de una única moneda.

La judería de antes, Lavapiés, corre despavorida de la estigmatización que justifica poco a poco la reprogramación de rescates urbanos, justo allí, en donde antes se ocultaban los judíos tras el nombre de manolos y manolas. Antes no había papeles ahora no los tienen. Pero sabemos que el mundo globalizado exige papeles a aquel que no tiene el único pasaporte a la igualdad: el papel moneda. Así este Madrid de Todo parece la ninfa eco de su propia pérdida de memoria, que los autores identifican con versatilidad. Madrid sin Umbral, sin Cuadernos para el Dialogo, in Triunfo. Puede haber nostagia pero esta prohibida, los argumentos del poscapitalismo centran la critica en que todo pasado fue peor. No es rara esta mutacion del Madrid provincial y divertido a este Madrid globalizado y diverso: el marqueting territorial está a punto de convertirlo en otra de la ciudades atracciones. Vender el espacio a otros es, creanlo o no, desalojar a aquellos que lo construyeron. Es uniformarla a la escala de otras urbes con la inmensa rueda giratoria, las ciudades casinos, los carnavales hecho a imagen del que llega, el bilinguismo del sector turismo, las fusiones musicales que buscan por todos los medios que el turista baile y ria, ese multiculturalismo artificial que nutre de supuesta democracia lo que la gente del lugar era y los convierte poco a poco en clones a la moda de ese mundo actual repleto de cajeros automaticos que el dios de ahora, el dinero, està en todass partes.

 El Madrid del Rastro sin rastros o con huellas escondidas en la velocidad ilusoria del cambio. El Madrid de la Ballesta generalizada, aquella calle de la prostitución franquista repleta de generales y curas disfrazados de civil y cuidados celosamente por los grises del franquismo tardío, se repite, retratado en algunos pasajes por la ficción almodovareña, esa especie de realismo mágico tragicómico en el que se oculta disfrazado el Madrid global, internetiano y si, tan frígido que ya transitó por fin de la movida a la inmovilidad, convirtiendo al  ciudadano activo de las movilizaciones sociales urbanas de los sesenta-setenta en el consumidor compulsivo de finales y comienzo del milenio.

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