Hace unos años, cuando se
iniciaba el camino para el acuerdo de paz, fui invitado al desaparecido
programa del Canal Capital 'Las Claves'.
El tema era el Acuerdo de Paz y todos los panelistas y los moderadores estábamos
muy entusiasmados con la posibilidad de que se lograra la paz. En esa ocasión
expresé lo que creía era fundamental: evitar que el proceso de paz se convirtiera
en un alegato. Algo se logró en ese sentido por parte del equipo negociador.
Mientras tanto, los que se oponían al proceso
de paz, hacían esfuerzos gigantescos para convertir el proceso en una alegadera
(“Discusión que se repite hasta causar fastidio”) que les permitiera hacerse visibles ante los
medios. Lo lograron de la mano de los mismos medios y también de una estrategia
que ha triunfado en varios lugares del planeta: introducir en la sociedad
dilemas falsos que tienen una altísima eficacia para crear un escenario del
miedo, sensible con mucha facilidad a la manipulación política. A diferencia de
algunos analistas creo que, no sólo es un asunto de lenguaje, la estrategia fue
y sigue siendo ademas de introducir un lengaje, poner al ciudadano a fijar una
posición ante un dilema falso.
Es mayor la fuerza del dilema para manipular
que el poder de unas palabras que si bien es cierto conectan con la emoción, alcanzan éxito cuando hacen
parte de un dilema. Veamos, la palabra Castrochavismo que es introducida en el debate con el deseo de manipulación, al relacionarla con las FARC y por este camino
con la negociación que se desarrollaba, el dilema se elabora y el miedo
establecido. El dilema exitoso que quedó rondando en la mente de muchos fue: ”Ud. prefiere que Colombia se convierta en
una dictadura castrochavista o prefiere que siga siendo una democracia”.
Ahora bien, construido el dilema
falso hay tres cosas esenciales para que logre su objetivo: a) situar en un
lado a los buenos y en otro a los malos, b) lograr que los medios incluyan a
los defensores del dilema falso en sus espacios en aras de su derecho a la
libre opinión y c) Lograr que quienes aceptan
el dilema falso como verdadero tengan un
alto nivel de radicalización o si se prefiere de fanatismo. No deja de asomarse a mi memoria la idea, que
a manera de chiste, funciona muy bien en estos casos de fanatismo militante: “que
el pueblo siempre apoya al partido, porque cualquiera que forma parte del
pueblo y se oponga al partido queda inmediatamente fuera del pueblo”
Por supuesto que en este caso los malos son
los castrochavistas defensores del Acuerdo de Paz, y entre más castrochavistas identifiques en la política más fácil será que, quien lo hace, quede como
el bueno, en la práctica es así: De la
Calle, Fajardo, Robledo, Petro, Claudia, Clara, Santos son castrochavistas
que, no sólo ponen en peligro la democracia colombiana, sino que aliados con
las FARC establecerán una dictadura castrochavista. Los medios hacen la tarea
invitando a los no castrochavistas al diálogo con castrochavistas, así: un día
invitan a José Obdulio contra Robledo, otro día a Clara contra Marta Lucia, y así
hasta hacer pensar que la mentira convertida en dilema falso es parte de la
posible realidad: convertirnos en una dictadura del socialismo del siglo XXI. Este
dilema falso es muy fuerte y continuará siendo utilizado en las próximas
elecciones. El país partido en dos debe elegir, según los promotores, dilemas
falsos que se derivaran de este dilema madre.
Otro dilema del mismo tipo que ha
sido introducido con éxito fue el de la impunidad. Este, estaba dirigido, no
solo a descartar enemigos castrochavistas en el proceso electoral sino también
a atacar el proceso de paz en un aspecto fundamental: la Justicia Especial para
la Paz. Este dilema también tiene dos componentes: a) es el producto de una
negociación entre castrochavistas y por lo tanto fortalecerá el camino para que
ellos lleguen al poder y b) es una justicia que creara la impunidad por cuanto
los que entran a ella están por fuera de
la sana justicia ordinaria. El dilema falso construido con eficacia tiene al menos dos claves de manipulación y
es planteado más o menos así: “Ud. Prefiere que se juzgue a los de las FARC por su propio acuerdo garantizando la
impunidad o prefiere que paguen penas
por los delitos cometidos.”
El tercer dilema que, enlazado con los otros,
intentará crear un escenario electoral favorable para los defensores de los
dilemas falsos, es el de la continuidad. Si estamos en un alto riesgo de que al
país se lo tome el castrochavismo y la impunidad, debemos evitar por todos los medios,
a través de la combinación de todas las formas de lucha, que triunfe una coalición extremo
izquierdista liderada por algunos de los que ya están identificados como castrochavistas. El dilema que expresa todo esta estrategia electoral será: ”Hemos estado regalándole el país a las
FARC estableciendo las leyes que
favorecen su llegada al poder: Ud. prefiere que eso continúe o prefiere detener
la situación que llevará a la patria al abismo.”
El debate electoral próximo tendrá como protagonistas dos ideas,
que se expandieron como el fuego en un bosque seco: la corrupción y el
narcotráfico: ambos viejos problemas cuya solución al depender de los mismos
políticos ha sido postergada desde siempre. Serán bandera de guerra electoral
y así mismo una imagen proyectada de lo
que somos, según los políticos. Los dilemas falsos que podrán derivarse de
estas dos características del país político y que dominarán las campañas, son
fáciles de imaginar.
El lenguaje utilizado marcaba un camino que
unía el proceso de paz con el narcotráfico. El
país se inundó de coca, decían. Se culminó afirmando que el acuerdo con las FARC era el responsable de esto, es decir, las FARC eran responsables del
narcotráfico y de ellas dependía el éxito de que el país fuera o no un narco
Estado. Toda esta estrategia venía
precedida de la idea promovida por ellos mismos de que este grupo era el cartel
de cocaína más grande del mundo.
Este es otro frente de ataque al
acuerdo de paz. Y bueno, las mentiras se han construido para poder afinar el
dilema falso: Si acabamos con las FARC acabaremos con el narcotráfico, o algo
también con una fuerte carga de mentira, si rebajamos el cultivo de hoja de
coca se terminará el narcotráfico. Responsabilizar exclusivamente a las FARC del
narcotráfico tiene un solo fin: atacar el Acuerdo de Paz y la más eficaz de las maneras es, según los
mismos promotores de la guerra contra el Acuerdo, ir directo contra el mayor cartel de la
cocaína. El dilema será entonces del tipo:
el narcotráfico es el mayor enemigo de Colombia y fuente de todas las violencias
y de la corrupción, Ud. prefiere que se extradite a los narcotraficantes o que
se les someta a la justicia creada por ellos.
Construyendo dilemas se puede
llegar al poder. Llegando al poder legislativo se podrá con más facilidad hacer
trizas el Acuerdo, pues se tendrá un fast
track garantizado de mayorías absolutas.
A riesgo de equivocarme la estrategia puede ser esa. Ocupar el congreso a
partir del más inquietante dilema falso. El congreso aprobó las leyes sobre el Acuerdo de Paz. Es decir, ya no sólo el Acuerdo es peligroso sino que el
postconflicto derivado del mismo es más peligroso. Aquí el dilema falso salta a
la vista: ¿Ud. qué prefiere? que el próximo
congreso quede en manos de los que entregaron el país a las FARC o prefiere un cambio radical
que desbarate lo hasta ahora acordado.
La guerra contra el Acuerdo de
paz muestra que, la estrategia de los dilemas falsos, ha sido exitosa en dos
aspectos a) logró permear la paz de los acuerdos con el miedo necesario para
tergiversarlos con éxito, es decir, si la paz es lo que viene en los acuerdos,
es mejor no tenerlos. Los dilemas falsos lograron que los “significantes”: castrochavismo,
coca, impunidad, corrupción, narcoterrorista, entrelazados en forma de dilemas
falsos presentaran como falsa o peligrosa la idea de paz negociada b) Logró también
que la idea de paz como asunto de interés nacional o como acuerdo de estado
fuese convertido, una vez más, en un asunto de los políticos y desde esta
perspectiva, introdujo una idea de confrontación-polarización que los beneficia.
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